Concisión y
precisión literaria son los únicos requisitos para participar. Envíe su
historia breve de no más de 150 palabras a la dirección de correo
microrrelatos.su@diariosur.es
No hay
límites de edad ni de temática. El amor, la soledad, las desilusiones, las
esperanzas, los fracasos, los miedos, las alegrías, las intrigas... cualquier
narración tiene cabida en este formato. La única condición de la
convocatoria es la extensión: los textos no podrán sobrepasar las 150 palabras.
Una cantidad totalmente factible si se tiene en cuenta que Agustín Monterroso
fue capaz de construir su cuento con apenas siete: «Cuando despertó, el
dinosaurio todavía estaba allí» ('El dinosaurio'). William Ospina, por su
parte, lo hizo con dos frases en diálogo: «–Te devoraré- dijo la pantera. –Peor
para ti- dijo la espada».
Más allá de
suponer un obstáculo, esas 150 palabras representan un acicate para crear
relatos impactantes, ingeniosos y directos, historias de finales inesperados y
desarrollos sorprendentes que hacen pensar y disfrutar al lector. Imaginación,
originalidad y brevedad son los pilares que sustentan los microrrelatos, que
desde hace ya varios años veranean en las páginas de SUR.
Todos los sábados y domingos se publicarán los mejores textos recibidos, seleccionados por el escritor Pablo
Aranda. Director del Aula de Cultura de SUR y director de actividades de la
Fundación Manuel Alcántara, el escritor cuenta con una consolidada y dilatada trayectoria
en las letras.
En esta
ocasión es María del Carmen Jiménez Aragón la que aparece en la selección de
microrrelatos de hoy, día 5 de abril de 2020. Una pequeña historia llena de
emoción que nos transmite muy buenos sentimientos.
Nos sentimos muy orgullosos de tu constancia en estos días tan complicados y que los adornes con tus historias.
El relato seleccionado es el siguiente y esperamos de todo corazón que os guste, desde aquí os invitamos a que participéis con Diario Sur e intentar, todos juntos, hacer más amenos los fines de semana.
María del
Carmen Jiménez Aragón
Dosis de
ilusión
Lucho por
mantener la ilusión año tras año. Al atardecer, me maquillo con mucho colorete,
intentando ocultar el cansancio de mis días. Quiero creer que el brillo de sus
ojos cuando me ven alivia un poco las tensiones acumuladas y me conformo con
que las sabanas se sientan solas y frías. Como cada tarde, he conseguido que el
olvido se cuele entre los pijamas y que las risas ingresen también con
urgencia. Mi corazón palpita de emoción cuando escucho esas pequeñas voces
gritando:
–¿Mañana
vuelves, Payaso Piticlín?
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