miércoles, 25 de enero de 2023

XV. ME LO DICES O ME LO CUENTAS



    Este club de lectura, super activo y dinámico, vuelve a la carga con su ejercicio de escritura creativa por excelencia. Para quien no conozca las pautas a seguir, las recordamos: se trata de elaborar un microrrelato de 160 palabras como máximo (sin contar las del título), en el que incluyamos diez términos, elegidos al azar por miembros del club. Dependiendo de la función que desempeñe cada término deberemos tener en cuenta las siguientes objeciones: los verbos pueden utilizarse en cualquier tiempo y persona, incluso en sus formas no personales; los sustantivos y adjetivos pueden usarse tanto en masculino como en femenino, y en singular o plural, según convenga; lo que no se debe hacer es utilizar una palabra cambiándole la función de debería desempeñar en el texto (el adjetivo "amable" no se puede sustituir por "amabilidad", porque entonces lo convertimos en sustantivo).

    Para este ejercicio los términos elegidos han sido: CARRUSEL, JADEAR, CASCADA, FORAJIDO, DELEITE, DESESPERAR, GUIRNALDA, BAJAMAR, RECOLECTAR y RAUDALES.

    Os animamos a practicar este ejercicio y nos encantaría que compartierais con nosotros el resultado. Si os apetece podréis verlo publicado justo debajo de estas líneas, junto a los nuestros, que os servirán como ejemplo. Que disfrutéis de la lectura.

Monse Martínez serrano
CUENTAS PENDIENTES
    Dejó el anillo en la arena y, llorando a raudales, se sentó a esperar. Las olas ganaban el pulso a la bajamar. Ojalá desaparezca con la misma premura que mi marido forajido en el coche de guirnaldas, pensó. Tras veinte minutos, el mar avanzaba hacia la alianza con lentitud y, negándose a volver a tocarla, decidió levantarse e irse.
  Cuando estaba a punto de abandonar la playa, se volvió para dar el último adiós a una condena que había durado veinte años. Pero lo que vio fue un hombre recolectando metales en la orilla. Salió corriendo hasta su encuentro, llegando demasiado tarde. Jadeando, se acercó a él y, entre canas y arrugas, reconoció a Juan. Un carrusel de emociones la embargaron y, con la misma fuerza de una cascada, lo abofeteó con deleite. “Ayer terminé de pagar la hipoteca”, le dijo.

Mª Carmen Jiménez Aragón
DESEANDO COMERTE
    Días antes llegué a sentir una cascada interior, fluidos a raudales que no podía contener, cada vez que mi mente se detenía en el deleite que experimentaría en breve. Desesperaba viendo el lento caminar de las horas.
    Pero llegó el día y tengo que reconocer que jadeé como nunca. Mis sentidos se agitaban y hasta llegué a marearme como si estuviera en un carrusel que girara a gran velocidad. Como un forajido escondiéndose de miradas indiscretas, engullí los dos cruasanes con crema de cacao caliente y guirnaldas de jengibre que acababa de dispensarme el pastelero y recolecté hasta la última migaja que pudiera haber en la bandeja.
    No tardé en sentir la bajamar en mi ansiedad dejando al descubierto una orilla plagada de remordimientos. Pero el disfrute no me lo quitaba nadie.

Gema Frías Luque
FELIZ CUMPLEAÑOS
    Me miró a los ojos con cara de forajido, desesperaba ante la impotencia de no poder ayudar.
Después de recolectar distintos tipos de caramelos y gominolas, yo no tenía ni la más remota idea de armar aquella guirnalda multicolor.
    Los pequeños contaban los minutos para la celebración de aquel cumpleaños tan esperado, cuando apareció un raudal de gente en mi jardín como una cascada imparable, todo el vecindario se había enterado que habría un carrusel en la fiesta.
    Fue un deleite preparar las delicias y caprichos de los más pequeños, y los mayores contribuíamos a la bajamar en la fuente del ponche. Un gran día, todos jadeábamos con tanto dulce y delicias de azúcar.

Lourdes Sánchez Jiménez
RAUDAL
    Un carrusel de emociones me hacía querer salir como un forajido de aquel lugar, no paraba de jadear por la excitación y el deleite que me provocaba esa recolecta de sensaciones nuevas para mí.
    De repente, como cuando se produce la bajamar, vi cómo todo a mi alrededor se secaba. Saliendo a raudales, arrastrándome a mí también, en el intento de no caerme, y sin desesperar, me agarré a lo que parecían los resto de una guirnalda, siendo todo intento en vano y cayendo por algo que se asemejaba a una cascada con una luz cegadora,  la cual me hacía abrir y cerrar los ojos una y otra vez. 
    El miedo me hizo llorar hasta cuando sentí el calor y la voz de alguien, que me era familiar, diciéndome: 
   —Hola, hijo mío.

