viernes, 18 de septiembre de 2020

II EN SITUACIÓN


Damos otra vuelta de tuerca al método de elaborar nuestros microrrelatos. La clave, en este reto que hemos llamado "En situación", está en reflejar, de alguna manera en nuestros textos, cuatro premisas que fijamos previamente y que nos marcan el contexto, el lugar, el tiempo o los personajes incluso, que debemos incluir. Sin límite de palabras, pero sin olvidar que se trata de un microrrelato, trataremos de escribir historias originales y frescas. Terror, aventuras, amor, ciencia ficción, reales... Todo vale. Es la hora de salir de nuestra zona de confort y plantear actividades más atrevidas, que denoten que dominamos las destrezas que hemos estado trabajando en las últimas semanas.
Esperamos que disfrutéis de su lectura tanto como nosotros lo hemos hecho con su redacción. Sin más, comencemos...

Premisas: -Día de calor tórrido o lluvia torrencial
                 -Tener pesadillas.
                 -Sexo y alcohol.
                 -Coincidir con alguien (casualmente o no).


Rafa Núñez Rodríguez 
CALOR 
El sol me estaba atravesando el cerebro y ella sin llegar. Hoy es uno de esos días en que la calor se cobra venganza por todos nuestros desmanes. 
El reloj sigue parado y ya el sudor comienza a huir de mí. Entonces voy notando como mi piel empieza a derretirse, como gotas de cera que huyen de la llama, pegotes de mi piel adornan el sucio suelo. Grito, asustado, y me clavo de rodillas mientras noto la piel escapando de mi cuerpo. 
Una pareja coincide con mis súplicas, me miran horrorizadas, escupo los dientes que me queman la boca. Ellos se ríen, sus carcajadas me van taladrando el cerebro. No lo soporto y me arranco las orejas, ya tengo medio cuerpo untando el suelo. 
Despierto con los ojos enrojecidos, otra pesadilla. Me miro las manos, firmes y sin temblar, creo que me pasé con la bebida anoche. Miro al lado y la veo a ella, no recuerdo su nombre, creo que nos conocemos de antes. Le acaricio la espalda con suavidad, habrá que aprovechar que estoy despierto. Ella se mueve con poco ánimo, hasta que a fuerza de insistir se monta sobre mí, me sonríe con ojos adormilados y comienza a moverse. Mi sangre se llena de placer, cierro los ojos, siento su deseo. 
Entonces vuelvo a sudar, maldita calor. Noto algo así como un trapo húmedo acariciando mi cara, abro los ojos y veo que su piel se está cayendo sobre mí, trozos de carne empiezan a salpicarlo todo. Ella sigue moviéndose con deseo, yo intento huir, escapar de ella, pero no me puedo mover, estamos unidos, piel y huesos derretidos, formando una sola bola de carne que se agita, sin sentido ni lógica. Su lengua cae sobre mi boca. 

El sonido del despertador me saca de aquel horror, respiro agitadamente, mientras en la radio advierten de la ola de calor que se avecina.

Gema Frías Luque 
SUEÑOS MUNDANOS 
Nunca supe si fue casualidad o no el encontrarme con aquel demonio vestido de ángel. Fue muy simpática desde el primer minuto y prometió llevarme al inframundo, a visitar a algunos colegas que vivían en pequeños sótanos. Allí montaban sus sesiones de sexo y alcohol. Añadían, además, espectadores para darle más morbo a la situación y a veces te daban la opción de participar a cambio de cederles amablemente alguna droga psicodélica o moderna, de estas que te hacen alucinar, más de lo normal. Al bajar las escaleras y dirigirnos por los pasillos, que más bien conducían a mazmorras, ya se podía oler a podrido y el calor era cada vez más incesante. Al llegar al primer sótano, un loco desorbitado me cogió por el cuello y me obligó a entrar…, al despertar solo quería creer que todo había sido una terrible pesadilla. 

