jueves, 30 de noviembre de 2023

Presentación de la obra EL EROTISMO DE MIS SUEÑOS de José Antonio Ortega Cuadra.

 




EL EROTISMO DE MIS SUEÑOS
101 POEMAS ERÓTICOS Y ROMÁNTICOS,
DE AMOR Y DE DESAMOR

El 30 de noviembre a las 19:00 horas, la librería "EL CALLEJÓN DEL CUENTO" albergaría la presentación de nuestro compañero José Antonio Ortega Cuadra de su primer poemario erótico titulado EL EROTISMO DE MIS SUEÑOS, presentado por Rafa Núñez.

El erotismo es una forma de relacionarnos, es un motivo por el que expresamos nuestros deseos y nuestra imaginación sexual buscando la satisfacción, tanto física como emocional. Su único límite es el respeto hacia la persona —o personas— con la que se comparte.

El erotismo es sensualidad, el disfrute se puede obtener sin que el sexo sea el principal fin. Una mirada, una palabra, una caricia, un simple beso… nos pueden elevar a un éxtasis cuyo mejor complemento puede ser compartir nuestra sexualidad. Podemos ver el sexo como una adición más para conseguir ese éxtasis tan placentero.

Ya es hora de desprendernos de tabúes y de creencias limitantes, para hablar del sexo sin ningún pudor en nuestra vida cotidiana, con nuestros hijos e hijas, con nuestra familia, con nuestros amigos y amigas, y con todas aquellas personas con las que compartimos nuestra existencia. Quien demoniza la sexualidad ha de revisar sus creencias y superar todas sus trabas mentales.

En este poemario, José Antonio Ortega Cuadra plasma sus pensamientos sobre el erotismo, el sexo, el amor y el desamor. Representa todo aquello que ha querido exteriorizar sobre su sexualidad. Con sus palabras y poemas quiere que vivamos el erotismo con toda la intensidad posible.

En palabras de Rafa Núñez describe su obra como "poesía que nos envuelve en la pasión y el deseo, con sutileza y fuerza, según el momento, caricias de tinta que nos harán sentir..."

martes, 21 de noviembre de 2023

Presentación del libro "LA VERDAD DE LAURA" de Benet da Silva, en la Semana Cultural de Periana.

 







El martes 21 de noviembre teníamos una cita ineludible en la Biblioteca Municipal de Periana, según marcaba la programación de la Semana Cultural de la localidad, Benet da Silva comenzaría la presentación de su última novela LA VERDAD DE LAURA. En esta ocasión también contaría con la ayuda de su inestimable amigo y compañero del Club de Lectura y Teatro de La Viñuela, Rafa Núñez, donde entablarían un coloquio sobre cuáles fueron los motivos por los que comenzó a escribir esta novela cargada de sentimiento, sensibilidad y en ocasiones escenas con cierta dureza que la configuran como una gran historia cotidiana con la que todo el mundo puede sentirse identificado.

Tras finalizar la presentación se inició una ronda de preguntas con todos los presentes en la sala, poniendo punto y final con la firma de ejemplares.

martes, 31 de octubre de 2023

¡RELATOS DE MIEDO!

