jueves, 30 de mayo de 2024

XXVI. ME LO DICES O ME LO CUENTAS

  


    Saludos, lectores y lectoras del mundo. Aquí tenéis otro ejercicio de microrrelatos por palabras. Para quien no conozca las pautas a seguir, las recordamos:  

-Elaborar un microrrelato de 180 palabras como máximo (sin contar las del título), en el que incluyamos diez términos, elegidos al azar por miembros del club. 

-Cuando la palabra elegida es un verbo (amar, verter, salir...), puede utilizarse en cualquier forma, tiempo o persona.

- Si la palabra elegida no especifica su función, podremos utilizar cualquiera de las que nos proponga la RAE para dicho término.

-Si el término elegido es un sustantivo o adjetivo podremos usar tanto el masculino como el femenino, y en singular o plural, según convenga. 

-No se debe utilizar una palabra cambiándole la función que debería desempeñar en el texto (el adjetivo "amable" no se puede sustituir por "amabilidad", porque entonces lo convertimos en sustantivo).

    Para este ejercicio los términos elegidos han sido: GARBANZO, PUNTUALIDAD, PEDALEAR, CERVEZA, DESEO, RIZO, SOMBRA, HIJO, PASEO y PARRA.

    Os animamos a practicar este ejercicio y nos encantaría que compartierais con nosotros el resultado. Si os apetece podréis verlo publicado justo debajo de estas líneas, junto a los nuestros, que os servirán como ejemplo. Que disfrutéis de la lectura.



Mª REMEDIOS PÉREZ MARTÍN
MIRANDO ATRÁS
    “Yo he criado a siete hijos. El último fue una hembra, por fin; no iba a quedarme con el deseo de tener una niña.
    Eran otros tiempos; yo creo que éramos felices, aunque entonces no nos dábamos cuenta. Mi marido trabajaba mucho y yo también. Quizá por eso teníamos poco tiempo para pensar en ese tipo de cosas. Poníamos una olla con garbanzos y a comer todos de ahí. A mí me gustaba la cerveza y, a veces, me tomaba alguna sentada bajo la parra. Lo digo porque era una cosa rara, una mujer bebiendo.
    Mi marido iba al trabajo con su bicicleta, pedaleando, siempre puntual.”
    Amalia se concentraba en su redacción como una niña buena, con sus setenta y dos años y sus rizos recogidos en un moño, dejando ver en sus ojos una sombra de tristeza. Un breve paseo la llevaría de vuelta a casa hasta la clase del jueves siguiente.


LAURA PÉREZ ALFÉREZ
EL PACIENTE 
    Una cualidad de José es su puntualidad. Hasta el centro de salud hay un paseo largo que José recorre pedaleando en su vieja bicicleta.
    Dice en recepción que viene a urgencias por un resfriado.
    —Doctor, hoy es mi cumpleaños.
    —¡Felicidades!
    —Éramos seis hermanos, pero ya estoy solo, el último se murió hace unos meses.
    Noto su tristeza, su soledad, no viene a la consulta por un catarro, veo pena en sus ojos.
    —Mi hijo viene casi todos los fines de semana, el mes pasado estuvo aquí dos veces. Guardo cervezas en la nevera, cuando venga comeremos a la sombra de la parra. Pondré un puchero con garbanzos, que sé que le gusta, como se lo hacía su madre, que en gloria esté.
    Saca un pañuelo, se limpia los ojos y repite ese tic de apartarse un rizo inexistente en la frente. Me cuenta su deseo de volver a subir a la Maroma, y que a sus ochenta y pico años, jamás ningún invierno ha visto menos nieve en la sierra, como este año.
    Se despide, mañana volverá, puntual, como cada día.


BENET DA SILVA
CUÑA DE TU PROPIA MADERA
    Como cada domingo, y con puntualidad inglesa, nos reunimos en torno a la mesa, aunque en esta ocasión no era solo un encuentro familiar ya que se agregaron varias amistades.
    Todo empezó una mañana mientras pedaleábamos mi hijo y yo. De pronto, él detuvo el paseo porque necesitaba sentarse a descansar a la sombra de unos pinos. Fue cuando me propuso rizar el rizo en el menú dominical del siguiente fin de semana. Su descabellada sugerencia consistió en un duelo culinario, dada nuestra común profesión, con la premisa obligatoria de que uno de los platos debía incluir garbanzos.
    Conforme iban sucediéndose los platos, el gesto de satisfacción entre los invitados era más que evidente. En particular cuando degustaron la elaboración cuyo ingrediente principal era hojas tiernas de parra, además del maridaje del plato con distintos tipos de hidromiel, bebida considerada como la precursora de la actual cerveza.
    Los comensales emitieron su veredicto; en esta ocasión no dolió por ser la cuña de la propia madera.


