El hecho de que las cifras diarias de la evolución del coronavirus sean positivas y demuestren la ralentización de la epidemia aún no hemos doblado la curva de contagios. Quedan semanas de confinamiento antes de que se decida levantar algunas medidas.
El estado de alarma se ha alargado hasta el día 26 de abril pero según informa el presidente del Gobierno es posible que se amplíe aún más, es por ello que desde el Club de Lectura y Teatro no paramos de trabajar y hacer propuestas culturales en donde podamos aliviar este tiempo de confinamiento que estamos viviendo.
Hemos estado más activos, si cabe, que normalmente, nos hemos implicado con esta pandemia proponiendo actividades muy fáciles que nos ayudan a mantener la mente ocupada y sobre todo activa.
Estos últimos días los hemos dedicado a escribir sobre EL CONFINAMIENTO y aquí os mostramos algunos escritos relativos al tema propuesto. Si te animas a participar y a compartir tus anécdotas, verdaderas o ficticias acerca de la situación que estamos viviendo, te lo publicaremos encantados en este espacio.
Puedes enviarnos tus poemas, microrrelatos, fragmentos, anécdotas a nuestro email clublecturavinuela@gmail.com
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UN DÍA MENOS
Se acaba el día y el sueño se resiste a llegar. Miles de pensamientos invaden la mente, miedos, preocupaciones, cavilaciones, que atormentan en los silencios de la noche. Aprietas los ojos con fuerza para mantenerlos cerrados, pero la mente no se deja apretar, es libre y muestra la dura realidad. El sufrimiento de un país, el no poder tomar de la mano a nuestros abuelos y acompañarlos hasta el final de su camino te rompe el alma en "pedacitos" y el llanto se hace un nudo, no hay alivio porque en las sábanas blancas no hay abrazos, ni besos ni ternuras.
Por fin llega el alba, con su "rayito" de luz, comienza un nuevo día y nuevas esperanzas. La casa llena del aroma a café de las mañanas y lees un mensaje de tu madre que te dice: ¡Buenos días, hija! Y otro mensaje de tu chico que te dice: ¡Buenos días, amor!
A pesar de estar confinados los siento muy cerca y entonces en medio de tanta tristeza y temor sonríes, sigues luchando con fuerza y repitiendo "un día más, es un día menos".
CANDELARIA MOLINA MOSTAZO
NUNCA QUISIERON SER HÉROES
Nunca quisieron ser
héroes,
ni jugarse la vida en un campo de batalla,
para ell@s cada gota de sangre es importante,
no pensaron que podrían perderlo todo en el trabajo.
Nunca quisieron ser
héroes,
cuando se perdían entre libros y exámenes,
noches en vela
soñando con una pequeña estabilidad,
miradas nerviosas con las primeras agujas,
sonrisas con los primeros agradecimientos.
Nunca quisieron ser
héroes,
simplemente trabajar en lo que les gustaba,
tener algo así como un puesto estable,
vivir y conciliar su vida,
sentirse útiles a la vez que seguros.
Nunca quisieron ser
héroes,
y sin embargo se enfrentan a lo invisible,
con armaduras de plástico
y cascos de papel,
luchan con lo que tienen
y con lo que se inventan,
y nos tienen a todos a sus espaldas,
pero no les pesamos,
siguen peleando,
y sintiendo miedo,
pero nunca desfallecerán,
porque ellos saben que
nunca quisieron ser héroes,
pero se dejarán la vida por salvarnos.
VOLUNTARIOS FORZOSOS
Gracias a las fuerzas, armadas de valentía, pudimos superar el miedo a lo desconocido. Y el cuerpo de seguridad se nos llenó. Sentimos la protección, civiles de todas las edades, y lo gritaron nuestras palmas desde improvisados palcos y altares. Gracias a esos que se esconden, ocultando su rostro al cogernos la mano, con el afán de seguir ayudando, porque nuestro corazón y nuestra alma jamás olvidarán esta gesta. Multitud de guerreros invisibles, metidos en cajas o correcaminos vitales, dispensadores de alivios o repartidores de esperanzas, daos por aludidos. Gracias.
