Buenas, lectores y lectoras del mundo. Aquí tenéis otro ejercicio de microrrelatos por palabras. Para quien no conozca las pautas a seguir, las recordamos: se trata de elaborar un microrrelato de 180 palabras como máximo (sin contar las del título), en el que incluyamos diez términos, elegidos al azar por miembros del club.
Dependiendo de la función que desempeñe cada término deberemos tener en cuenta las siguientes objeciones: los verbos pueden utilizarse en cualquier tiempo y persona, incluso en sus formas no personales; los sustantivos y adjetivos pueden usarse tanto en masculino como en femenino, y en singular o plural, según convenga; lo que no se debe hacer es utilizar una palabra cambiándole la función de debería desempeñar en el texto (el adjetivo "amable" no se puede sustituir por "amabilidad", porque entonces lo convertimos en sustantivo); igualmente no se puede utilizar "amado" cuando la palabra a incluir es "amar", deberíamos poner, en todo caso, "había amado" (tiempo verbal).
Para este ejercicio los términos elegidos han sido: HIGUERA, DESPROPÓSITO, ASOLAR, TEMPERAMENTO ALMA, GUITARRA, LUMINISCENCIAS, ICONO VELAR y ACARICIAR.
Os animamos a practicar este ejercicio y nos encantaría que compartierais con nosotros el resultado. Si os apetece podréis verlo publicado justo debajo de estas líneas, junto a los nuestros, que os servirán como ejemplo. Que disfrutéis de la lectura.
Maite de la Cámara
RAÍCES
Aquel día de verano, bajo un árbol, Manuel tocaba la guitarra. Al fondo, se escuchaban las máquinas de la constructora que había adquirido el terreno y que asolarían, tristemente, aquel bello paisaje.
Manuel dejó de tocar ante ese despropósito. Él siempre tuvo un carácter fuerte y de gran temperamento, pero sabía que no podía hacer nada ante esa vil injusticia. Pensó, que ya no vería las luciérnagas brillar en la noche y que en su lugar, vería algunos iconos de tráfico que reflectarían su luminiscencia con las luces de algún coche.
Ese sería el último día en el que estaría junto a la higuera que había plantado su abuelo. La abrazó, la acarició y la veló toda la noche, hasta que Morfeo, lo acunó y lo llevó hasta un sueño profundo.
Al día siguiente, la excavadora arrancó las raíces de la higuera y junto a ellas, el alma de Manuel.
Rafa Núñez Rodríguez
HERIDAS
Acaricio la piel de la higuera, una cicatriz a mitad del tronco con un corazón, tus iniciales y las mías.
Un icono de algo que debimos velar y no supimos. El temperamento tuyo o mío, da igual, todo se convirtió en un despropósito de sábanas revueltas y palabras hirientes, tu luminiscencia y mi opacidad fueron creciendo tanto que se llegaron a asolar mutuamente.
Silencio, el levante se llevó la música, las guitarras se quedaron agrietadas, con las venas rotas. Entonces es cuando saco el cuchillo, atravesando la piel del árbol intento borrar tus iniciales y, en ese momento, de uno de los cortes más profundos, unas gotas blancas comienzan a brotar, un llanto callado, el alma rota de un corazón eterno tallado sobre un amor que no lo fue tanto.
Laura Pérez Alférez
NARCISISTA
Él nunca se equivocaba. En su despropósito, amaba ser el centro de atención; cuando alguien le increpaba su comportamiento, se hacía la víctima y acababa haciendo culpables a los demás.
Hablaba de empatía y humildad, pero no las practicaba, eran los demás los que debían hacerlo con él. Su dogma era "el fin justifica lo medios, no existen principios ni ética, solo resultados".
El temperamento de su alma calenturienta pretendía asolar la luminiscencia de los otros, aquellos que podían velar su egocentrismo. O, si era conveniente, acariciaba egos ajenos con lisonjas fingidas.
Igual que las raíces invasivas de la higuera, que pueden romper el suelo de hormigón, es de necesidad ubicar a este ser lo más lejos posible.
Se amaba tanto a sí mismo, que llenó su mansión de espejos, y si no le gustaba su reflejo, le añadía filtros y sones de guitarra. Un día al salir de casa se miró en uno de ellos, pero su reflejo le daba la espalda. ¿Cómo era posible? Rechazado por su propio reflejo. Icono de nada.
Benet da Silva
ICÓNICA FRAGANCIA
Fue un día de verano, después de una de esas breves, pero intensas, tormentas veraniegas tras la cual el sol toma de nuevo el mando. Pequeñas chispas de humedad caían del árbol creando minúsculas luminiscencias que, al estallar, se trasformaban en un aromático vapor que me acariciaba el alma con un suave aroma. Aquella mágica fragancia y una melódica música de guitarra que sonaba de fondo, apaciguaron mi temperamento y, durante unos minutos, me olvidé de los despropósitos que asolaban mis pensamientos pudiendo contemplar la esbelta figura que se aproximaba.
