martes, 10 de noviembre de 2020

II RELATO POR RELEVOS.

 

En este ejercicio que os presentamos a continuación hemos medido nuestra capacidad de trabajar en equipo, nuestro nivel de coordinación y cooperación, al igual que lo hacen los componentes de un equipo en una carrera de relevos. 

Cada compañero del Club, por turnos, ha escrito un microrrelato, debiendo el siguiente continuar con la trama que el anterior haya expuesto. Así el argumento puede girar y sorprender cuando menos lo espere el lector. 

El resultado es un conjunto de textos que leídos de forma continua da la impresión de ser un único relato. Cuando cada uno hemos comenzado nuestro turno no sabíamos el matiz que iba a tomar la historia en el siguiente tramo. Esperamos que cuando empecéis a leer sintáis la intriga por ver como se van desarrollando los acontecimientos, o por los menos que os entretenga unos minutos. Nosotros hemos disfrutado en cada giro.


CONTRACORRIENTE 


M. CARMEN JIMÉNEZ ARAGÓN 
Hasta ahora, Ángel se había dejado llevar por la corriente, empujado por las fuerzas invisibles de la vida que lo arrojaban hacia una orilla u otra, o lo estrellaban contra la roca en mitad del río. Ya no estaban esos brazos protectores que lo acunaran cuando se sentía frustrado. Ni encontraría una mano gemela que lo alentara al final del esfuerzo. Ya no vería los bordillos de la acera a un metro ochenta de distancia. Había aprendido a no caminar a fuerza de graves heridas en el corazón y muchas lágrimas sudadas. Pero reconoció también que, incluso en sus momentos más álgidos de despotismo, jamás le habían abandonado las palabras de amigos, que le mostraban el paisaje a través de la ventana cuando él se empeñaba en ignorarlo cerrando la puerta. Se lo debía a ellos, ahora aprendería a caminar sobre las aguas, y a contracorriente. Y supo que todo iba a ir bien. 

RAFA NÚÑEZ RODRÍGUEZ 
Gracias a ellos pudo montar ese pequeño restaurante, platos blancos envueltos en pequeños mosaicos de verduras, muy especiados, con ilusiones y un toquecito de alegría. 

Dejó atrás todo lo viciado que respiraba en la ciudad, y sus ojos comenzaron a pintar el mar. 

Y se hizo dueño de las ruedas que le hacían caminar, incluso algunas noches ya no soñaba con el accidente. Un proyecto de vida nuevo en un lugar extraño para él. Un pueblito de rostros sinceros, sonrisas algo melladas y manos con aromas a salitre. Y principalmente, un lugar en el que le miraban a los ojos, y no a las piernas dormidas. 

Las campanillas que daban la bienvenida a los clientes le sacaron de su ensimismamiento, levantó la cabeza y sus ojos se abrieron tanto o más que su boca, al ver a aquella figura que entraba junto con el sol. Su futuro entraba, arrastrando quizás, parte de su pasado. 

CANDE MOLINA MOSTAZO 
Se quedó mirando sus ojos grandes y casi negros. Ella decidida, pero tímida, se acercó con una preciosa sonrisa y lo saludó muy amablemente y se presentó. El seguía admirando sus ojos de forma de almendra que seguían hablándole y hechizándole por momentos, a veces los ojos hablan más que las palabras, ¿no os ha pasado nunca? Él solía fijarse mucho en la expresividad de unos ojos, dicen tanto en sus miradas. 

Allí seguía ella diciéndole su nombre y alargó su mano hacia él para presentarse como Dios manda, le entregó un dossier donde estaba su curriculum. Sin dejar de hablar, le dijo que estaba muy interesada en el puesto de ayudante de cocina y que, a pesar de no tener estudios de esa rama, su admiración y amor por los fogones la había llevado a aprender de forma autodidacta. Le gustaba recrearse en cada plato y a cada plato le daba una presentación diferente. 

Ángel seguía mirándola más que escuchándola, llevaba el pelo rizado con las ondas justas, le llegaba justo encima de los hombros, y una camiseta blanca que potenciaban su piel morena dorada con un toque muy sutil rosado en sus mejillas. 

Le dijo que necesitaba el trabajo como agua de mayo, rogándole una oportunidad, que era honesta , sincera y muy trabajadora. 