MARÍA DEL CARMEN JIMÉNEZ ARAGÓN
NÚMERO 19
LA SOLEDAD
Estaba viviendo una situación muy complicada, y sobre todo
estaba viendo como muchas de las personas que conocía enfermaban de manera
repentina o incluso en el peor de los casos, que no volvería a ver más.
Su peor mal, era la tristeza, la soledad, la pena y la
melancolía.
No la dejaban ver más allá de la situación tan crítica que
estaba viviendo, asomaba al balcón y veía tanta alegría, que no alcanzaba a
entender como después de la pandemia que arrasaba al mundo había gente que
salía a transmitir su fuerza y alegría.
Era tan complicado todo, la soledad la estaba enfermando, un
mal que ataca y arrasa allá por donde va sin distinguir, religión o raza.
La soledad es un mal hasta peor que cualquier virus, porque
aun estando sano, prefieres desear no estar vivo.
GEMA FRÍAS LUQUE
NÚMERO 19
Yo no conocí a Aurelio, no supe que nació en la
postguerra, ni que con 4 años ya cuidaba a los animales del cortijo, que se
vestía con los retales que les quedaban chicos a sus hermanos. Nunca imaginé
que muchas noches engañaba a su estómago con un buche de agua, ni que antes de
mudar los dientes de leche ya era pastor. Nunca le escuché cuando decía que, en
la mili, hasta había engordado. No supe que durante el día trabajaba en las
tierras del señorito, y las noches se le quedaban cortas cuidando las dos vacas
y algunas ovejas, que eran su salario extra, para poder mandar a los niños al
colegio. Tampoco lo escuché quejarse de la espalda después de un día de siega,
seguramente le mostraría una sonrisa a Marisa, y algún cariñoso tirón de orejas
a sus cuatro hijos.
Me imagino su sonrisa orgullosa, al ir del brazo de su hija, acompañandola al
altar. Aurelio nunca tuvo tiempo de aprender a leer, el lápiz no cabía entre los
callos de sus dedos, pero cuando se fueron al pueblo, volvió a quitarle horas a
la noche para aprender un poco, y aunque agarraba el lápiz como si fuese casi
un escardillo, fue capaz de descifrar aquellos garabatos, para que a sus nietos
no les diese vergüenza de su analfabetismo. Sufrió cuando a su chico le
embargaron la empresa, pero no tembló al vender el esfuerzo de toda su vida,
era su hijo y tenía que ayudarlo. Y con el tiempo comenzó a tener miedo, miedo
del olvido, de los rostros que no conocía y de los garabatos que volvía a no
entender. Entonces sus hijos lo llevaron a uno de esos hoteles para personas
mayores, le decían que estaría bien, que lo visitarían mucho y él escuchaba
voces desconocidas, y quién sabe si una de esas mañanas se despertó con unas décimas de fiebre y algo de tos.
Yo no conocí a Aurelio, solo escuché que había sido la víctima número 19 por el coronavirus en la residencia San Bartolomé. Solo eso, el número 19.
Yo no conocí a Aurelio, solo escuché que había sido la víctima número 19 por el coronavirus en la residencia San Bartolomé. Solo eso, el número 19.
RAFAEL NUÑEZ RODRÍGUEZ
LA MALDAD TE CONFINA
La maldad se hizo presente
alterando nuestro mundo,
conviviendo entre la gente
e hiriendo en lo más profundo
nuestra soberbia y nuestro ego,
hasta llegar a amedrentarnos,
encerrados y prisioneros,
para advertirnos quizá luego
que fuimos Dioses de pantomima,
o simples titiriteros.
Esperando ver cumplidas
las palabras de mi abuelo,
y que esta maldad no dure
más tiempo que dura un duelo,
confiemos haber aprendido
que no somos los putos amos,
que antes están los seres queridos,
que no caben los tiranos.
Y si de este confinamiento
algo bueno hay que sacar,
me quedo con el pensamiento
de que refuerza la amistad,
las relaciones y la convivencia,
y valoramos la solidaridad.
MARÍA DEL CARMEN JIMÉNEZ ARAGÓN
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