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24 DE OCTUBRE
DÍA
INTERNACIONAL📚
DE LAS
📚BIBLIOTECAS
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La Viñuela conmemora el Día Internacional de las
Bibliotecas con una exposición de relatos, realizados por miembros del Club de
Lectura y Teatro de La Viñuela.
La iniciativa, organizada por la Biblioteca Pública
de La Viñuela, intenta acercar historias creativas y originales, acompañadas
con pequeñas ilustraciones.
Estos microrrelatos serán expuestos durante varios
días en la Biblioteca Municipal, todo el que desee visitar esta actividad,
podrá hacerlo teniendo en cuenta las medidas de seguridad y distanciamiento,
así como las de aforo propuestas por el Consistorio Municipal.
Estas actividades pretenden incentivar y contribuir
al enriquecimiento de la cultura local.
Para poner en situación al lector, debemos comenzar la historia por el principio. En 1992, la Biblioteca Nacional de Sarajevo quedó
totalmente en ruinas debido al conflicto bélico de los Balcanes. Lo que detonó
dicha destrucción fue su arquitectura, que incorporaba elementos de tradición
árabe y oriental, recordando a todos los que pasaban por delante de ella que ya
no formaban parte del Imperio Otomano (Turco). De este odio a lo ajeno nace el
término ‘memoricidio’, que es la palabra que se utiliza para describir la
destrucción del acervo cultural de un pueblo.
Para recordar este trágico suceso, desde el año 1997, cada 24 de octubre se celebra en muchos países el Día Internacional de las Bibliotecas. Una efeméride que busca
resaltar la importancia que tiene este tipo de edificaciones para la historia
humana como resguardo de su cultura, de sus escritos, de sus creencias. Así
podemos decir que la historia de ese día surgió de entre las cenizas y la
perdida de cientos de miles de textos únicos.
Y para celebrar el Día Internacional de las
Bibliotecas basta con que visites alguna de ellas, seguro que te diviertes con
las actividades que tengan programadas, o comparte una reseña sobre algún libro
que recomiendes.
En el Club de Lectura y Teatro de La Viñuela hemos
optado por celebrarlo ofreciendo lecturas en nuestro blog, y como hemos dicho anteriormente, también podréis encontrarlas en la propia biblioteca. Son textos
originales, cuyo tema gira en torno a esos edificios tan especiales para nosotros, guardianes de tantos tesoros y emociones. Deseamos que disfrutéis de
estos microrrelatos y que abran vuestra mente para visitar nuevos mundos en
papel.
Gema Frías Luque
GUARDIANA DE LIBROS
20/09/1982
Me fascinaba ver cómo los libros eran clasificados. En el aula de clase había un armario lleno. Los alumnos tomábamos un libro por mes. Detallábamos el título en una ficha, el nombre del autor y un resumen del contenido. Me encantaba hacerlo, tanto que a los 10 años ya había enumerado todos mis libros.
Algo pasaba cuando visitaba la biblioteca del instituto, no podía dejar de observar al señor que hojeaba una ficha antes de alcanzarme el libro. Más que sentarme a leer, yo quería ser la persona que entregaba los libros. Me alentó que alguien creyera que yo sería capaz de algo así, y tras superar un examen, sería la bibliotecaria de mi pueblo. El caudal de información era enorme y lo cierto es que el bibliotecario no solo necesita saber lo que tiene, sino dónde podría estar lo que se necesita. También tuve que hacer de guía, orientar y enseñar…
Es tremendo el poder de los libros, se nota como enriquece la vida y es que las bibliotecas tienen la capacidad de igualar: todos podemos entrar.
Dori Calderón Ramos
ESE MÁGICO LUGAR
Cada tarde, al abrir la puerta y entrar, me sumerjo
en un mundo donde la lógica no tiene lugar, todo se vuelve mágico, quizás con
un toque de locura que convierte a este lugar en un espacio singular.