Ulla Ramírez
LA FORTUNA
    Aquella noche de invierno, una planta que me triplicaba la estatura con una flor gigante y negra como el carbón, rompió con furia y gran estrépito los cristales de mi ventana y se coló en mi salón. Sí señores, la planta me asaltó y me quería comer. Lo juro como que me llamo Pierre. No sufro de alucinaciones, ni estoy loco, aunque los envidiosos de mi actual fortuna lo murmuren por ahí.
    Tras un forcejeo que duró lo justo para no perder el aliento, logré escapar de los largos y retorcidos brazos de la invasora, no sé si por mi propia pericia o por decisión de aquella flor, que me lamía el cuerpo y el rostro con sus gigantescos y pegajosos pétalos negros. Quién sabe, puede que intuyera cuál sería su futuro si me dejaba con vida.
    Yo había oído contar que en el pasado la flora de este lugar gozaba de una frondosidad fuera de lo común, debido al abono extraordinario que este terreno había almacenado a lo largo de los siglos. La savia de los muertos, le llamaban. Y es que parte de este pueblo, como bien es sabido, se asienta sobre un viejo cementerio medieval. La gente contaba que con el paso del tiempo las plantas se marchitaron y murieron. Y fin de la historia, al menos para mí.
    Pero no señores. La mía, mi planta, al parecer, resucitó de pronto aquella noche al olor de mi carne y de mis huesos frescos. Pero como les digo, le gané la batalla o me dejó ganarla. Y miren lo hermosa que la tengo ahora. El laberinto de sus ramas ocupa todo el jardín y escala por las paredes blancas hasta el tejado de mi hotel, este hotel en el que convertí mi casa.
    Ciento cincuenta euros por muerto y día ¿qué les parece? Ahora hay que esperar hasta una semana para enterrarlos. Hay cola, sí señores. Aunque, a veces, la gente olvida a sus muertos y mi planta lo agradece.
    Ya les digo, ciento cincuenta la habitación refrigerada, incluida una flor negra.
    La historia es gratis.


Laura Pérez Alférez
AMARGA COSECHA
    La obligaron a usar el montacargas del hotel que tenía el apropiado nombre de Abraham Lincoln.
    La invadió un sentimiento de rabia que le hizo apretar los dientes y torcer el gesto al recordarse, de niña, violada a los diez años en la esquina de un prostíbulo. Y las primeras monedas que le arrojaron después de usar su cuerpo, a los doce.
    Con los puños apretados, ocultos en los bolsillos del viejo abrigo, pero con paso firme, caminó hacia el Café Society, el primer bar neoyorquino que legalmente permitía acudir tanto a población negra como blanca.
    Se encontraba sobre el escenario, después de cantar varios temas delante de un público indiferente, aferrada al micrófono dispuesta a cantar su tema de cierre. Tras un minuto de un estremecedor solo de trompeta, cantó con voz rasgada:
    "De los árboles del sur cuelga una fruta extraña. Sangre en las hojas, y sangre en la raíz. Cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña. Extraña fruta cuelga de los álamos. Escena pastoral del valiente sur. Los ojos saltones y la boca retorcida. Aroma de las magnolias, dulce y fresco. Y el repentino olor a carne quemada. Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos. Para que la lluvia la tome, para que el viento la aspire, para que el sol la pudra, para que los árboles la dejen caer. Esta es una extraña y amarga cosecha".
    Al terminar de cantar, el foco sobre su cara se apagó, nadie aplaudió.
    Al volver las luces ya no había nadie sobre el escenario.
  Los espectadores intentaban recuperar el aliento tras asistir a aquella desgarrada actuación.
  Mientras la primera canción antirracista nacía, justo en ese momento, a muchos kilómetros de allí, en España, se ordenaban los últimos bombardeos y se iniciaba una época de terror, intolerancia y barbarie. Empezaba la dictadura. Era la primavera de 1939.


