miércoles, 4 de noviembre de 2020

II A MI MANERA.

 

En nuestro afán de crear historias teniendo como base unas palabras clave que entre todos los miembros del club de lectura proponemos, nos hemos marcado el reto de crear algo, ya sea microrrelato o poema, en el que incluirlas. Así cada uno puede expresar, a su manera, lo que esas palabras le trasmiten. En este ejercicio hemos mantenido la norma de condensar esas historias en un máximo de 150 palabras, pero quién sabe si un día nuestra imaginación no pueda contenerse y se desborde inundando páginas enteras.

Los términos clave en esta ocasión son: LUCTUOSA, DIVERGENCIA, SUCUMBIR, ROMERO, ATARDECER, ALBA, HISTORIA Y BRUÑIR. Y aquí tenéis el resultado de este nuevo ejercicio. A nosotros nos ha parecido muy enriquecedor y lo hemos disfrutado. Esperamos que os guste.

Dori Calderón Ramos

AMNESIA

Intentó abrir los ojos y pensó que ya sería el atardecer, aunque también podría ser el alba. No importaba, prefirió cerrar los ojos y sucumbir de nuevo a la oscuridad.

Pero su vejiga tenía cierta divergencia con su cabeza, así que se incorporó y un destello brillante le cegó, deseó no haber perdido tanto tiempo en bruñir sus espuelas, pues la situación en la que había terminado no merecía el trabajo.

Ya de pie y con todo girando a su alrededor contempló sus ropas de romero y recordó que salió de su casa en caballo... ¡Oh, oh! Aquella historia no parecía tener buen final.

 

Rafa Núñez Rodríguez

EL DESCANSO DEL GUERRERO

Los gusanos de la tierra que lo vio nacer 

ahora lo arropan en la noche más oscura.

Los acantilados gritan sus hazañas

mientras la sal bruñe el filo de su espada.

Su alma, luctuosa, se siente humedecida

por  tantas lágrimas que pintó en rostros extraños.

Y así, siguió la vida,

después de sucumbir ante las cicatrices del destino

con atardeceres de gaviotas volviendo al mar,

llevándose el reflejo de las batallas en sus ojos

y trocitos de muerte en sus picos.

Y la vida  dudó

ante la divergencia de la luna y el sol,

de la sangre y la corona

que  se reflejaba en su opaca mirada.

El viento terminó por llenar sus vacíos

de palabras que serían eternas.

Entonces, de sus cuencas nacieron

ramitas de romero

para dar aroma al alba

de su descanso eterno.

Y la historia se llenó de rumores,

susurros y fantasías de esa vida

que  solo intentó vivir.

 

Mª Jesús Campos Escalona

NATURALIDAD

Ya no sucumbiré más  a ese extraño placer. Necesito  tener cierta divergencia entre mi cerebro  y mi cuerpo.  Cada atardecer ocurre la misma  historia y luego, al alba,  todo termina de igual forma.  Esta luctuosa voz que emerge  de mis entrañas, y que  me hace confundir mis sentidos,  tiene  que parar. ¡Aunque, qué satisfacción bruñir cada día este hacha ensangrentada en sus frágiles cuellos! Y como  detalle  final: "Un tallito de romero".

 

Laura Pérez Alférez

LA NOCHE MÁS DIVERTIDA

Cada año esperaba  impaciente la llegada de esa fecha, halloween era su noche favorita. Se despertó de su larga siesta al atardecer, aún tenía tiempo suficiente para bruñir su vieja calabaza de cobre, frotó y frotó hasta dejarla reluciente. Le gustaba recorrer las calles del pueblo e ir de casa en casa recogiendo caramelos junto a otros niños. Los dulces no eran lo más importante, en realidad no le apetecían nada, y aun así siempre acababa la noche con su calabaza llena de chucherías.

Lo que más le gustaba era jugar a adivinar de qué iban disfrazados los otros niños e imaginarse historias, de brujitas, fantasmas miedosos o vampiros que preferían el zumo de naranja al batido de sangre. Pero ese año a todos les había dado por disfrazarse de lo mismo. Parecía que se habían puesto de acuerdo para elegir el modelo y el maquillaje, harapos manchados de tierra y  los rostros sucios, sanguinolentos, embadurnados de sangre de kétchup. Observó que todos los niños caminaban raro y sus voces luctuosas susurraban ruiditos extraños. Intentó preguntar que les pasaba,  parecían cansados o enfermos, pero de su boca solo salió un sonido   gutural parecido al que emitían los demás.

"¿Sería un virus contagioso?" Se preguntó.

Aunque era poco hablador había conseguido llamar la atención. Todos querían hacerse fotos con él,  hasta una señora lo felicitó por lo original y real que parecía su atuendo regalándole un buen puñado de caramelos, que él se apresuró a guardar.

Estaba contento, aquella noche de Halloween había resultado ser la mejor de todas, había sido divertido.

Apenas se percató de que las calles se quedaban desiertas, recordó que debía volver a casa antes del alba. Abrazado a su ajada calabaza repleta de golosinas caminó y caminó hasta las afueras del pueblo por un sendero divergente. Se giró con cuidado para cerciorarse que nadie le veía y entró en el cementerio.

Paseó despacio entre las lápidas adornadas con ramitas de romero, crisantemos, gladiolos... Se detuvo delante de una tumba cuya tierra estaba removida. Se sentó sobre la fría losa y se  dejó sucumbir por el sueño. Ya estaba en casa. Cansado, pero feliz, se deslizó hacia el hueco terroso para dormir hasta el año siguiente.