En pocos minutos llegan esos locos bajitos con su
algarabía de risas y sus miradas traviesas, llenando las mesas de papel y el
ambiente de color, y yo, ingenua de mí,
tratando de poner orden y silencio, les hablo seriamente, pero solo es
cuestión de segundos que uno de ellos me mire, me cuente su aventura del día y
mi corazón se siente a la mesa con ellos.
Se abre la puerta de nuevo..."¡Sssssstt,
silencio niños! Tenemos visita, es la Señora Remedios que viene a cambiar el
libro leído por otra nueva historia, siempre os dedica unas palabras amables,
así que sed educados”.
Pero cuando llega nuestro vecino más jovial y nada
más entrar vocifera mi nombre, no puedo controlar vuestras risas y solo puedo
hacer el silencio con una mirada suplicante y cómplice.
Algo similar ocurre cuando, antes de que nadie
aparezca en la sala, oímos una cantiña
familiar, ya sabemos de quién se trata, ella siempre llega así,
precedida de su canción, y vosotros mitigáis esa risa que os provoca
escondiendo vuestras caras en los libros, mientras yo escucho cuánto le ha
gustado esta historia y junto a ella buscamos otra que le haga sentirse feliz
mientras viaja por las páginas de un nuevo libro.
Algunas tardes, llegan los que antaño ocuparon
vuestro lugar, ya se sienten mayores y buscan el libro que toca leer o una mesa
libre para trabajar en grupo, y en sus miradas encuentro el cariño que se forjó
en esas tardes compartidas.
Hoy es lunes, un día especial para la Biblioteca, al
anochecer se llena de luz magistral. A esta hora llega un grupo de gente que no
son bajitos, pero sí un poco locos, y con su locura me transportan a un mundo
de luces, risas y sueños que entre todos tratamos que se hagan realidad.
Viajamos juntos a través de los libros a mil
lugares, y juntos damos vida a historias y a personajes, porque como dijo uno
de esos locos, juntos formamos un todo.
Y yo me siento parte de este lugar, porque siempre hay alguien que necesita una
historia, lo aprendí hace años, cuando una carita soñadora me miraba suplicante
cada tarde y me decía: "¿Me lees de nuevo el libro del Dragón Rojo?"
Rafa Núñez Rodríguez
LOS AYUDANTES DE LA BIBLIOTECARIA
Las luces se apagaron y ellos se sentaron en el centro de la biblioteca. Eran cuatro, pequeñitos, casi etéreos, con los ojos grandes y una gran sonrisa. Eran los ayudantes de la bibliotecaria. Por las mañanas les llevaba leche y galletas y ellos sentían adoración por ella.
A veces la ayudaban con los deberes de los niños, les movían los lápices hacia las respuestas adecuadas, o saltaban sobre las teclas del ordenador. Ella, aún sin verlos, les guiñaba y seguía etiquetando.
Cuando no había nadie, abrían algunos libros y se montaban sobre Babieca, Rocinante y otros caballos, y hacían carreras sobre las mesas. Casi siempre ganaba Bucéfalo, entonces se escuchaba el “pssssss” de la cuidadora de los libros, entre risas lo recogían todo y se introducían entre las páginas, para comprobar que todo estaba correcto.
Al oscurecer les daba las buenas noches y los dejaba allí, dueños de tantos mundos como fantasías viviesen en su imaginación. Ellos comenzaban a contar historias de esas en las que brillan las estrellas, de lunas llenas y amores imposibles, hasta que entre risas se quedaban dormidos.
Mª Jesús Campos Escalona
EL UNIVERSO DE LAS PALABRAS ESCRITAS
Siendo una niña
aprendí el amor por la lectura.
Cada tarde me adentraba en un mundo mágico: los
hermanos Grim, eran mis favoritos, aunque reconozco
que cada libro que caía en mis manos
era como pequeñas y jugosas frutas que yo, ansiosa, devoraba.
