Saludos, lectores y lectoras del mundo. Aquí tenéis otro ejercicio de microrrelatos por palabras. Para quien no conozca las pautas a seguir, las recordamos:
- Elaborar un microrrelato de 180 palabras como máximo (sin contar las del título), en el que incluyamos diez términos, elegidos al azar por miembros del club.
- Cuando la palabra elegida es un verbo (amar, verter, salir...), puede utilizarse en cualquier forma, tiempo o persona.
Para este ejercicio los términos elegidos han sido: TATUAJE, CUENTO, QUEMADURA, COHERENCIA, SONDA, PELUCHE, INVENTAR, SUEÑO, FASTIDIO y COBALTO.
IMPASIBLE
Eran los síntomas de exceso de cobalto, un fastidio; se sentía extraño y no sabía qué le estaba ocurriendo; pensó que quizás fuera un cuento o un sueño vulgar sin coherencia que su cerebro acababa de inventar; pero no, todavía veía la quemadura en el tatuaje de su piel y, tumbado en su cama, se vio como un peluche lanzado con fuerza al aire y quieto e impasible observó cómo las pilas derramaban la vida por la sonda de sus venas.
Laura Pérez Alférez
LA PROMESA
Desvelada, con los ojos como platos mirando al techo,
esperaba que el sueño la sacase de sus cavilaciones. "Te querré en la
riqueza, en la pobreza, en la salud y en la enfermedad..." Intentaba
memorizar los votos en voz alta y los sonidos le abrasaban la garganta, igual
que la quemadura de una sonda. Las palabras le ardían en los labios, como si de
la escarificación de un tatuaje se tratase.
La falta de coherencia de su suegra le producía un
enorme fastidio, la buena mujer se inventaba el cuento de que el amor, si era
auténtico, sería eterno, a pesar de que, según las estadísticas, al menos el
cincuenta por ciento de los matrimonios acaban en divorcio.
Creyó oír voces, su osito de peluche azul cobalto
parecía decirle que no se pusiera el vestido blanco y este, desde el perchero,
soltó una carcajada.
Sin pensarlo dos veces escribió un mensaje: "No
me caso, salgo ahora para el aeropuerto, el avión despega a las 8:00, si no
vienes, me voy yo sola de luna de miel”.
Benet da Silva
MALDITA REALIDAD
No, no fueron esos instantes de pasión que encendieron
cada poro de nuestra piel. Y sí, sí creí tu cuento de princesa herida y, sin
motivo, desheredada. Pero fue tu mirada la que quedó grabada cual tatuaje en mi
corazón, esa que lanzaste en forma de sonda a las profundidades de la mía
aquella tarde en la que el cielo pintaba en claro azul cobalto.
Hoy quisiera inventar un sueño, en él no seré el
simple peluche que un día usaste de almohada, ni mi piel añorará la
liviana quemadura de tus caricias y, tal
vez, aceptaré la maldita coherencia de la realidad; tú no estás y mi fastidio
me impedirá, una noche más, soñar que no son las frías sábanas las que
acarician mi desnudo cuerpo.
Monse Martínez Serrano
RESONANCIAS
Apareció en mi consulta abrazada a un peluche y con
una quemadura de segundo grado en el brazo. La sonda dejó al descubierto un
tatuaje, el mismo que había aparecido en mi sueño la noche anterior. Mientras
la curaba, confundido, le pregunté cómo se lo había hecho. Con poca coherencia
me contó que, siendo niña, su madre la encerraba con fastidio en la habitación
a oscuras. Asustada se abrazaba a Teddy y, mientras esperaba a que el castigo
se acabara, se inventaba cuentos en silencio. Las lágrimas que acompañaban al
relato destaparon emociones e imágenes de mi propia infancia. Volví a mirar su
tatuaje azul cobalto: “un encuentro casual es lo menos casual en nuestras
vidas”.
