La llegada del otoño trae consigo nuevas historias, nuevas palabras, nuevos colores..., y en esta ocasión, nuevos participantes dispuestos a compartir sus creaciones y su modo de expresarse. Los miembros del Club de Lectura y Teatro de La Viñuela damos la bienvenida a Montse Martínez Serrano, y le adelantamos que estaremos encantados de poder disfrutar de sus escritos. Este artículo hemos querido dedicarlo a esa estación del año que nos provoca tantas emociones encontradas, que nos regala esa paleta de colores tan nostálgicos, pero que a la vez nos invita a disfrutar de las cosas cotidianas del la vida... Un chocolate caliente en compañía de una buena conversación, una película con manta y sofá en una tarde de frío, un paseo por el campo disfrutando de los aromas de la naturaleza,... Cada persona vive esta estación desde una perspectiva y le provoca emociones diversas. Lo cierto es que el otoño no deja a nadie indiferente, y así lo hemos plasmado, ya sea en microrrelato o poema, para dar un homenaje a estos días del año, en que los rayos de sol se agradecen y la pluma no se cansa de arrojar creatividad.
Esperamos que disfrutéis con la lectura.
Montse Martínez Serrano
EL TIEMPO PASADO
Dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho, y ocho dieciséis…, resuena aquella cancioncilla de mi infancia mientras barro las hojas secas de la terraza. Hace fresco y ya no se escuchan las cigarras. La corteza de la parra se desconcha a jirones y las moscas moribundas se aferran a mi piel como el veranillo de san Miguel al otoño. Pronto será tiempo de leña y chimenea. De días cortos y noches ambiguas. Quizá mañana no barra para escuchar el quiebro de las hojas amontonadas en el suelo al pisarlas. Me siento en el muro y miro al cielo. Los colores y las nubes del atardecer me estremecen, o quizá es la llegada del frío. Dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho, y ocho dieciséis…
Nada más entrar en el pueblo, tomo el sendero que me
lleva a la ribera del río, es una senda tranquila, hermosa y agradable, que se
vuelve presuntuosa con la llegada del otoño.
Hoy es uno de esos días dorados y tenues, en los que
los reflejos brillantes de los árboles que se deshacen de sus hojas te hacen
entrecerrar los ojos y respirar hondo, y así de paso, sentir el olor a
mastranto que crece jugando con el agua.
Los tonos rojizos de los granados llaman mi
atención, y me muestran orgullosos su fruta coronada, que algún jilguero
atrevido osa picotear levantando el vuelo al oír mis pasos.
Llego a la altura del puente que cruza el río, y un
leve aire de levante abanica mi rostro, respiró hondo mientras contemplo alguna vid que ya luce dorada tras habernos
regalado su fruto.
A partir de allí, el camino se vuelve empinado y difícil y unas gotas de agua mojan mi piel anunciando un chapetón otoñal, así que retorno el camino a casa, mientras el olor a petricor me inunda el alma.
Rafa Núñez Rodríguez
TRISTES PARAGUAS
Todo gira, para que todo siga igual,nubes que reflejan pequeños cielos de lastimosos paraguas,
uniformemente se mueven al ritmo de las prisas,
y sin embargo, a veces
alguien siente
los violines ahogando su pelo,
ojos marrones que viven la melancolía de los árboles somnolientos,
y baila,
moviendo las manos al son del crepúsculo.
Su figura se pierde engullida por las brumas de los castaños.
Sonriente, acariciando tradiciones y aromas,
su senda,
alfombra de sentimientos
de esos que sobreviven a las frías y extrañas estaciones.
Laura Pérez Alférez
Ml ESTACIÓN FAVORITA
Como cada año llegó discretamente, sin hacer ruido,
compartiendo aún días de bochorno con el pasado verano.
Generosa estación, apareció regalándonos increíbles
paletas de colores del mejor pintor. Amarillos, ocres, rojos, naranjas...,
dibujando mágicas estampas otoñales en nuestro maravilloso entorno, bello a
rabiar, donde las montañas y el río forman paisajes impresionantes.
Recuerdos de un pasado no muy lejano de uno de los
paisajes más espectaculares, con sus viñas asomados vertiginosamente en
pendientes laderas.
Una imagen que, probablemente en otoño, se vuelve
más bella, si cabe. El color púrpura de las uvas se mezcla con el verde de los
pámpanos, que se tornan en amarillo, primero, y posteriormente en tonos ocres y
rojos antes de desprenderse. El resultado es una mezcla alucinante de colores a
lo largo de cerros y lomas que escoltan nuestro valle, antaño poblado de olivos
y almendros.
Quiero un otoño de colores intensos, de puestas de
sol con cielos naranjas en atardeceres encendidos y el bálsamo refrescante del
anochecer.
Esta es mi declaración de amor tardía al otoño,
estación a la que me atreví a mirar con el corazón.
El transcurrir del tiempo y el sosiego de los años
declina en emociones, en ocasos dorados después del verano, otrora mi estación
favorita.
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