Una persona muy especial que me enseñó
el camino y que cada tarde me acompañaba de la mano, era Dori Calderón Ramos, la bibliotecaria.
Ella me abría la puerta a infinidad de lugares y yo, con ojos grandes e
iluminados, le sonreía con agradecimiento. Hoy puedo decir, que somos buenas
amigas.
Seguí, durante muchas tardes más, yendo
a la biblioteca; con sus libros aprendí a compartir, a leer con fluidez, y a entender lo que
leía, pero sobre todo a amar. A
amar intensamente a esos eruditos que lo
saben todo. ¡Oh, los libros...!, te enseñan tantas cosas y tan variadas
que su gama es infinita. Con los años
llegó la madurez y nunca, he dejado
de leer. Esa amistad se ha consolidado
cada vez más. Igual que la amistad
que formo con mi grupo de lectura, el cual, al igual que yo, adoramos escribir, leer y actuar, y
no paramos de navegar por doquier. Con ellos me siento dichosa y feliz.
La biblioteca
ha sido y es, una parte muy importante
en mi vida, una extensión
más de mi misma. Con sus páginas he soñado, he
viajado, he comido platos gourmets y hasta me he enamorado. La biblioteca es un
mundo con infinidad de posibilidades,
dicen que es mágico, ¡entra cualquier
día, compruébalo! ¡El poder
que tiene es maravilloso!
Laura Pérez Alférez
LA LEYERA
Se pasaba horas enteras, embelesada frente a la
biblioteca que había en casa de sus padres, compuesta por una simple estantería
repleta de libros y un antiguo mueble de madera oscura, en el que su padre
guardaba sus tesoros más preciados, decenas de libros de lomos gastados por el
uso y el paso del tiempo. Le fascinaba aquel mueble y su contenido, ella lo
llamaba leyera por relacionarlo con la palabra leer, en realidad era una
antigua hielera o yelera, destinada muchos años atrás a conservar hielo, la
niña estaba segura que los mayores lo pronunciaban mal.
Su deseo infinito de aprender a leer se agudizaba
cada noche, cuando la casa se llenaba de jóvenes sentados alrededor de la mesa
grande, y su padre sacaba sus libros de historia, geografía, aritmética,
ortografía..., y leía en voz alta a sus improvisados alumnos, ávidos por
recibir los conocimientos que no
tuvieron tiempo de aprender en la escuela, por tener que ayudar a la familia en
las faenas del campo a tan temprana edad.
La pequeña observaba a su padre, maestro de noche, y
a sus alumnos desde el regazo de su madre, sentada cerca de la chimenea en las
largas noches de invierno, hasta que el
sueño cerraba sus ojos y continuaba soñando con historias fantásticas guardadas en aquellos libros
custodiados en la leyera, que ella leería algún día.
Recuerdos de tardes de verano junto a su padre, en
el toldo levantando las pasas, cuando el sol se iba ocultando y la calor
amainaba, memorias de miles de cuentos, unos inventados, improvisados, otros ya
conocidos y aprendidos de tanto escucharlos y no por ello menos sorprendentes,
siempre narrados de forma diferente, historias de niños prisioneros de la
malvada bruja de la casita de chocolate, o como Garbancito fue tragado entero
por la vaca que se comió la col, o también los siete cabritillos que se tragó
el lobo feroz, todos ellos con finales felices, eran rescatados por sus padres
y llevados de vuelta a casa. Otros muy divertidos en los que su padre, con una
gran imaginación, la convertía en protagonista del cuento y entre risas y
algarabías pasaban la tarde, hasta que su madre la llamaba para merendar.
En el fondo de un viejo baúl, años más tarde,
encontró decenas de novelas atesoradas por su abuela, según le habían contado
había sido una gran lectora. Este hallazgo la entusiasmó y la mantuvo ocupada
durante un tiempo, ordenando y clasificando las novelas por fascículos.