Dori Calderón Ramos
EN EL PARAÍSO
    Llovía a raudales cuando apareciste ante mí bajo una cascada de agua y un carrusel de rayos y truenos. Para deleite de mis ojos, una guirnalda era tu único atuendo y la bajamar el fondo de tan singular escena.
    Lejos de desesperar por sentirte observada y desnuda, tú decidiste recolectar conchas entre la arena, y yo me siento como forajido observándote.
    De repente, me miras y te acercas, yo siento que me altero y un silencioso jadear se escapa de mi boca, pero un extraño ruido me desconcierta... ¡Maldito despertador!

Jose A. Ortega Cuadra
AMANTES
    Mientras su pensamiento se perdía en un carrusel de ideas eróticas, su corazón anhelaba la llegada de aventuras con alguno de sus amantes.
    Le gustaba adornar con guirnaldas lascivas cada rincón de sus pensamientos, recolectando los sueños donde la pasión rebosaba a raudales.
    Quería, a la desesperada, encontrar aquel amante galán que pudiera llevarla a un paraíso de ensueño, a la luz de la luna llena, donde pudieran tumbarse en la playa en plena bajamar, donde pudiera sentir la humedad de la arena, mientras este le hacía el amor.
    Pero también pensaba, a veces, en uno de sus amantes truhanes, aquel forajido que la azotaba con una cascada de latigazos, jadeando cada embestida, cual montura mientras él la cabalgaba. Deseando recolectar cada gemido para deleite propio.
    Ciertamente, no tenía término medio sobre sus deseos. Quería todo o nada; amor y pasión; amantes salvajes y galanes; sexo sin medida y caricias interminables.


Rafa Núñez Rodríguez
MIEL
    Es un deleite para mí verlas moverse, una cascada de gotas amarillentas que juegan como un carrusel alrededor de las colmenas.
    Sin desesperar, raudales de polen que llegan volando y entran por las pequeñas puertas, ellas no paran de recolectar, deseosas de regalarle guirnaldas de miel a su reina.
    Comienzo a jadear un poco mientras quito las tapas, siempre me pone nervioso, me siento como un forajido que quiere quitarles su riqueza. Entre los panales dejo jarabe de azúcar y el añadido que me está dando tantas satisfacciones; en un año ya he recibido dos premios de calidad.
    Oteo el horizonte, sonrío al notar que la bajamar está en su punto álgido. Iré a por el carro y espero tener suerte, ya me queda poco del anterior, y los ahogados le dan un sabor tan especial a la miel.

Mª Jesús Campos Escalona
ATRÉVETE
    Si os digo que mi vida es como un carrusel con sus distintos vaivenes, no os miento. Pues muchas noches sueño que caigo por una gran cascada de aguas cristalinas que me deslizan entre guirnaldas de peces de colores que, con deleite, me llevan hasta bajamar. Otras noches sueño que soy un forajido que huye con su viejo caballo, jadeando desesperado, al galope, recolectando tras su paso una gran nube de polvo. 
    Esa soy yo, la que sueña cada día, la que vive cada sueño, porque la imaginación es tan infinita y mágica que me permite viajar en el tiempo sin apenas tener que moverme. Ahora, dame tu mano, ¿me acompañas a soñar?

Laura Pérez Alférez
LA MUJER DEL FARO
    Amanecía, la desesperaba aquel carrusel de emociones a raudales que la hacía jadear. Se acercó a la ventana, las mariscadoras ya recolectaban pequeños bivalvos aprovechando la bajamar.
    Imaginó el incesante parpadeo de la cascada de guirnaldas tras el cristal, ese ritual matutino le producía un leve deleite, exiliando de su presente al forajido que le arrebató algo más que el corazón.
    Atravesó la puerta y bajó a la playa, sus pies descalzos no dejaban huella en la arena.


Benet da Silva
CÓMPLICES DE CUPIDO
    El día había transcurrido en un carrusel de charlas, risas a raudales y alguna conversación trascendente sobre varios y dispares temas. Daba la sensación de que querían recolectar pensamientos del otro y con ellos formar una guirnalda a su alrededor, una especie de lazo que los uniera, sin atarlos.
    La música que componía el oleaje en plena bajamar, el atardecer que asomaba en el horizonte y algún leve roce de sus cuerpos se prestaron, cual cómplices, a desencadenar una cascada de emociones en los pensamientos de ambos.
    Él comenzó a desesperar con su timidez, que no le permitía dejar salir su faceta traviesa y, cual forajido, robarle un beso. Ella hizo un comentario sobre el deleite que le provocaba contemplar el crepúsculo, se miraron fijamente y sus labios se fundieron en un largo y apasionado beso. Un instante después, el jadear de ambos rompía el silencio de la noche.

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Muchas gracias, Índigo. Nos alegra que te gusten nuestras historias y te animamos a que pruebes a realizar alguno de nuestros ejercicios de microrrelatos. Si lo deseas, podemos publicarlo junto a los nuestros.

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