miércoles, 25 de noviembre de 2020

DÍA INTERNACIONAL DE LA ELIMINACIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

EL 25 DE NOVIEMBRE, 365 DÍAS AL AÑO

     El 25 de noviembre se celebra el Día Internacional contra la Violencia de Género para denunciar y erradicar la violencia que sufren las mujeres en todo el mundo. Cada año las calles se tintan de morado y las asociaciones feministas convocan movilizaciones y actividades de concienciación con el fin de reivindicar su lucha.
     La elección de este día para reivindicar la lucha feminista no es mera casualidad, sino que detrás de ella se esconde una historia.
     Las hermanas Mirabal -Patria, Minerva y María Teresa- fueron tres activista políticas de la República Dominicana. A finales del 1950 -tras el triunfo de las revoluciones en contra de las dictaduras que sufrían algunos países latinoamericanos- fundaron el grupo revolucionario de extrema izquierda 14 de Junio. Este grupo iba contra el dictador Rafael Leónidas Trujillo, presidente de la República Dominicana entre el 1930 y el 1961.
     A consecuencia de su activismo, las tres hermanas fueron torturadas y encarceladas en distintas ocasiones y, finalmente, el 25 de noviembre del 1960 fueron secuestradas y golpeadas por órdenes del dictador Trujillo. El asesinato de las hermanas Mirabal generó un sinfín de protestas en el país y las convirtió en un símbolo latinoamericano en la lucha contra la violencia de género. 

     De manera extraoficial, según explica la Organización de las Naciones Unidas, los orígenes de este día se remontan a 1981, cuando militantes y activistas en favor de los derechos de la mujer lanzaban sus protestas contra la violencia de género, para honrar a las hermanas Mirabal.
     Sin embargo, no fue hasta el año 2000 cuando la ONU oficializó el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
     Desde el Club de Lectura y Teatro de La Viñuela también queremos contribuir a la causa y hacer visible la necesidad de lucha contra esta lacra. Algunos miembros del club han escrito microrrelatos con la temática del día y los compartimos con todos vosotros.

Rafa Núñez Rodríguez

ARCO IRIS 

En su casa siempre llovía y ella ya lo veía como algo cotidiano. 
A veces era lluvia débil, que casi no llegaba a humedecer su blanquecina piel, casi ni molestaba. Sin embargo, en ocasiones, las tormentas lo inundaban todo, salpicando las paredes de callados lamentos. Llovía tanto que le costaba respirar, un nudo en la garganta y los ojos cerrados, solo el brillo de los relámpagos iluminaba esas tardes oscuras, hasta las cortinas le cerraban los ojos a las ventanas para que no reflejaran ese miedo tan cotidiano. 

Y resulta que un día, de tanta agua que había, se rompió la puerta de la entrada y ella, como una hoja seca de estos días otoñales, se dejó llevar por la corriente, navegando sobre su tristeza. 

Y resulta que las nubes negras cada vez se veían más lejos, incluso un gran arco iris le comenzaba a acariciar la piel, suaves colores verdes iban tapando los tonos carmesí que marchaban su piel. 

Y unas manos la sacaron del agua de su tristeza y le ayudaron a formar parte de ese arco iris, que con la colaboración de todos comenzó a formar parte de su nueva vida, una vida de colores, una vida de esperanzas, una vida que aspira a ser tan simple como todas las demás. Una vida tan única como ella sola.

Dori Calderón Ramos
SIN MAQUILLAJE 
Era evidente: el color morado de su ojo delataría lo sucedido la noche anterior, y la anterior, y el lunes pasado, y el mes anterior.... 

Se sintió cansada de disfrazarse cada día para salir a escena, a ese teatro de la vida cotidiana, y por un instante el cansancio fue mayor que el miedo. 

Así que aquella mañana decidió salir a la calle sin maquillaje alguno, el público vería su rostro golpeado, su cuerpo maltratado y su alma destrozada, y lejos de sentir vergüenza por aquellas cicatrices sintió rabia, muchísima rabia. 

Ese público callejero la contempló sin sorpresas, pues todos sabían lo que había tras el maquillaje, y por una vez, en vez de sentir lastima sintieron rabia también. Ella sintió el calor de sus miradas y supo que la función acababa de empezar, y esta vez el argumento tomaría un giro inesperado, pues el protagonista maltratador ya no estaría en escena.

Mª Carmen Jiménez Aragón
PROPÓSITOS PARA AÑO NUEVO
Este año próximo me propongo cambiar muchas cosas en mi vida, aún no me puedo creer que sea capaz de estar escribiendo este papel.
Doy gracias a los años pasados por mantenerme viva, pero creo que ha llegado el momento de que tome las riendas y elija yo mi destino.
Entre otros propósitos, pretendo tener una vida más social, le pese a quien le pese. Volveré a tomar el contacto con mis amigos y amigas y tomaremos un café mientras nos ponemos al día. También me apoyaré más en los míos y les pediré ayuda, porque aunque él me asegure que no, yo se que siempre hay alguien tendiendo una mano. Otra cosa importante es que dejaré de sentirme culpable por todo, cosa que tengo inculcada día tras día. Y sobre todo, alejaré de mí a esa persona tóxica, a ese maltratador que hace lo imposible para que no me coma las uvas la siguiente Navidad. Lo que aún no sabe él es que, este año, la campanada la doy yo.