Aquellos libros y aquellas maravillosas historias
forjaron en la pequeña el amor por la lectura.
El día que aprobó el examen para trabajar en la
biblioteca fue de una gran alegría que, como no, compartió con su padre.
“Besos al cielo, papá”.
Cande Molina Mostazo
BIBLIOTECARIAS QUE MARCAN LA DIFERENCIA
El olor, el olor a libros, no sé cómo definir el
olor que aún recuerdo de la biblioteca de mi pueblo, seguramente sería olor a
viejo. La primera tarde que fui consciente de lo maravilloso que era ese lugar
fue una tarde de otoño, en el colegio nos habían mandado un trabajo sobre escritores
de la Generación del 27, y allí que estaba yo puntual esperando que la
bibliotecaria abriera las puertas de la sabiduría.
Empecé a mirar estanterías y me sorprendió el orden
tan perfecto. Me encantó una enciclopedia de
literatura, solo recuerdo que sus tapas eran azules, en ella encontraba biografías, poemas, trozos
de textos y explicaba lo que el autor quería transmitir.
La biblioteca pronto se convirtió en la rutina de la
felicidad porque, además de leer todos los libros juveniles llenos de historias y aventuras, para nuestra pandilla
era la excusa perfecta para salir de casa, “mamá, tengo que ir a la biblioteca”,
y claro qué madre le va a negar a un hijo ir a ese fantástico lugar.
Así fue como la biblioteca paso a formar parte
de nuestra vida, allí quedabas con el chico que te gustaba, allí nos
reuníamos para hacer los deberes, en fin era nuestro paraíso de las tardes.
Ahora, con el paso de los años, he visitado varias
bibliotecas enormes y sorprendentes, dignas de llamarlas museos, elegantes en
todos los sentidos, aunque yo sigo emocionándome por las bibliotecas rurales. Sí,
las de los pueblos, que a pesar de ser muy pequeñas y de no tener una
arquitectura definida, más bien alguna pared torcida y algún gran ventanal, son
las que van firmando recuerdos, esos que se quedan en el corazón. Y así lo quise
transmitir a mi hija, que desde muy
pequeña, empecé a llevarla un ratito por las tarde a ese precioso lugar lleno
de libros, para elegir un cuento y leerlo en casa.
Allí conoció
a los hijos de la bibliotecaria, y ya se sabe, los niños se relacionan muy
rápidamente y claro, pues yo también empecé a relacionarme con la
bibliotecaria, sin duda la mejor profesional que he conocido. Me recomendaba
cuentos y novelas con tanto entusiasmo que estaba deseando de llegar a casa
para leerlos y poder contrastar opiniones al día siguiente. En la biblioteca de La Viñuela hay que mantener el
silencio y el orden, pero se puede hablar bajito, e incluso recuerdo haber soltado alguna carcajada
mientras leía un capítulo de algún magnífico libro, entonces la bibliotecaria alzaba la mirada y te hacía
un guiño que significaba “ya te dije que era muy bueno y te ibas a reír mucho”.
Actualmente sigo muy vinculada a la biblioteca
porque pertenezco a un grupo de lectura, proyecto e iniciativa de una de mis
mejores amigas, la bibliotecaria, no podía ser de otra manera. Encontré en mi
camino una persona maravillosa, donde cada día ‘libros van y libros vienen’,
hasta que no nos quedó más remedio que
imprimir una muy buena amistad.
Por consiguiente, sigo disfrutando de maravillosas
novelas y, tras leerlas, nos reunimos para sacarle todo el jugo y
bebérnoslo a sorbitos pequeños para
poder ir saboreando cada frase y cada palabra. Un grupo muy variopinto, con
pensamientos muy distintos, con personalidades muy diferentes, pero que nos une
el amor por la cultura y el respeto, y hemos conseguido crear vínculos de
amistad gracias a la palabra bibliotecaria, porque una biblioteca es
maravillosa cuando su bibliotecaria es extraordinaria.