Sin duda su mejor carta de presentación era ella misma, una chica real con mucha fuerza, nerviosa pero con una voz potente y decidida, de vez en cuando intentaba frenar la velocidad de sus palabras e incluso bajar el tono de las mismas, era una mujer con pura energía y difícil controlar tanta personalidad innata. 

Cogió su dossier y le dijo que lo miraría personalmente y la muchacha de ojos grandes se despidió con otra bonita sonrisa. Mientras se marchaba, él se quedó mirando hasta que su silueta de melodía se alejó del restaurante. 

GEMA FRÍAS LUQUE 
Durante los siguientes días, Ángel estuvo entrevistando a candidatas al puesto de ayudante de cocina meticulosamente, analizando sus estudios y experiencia. Sabía que necesitaba buscar un perfil adecuado a las necesidades del negocio, en muchas ocasiones el cocinero estaba totalmente desbordado. Aún así no podía dejar de pensar en ella, su predisposición y voluntad le habían llamado profundamente la atención. 

No podía engañarse a sí mismo, pero por otro lado, tenerla cerca podría ayudarlo a conocerla mejor. Aunque sin esperanzas de que se fijara en él, su presencia le hacía sentirse vital, optimista, creativo…, sin duda le había transmitido muy buenas vibraciones y sensaciones…, ¿se dejaría llevar por su intuición?

Mª JESÚS CAMPOS ESCALONA

Cada día el restaurante marchaba mejor. Eran ya muchos los clientes que se habían vuelto asiduos. Y Elisa, la chica nueva, ponía muchas ganas en aprender. El jefe le había dado una oportunidad y ella le estaba demostrando, con su constancia y carisma, que no se había equivocado al escogerla.

Para el empresario todo empezaba a tener sentido, pero echaba tanto de menos el contacto con el agua que, cada vez que miraba el mar, su corazón se aceleraba, luego observaba sus piernas dormidas y se volvía a hundir en su silla de ruedas.

De repente, su teléfono sonó con fuerza. Era un mensaje de Elisa.

"Te espero mañana junto al embarcadero. ¡No faltes!"

LAURA PÉREZ ALFÉREZ

Le sorprendió, no esperaba algo así de Elisa, pero no pudo evitar sentir cierta emoción al pensar que estaría cerca de ella, en terreno neutral. Él era el jefe, en su fuero interno sabía que no era ético ir más allá de una relación meramente profesional, pero reconocía que se sentía atraído por la chica. No sabía nada de ella más allá de las horas que pasaba en el restaurante, pero intuía que Elisa guardaba algún secreto. A veces, después de cerrar, mientras recogían, la observaba abstraída con el ceño fruncido, una mueca de preocupación fruncía sus labios casi siempre risueños.

Había observado como Elisa consultaba los mensajes del móvil a cierta hora de la tarde y salía por la puerta trasera de la cocina. Un tipo, de no muy buen aspecto, la esperaba fuera, hablaban un par de minutos y se marchaba después de entregarle algo.

DORI CALDERÓN RAMOS

Acudió a la cita con desasosiego, siempre intuyó que Elisa guardaba algún secreto y recordó como la primera vez que la vio aparecer en el restaurante pensó que formaba parte de su pasado, pero no había conseguido ubicarla en ningún momento de su vida, así que con el paso del tiempo fue descartando esa posibilidad.

Elisa lo esperaba en el embarcadero, una sonrisa que trataba de disimular su nerviosismo le  puso en expectación, algo no iba bien.

Elisa se acercó hasta él y dijo que tenía que contarle algo importante,  ella conducía el coche que los arrolló la noche del accidente.

Entonces Ángel recordó claramente aquellos ojos almendrados que le miraban horrorizados aquella fatídica noche, aquellos ojos que huyeron tras un grito y lo dejaron tirado en la carretera mientras otros coches llegaban.

El hombre que visitaba a Elisa cada tarde, fue uno de los que presenció el accidente, la chantajeada desde entonces, y Elisa vivía un calvario.

Él la miró a los ojos, y se preguntó si podría seguir amándola tras descubrir la verdad, tendría que darle una oportunidad a la vida y dejar dormidas solo sus piernas, su corazón tenía derecho a vivir, pero... ¿Ella le amaba, o solo era compasión o culpabilidad? Sólo había una forma de descubrirlo.


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