Cande Molina Mostazo
Y SE PONE SU MEJOR SONRISA
Cada mañana ella se pega los trocitos de su roto  corazón y cose con hilo su alma desgarrada y después se pone su mejor sonrisa mientras prepara el desayuno.
Ella camina  a veces sin rumbo, toma senderos y veredas  con aromas a hierbabuena  pero al final acaba en su jaula de cristal.
Cada noche sueña en silencio.
Sobre su almohada  anhela caricias, detalles y cielos  llenos de estrellas.
Llora lágrimas dulces de promesas incumplidas  a la luz de la luna, y se maldice una y otra vez por haber caído en las redes del maldito cazador
Y después se pone su mejor sonrisa y oculta sus desgracias y niega su calvario.
Maquilla y disfraza su vida, pero sus ojos la delatan al mirar, su mirada triste y llena de dolor se asoma aunque ella trate de esconderla tras el escalón.
Quizás alguna mañana no pueda seguir remendando sus trocitos rotos y vuele en sus anhelados sueños de algodón. 

Gema Frías Luque
CINCO VIDAS
Mi mayor delito fue amar, a pesar de los insultos que recibía a cambio, a pesar de las humillaciones, a pesar de las palizas. Mi mayor delito fue amar, incluso cuando esas cinco miradas inocentes me pedían que odiase y yo no las escuchaba, no las veía. Mi mayor delito fue amar y encubrir sus delitos, que no eran de amor, ante un juez que me condenó a cinco años de prisión. Cinco años de penitencia que me alejaron de mis cinco príncipes. Cinco años que me robaron cinco vidas.
Pero hoy, de vuelta en el mundo, estoy dispuesta a recuperar mis cinco vidas y hacerlas eternas, estoy decidida a entregar amor, pero a esas personas que se lo merecen, que ayudaron a príncipes a convertirse en reyes, que me ayudaron cada vez que mi vida se torcía, cada vez que pensaba que era amor lo que recibía, cuando era solo yo la que lo daba.

Rafa Núñez Rodríguez
NO DEJEMOS QUE SEA
Era la sombra de su sombra,
la voz de sus labios,
era la mano que la vestía,
la que le acariciaba el rostro.
Era su día y su noche,
su conciencia en voz alta,
su mundo dentro de un mundo,
allí donde ya no había mundo.
Era la luz quebrada que la guiaba,
la que la arrastraba,
la luz que la llenaba de sombras y morados.
Fue todo para ella,
hasta que se dio cuenta que era nada.
Y hoy ella dice que él, Era,
y que ya nunca volverá a Ser.

Laura Pérez Alférez
SUPERACIÓN 
Se refugió en el único lugar donde creía estar a salvo. Las páginas en blanco del libro de su vida aún por llenar de colores y anhelos. Se adentró en él y allí escribió su aventura, dibujando líneas de ilusiones y sueños. 
Él lo encontró y al releerlo decidió permitirse el lujo de reescribir su historia. De un manotazo borró los capítulos referentes a personas queridas y amistades. Suprimió reflexiones ilusorias sobrecargadas de detalles innecesarios, como felicidad, risa, empatía. Dejó su descripción en apenas dos breves párrafos inconexos, ilegibles. 
Solo quedó su nombre, pequeñito, escrito en la última página. Poco a poco, letra a letra, lo borró. Ella quedó en nada. 
Una mañana de octubre recibió un regalo sin envoltorio. Su mano le ayudó reaprender el abecedario. Armada de tinta y cientos de páginas en blanco, llenó de color su mundo con adjetivos brillantes y metáforas de mil colores. 
Recuperó los versos olvidados y las sonrisas que le arrebataron. 
Aquel día escribió su nombre en letras bien grandes.

Montse Martínez Serrano
SI TU ME DICES VEN
Fue años después que Juliana se dio cuenta de todo. Su marido hacía nueve meses que se había muerto de cáncer. Apenas tenía amigas y tampoco mucha relación con sus dos hermanos. Por mucho que lo intentó, nunca llegaron los hijos. Así que cuando él se fue, se quedó deshidratada, abandonada y fría como el champiñón que se queda olvidado en un rincón de la nevera. Ella era una inútil total, no sabía arreglar las cosas de la casa que se estropeaban, ni tampoco gestionar los asuntos del banco, ni negociar nada con nadie. Cuando llamaban de alguna compañía para venderle algo siempre respondía con excusas para no decir que no le interesaba lo que le ofrecían. Tampoco valía para tener hijos. Ni siquiera era buena como ama de casa. Aunque ponía mucho empeño en hacerlo bien, los guisos nunca eran como los de su suegra. Tampoco planchaba los pantalones o camisas como correspondía y a veces su marido parecía un fantoche. Él tenía razón, era una inútil y había tenido suerte de haberse casado con él. 

Aquel día, como todos los días, se levantó a las ocho para ir al cementerio. Por el camino se encontró con su cuñada que la invitó a tomar un café. No supo decir que no. Dos horas más tarde estaba sentada sobre la tumba de su marido. Pero esta vez no limpió la lápida, ni tampoco vació los búcaros para ponerle flores. Lloraba y se sentía vacía, engañada y colérica. Una única frase martilleaba su cabeza, tu marido era alcohólico. Y entonces todas las piezas encajaron, las veces que se perdía el dinero, las horas de llegada a casa, las botellas semanales de whisky que compraba en el supermercado y todos y cada uno de sus desprecios. 