Eternamente agradecida, querida amiga.
Montse Martínez Serrano
ENTRE TÚ Y YO
Se despertó sobresaltado con una caricia. Hacía
semanas que nadie lo tocaba. La suavidad de las manos de la bibliotecaria
endureció el cuero cuarteado que sentía en el dorso. Aspiró el perfume, tanto
como el lomo se lo permitió, para impregnar sus 178 hojas de agua de azahar, pero la mezcla con
el tufillo a viejo de las obras clásicas del siglo de oro español le
revolvieron hasta la sinopsis.

Y de repente, el aire y la luz. Alguien por fin
quería leerlo. Se sintió excitado imaginando cómo sería su nuevo lector, si de
los que se duermen con un libro, de los que no pueden dar un paso sin llevarlo
a cuestas, de los que se sientan horas en el rincón de lectura o de los que
usan los libros de posavasos. En el peor de los casos perdería de olfato al
Lazarillo de Tormes y a La Celestina. Aquel día era de los buenos. Dejaron
atrás el pasillo diez, recorrieron el nueve y al llegar al mostrador, pasaron
de largo. ¿Por qué la bibliotecaria no se detuvo a rellenar la ficha y proceder
al préstamo? Con paso célere llegaron hasta el pasillo dos, lo alzaron y
abriendo hueco entre dos libros delgaduchos, lo encorsetaron.
Mª Carmen Jiménez Aragón
EL BUNKER
El viaje había durado demasiadas horas, pero nos
habían prometido que era el bunker más seguro sobre la faz de la tierra y, mis
padres y yo, no dudamos en unirnos al grupo.
La puerta de entrada era inmensa, quizá para dar una
idea de lo que encontraríamos dentro. Pero al cruzarla me di cuenta que jamás
en mi vida hubiera imaginado poder estar en un paraíso así. Ante mí se abría
una gran avenida con jardines, flanqueada a ambos lados por estantes que
llegaban casi al pesado cielo, repletos de libros de todos los colores y
tamaños. Multitud de callejuelas a derecha e izquierda formaban un entramado
laberíntico en el que estaba deseando perderme. A medida que me adentraba en
aquel universo quedaba más maravillada, estaba eufórica por saber que aquel
incalculable tesoro se había salvado de la catástrofe y gracias a él el futuro
conocería los orígenes de la humanidad.

Callejeando por aquel lugar vi imágenes que quedarán
grabadas en mi memoria para siempre: encontré un grupo de chicos que charlaba
animadamente, sentados en los bancos bajo una farola, sobre el libro que tenían
entre las manos; dos calles más abajo, la luz de las farolas se volvía más
tenue para no molestar a esos que ya leían metidos en sus camas; al doblar una
esquina me topé con la sección infantil, donde los niños más inquietos
escuchaban expectantes la narración del cuento mientras que los más pequeños
aguardaban en sus cunas a que el sueño los atrapara en medio de bosques
encantados o aventuras trepidantes; no sé cómo, fui a parar a la sección de
cocina, cientos y cientos de libros sobre recetas tradicionales, vegetarianas,
hipocalóricas, orientales…, todos asomados desde las alturas viendo como
los chefs preparaban ricos platos en los fogones instalados a pie de caminante;
los libros de naturaleza eran los que ocupaban mayor espacio en aquella
biblioteca-ciudad ya que estaban divididos a su vez en diferentes áreas, la de
agricultura era la que más me gustaba, ubicada, lógicamente, junto a los
huertos de hortalizas que abastecían a todos los habitantes del bunker.
En fin, si aquella era la única forma de vida posible a la
que podía optar el ser humano, yo estaba encantada. Me inscribí como ayudante
de la bibliotecaria y trabajaría duro para hacer de aquel mundo un oasis para
todo los supervivientes.