Mª Carmen Jiménez Aragón
POR QUÉ MORÍ
    Se despertó en medio de la noche y quiso ir al baño. Como siempre, tanteó con los pies desnudos el frío suelo, pero no encontró sus zapatillas; juraría que las había dejado ahí al acostarse. Buscó el interruptor en la mesilla, no había luz. Agarró el móvil y caminó descalza cruzando el pasillo, por las ventanas solo se colaba la claridad de la luna. El apagón general debía llevar varias horas, el ambientador eléctrico no desprendía ningún olor. Menos mal que su teléfono aún tenía algo de batería para alumbrar sus pasos.
    Terminó y se disponía a lavarse las manos cuando en el espejo vio la cortina de la ducha ondear suavemente, debía cerrar la ventana o por la mañana encontraría el baño lleno de hojarasca depositada por el viento. Pero se sorprendió al descorrer el plástico y comprobar que la ventana estaba cerrada. Un desconcertante pellizco oprimió su estómago. Decidió pasar por la cocina antes de meterse de nuevo en la cama, seguramente ahora le costaría volver a coger el sueño y quizá tomar algo caliente le ayudara. Al entrar se quedó paralizada, la luz guía nocturna del pasillo estaba enchufada junto al expositor de cuchillos, encendida, faltaba el más grande. Su mente se activó a toda velocidad intentando recordar para qué lo usó y dónde lo había dejado, no quería entrar en pánico. Pero se cruzaba en su razonamiento el detalle de que solo hubiera electricidad en ese punto de la casa, no era lógico. Empezó a ponerse nerviosa al comprobar que, efectivamente, el fluorescente del techo no encendía. Desbloqueó su móvil, buscó en llamadas recientes a su hermana, necesitaba una voz familiar. Y mientras deslizaba contactos, pensaba: “Cómo va a estar tan abajo si hablé ayer con ella”. Súbitamente el televisor se encendió en el comedor y, con el corazón paralizado, asomó la cabeza buscando alguna sombra en la penumbra. Nadie. En la tele, la médium recordaba que Verónica seguiría contactando con su hermana hasta obtener respuestas de por qué la asesinó.


Lidia Molina Zorrilla
VÉRTIGO
    Me vuelve, como hace tiempo, el peso. Noto mis huesos de piedra, como una piedra en mi cabeza, en mi pecho y me convierto en piedra, soy piedra pesada que no avanza.
    Una pluma quiere enseñarme a flotar con el viento, me visita, me cuenta que volar es fresco, es vida. Pero yo estoy anclado al suelo, a mi suelo, a mi vida, a mi mierda.
    Yo soy piedra y esa pluma eres tú.
    Vértigo. Es eso. Volar me da vértigo.
    Los párpados me pesan como el resto del cuerpo. Quiero vencer el vértigo y moverme, ir contigo, al infinito, a la acera de enfrente y más allá, pero no puedo. Abro los ojos, estoy en mi cama, no necesito mirar al lado para saber que no eres tú la que calienta hoy mi colchón, pero, aunque quisiera no puedo girarme. No puedo moverme. Inmóvil solo alcanzo a ver el techo, la puerta entreabierta, la persiana bajada pero no del todo y los cuadritos de luz que ya quieren empezar a entrar. Quiero gritar, gritar tu nombre, pero siento peso en el cuello y la voz me ahoga.
    Tengo la cabeza pegada a la almohada, noto la presión. El contacto del occipital con el algodón es casi doloroso.
    Las costillas caen sobre los pulmones y los oprimen. Empiezo a sentir verdadero pánico.
    Comienzo a agitarme. Quiero levantarme. No sé si estoy soñando, estoy despierto o me estoy muriendo.
    ―Dios, ¿qué te pasa?― una voz femenina.
    Giro mi cabeza. Respiro muy rápido. He despertado a la chica y me mira aterrada.
    Yo también estoy despierto. Consigo sentarme en la cama, no sé qué ha pasado.
    ―Perdona, una pesadilla―, aunque no estoy seguro de que haya sido una pesadilla.
    ―Parecía que estabas convulsionando.
    ―Lo siento.
    ―¿Necesitas algo?
    ―No. Gracias―. Le sonrío, pero esa chica no eres tú. ―¿Podrías marcharte? Siento ser descortés. Puedes usar el baño y coger lo que quieras de la cocina, pero necesito estar solo.
    ―Claro.
    Esa chica usó el baño, cogió una manzana del frutero, me abrazó.  
    ―Cuídate.― Y se fue. Nunca la volví a ver. Parecía maja.