Fue el último día que pisó el cementerio y el primero en tomar las riendas de su vida con la certeza de que ella era toda una mujer.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

III. A MI MANERA


 

En nuestro afán de crear historias teniendo como base unas palabras clave, que entre todos los miembros del club de lectura proponemos, nos hemos marcado el reto de crear algo, ya sea microrrelato o poema, en el que incluirlas. Así cada uno puede expresar, a su manera, lo que esas palabras le trasmiten. Hemos relajado nuestra norma de no exceder de 150 palabras para que cada miembro pueda expresarse libremente.

Los términos clave en esta ocasión son: DICOTOMÍA, LIMBO, ARREBOL, HILARIDAD, INSÓLITOS, RETAZOS, ILUSIÓN y ATRIBULADO. Y aquí tenéis el resultado de este nuevo ejercicio. A nosotros nos ha parecido muy enriquecedor y lo hemos disfrutado. Esperamos que os guste.


Rafa Núñez Rodríguez

LOS PARAÍSOS PERDIDOS

Siempre pensé que en el limbo haría frío, no sé por qué,  ya que es la dicotomía entre el bien y el mal. Quizás se alternarán los corazones congelados, con otros que mirarán la cúpula de tono arrebol con la que sueñan.

Mi ilusión era llenar aquel lugar de retazos de miradas conocidas, con música de esa que  acompaña a los momentos insólitos, inundarlo de  hilaridad, hasta que broten las sonrisas de entre las grietas del asfalto.

Entonces, atribulado, noto las primeras gotas sobre la frente. Abro los ojos y veo como se me están mojando los cartones, hoy no he conseguido sitio en el albergue, ni tan siquiera bajo el puente, quizás un plástico sea mi paraíso dentro de este infierno.

 

Mª Jesús Campos  Escalona

¡FELIZ NAVIDAD!

Nunca me había sentido más atribulado en mi vida. Allí, sentado a la mesa, cenando con aquellas personas que apenas conocía,  oyendo sus retazos de historias un tanto alocadas; deseé  por un momento  estar en el limbo.

Con contagiosa hilaridad se llevaban la mano al estómago, sin parar de contar anécdotas. Con ilusión y anhelando que el tiempo corriera muy deprisa,   miré  el reloj de mi muñeca. Con disimulo, observé a la mujer que estaba a mi lado. Era la tía  Clementina, una solterona bastante excéntrica, el paso de los años había hechos estragos en su piel arrugada. Sus insólitos labios rojos y sus ojos saltones me dejaban mudo. Di  un pequeño  respingo  cuando puso su mano huesuda  sobre  mi pantalón  y cuando dicha mano empezó a subir por mi bragueta, me puse más rojo que un arrebol. Comencé a toser de puro nerviosismo.

En esos momentos sentí  la dicotomía entre marcharme, o esperar  un poco más.

Suspiré, miré  a Claudia y sus ojos verdes me clamaron  paciencia. Le sonreí  con beligerancia y pensé que esa noche  iba a resultar ser,  la más  larga  del año.

 

Laura Pérez Alférez

PINCELES DE COLORES

Pintaba en lienzos blancos paisajes insólitos, alojados en el del limbo de su memoria. Sus pinceles mezclaban colores añorados, verde olivo, negro aceituna, blanco flor de almendro, dorado uva moscatel...

A golpes de pincel disipaba las brumas que emborronaban sus recuerdos y nos regalaba pequeños paraísos llenos de luz, donde poder perderse y sentirse libre. Mientras daba rienda suelta a su imaginación, dibujaba a trazos el discurrir lento de las aguas cristalinas del río, orillas verde junco, mimbre, hierba, naturaleza, vida...

Sus cansados ojos, siempre posados en el horizonte, contaban retazos de historias, anécdotas de normas sin conculcar, obsequiándonos lecciones de vida.

Tenía la piel curtida por el sol  de sus paisajes, la hilaridad de su risa contagiosa le provocaba un ligero arrebol, al recordar atribulado a la mujer que lo esperaba al otro lado de su imaginación. Aunque esa cuestión estaba por matizar. Quizá era él quien la esperaba a ella. Cada día se enfrentaba a la dicotomía entre pasado y presente.

Una tarde de agosto decidió hacer un viaje de ida. Se marchó calladamente a alguno de esos lugares que dibujaba.

Y nos dejó con la ilusión de que siempre estaría ahí, en sus dibujos, en el remanso del río, en la solana en las tardes de primavera, en nuestro recuerdo, en nuestro corazón.

 

Cande Molina Mostazo

HOY COMEMOS CACHORREÑAS

Ahí está la higuera, la miro y me invaden  retazos  de recuerdos de un ayer lleno de felicidad en casa de mis abuelos.

Atribulada, y con los sentimientos a flor de piel, recuerdo la higuera  llena de ramas en el patio del cortijo  y tras sus hojas verdes aparecen nubes de arrebol en las tardes dulces de otoño.

Cierro los ojos y veo  a mi abuelo sentado en un tronco de olivo y con su periódico en la mano, con su mirada en el limbo, hasta que un bocinazo de la abuela lo trasporta de nuevo a la dicotomía de la realidad.

-¡Niño!, -así era como le llamaba la abuela -ve al gallinero y tráete los huevos.

Mientras ella seguía  sentada en su silla de enea, con su toquilla echada sobre los hombros y su delantal, pelando las  naranjas recién cogidas.

Mi abuela era el número uno en  disponer las tareas de la casa y de las que no eran de la casa también, vaya que se le daba muy bien lo de organizar y llevar el mando.