Encarni Navas
CUENTO DE NOCHEBUENA
El despertar de ese sueño fue el fastidio del dolor,
una sonda conectada a su brazo y un mapa de quemaduras, profundas manchas que
se extendían como tatuajes sobre la superficie de su piel. Aferrado a su
peluche azul cobalto, decidió inventar cuentos con cada una de sus formas para
no perder la coherencia que aún le quedaba y seguir viviendo.
Lidia Molina Zorrilla
COMPAÑERAS
De mi uniforme azul cobalto, que deja ver mi último tatuaje, viaja mi mirada a la sonda, luego a las quemaduras de su brazo y de ahí al cabecero de la cama donde cuelga un peluche rosa, “a mi hija le encantaría” le digo a mi paciente tratando de distraerla del fastidio de pasar la Nochebuena en el hospital. Me sonríe y le respondo con mi mejor sonrisa mientras me trago unas lágrimas al pensar que mi marido estará ahora mismo inventado un cuento con bastante poca coherencia por la falta de sueño. Me despido, nos felicitamos las fiestas y salgo de la habitación. Me siento afortunada porque a las ocho yo me voy, pero sobretodo porque sé que, aunque ella se queda, se queda en las mejores manos.
Dori Calderón Ramos
NOCHEBUENA
Resultó un fastidio que la chica del tatuaje viniese a
cenar con mi hijo, no tenía coherencia. ¡Eran tan diferentes!
Al abuelo se le movía la sonda de la nariz cada vez
que sorbía un poco de sopa y se me había olvidado en casa el cuento y el
peluche que compré para la bebé, inventaría cualquier excusa y se los regalaría
en reyes.
Estaba enojada con mi marido desde que decidió romper
mi sueño de viajar a Londres en Navidad por cenar con la familia y, para colmo,
tuve que repartir el pavo, pues la boba de mi cuñada se hizo una quemadura
cocinando.
Pero tendría mi recompensa cuando mi marido me
regalase la maravillosa sortija color cobalto que descubrí guardada en su
chaqueta.
A la hora de los regalos recibí de mi esposo un horrible bolso... ¿Y la sortija?
Ulla Ramírez
EL PELUCHE
José Antº Ortega Cuadra
UN PEQUEÑO DESASTRE
Hubiera deseado que fuera un sueño, tal vez un mal
cuento, pero no fue así.
Esos recuerdos, después de todos estos años, le
resultaban un fastidio cada vez que se miraba el tatuaje de su brazo. Por
suerte, tapaba gran parte de la quemadura, causada por aquel estúpido incendio
en la mina abandonada de cobalto.
Sí, fue una estupidez. A quién se le ocurre intentar
matar una araña estampando la linterna de petróleo contra la abrupta pared de
la cueva. La coherencia en ese acto brilló por su ausencia.
Intentó inventar alguna excusa en el hospital, pero al
parecer, antes de desmayarse por el fuerte dolor, contó lo sucedido al médico
de la ambulancia, recordándolo al despertarse. Pudo darse cuenta, no solo de lo
estúpido que se sentía, sino también de que le habían puesto una sonda y, en la
almohada, un pequeño peluche con una tarjeta que decía: "Siempre serás
nuestro pequeño desastre".
Rafa Núñez Rodríguez
FACHADAS
Los barrotes de las rejas se parecen a una piel que se
despelleja por el sol, cáscaras de color cobalto van dejando paso a la
coherencia del óxido atemporal. Una fachada, una ventana, una reja y, justo
enfrente, una papelera en la que asoma un peluche sin botones en la mirada.
Noto con fastidio la sonda en el brazo, cada mínimo movimiento es un pequeño infierno envuelto en quemaduras, tatuajes que tiñen de sinrazón parte de mi cuerpo. Le parpadeo a la enfermera, aumenta la dosis y el dolor deja paso a un sueño en el que, cada noche, vuelves a inventar un cuento para mí. Uno en el que los barrotes siguen siendo verdes y tú sonríes antes de que el viento traiga el sonido de la muerte, de la nuestra, siempre es la nuestra.
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