Mª Carmen Jiménez Aragón 
¿CASUALIDAD? 
Me disponía a pulsar el botón de la tercera planta cuando ella irrumpió en el pequeño habitáculo atropelladamente. Cargada de bolsas y acelerada, me dijo, sin levantar la vista, que subía hasta la quinta. Yo pulsé únicamente el cinco. No podía creer que hubiésemos coincidido para subir en el ascensor y, además, los dos solos. Normalmente el centro comercial estaba abarrotado. La gente huía del calor asfixiante de julio y se refugiaba en el gran coloso del ocio. Yo llevaba allí dos horas, pero reconozco que esa chica no me había pasado desapercibida. Recuerdo haberla visto en la cafetería Tardes, y después en un par de tiendas de ropa. Y casi tropecé con ella al salir de la librería, ahí fue donde escuche su voz por primera vez. “Perdón”, me dijo, y yo contesté un “lo siento” clavándole los ojos a fin de descubrir cuál era el imán que me atraía hacia ella. 
Soltó las bolsas en el suelo y se masajeó la palma de las manos. En ese momento el ascensor se paró en seco provocando un gran temblor, las luces se apagaron, el sistema de ventilación dejó de funcionar y, a través de la pared de cristal, vieron que el exterior había quedado en penumbra. No cruzaron palabra. En pocos minutos la temperatura subió varios grados, el calor era aplastante y rebuscó entre sus bolsas una botella de vino blanco que acababa de comprar. Le ayudé a abrirla cuando vi que forcejeaba con ella, lo que me debió dar derecho a participar en el refrescante momento. 
Dos horas más tarde allí seguíamos, vaciando a morro la segunda botella. Ella cayó en un sueño inquieto sentada en un rincón con la cabeza apoyada de lado, yo no podía dejar de observarla. Me atraía sobremanera. 
De pronto se despertó sobresaltada gritando, había tenido una pesadilla. Se abalanzó sobre mí diciendo “no puedo dejar pasar este momento, puede que no volvamos a coincidir”, e hicimos el amor allí mismo, entre bolsas, sudores y posibles miradas indiscretas que advirtieran el leve movimiento en un ascensor acristalado sin corriente. 
Fue lo único que me dijo aquella tarde. Desde entonces, soy yo el que vive una pesadilla cada vez que llego a casa desde el centro comercial sin poder haberla encontrado. 

Dori Calderón Ramos
NOCHE INFERNAL 
Las dos de la madrugada y sin pegar ojo. 
Ya se lo advertí a mamá, si me acuesto temprano no dormiré, pero no hubo forma de llevarle la contraria, hoy había que irse a la cama temprano. 
Y encima este calor infernal, mi piel está húmeda y pegajosa, una ducha sería maravillosa, así que me levanto y me dispongo a ir al cuarto de baño. El pasillo está oscuro, pero no enciendo la luz, no quiero ser descubierto. 
Ando con mucho sigilo en la oscuridad y tropiezo con algo contundente que grita y cae al suelo conmigo, es mi hermana que tampoco duerme. 
Me susurra que ha tenido una pesadilla, ha despertado bañada en sudor porque soñaba que la quemaban en un horno y se dirige a la cocina a beber algo fresco. Ella tampoco entiende el empeño de mamá en acostarnos pronto. 
Inmersos en la oscuridad de la noche comenzamos a oír unos golpes secos y rítmicos que provienen de la sala de arriba.....toc toc toc toc. A pesar del calor sentimos un escalofrío, los dos pensamos en el desván, dónde mamá no nos deja nunca entrar, y de dónde parece que provienen los ruidos que cada vez son más rápidos y fuertes. 
El miedo comienza a apoderarse de nosotros, mi hermana llora y yo trato de ser valiente, pero al oír voces extrañas que se repiten sin cesar huimos hacia la cocina dónde encontramos una botella de ron vacía y unos vasos sobre la mesa, algo muy extraño pues mamá siempre recoge la cocina antes de irse a dormir. 
Ya estamos aterrorizados cuando aquellas voces se convierten en gritos, a los que se unen los de mi hermana y los míos, hasta que mamá abre la puerta de la cocina toda acalorada y los cabellos alborotados. No hay duda, mamá ha visto al fantasma. 

Laura Pérez Alférez
IMPULSO BÁSICO 
Estoy seguro que lo buscaste, este encuentro fortuito no ha sido casual, tú siempre tan meticulosa no podías dejar jugar al azar. 
Me he dejado enredar por ti, obsesa de sexo y alcohol. Una vez más me encuentro atrapado en tu tela de araña. 
El calor tórrido se hace insoportable en esta habitación. 
En una pesadilla de mordidas y besos tomas el control y yo lo pierdo a cada roce. 
El aire sabe y huele a ti, tus goces perfuman mis sentidos arañando mi aliento como tarántula en desespero. 
Me abandono en deleites de deidades donde Venus bajó del monte, embelesado en esa fresca duración en la que se alinean los astros. 
Y acontece una y otra vez el ansiado prodigio de lo que esperamos. 