La noche anterior ya mandó a mi tía que pusiera el bacalao en remojo para  desalarlo  porque ya tenía decidido que, al día siguiente, iban a preparar unas deliciosas cachorreñas, una sopa típica malagueña que  se  hacen con pan remojado en agua caliente, ajo, pimentón, bacalao, huevo y cociendo las cáscaras de las  naranjas, aún puedo oler el aroma a naranja que invadía la cocina.

El fuego ya estaba encendido, la leña de almendro arde con mucha facilidad. Yo solía frotarme las manos y calentármelas mientras atizaba la lumbre.

Las sopas estaban ya casi listas cuando fueron a echar mano al bacalao, el plato estaba vacío. Insólitos nos miramos unos a otros preguntándonos dónde estaría el bacalao, vaya despropósito, el bacalao había desaparecido.

Mi abuela, que es muy astuta, se fue hacia una salida del patio y encontró al ladrón. Menuda ilusión tenía en sus ojos, con el festín que se estaba dando, el señor don gato y menudos escobazos que le dio mi abuela. Pues allí estaba  el señorito felino con el bacalao en la boca y mi abuela corriendo detrás de él  con la escoba de palma al son de “¡granuja, verás cómo te pille!". Mis primos y yo corríamos detrás de la abuela y cuando la pobre se cansó y casi se mareo de dar vueltas, se desplomó en su silla de enea, sin apenas aliento, y nos sorprendió a todos con un ataque de hilaridad que nos la fue contagiando hasta el punto de  no poder parar reír.

Sin duda fueron las mejores cachorreñas de mi vida.

 

Montse Martínez Serrano

NOCHE DE ARREBOLES

Estaba sola sentada en una mesa bebiendo un martini, si es que no tenía que haber venido, se reprendió. Miraba como aquellas parejas se movían por la pista con agilidad, ilusión y sensualidad. Ella se sentía un pato mareado bailando, pero su profesor insistió tanto en que tenía que salir y bailar con desconocidos, que horas antes estuvo entre la dicotomía de estar allí o quedarse en casa y ver una peli mientras comía palomitas para consolar a su corazón atribulado.

-¿Bailas? -. Aquella pregunta la sacó del limbo.

-No sé apenas -, respondió mientras se escondía detrás de un sorbo de martini.

-Yo te guío, no te preocupes.

Aquel tipo extendió la mano y la arrastró a la pista de baile. Ella comenzó a contar los pasos mentalmente, 1, 2, 3, pausa, 5, 6, 7, pausa, pero perdió la cuenta cuando su compañero comenzó a cantar y a moverse de manera insólita. Cerró los ojos y se dejó llevar. No había vueltas, ni figuras, ni tan siquiera un dile que no. Bailaban pegados, sin apenas desplazarse sintiendo el ritmo de la música y la letra de la canción Noche de arreboles. Y con cada paso que daban, ella entretejía los retazos de su corazón. Y con cada susurro de él, los barnizaba de hilaridad y gozo. Acabó la canción y se quedaron abrazados.

 

Mª Carmen Jiménez Aragón

ANTES QUE CANTA UN GALLO

En la vida se viven insólitos momentos en los que la dicotomía de tus sentimientos te turba y te confunde.

Aquel amanecer de Año Nuevo en que mi hermano llegó con el típico arrebol parrandero en las mejillas, y cubierto únicamente con retazos de lo que había sido su ropa de fiesta, se subió al tejado del granero gritando que él salvaría al gallo que había volado hasta allí para cantarle al sol. Mi corazón, atribulado, intuía que aquella hazaña duraría poco, viendo los traspiés al subir la escalera, y cuando se posicionó frente a la veleta, como un tigre acechando a su presa, se abalanzó contra ella y cayeron los dos por la parte posterior del tejado.

Mientras corría hacia allí, mi mente, mis piernas, mi todo se sumió en un limbo eterno sin bueno ni malo, sin positivo ni negativo, sin día ni noche… La hilaridad desatada al ver a mi hermano levantar la cara del estiércol fresco de vaca y su ilusión por haber salvado al gallo perdura aun hoy, treinta años después.

 

Gema Frías Luque

DOÑA PETRA

Los animales de aquella granja amanecieron atribulados, aquella secuencia era insólita, los animales siempre habían sido felices en aquel lugar, ningún ruido, ninguna tempestad había conseguido amedrentarlos.

Parecían estar en el limbo, no respondían a su llamada, la situación provocaba la hilaridad del capataz, cuando los trataba de reunir para el suculento menú que le había preparado.

Aquella tarde el cielo estaba lleno de arreboles y la dicotomía de sus comportamientos marcaría los primeros retazos de la verdadera historia.

La burra Petra tenía sus primeras contracciones, nadie en la granja había podido dormir, preocupados porque el parto traía algunas complicaciones, su ilusión era ver al pequeño sano y salvo.

 

Dori Calderón Ramos

COMO UN NIÑO

Con retazos de su niñez en la mente y mucha ilusión llevó a sus hijos hasta la Puerta Real de la villa, quería mostrarles los insólitos rincones donde jugó de niño.

Sus recuerdos vivían en el limbo, sin bien ni mal, eran solo recuerdos, pero al pisar de nuevo aquellas calles  empedradas dejó de sentirse atribulado.