CANDE MOLINA MOSTAZO
DESVELOS
    Aún las sombras del pasado aparecen como desagradables pesadillas. Estoy cubierta de hojas de parra húmedas y frías, los ruidos y gritos me aterran, intento pedalear lo más rápido posible para esconderme de los pasos que se acercan, deseo con todas mis fuerzas hacerme invisible, tras un golpe fuerte veo al monstruo sentado junto a charcos de vómito de garbanzos y cerveza. Con puntualidad me despierto temblando siempre a las tres de la mañana. El insomnio me hace dar paseos por el salón. Mi hijo me llama, tiene sed, me gusta acariciar sus rizos pelirrojos mientras se vuelve a dormir. Miro a través de la ventana, ella tampoco puede dormir, lágrimas de gratitud y tristeza ruedan por mis mejillas, la llamada telefónica de mi vecina nos salvó del monstruo, pero su hija no tuvo esa suerte.


MONSE MARTÍNEZ SERRANO
ROJO VIVO 
    Cuando nuestro bebé tenía el tamaño de un garbanzo, sentada a la sombra de la parra, el deseo de que todo saliera bien aplastaba el vacío de tu ausencia. Pasé el embarazo con los dientes apretados, saliendo de paseo sin puntualidad y sin rumbo, pedaleando furiosa hasta que mis rizos quedaban pegados a mi sudorosa frente.
    Dos semanas antes de salir de cuentas, el mismo semáforo que aquel desgraciado empapado en cerveza se saltó como si fuera verde, volvió a ponerse en rojo. Me paralicé, bajé de la bici y lloré por primera vez desde el accidente. Y con las lágrimas, llegó también una contracción, la primera.
    En menos de una hora, nuestro hijo nació, aferrándose a la vida en el mismo lugar en que a ti te la robaron.


ENCARNI NAVAS
MADRE
    Al mirar atrás, la vieja parra del jardín le devuelve las sombras del pasado, cierra los ojos y se ve pedaleando. Debía llegar con puntualidad para felicitar a su madre por aquel potaje que tan bien cocinaba. No era un buen hijo, nunca quería almorzar legumbres, no le gustaban, prefería tomar unas cervezas con los amigos, aunque eso le acarreara largos paseos. Ahora que su madre ni cocina, ni peina sus rizos, ni siquiera lo recuerda, le aprieta la necesidad, el deseo de comer aquel guiso de garbanzos.


Mª CARMEN JIMÉNEZ ARAGÓN
MAL EMPEZAMOS 
    Una sombra se cernió sobre Susana aquella tarde. El deseo de agradar a su futura nuera la hizo pedalear con más brío, pero el paseo de seis kilómetros hizo mella en sus fuerzas y volvió a hacer gala de su poca puntualidad, la joven seguramente lo interpretaría como una actitud desafiante.
    Su hijo terminaba la tercera cerveza cuando la vio llegar y le clavó una mirada de reproche; la chica, muy mona ella, ahuecaba sus rizos con un aire de superioridad y victoria en el gesto, pues ya se había encargado de clavar la espinita de ‘mala suegra’ en la conciencia de su enamorado. Susana comprendió al instante que esta se había subido a la parra a la primera de cambio y que sería el garbanzo en su culo durante mucho tiempo. Por delante le quedaban muchos bocados en la lengua con tal de que su hijo no se enterase de que la diabla lo había elegido para fastidiar a su jefa. Mal empezaban.


LIDIA MOLINA ZORRILLA
NUNCA ES SOLO TRABAJO 
    Con puntualidad llegaba en cada visita a los pies de la incubadora.
    Un deseo compartido "quiero ver a mi hijo en su capazo a la sombra de mi parra... y después pedaleando por el patio..." Te avisaré para dar un paseo y tomaremos una cerveza.
    Yo miraba su pequeñísima carita enmarcada en rizos para no olvidarme de él por si crecía y no lo podía reconocer.
    Sin esperanzas.
    En mi siguiente turno en la UCIN la incubadora vacía inundó mis ojos.
    Ya no recuerdo a la madre, pero aquella naricilla de garbanzo se quedó en mi memoria para siempre.