 

Cande Molina Mostazo

PARODIA PARA NO DORMIR

Subió la escalinata, con paso firme y decidido. Llegó al atril y con su sonrisa fluorescente,  comenzó su discurso frente a miles y miles de personas expectantes  ondeando la bandera de los EEUU de América.

Se colocó su flequillo rubio pollo lleno de laca y empezó a soltar palabras y más palabras. Sin dejar de sonreír habló del alba y del atardecer, pero sobre todo habló de los desinfectantes, lo que desencadenó en divergencias específicas sobre cuál sería más eficaz y al final todos sus seguidores sucumbieron a la lejía por unanimidad. Sin duda el mandatario pasará a  ser recordado por la historia con la frase: "Beba  chupitos de lejía y matará el coronavirus en un minuto".

A pocas horas de los resultados electorales estará bruñendo su amuleto y la humanidad quedaría luctuosa si una vez más ganara las elecciones, si así fuera solo nos quedaría impregnarnos de romero y llenarnos de su magia para poder combatir la peor pandemia del mundo, que sin duda es volver a tener a Donald Trump como presidente de los EEUU.

 

Montse Martínez Serrano

MALA HIERBA

La gitana sacudió el romero como si estuviese limpiando el polvo.

-¡Qué pesada!, le espeté. Era la primera vez que le gritaba, pero estaba harta de días de esquivo y medias sonrisas sin coger la dichosa ramita. Al día siguiente, repitió el gesto. Sucumbí culposa y cogí el romero. Mientras buscaba unas monedas en los vaqueros me susurró, por lo bajini, que durmiera con la rama para limpiar mi aura luctuosa. Lo que me faltaba, pensé. Ahora tengo que consultar el diccionario para entender a una gitana. Al llegar a la oficina busqué por curiosidad el significado de luctuosa: triste, fúnebre, digno de llanto. Aquel día salí más tarde del trabajo que de costumbre y volví a casa caminando. El atardecer en Madrid tiene algo que me hechiza. Me hace mirar al cielo, a lo más alto de los edificios.  Es como vivir en otra ciudad, más limpia, más esperanzadora, con menos historias y más humanidad.

-Alba, no te olvides de dormir con el romero.

Me giré sobresaltada y vi a la gitana señalándome con el dedo. ¿Cómo sabía mi nombre? Corrí tanto como pude, las personas con las que me cruzaba divergían como explotan los fuegos artificiales. Llegué a casa sin aliento y asustada. Tiré la mochila en el sofá y me senté en el suelo con la espalda apoyada en la pared. Entonces recordé la última vez que me había sentado de la misma forma. Había pasado apenas un mes y fue tras el funeral de mi hermano. Lloré desconsolada, todo lo que aquel domingo no pude hacerlo.

Me desperté de frío. Estaba tumbada en el suelo y al incorporarme me di cuenta de que tenía la ramita de romero en la mano. Me levanté y me acerqué a la librería donde estaban todos los libros de Manuel. Cogí la urna. Tenía tanto brillo como mi hermano, parecía recién bruñida. Abrí la tapa y coloqué la ramita de romero dentro.

Al día siguiente, quise darle las gracias a la gitana, pero nunca más la volví a ver.

 

Mª Carmen Jiménez Aragón

LA DECISIÓN Y LA CULPA

Al alba, cogí mis armas de caza y, a lomos de mi fiel compañero, Fishfly, me dirigí a la superficie. La historia se repetía eternamente, la fascinación de aquel atardecer cálido en el que ella entona dulces cantos cerca del acantilado y él la ve, la oye y queda enamorado de una fantasía, un amor imposible. Pero ese no era el problema mayor, lo verdaderamente terrible era que ella había enloquecido por él, por su olor a romero fresco, por su curtida piel morena, y eso no lo podía permitir. El secreto de su especie debía seguir oculto por el fin de los siglos.

Al llegar al acantilado lo encontré en su pequeña barca, bruñí mi maléfica esfera antes de apuntarle al corazón, pero en el último momento me encontré en la divergencia entre lo correcto y el deber. ¿Qué tenía más peso? Finalmente sucumbí al deber, al amor a mi gente y al deseo de mantenerla unida. Me dio igual saber o no si en la superficie vagaría un alma en pena esperando en vano un regreso. Y disparé. El joven navegante cayó al agua y se fue hundiendo, inconsciente, mientras sus piernas se fundían en una sola y se cubrían de escamas.

Para mi gente él será solo un reclutado más. Para los que él deje atrás será solo un marino más de tantos que se traga el mar.

Tiempo después, los remordimientos y culpas me llevaron a emerger junto al acantilado. Encontré a una joven con la mirada perdida en el horizonte, como tantas veces, entonando una luctuosa melodía.

 

Gema Frías Luque

EL CAMINO

Los niños correteaban por las calles, mientras el tumulto del gentío comenzaba a concentrarse en la plaza principal, la carroza y los romeros estaban a punto de asomar. Acababan de bruñir los bordes de los varales del santo que al alba sería trasladado al emplazamiento donde cada año se celebraría su fiesta romera.

Tras sucumbir ante la divergencia de la organización, todos esperaban expectantes el pequeño milagro que el santo concedería a sus devotos fieles, al atardecer.

Ese año volvía a repetirse la misma historia y tras anunciar el comienzo del camino, todos le seguían de manera silenciosa.

El camino era tan escarpado, el sol especialmente abrasador, el aire fresco era imperceptible y la mezcla de sudor y polvo hacía que se pareciera más a un luctuoso funeral.

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