El arrebol de las  nubes daba una nota de color a la tarde, y de pronto se debatió en la dicotomía de mantenerse como adulto razonable y pasear, o correr, saltar y gritar como el niño que bullía dentro de él.

La hilaridad de sus hijos ante la reacción de su padre fue algo que les alegro la tarde y recordaron largo tiempo.

sábado, 14 de noviembre de 2020

RAFA NÚÑEZ RODRÍGUEZ "ANSIAS POR VIVIR"

La vida es un trayecto que tenemos que llenar de buenos momentos. Y hay personas que tienen especial facilidad para crear esos momentos, cotidianos, corrientes, diarios…, sí, pero especiales y mágicos. Tenemos la suerte de contar en nuestro circulo más cercano con una persona que posee un talento innato y lo muestra, casi sin querer, con pequeños retazos que derrama sobre el papel, describiendo las emociones más imperceptibles del ser humano. 

Mezcla con maestría y juguetea con las palabras creando un mundo lleno de fantasía e ilusión, en ocasiones caótico y desordenado, tal y como él lo percibe. Respira, vive y siente todas y cada una de las palabras que salen de su mente atrapando al lector con una fuerza inevitable. Podemos describirlo como un escritor impulsivo, metafórico, intuitivo, versátil, cautivador y polifacético. 

A lo largo de estos meses de confinamiento hemos visto una gran evolución en todos los miembros del Club de Lectura, que desde que comenzó la pandemia optamos por escribir y crear historias como sustituto a nuestras actividades presenciales y aventuramos que cada uno posee cualidades muy particulares, con una escritura muy personal. Ello requiere constancia y un esfuerzo diario, pero auguramos que se está gestando un proyecto muy “ilusionante”. 

A continuación os presentamos un vídeo que posee las características de un audiolibro. Hemos tratado de contaros a viva voz un microrrelato, añadiéndole música y unas imágenes muy significativas. Este microrrelato ha sido escrito por Rafa Núñez Rodríguez y esperamos que os guste la composición elegida.
Agradecer a Mª Ángeles Salguero Esturillo que, muy amablemente, le puso voz a sus palabras.

 

martes, 10 de noviembre de 2020

II RELATO POR RELEVOS.

 

En este ejercicio que os presentamos a continuación hemos medido nuestra capacidad de trabajar en equipo, nuestro nivel de coordinación y cooperación, al igual que lo hacen los componentes de un equipo en una carrera de relevos. 

Cada compañero del Club, por turnos, ha escrito un microrrelato, debiendo el siguiente continuar con la trama que el anterior haya expuesto. Así el argumento puede girar y sorprender cuando menos lo espere el lector. 

El resultado es un conjunto de textos que leídos de forma continua da la impresión de ser un único relato. Cuando cada uno hemos comenzado nuestro turno no sabíamos el matiz que iba a tomar la historia en el siguiente tramo. Esperamos que cuando empecéis a leer sintáis la intriga por ver como se van desarrollando los acontecimientos, o por los menos que os entretenga unos minutos. Nosotros hemos disfrutado en cada giro.


CONTRACORRIENTE 


M. CARMEN JIMÉNEZ ARAGÓN 
Hasta ahora, Ángel se había dejado llevar por la corriente, empujado por las fuerzas invisibles de la vida que lo arrojaban hacia una orilla u otra, o lo estrellaban contra la roca en mitad del río. Ya no estaban esos brazos protectores que lo acunaran cuando se sentía frustrado. Ni encontraría una mano gemela que lo alentara al final del esfuerzo. Ya no vería los bordillos de la acera a un metro ochenta de distancia. Había aprendido a no caminar a fuerza de graves heridas en el corazón y muchas lágrimas sudadas. Pero reconoció también que, incluso en sus momentos más álgidos de despotismo, jamás le habían abandonado las palabras de amigos, que le mostraban el paisaje a través de la ventana cuando él se empeñaba en ignorarlo cerrando la puerta. Se lo debía a ellos, ahora aprendería a caminar sobre las aguas, y a contracorriente. Y supo que todo iba a ir bien. 

RAFA NÚÑEZ RODRÍGUEZ 
Gracias a ellos pudo montar ese pequeño restaurante, platos blancos envueltos en pequeños mosaicos de verduras, muy especiados, con ilusiones y un toquecito de alegría. 

Dejó atrás todo lo viciado que respiraba en la ciudad, y sus ojos comenzaron a pintar el mar. 

Y se hizo dueño de las ruedas que le hacían caminar, incluso algunas noches ya no soñaba con el accidente. Un proyecto de vida nuevo en un lugar extraño para él. Un pueblito de rostros sinceros, sonrisas algo melladas y manos con aromas a salitre. Y principalmente, un lugar en el que le miraban a los ojos, y no a las piernas dormidas. 

Las campanillas que daban la bienvenida a los clientes le sacaron de su ensimismamiento, levantó la cabeza y sus ojos se abrieron tanto o más que su boca, al ver a aquella figura que entraba junto con el sol. Su futuro entraba, arrastrando quizás, parte de su pasado. 

CANDE MOLINA MOSTAZO 
Se quedó mirando sus ojos grandes y casi negros. Ella decidida, pero tímida, se acercó con una preciosa sonrisa y lo saludó muy amablemente y se presentó. El seguía admirando sus ojos de forma de almendra que seguían hablándole y hechizándole por momentos, a veces los ojos hablan más que las palabras, ¿no os ha pasado nunca? Él solía fijarse mucho en la expresividad de unos ojos, dicen tanto en sus miradas. 