LOURDES SÁNCHEZ JIMÉNEZ
ME PIERDE EL AMARILLO 
    En qué momento se me ocurrió dar aquel paseo, con lo tranquilo que estaba yo junto a esa cerveza a la sombra de la parra. Por qué no tuve el deseo de seguir allí, escuchando la conversación telefónica del ciclista del rizo en la frente que decía que a lo mejor no llegaba a la hora de comer los garbanzos, que la puntualidad no era una de sus virtudes. Pues no, no me quedé allí tranquilo, aquella camiseta amarilla me llamaba. Cuando comenzó de nuevo a pedalear me agarré tan fuerte como pude a esa camiseta, tanto que me dolían las patas delanteras y mis alas vibraban, pensando en todo momento cuándo se pararía este hijo de puta…


DORI CALDERÓN RAMOS
REENCUENTRO
    Te espero mientras picoteo unos garbanzos tostados. Ya voy por la segunda cerveza, la puntualidad nunca fue tu virtud.
    A mi lado, una señora vocea a su hijo que pedalea por esta terraza cobijada por una hermosa parra y pienso en marcharme, pero recuerdo el paseo sin sombra hasta llegar aquí y abandono la idea.
    Mi deseo de volver a verte supera todas las adversidades. Recuerdo tu sonrisa, tu voz, tus rizos alborotados, tu delgado cuerpo... Han pasado diez años y una sola llamada bastó para encenderme.
    En la mesa de al lado, un hombre entrado en kilos me sonríe, hace rato que se quitó el sombrero dejando al aire su calvicie, creo que también espera a alguien que tarda como tú.
    A la tercera sonrisa le miro a los ojos y un escalofrío recorre mi espalda... ¡Esa mirada es inconfundible!


MAITE DE LA CÁMARA
EXTREMADURA 
    Juan le compró la primera bicicleta a su hijo Iván para que llegase con puntualidad al colegio. Vivían en Valencia del Ventoso, un pequeñísimo pueblo perdido en Badajoz, en una finca plantada de viñas. El día que la estrenó, Iván estaba muy ilusionado. Se inscribió en un club ciclista patrocinado por una marca de garbanzos. Cada día entrenaba por el paseo de su pueblo y sus paisanos le vitoreaban y animaban al verlo pedalear. El deseo de Juan, apodado "el Rizo de Plata" por quedar, en su época, siempre en segundo puesto, era que Iván ganase el tour de Francia.
    Décadas después, mientras tomaba una cerveza a la sombra de la parra, no podía creer lo que estaba viendo en el televisor, era su hijo en el podio festejando con cava extremeño; comenzaba su andadura.


ULLA RAMÍREZ
DEMASIADO TARDE 

    Tal vez en otro momento, padre. Pero ahora no. Ahora voy a ser el garbanzo negro de la familia que no acude con puntualidad allí donde se le espera; ese mal hijo que desprecia el cargo de gerente que me ofreces en tu prestigiosa fábrica de cerveza, donde podría llegar a ser un hombre de éxito, como es tu deseo.
    Pero ahora no. Porque ahora quiero pedalear hasta el pico más alto de mis sueños y vivir mi propia carrera.
    Tal vez vuelva luego demasiado tarde, tras un paseo desigual por la vida. Pero solo entonces podré sentarme tranquilo en la puerta de tu casa, a la sombra de tu parra, frente al mar, contemplar la belleza de los rizos que el viento provoca en las olas y recordar sin angustia aquel día en que me quisiste enseñar a nadar. No me ofrecías tu mano cuando me hundía y me ahogaba. Aún recuerdo la sirena de la ambulancia y el llanto de mamá a mi lado. Esperaste demasiado para salvarme.


RAFA NÚÑEZ RODRÍGUEZ
LA ETERNA PEDALADA
    Hace ya dos años que sigo el deseo de mi hijo, dejé las tardes de cerveza bajo la parra del porche y empecé a pedalear. Sabía que estaba preocupado por mi salud. Y desde entonces, salgo con puntualidad a mi paseo vespertino, cada día me siento más rápido. Recuerdo mis pedaladas diarias, cada curva, las bajadas, notar la velocidad atravesándome la piel, el silencio del asfalto… Nunca imaginé que iba a disfrutar tanto del deporte.
    Y al pasar por esa recta, que siempre está envuelta en sombras, me gusta ver a mi pequeño, con sus rizos, cada día más mayor, cada semana cambiando ese ramo de flores. Antes, para hacerle rabiar, me gustaba decirle que era mi pequeño garbanzo en el zapato; ahora no se imagina la rabia que me da a mí no poder pararme.