Cande Molina Mostazo
EL ROCE HACE EL CARIÑO 
En la oficina se ha estropeado el aire acondicionado, es insoportable el calor y al parecer, no estará arreglado hasta dentro de tres días. Trabajar así es como estar en las hogueras del infierno, encima mañana vamos a tener terral, esto ya es el colmo de los colmos, toda una casualidad que justo pase esta situación en el momento menos apropiado. 
Rosalía esta mañana viene con tres ventiladores y dos abanicos, la pobre está con la menopausia y dice que esta noche ha tenido una pesadilla muy desagradable, estaba en el ordenador con el artículo de la semana y empezó a ponerse roja y más roja hasta que empezó a salirle humo de las orejas y a su alrededor veía bocas que se reían a carcajadas. 
Trae mala cara, susto me da que la pesadilla se haga realidad. 
Yo llevo toda la mañana hablándome mentalmente: "No hace calor”, "no hace calor", pero por ahora, no me está funcionando mucho. 
Manel se ha desabrochado la camisa y yo no puedo parar de mirarlo, esta calor abrasadora me está volviendo loca, la verdad que no me había yo fijado en ese pecho peludo de mi compañero, ahora me parece, aún si cabe, más atractivo, tiene unos vellos rizados y no puedo parar de mirarlos. Mi mente ha tomado las riendas y mi mano se ha deslizado por sus pectorales y, a la vez que me mordía el labio, notaba como me iba excitando y subiendo de temperatura. Un grito por un sofoco menopáusico de Rosalía me ha devuelto a la realidad y he salido corriendo hacia el baño. Me he refrescado la cara y el cuello con abundante agua fresca y parece que nadie se ha dado cuenta de lo ocurrido. Quedan diez minutos para terminar la jornada de trabajo, estoy deseando llegar a casa y poner mi aire acondicionado a tope, abrir una botella de vino blanco que tengo bien fresquita en la nevera, entonces Manel se me acerca y me dice: "Si te viene bien podemos quedar y aliviarnos mutuamente nuestras fantasías sexuales".

M Jesús Campos Escalona
EL FORASTERO
Aquella tarde llovía torrencialmente. No esperaba que llegase ningún cliente, aun así siempre había reservas en la cocina; por este motivo estaba sentada en el porche, acunada en la mecedora de madera intentando olvidar mi última pesadilla, cuando le vi llegar.
El sombrero le tapaba la cara, la lluvia empapaba la tierra, los cascos del caballo dejaban surcos al pisarla.
Entramos con premura, la vieja cabaña ya albergaba muchos años, pero dentro se estaba caliente. Dejó caer la capa negra junto al fuego de la chimenea, también el sombrero e hizo el amago de quitarse las botas, pero al ver mi cara de asombro, se detuvo. Puse sobre la mesa un cuenco con sopa humeante, un trozo de pan, queso y una botella de vino. Me preguntó:
-¿Tú no bebes?
Y yo, por cordialidad, accedí de mala gana. Entonces vi sus ojos. Unos ojos azules como el mar, azules como el mismo cielo. Unos ojos que me paralizaron por un momento. Masculló algo, disgustado, y comenzó a comer. Fue cuando me percaté de su cicatriz. Una cicatriz grande y profunda que surcaba un lado de su cara.
Juntos bebimos, quizá más de la cuenta, porque comenzamos a hablar por romper el incómodo silencio y terminamos riéndonos estrepitosamente con alegría.
Cada vez que me miraba algo me recorría por dentro, me dejaba unos segundos hipnotizada.
Acercó su mano y, con cuidado, quitó un mechón de mi cara. Estaba tan cerca que temí que pudiese oír mi corazón. Con dulzura me besó y, sin saber cómo, nos vimos envueltos en una maraña de cuerpos desnudos, abrazados, ardiendo en deseo, queriendo más besos, más caricias, más cariño. Jamás nadie me hizo sentir igual. Esa tarde viví tantas sensaciones, que nunca he podido olvidar. Debo decir que nunca fui una mujer promiscua, que jamás en lo que me restó de vida repetí semejante historia con un desconocido. Y, sin embargo, el recuerdo de aquella tarde todavía me deja sin aliento. Jamás volví a verlo, tal como vino se fue. Aún hoy cierro los ojos y puedo sentir sus manos sobre mi piel. 

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