Allí seguía ella diciéndole su nombre y alargó su mano hacia él para presentarse como Dios manda, le entregó un dossier donde estaba su curriculum. Sin dejar de hablar, le dijo que estaba muy interesada en el puesto de ayudante de cocina y que, a pesar de no tener estudios de esa rama, su admiración y amor por los fogones la había llevado a aprender de forma autodidacta. Le gustaba recrearse en cada plato y a cada plato le daba una presentación diferente. 

Ángel seguía mirándola más que escuchándola, llevaba el pelo rizado con las ondas justas, le llegaba justo encima de los hombros, y una camiseta blanca que potenciaban su piel morena dorada con un toque muy sutil rosado en sus mejillas. 

Le dijo que necesitaba el trabajo como agua de mayo, rogándole una oportunidad, que era honesta , sincera y muy trabajadora. 

Sin duda su mejor carta de presentación era ella misma, una chica real con mucha fuerza, nerviosa pero con una voz potente y decidida, de vez en cuando intentaba frenar la velocidad de sus palabras e incluso bajar el tono de las mismas, era una mujer con pura energía y difícil controlar tanta personalidad innata. 

Cogió su dossier y le dijo que lo miraría personalmente y la muchacha de ojos grandes se despidió con otra bonita sonrisa. Mientras se marchaba, él se quedó mirando hasta que su silueta de melodía se alejó del restaurante. 

GEMA FRÍAS LUQUE 
Durante los siguientes días, Ángel estuvo entrevistando a candidatas al puesto de ayudante de cocina meticulosamente, analizando sus estudios y experiencia. Sabía que necesitaba buscar un perfil adecuado a las necesidades del negocio, en muchas ocasiones el cocinero estaba totalmente desbordado. Aún así no podía dejar de pensar en ella, su predisposición y voluntad le habían llamado profundamente la atención. 

No podía engañarse a sí mismo, pero por otro lado, tenerla cerca podría ayudarlo a conocerla mejor. Aunque sin esperanzas de que se fijara en él, su presencia le hacía sentirse vital, optimista, creativo…, sin duda le había transmitido muy buenas vibraciones y sensaciones…, ¿se dejaría llevar por su intuición?

Mª JESÚS CAMPOS ESCALONA

Cada día el restaurante marchaba mejor. Eran ya muchos los clientes que se habían vuelto asiduos. Y Elisa, la chica nueva, ponía muchas ganas en aprender. El jefe le había dado una oportunidad y ella le estaba demostrando, con su constancia y carisma, que no se había equivocado al escogerla.

Para el empresario todo empezaba a tener sentido, pero echaba tanto de menos el contacto con el agua que, cada vez que miraba el mar, su corazón se aceleraba, luego observaba sus piernas dormidas y se volvía a hundir en su silla de ruedas.

De repente, su teléfono sonó con fuerza. Era un mensaje de Elisa.

"Te espero mañana junto al embarcadero. ¡No faltes!"

LAURA PÉREZ ALFÉREZ

Le sorprendió, no esperaba algo así de Elisa, pero no pudo evitar sentir cierta emoción al pensar que estaría cerca de ella, en terreno neutral. Él era el jefe, en su fuero interno sabía que no era ético ir más allá de una relación meramente profesional, pero reconocía que se sentía atraído por la chica. No sabía nada de ella más allá de las horas que pasaba en el restaurante, pero intuía que Elisa guardaba algún secreto. A veces, después de cerrar, mientras recogían, la observaba abstraída con el ceño fruncido, una mueca de preocupación fruncía sus labios casi siempre risueños.

Había observado como Elisa consultaba los mensajes del móvil a cierta hora de la tarde y salía por la puerta trasera de la cocina. Un tipo, de no muy buen aspecto, la esperaba fuera, hablaban un par de minutos y se marchaba después de entregarle algo.

DORI CALDERÓN RAMOS

Acudió a la cita con desasosiego, siempre intuyó que Elisa guardaba algún secreto y recordó como la primera vez que la vio aparecer en el restaurante pensó que formaba parte de su pasado, pero no había conseguido ubicarla en ningún momento de su vida, así que con el paso del tiempo fue descartando esa posibilidad.

Elisa lo esperaba en el embarcadero, una sonrisa que trataba de disimular su nerviosismo le  puso en expectación, algo no iba bien.

Elisa se acercó hasta él y dijo que tenía que contarle algo importante,  ella conducía el coche que los arrolló la noche del accidente.

Entonces Ángel recordó claramente aquellos ojos almendrados que le miraban horrorizados aquella fatídica noche, aquellos ojos que huyeron tras un grito y lo dejaron tirado en la carretera mientras otros coches llegaban.

El hombre que visitaba a Elisa cada tarde, fue uno de los que presenció el accidente, la chantajeada desde entonces, y Elisa vivía un calvario.

Él la miró a los ojos, y se preguntó si podría seguir amándola tras descubrir la verdad, tendría que darle una oportunidad a la vida y dejar dormidas solo sus piernas, su corazón tenía derecho a vivir, pero... ¿Ella le amaba, o solo era compasión o culpabilidad? Sólo había una forma de descubrirlo.


miércoles, 4 de noviembre de 2020

II A MI MANERA.

