Buenas, lectores y lectoras del mundo. Aquí tenéis otro ejercicio de microrrelatos por palabras. Para quien no conozca las pautas a seguir, las recordamos: se trata de elaborar un microrrelato de 180 palabras como máximo (sin contar las del título), en el que incluyamos diez términos, elegidos al azar por miembros del club.
Dependiendo de la función que desempeñe cada término deberemos tener en cuenta las siguientes objeciones: los verbos pueden utilizarse en cualquier tiempo y persona, incluso en sus formas no personales; los sustantivos y adjetivos pueden usarse tanto en masculino como en femenino, y en singular o plural, según convenga; lo que no se debe hacer es utilizar una palabra cambiándole la función de debería desempeñar en el texto (el adjetivo "amable" no se puede sustituir por "amabilidad", porque entonces lo convertimos en sustantivo); igualmente no se puede utilizar "amado" cuando la palabra a incluir es "amar", deberíamos poner, en todo caso, "había amado" (tiempo verbal).
Para este ejercicio los términos elegidos han sido: POESÍA, ALTABACA, FRAGMENTAR, HUECO, SALITRE, DESPERTAR, MUSARAÑA, VISLUMBRAR, EDIFICIO y PRISA.
Os animamos a practicar este ejercicio y nos encantaría que compartierais con nosotros el resultado. Si os apetece podréis verlo publicado justo debajo de estas líneas, junto a los nuestros, que os servirán como ejemplo. Que disfrutéis de la lectura.
Rafa Núñez Rodríguez
CAMINOS
Siempre que camino por esa carretera, junto a la curva donde está el olivo sajado, me imagino cómo un rayo intentó fragmentar el tronco, que al final quedó como un fantasma leñoso.
Por allí veo moverse las altabacas, a veces me detengo, me imagino que son unas musarañas que trabajan creando un edificio bajo tierra, uno profundo con los cimientos engarzados a los huesos que allí duermen. Incluso creo vislumbrar unos huecos en forma de chimeneas que hacen llegar al exterior la poesía, aletargada entre la pizarra y las raíces añejas, esa que espera despertar con el olor a salitre que nunca llega.
Intento no hacer ruido, pero el movimiento siempre se detiene. Con cuidado muevo las hierbas, pero nada encuentro. Entonces sigo caminando sin prisa, sin notar cómo varios pares de pequeños ojos me observan con curiosidad mientras me voy alejando.
Se miran entre ellos y siguen tocando las palmas, verde que te quiero verde.
Laura Pérez Alférez
CERCA DE TI
Clavas en mí tus ojos, pintados con rasgueos de guitarra, y se me erizan las ganas.
—Qué bien te quedan esas poesías imposibles que has enredado en el hueco de tus rizos —le decía.
Te despiertas pensando en las musarañas, siempre, 'rokanroleándole' a la vida, fragmentando canciones de las que no recuerdas la letra.
—Pero te enamoraste de mí, creo que fue porque te servía los tequilas como nadie —me contestaba ella.
Todo sigue igual, olores a altabaca, a mar y salitre. A través del cristal se vislumbra la resaca de las olas al retirarse de la orilla.
Los años pasaron sin prisa, dejando grietas en el edificio y surcos en el corazón y los dedos.
"Y si, después de todo, la mejor manera de ganarle tiempo al tiempo fuera olvidarse de él", sé que llegó a pensar ella.
Continúas andando descalza por mis sueños.
Benet da Silva
INSPIRACIÓN
Las busqué en los huecos repletos de recuerdos de mi memoria y fragmenté mis pensamientos en breves ideas. Observé el despertar del sol en el amanecer frente al mar dejando que el salitre acariciara mi piel. Incluso las intenté vislumbrar en aquel histórico edificio, hasta me dediqué a pensar en las musarañas, por si se confiaban y se dejaban ver. Detuve las prisas con el olor de las altabacas de mi jardín. Pero a pesar de las tentativas, tan solo aparecieron al escuchar tu cantarina voz y observar tu largo y azabache cabello cubrir parte de tu rostro. Fue entonces cuando las musas acudieron a mí y en sus voces escuché la poesía imaginada.