Desde entonces, cada noche al reunirnos en casa, iniciamos el ritual: mientras suenan en el reproductor canciones de Paco de Lucía, ella se acerca, se sienta a mi lado y me arrulla con su cantarina voz. Cruzamos nuestras miradas y nuestros labios se unen en un cálido beso, nuestras manos recorren los cuerpos velando por la ardiente pasión que aquella tarde de verano bautizaron pequeñas gotas de agua que caían de la higuera que hoy es icono de nuestro amor.
Monse Martínez Serrano
TRABAJO SUCIO
Para velar aquel despropósito de entierro, un cuarteto de guitarra interpretaba canciones de los Beatles. Permanecía bajo la higuera, cual icono voyeur, acariciando las escasas escenas de duelo con la mirada. Un niño, de temperamento inquieto, asolaba los ramos de flores fúnebres que encontraba a su alcance. Una mujer mayor, con rostro pálido, competía con la luminiscencia de las luciérnagas. Las almas de los asistentes vagaban sin rumbo, cruzando susurros y risas ahogadas. Cuando acabó de sonar Let it be, con la pala en la mano, salió del abrigo del árbol y comenzó a soterrar el ataúd rosa del caniche.
Por fin, aquella noche, podría romper las acostumbradas cenas lúgubres en familia con una gran historia de enterradores.
Encarni Navas
VOLVER
Una vez más, se ha sentado bajo el árbol que, durante tantos veranos, veló sus juegos infantiles, acariciando a través de sus sombras y luminiscencias los secretos de su pequeña alma, las tristezas o temores que le asolaban y allí acudía en busca de refugio. Bajo las frondosas hojas de la higuera se forjó su temperamento soñador, imaginativo y sensible hasta que, empujado por la vida, abandonó su protección para enfrentarse a ella por sí mismo.
Hoy, después de setenta años de ausencia, ha sentido el deseo de volver, el despropósito de rescatar lo que fue. Sin embargo, ya nada queda de eso, solo un tronco seco, agujereado, retorcido, unas ramas como mástiles de guitarra que no verdean como entonces. Pero este tronco es sagrado, el icono de su patria y allí, ha decidido, permanecerá para siempre.
Mª Carmen Jiménez Aragón
NOCHE EN VELA
Bajo aquella higuera, rasgaba el silencio de la noche la guitarra mientras velaban el alma de Federico. Fue todo un despropósito alzar la voz en aquellos tiempos, pues la barbarie asoló el mundo de las letras arrebatándonos el icono andaluz por excelencia.
Su compadre acariciaba las cuerdas que parecían gritar, con tal temperamento, que su muerte no sería en vano, pues llegaría el día en que inundaría de libertad a todos y de luminiscencia a los ciegos de entendimiento.
Y en el camino estamos.
Lidia Molina Zorrilla
UNA NOCHE DE VERANO
¿Cuándo has crecido tanto? Sostengo en mis brazos este cuerpecillo de guitarra sin saber cuándo será la última vez. Acaricio tu rostro y velo tu sueño. Llevas unas noches en las que solo te duermes en el patio; con ese temperamento que sacas sería un despropósito no hacerte caso.
La luminiscencia que arrojan al hueco los reflejos de las farolas, es lo único que nos alumbra.
Y ahí me quedo, respirándote.
Un ruido interrumpe mi calma. Un higo que cae de la higuera. Los tres milisegundos que tardo en darme cuenta de lo que significa ese sonido se me hacen eternos y me asolan el alma.
Miro el móvil y en la pantalla un punto rojo en el icono del "whatsaap": —¿Te hago una infusión?
Entramos y el día parece que ya acaba.
Dori Calderón Ramos
EL GUARDIÁN
Justo en el límite donde cada día el levante lucha con el poniente, se encuentra la casa que me vio crecer. Ante ella, la gran higuera que asombra la terraza con forma de guitarra, que caprichosamente quedó así tras partir lindes con los herederos del tío Manuel. Aquel reparto de herencia resultó un despropósito, pues pretendían asolar nuestra hacienda, pero el temperamento del abuelo lo impidió.
A pesar de que su voz parecía quererte acariciar, no dejaba dudas de que lo que decía era lo correcto, era el icono que todos admirábamos, el guardián de la familia.
Algunas noches, bajo las luminiscencias de las estrellas, creo ver su presencia sentada bajo el viejo árbol. Quizás sea su alma velando la casa que decide qué viento hará hoy.
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