 

En nuestro afán de crear historias teniendo como base unas palabras clave que entre todos los miembros del club de lectura proponemos, nos hemos marcado el reto de crear algo, ya sea microrrelato o poema, en el que incluirlas. Así cada uno puede expresar, a su manera, lo que esas palabras le trasmiten. En este ejercicio hemos mantenido la norma de condensar esas historias en un máximo de 150 palabras, pero quién sabe si un día nuestra imaginación no pueda contenerse y se desborde inundando páginas enteras.

Los términos clave en esta ocasión son: LUCTUOSA, DIVERGENCIA, SUCUMBIR, ROMERO, ATARDECER, ALBA, HISTORIA Y BRUÑIR. Y aquí tenéis el resultado de este nuevo ejercicio. A nosotros nos ha parecido muy enriquecedor y lo hemos disfrutado. Esperamos que os guste.

Dori Calderón Ramos

AMNESIA

Intentó abrir los ojos y pensó que ya sería el atardecer, aunque también podría ser el alba. No importaba, prefirió cerrar los ojos y sucumbir de nuevo a la oscuridad.

Pero su vejiga tenía cierta divergencia con su cabeza, así que se incorporó y un destello brillante le cegó, deseó no haber perdido tanto tiempo en bruñir sus espuelas, pues la situación en la que había terminado no merecía el trabajo.

Ya de pie y con todo girando a su alrededor contempló sus ropas de romero y recordó que salió de su casa en caballo... ¡Oh, oh! Aquella historia no parecía tener buen final.

 

Rafa Núñez Rodríguez

EL DESCANSO DEL GUERRERO

Los gusanos de la tierra que lo vio nacer 

ahora lo arropan en la noche más oscura.

Los acantilados gritan sus hazañas

mientras la sal bruñe el filo de su espada.

Su alma, luctuosa, se siente humedecida

por  tantas lágrimas que pintó en rostros extraños.

Y así, siguió la vida,

después de sucumbir ante las cicatrices del destino

con atardeceres de gaviotas volviendo al mar,

llevándose el reflejo de las batallas en sus ojos

y trocitos de muerte en sus picos.

Y la vida  dudó

ante la divergencia de la luna y el sol,

de la sangre y la corona

que  se reflejaba en su opaca mirada.

El viento terminó por llenar sus vacíos

de palabras que serían eternas.

Entonces, de sus cuencas nacieron

ramitas de romero

para dar aroma al alba

de su descanso eterno.

Y la historia se llenó de rumores,

susurros y fantasías de esa vida

que  solo intentó vivir.

 

Mª Jesús Campos Escalona

NATURALIDAD

Ya no sucumbiré más  a ese extraño placer. Necesito  tener cierta divergencia entre mi cerebro  y mi cuerpo.  Cada atardecer ocurre la misma  historia y luego, al alba,  todo termina de igual forma.  Esta luctuosa voz que emerge  de mis entrañas, y que  me hace confundir mis sentidos,  tiene  que parar. ¡Aunque, qué satisfacción bruñir cada día este hacha ensangrentada en sus frágiles cuellos! Y como  detalle  final: "Un tallito de romero".

 

Laura Pérez Alférez

LA NOCHE MÁS DIVERTIDA

Cada año esperaba  impaciente la llegada de esa fecha, halloween era su noche favorita. Se despertó de su larga siesta al atardecer, aún tenía tiempo suficiente para bruñir su vieja calabaza de cobre, frotó y frotó hasta dejarla reluciente. Le gustaba recorrer las calles del pueblo e ir de casa en casa recogiendo caramelos junto a otros niños. Los dulces no eran lo más importante, en realidad no le apetecían nada, y aun así siempre acababa la noche con su calabaza llena de chucherías.

Lo que más le gustaba era jugar a adivinar de qué iban disfrazados los otros niños e imaginarse historias, de brujitas, fantasmas miedosos o vampiros que preferían el zumo de naranja al batido de sangre. Pero ese año a todos les había dado por disfrazarse de lo mismo. Parecía que se habían puesto de acuerdo para elegir el modelo y el maquillaje, harapos manchados de tierra y  los rostros sucios, sanguinolentos, embadurnados de sangre de kétchup. Observó que todos los niños caminaban raro y sus voces luctuosas susurraban ruiditos extraños. Intentó preguntar que les pasaba,  parecían cansados o enfermos, pero de su boca solo salió un sonido   gutural parecido al que emitían los demás.

"¿Sería un virus contagioso?" Se preguntó.

Aunque era poco hablador había conseguido llamar la atención. Todos querían hacerse fotos con él,  hasta una señora lo felicitó por lo original y real que parecía su atuendo regalándole un buen puñado de caramelos, que él se apresuró a guardar.

Estaba contento, aquella noche de Halloween había resultado ser la mejor de todas, había sido divertido.

Apenas se percató de que las calles se quedaban desiertas, recordó que debía volver a casa antes del alba. Abrazado a su ajada calabaza repleta de golosinas caminó y caminó hasta las afueras del pueblo por un sendero divergente. Se giró con cuidado para cerciorarse que nadie le veía y entró en el cementerio.

Paseó despacio entre las lápidas adornadas con ramitas de romero, crisantemos, gladiolos... Se detuvo delante de una tumba cuya tierra estaba removida. Se sentó sobre la fría losa y se  dejó sucumbir por el sueño. Ya estaba en casa. Cansado, pero feliz, se deslizó hacia el hueco terroso para dormir hasta el año siguiente.