Monse Martínez Serrano
VOLVER
He fragmentado el hueco de tu ausencia en tantos pedazos como flores amarillas tenía la altabaca que vimos florecer en nuestro último otoño. Y, allá donde voy, me encuentro con trocitos de vacío quebrado en las grietas de edificios viejos y mohínos, en el salitre de los baños vespertinos que me sigo dando sin ti, en las musarañas en las que me sumo, sin prisa, para no anidarme en una cama desierta.
Anhelo despertar de este quebranto para vislumbrar poesía en las sombras de tus resquicios.
Pasan los días y todos los fragmentos vuelven a mí con desdén. Como un mendigo famélico, los recojo con desgana. Los amontono sobre la mesa, aquella en la que nos rozábamos los pies bajo las sayas. Quizá ensamblando la amalgama, vuelvas. Con el deseo de restablecerte, acaricio cada pieza dándole el lugar que debe ocupar. Al acabar, algo en mi pecho se tensa y se rompe para abrir hueco a un corazón remendado que nunca tuvo que salir de mí.
Encarni Navas
ESPERANZA
Me tachas de pensar solo en las musarañas, pero más allá de la prisa, del hormigón de los edificios, de los restos que se han fragmentado amontonándose en los huecos, cada amanecer despierto con el sutil aroma de la altabaca, del salitre que invade mi ventana y en ellos vislumbro la esperanza de la poesía.
Mª Carmen Jiménez Aragón
POEMAS ATÍPICOS
Ella salió del edificio a toda prisa sin querer aceptar el "no" que le habían dado en la editorial. Debió estar soñando con las musarañas al vislumbrar la remota posibilidad de que le publicaran y hacerse un hueco en el Círculo de Escritores de Poesía Terrorífica. Pero este jarro de agua fría la despertó y la trajo a la realidad dejándole, incluso, un sabor a salitre en la boca.
Aun así no se rendiría, ya encontraría dónde le aceptaran su "Altabaca sangrienta" o "El delfín del fin". Solo se trataba de fragmentar estrofas y meter algo melodioso de relleno.
Lidia Molina Zorrilla
MEDITAR PARA (NO) SAN(GR)AR
Me vuelve a sangrar la nariz como en aquella ocasión en la que, gracias a un remedio casero de mi hermano, descubrimos que soy alérgica a la altabaca. Solo una señal más de mi cuerpo tratando de frenar esta prisa que conduce mis días.
Necesito entregarme un rato a las musarañas. Meditar.
―Antes de dormir busco el hueco ―me prometo.
Ya en la cama. Meditar. ¿Cómo era? Unas escaleras, había que bajarlas creo, vislumbro la salida, pero el edificio comienza a fragmentarse, trato de ignorar los daños y continúo concentrada, encontrar un lugar seguro, eso era... Y aparece ante mí un escritorio impoluto, unas cuartillas, un boli bic y un lápiz, elección sencilla esta.
Me siento y el grafito parece escribir solo...
«La tristeza se disfraza de cansancio,
las sonrisas forzadas saben a salitre,
poesía amarga que mi llanto calla».
Una voz cálida me despierta. Busco la hora, agobiada.
―Tranquila, son las tres, parecías tener una horrible pesadilla.
No respondo, si no lo escribo ahora mañana lo olvidaré, cojo el móvil y tecleo «Me vuelve a sangrar la nariz...»
Antonio Mora
VOLVER A NACER
Dejó su fama, su dinero y su éxito por volver. Para su tranquilidad, todo aparentaba estar tal y como quedó cuando decidió irse. La fachada tenía ya muchos desconchones, pero la puerta seguía conservando algo de su antaño color azul.