 

Cande Molina Mostazo

PARODIA PARA NO DORMIR

Subió la escalinata, con paso firme y decidido. Llegó al atril y con su sonrisa fluorescente,  comenzó su discurso frente a miles y miles de personas expectantes  ondeando la bandera de los EEUU de América.

Se colocó su flequillo rubio pollo lleno de laca y empezó a soltar palabras y más palabras. Sin dejar de sonreír habló del alba y del atardecer, pero sobre todo habló de los desinfectantes, lo que desencadenó en divergencias específicas sobre cuál sería más eficaz y al final todos sus seguidores sucumbieron a la lejía por unanimidad. Sin duda el mandatario pasará a  ser recordado por la historia con la frase: "Beba  chupitos de lejía y matará el coronavirus en un minuto".

A pocas horas de los resultados electorales estará bruñendo su amuleto y la humanidad quedaría luctuosa si una vez más ganara las elecciones, si así fuera solo nos quedaría impregnarnos de romero y llenarnos de su magia para poder combatir la peor pandemia del mundo, que sin duda es volver a tener a Donald Trump como presidente de los EEUU.

 

Montse Martínez Serrano

MALA HIERBA

La gitana sacudió el romero como si estuviese limpiando el polvo.

-¡Qué pesada!, le espeté. Era la primera vez que le gritaba, pero estaba harta de días de esquivo y medias sonrisas sin coger la dichosa ramita. Al día siguiente, repitió el gesto. Sucumbí culposa y cogí el romero. Mientras buscaba unas monedas en los vaqueros me susurró, por lo bajini, que durmiera con la rama para limpiar mi aura luctuosa. Lo que me faltaba, pensé. Ahora tengo que consultar el diccionario para entender a una gitana. Al llegar a la oficina busqué por curiosidad el significado de luctuosa: triste, fúnebre, digno de llanto. Aquel día salí más tarde del trabajo que de costumbre y volví a casa caminando. El atardecer en Madrid tiene algo que me hechiza. Me hace mirar al cielo, a lo más alto de los edificios.  Es como vivir en otra ciudad, más limpia, más esperanzadora, con menos historias y más humanidad.

-Alba, no te olvides de dormir con el romero.

Me giré sobresaltada y vi a la gitana señalándome con el dedo. ¿Cómo sabía mi nombre? Corrí tanto como pude, las personas con las que me cruzaba divergían como explotan los fuegos artificiales. Llegué a casa sin aliento y asustada. Tiré la mochila en el sofá y me senté en el suelo con la espalda apoyada en la pared. Entonces recordé la última vez que me había sentado de la misma forma. Había pasado apenas un mes y fue tras el funeral de mi hermano. Lloré desconsolada, todo lo que aquel domingo no pude hacerlo.

Me desperté de frío. Estaba tumbada en el suelo y al incorporarme me di cuenta de que tenía la ramita de romero en la mano. Me levanté y me acerqué a la librería donde estaban todos los libros de Manuel. Cogí la urna. Tenía tanto brillo como mi hermano, parecía recién bruñida. Abrí la tapa y coloqué la ramita de romero dentro.

Al día siguiente, quise darle las gracias a la gitana, pero nunca más la volví a ver.

 

Mª Carmen Jiménez Aragón

LA DECISIÓN Y LA CULPA

Al alba, cogí mis armas de caza y, a lomos de mi fiel compañero, Fishfly, me dirigí a la superficie. La historia se repetía eternamente, la fascinación de aquel atardecer cálido en el que ella entona dulces cantos cerca del acantilado y él la ve, la oye y queda enamorado de una fantasía, un amor imposible. Pero ese no era el problema mayor, lo verdaderamente terrible era que ella había enloquecido por él, por su olor a romero fresco, por su curtida piel morena, y eso no lo podía permitir. El secreto de su especie debía seguir oculto por el fin de los siglos.

Al llegar al acantilado lo encontré en su pequeña barca, bruñí mi maléfica esfera antes de apuntarle al corazón, pero en el último momento me encontré en la divergencia entre lo correcto y el deber. ¿Qué tenía más peso? Finalmente sucumbí al deber, al amor a mi gente y al deseo de mantenerla unida. Me dio igual saber o no si en la superficie vagaría un alma en pena esperando en vano un regreso. Y disparé. El joven navegante cayó al agua y se fue hundiendo, inconsciente, mientras sus piernas se fundían en una sola y se cubrían de escamas.

Para mi gente él será solo un reclutado más. Para los que él deje atrás será solo un marino más de tantos que se traga el mar.

Tiempo después, los remordimientos y culpas me llevaron a emerger junto al acantilado. Encontré a una joven con la mirada perdida en el horizonte, como tantas veces, entonando una luctuosa melodía.

 

Gema Frías Luque

EL CAMINO

Los niños correteaban por las calles, mientras el tumulto del gentío comenzaba a concentrarse en la plaza principal, la carroza y los romeros estaban a punto de asomar. Acababan de bruñir los bordes de los varales del santo que al alba sería trasladado al emplazamiento donde cada año se celebraría su fiesta romera.

Tras sucumbir ante la divergencia de la organización, todos esperaban expectantes el pequeño milagro que el santo concedería a sus devotos fieles, al atardecer.

Ese año volvía a repetirse la misma historia y tras anunciar el comienzo del camino, todos le seguían de manera silenciosa.

El camino era tan escarpado, el sol especialmente abrasador, el aire fresco era imperceptible y la mezcla de sudor y polvo hacía que se pareciera más a un luctuoso funeral.