Con mano temblorosa giró el pomo y entró. Un torbellino de recuerdos le asaltaron. Se vio con nueve años, cuando aquellas paredes tenían vida y el olor a salitre lo inundaba todo junto a las hierbas de su abuela en el rincón que hacía de cocina. Hierbabuena para los guisos, altabaca para curar sus heridas.
Unas amarillentas hojas, firmadas por un tal Manuel Altolaguirre, plasmaban los versos de una poesía dedicada a su abuela.
Por el pequeño hueco del ventanuco podía vislumbrar la perenne orilla donde la mar iba a morir, y se distraía, como cuando era pequeño y pensaba en las musarañas en vez de darse prisa por terminar los deberes del colegio. El edificio seguía estando justo detrás. Recuerda que el maestro le obligaba a fragmentar incomprensibles ecuaciones que lo hacían despertar de su mundo, aquel que vino a recuperar.
Dori Calderón Ramos
ADIVINA, ADIVINANZA
Alta me llamo, Baca también...
Sin prisa salgo del coche y, al mirar aquel matojo de flores amarillas, viene a mi memoria aquella adivinanza que mi abuela me canturreaba de pequeña sobre la altabaca. Ante mí, un edificio por cuyos balcones, con barrotes roídos por el salitre, se pasea una musaraña.
Desde mi posición puedo vislumbrar un enorme hueco en el techo y una gran grieta fragmenta la casona en dos.
Trato de despertar de la terrible pesadilla, pues aquello no puede ser la hermosa casa junto al mar con exuberante jardín y bellos balcones desde donde contemplar el mediterráneo que había alquilado con el fin de pasar el verano y terminar mi libro de poesía.
El precio me pareció astronómico, pero la foto del lugar lo merecía.
Atónita, bajé la mirada al matojo amarillento... Alta me llamo, Baca también, quien no sepa mi nombre, un tonto es. Pues sí, ¡tonta de remate!
LA SANADORA Y EL MAR
Este viaje por la isla había sido por vacaciones. Tal vez no sea casualidad, toda la vida es una serie de acontecimientos llenos de coincidencias mágicas fuera de todo fragmentar racionalista.
Aquel día, al despertar, tuve prisa en el paseo para la búsqueda de la altabaca, para poder aplicarla en pacientes que trataba en mi consulta. El salitre me llegaba. El mar parece que te habla en sus olores, la vida misma es una ráfaga de olor en el universo, no el tiempo lineal en el que creemos vivir.
La musaraña rebuscaba entre los matorrales, ella se metió en un hueco dejándome a un lado, como la que deja a un lado un edificio en su camino. Los rayos de sol de la mañana hicieron vislumbrar ante mí la maravillosa planta sanadora. Pedí permiso al universo vegetal y la envolví en un hermoso pañuelo, dándome prisa en volver al hotel, para que no se me muriera.
Aquel día llevaba dentro de mí toda la energía del mar y las flores que me inundaron de poesía.
Maite de la Cámara
CICATRICES
María, cada mañana, abría la ventana de su dormitorio y quedaba impregnada del salitre que desprendía el mar.
Desayunando, ensimismada en sus pensamientos, le costaba salir del mundo de musarañas que había fabricado desde aquel día en que Luis desapareciera de su vida sin ninguna explicación.
Llegaba tarde al trabajo, salió a toda prisa del edificio y, a lo lejos, vislumbró la silueta de alguien familiar. Al intentar alcanzarle, metió el pie en el hueco de una alcantarilla rota. De repente, frente a ella, una mirada cautiva que la sobrecogió hasta llevarla al desmayo.
En el hospital, cuando despertó, le dijeron que se había fragmentado un tobillo y que la habían traído en una ambulancia. Ella preguntó si le había acompañado alguien hasta allí, a lo que la enfermera respondió que no, que estaba sola.
Le entregaron una bolsa con sus pertenencias y entre ellas había una nota que decía:
"Querida María, ponte altabaca para el dolor del pie y para curarte el alma lee poesía. Cuídate siempre, Luis."
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