Rafa Núñez Rodríguez
REFLEJOS
    Vuelvo a escucharlo, me muevo cansadamente sobre la cama, he probado a taparme la cabeza con la manta, incluso con la almohada, pero esa gota sigue cayendo en el lavabo, lo atraviesa todo hasta llegar a mi cabeza.
    Me levanto, como llevo haciendo ya una semana, voy al baño, enciendo la luz y, en ese instante, deja de sonar.
    Es la segunda semana seguida y mis nervios quieren abrirme la piel para taponar el grifo. Entonces, casi por reflejo, le doy un puñetazo al espejo del baño. Se ha agrietado creando un reflejo extraño de mi rostro. Vuelve el goteo, pero ahora es la sangre de mis nudillos alimentando la boca del lavabo.
    La bombilla parpadea y cambia la imagen del espejo, es Ana, con el rostro pálido y enrojecimiento alrededor del cuello. Me duelen los dedos, se encorvan como acomodándose a ese cuello que fue el primero, el más callado. Ella confiaba en mí. La alcachofa de la ducha comienza a escupir aire, quizás el que le faltó a ella, pues se va impregnando su perfume por las paredes.
    Otro golpe de luz, ahora me miran unas cuencas vacías de vida, de las que aparecen lombrices rojizas como si le hubiesen quitado el color a la carne de aquel vagabundo. Hago una mueca de asco, olía peor cuando vivía que en el momento de enterrarlo, pero fue divertido, cada hueso partido sonaba diferente y sus ojos mirándolo todo desde mi mano.
    Me retuerzo por un dolor punzante que me atraviesa el estómago, caigo al suelo. Mi vómito me impregna la camiseta de sangre y trocitos de algo que no consigo identificar, quizás pequeños trocitos de cristal, me rajan la garganta al ir saliendo. Tembloroso, intento incorporarme. El goteo suena cada vez más intenso.
    Al ponerme en pie veo que ahora el espejo refleja a mi hermana, pero antes de que me enfadase con ella. Se la ve feliz, sin la piel atravesada por el cuchillo de la cocina. Dibujé líneas por toda su piel, con curiosidad por saber qué habitaba en su interior.
    Con la mano ensangrentada, me limpio la boca y lo que consigo es llenar de sangre toda mi cara, notando ese sabor espeso que me hace sentir culpable, pero que tanto necesito.
    Otro relámpago atraviesa la luz y vuelve a hablarme el espejo. Una leve sonrisa llena mi boca mientras con la lengua lamo la sangre que hay en mis labios.
    Ahora en el espejo te reflejas tú.

domingo, 29 de octubre de 2023

XXIV. ME LO DICES O ME LO CUENTAS

       Saludos, lectores y lectoras del mundo. Aquí tenéis otro ejercicio de microrrelatos por palabras. Para quien no conozca las pautas a seguir, las recordamos: se trata de elaborar un microrrelato de 180 palabras como máximo (sin contar las del título), en el que incluyamos diez términos, elegidos al azar por miembros del club.

    Dependiendo de la función que desempeñe cada término deberemos tener en cuenta las siguientes objeciones: los verbos pueden utilizarse en cualquier tiempo y persona, incluso en sus formas no personales; los sustantivos y adjetivos pueden usarse tanto en masculino como en femenino, y en singular o plural, según convenga; lo que no se debe hacer es utilizar una palabra cambiándole la función que debería desempeñar en el texto (el adjetivo "amable" no se puede sustituir por "amabilidad", porque entonces lo convertimos en sustantivo); igualmente no se puede utilizar "amado" cuando la palabra a incluir es "amar", deberíamos poner, en todo caso, "había amado" (tiempo verbal).

    Para este ejercicio los términos elegidos han sido: ONOMATOPEYA, LLUVIA, ESTRELLAS, BORRADOR, SINCRONIZAR, GRASA, TELEPATÍA, JUICIO, VALIENTE y MONOPATÍN.

    Os animamos a practicar este ejercicio y nos encantaría que compartierais con nosotros el resultado. Si os apetece podréis verlo publicado justo debajo de estas líneas, junto a los nuestros, que os servirán como ejemplo. Que disfrutéis de la lectura.


Laura Pérez Alférez
TRISTES ARMAS SI NO SON LAS PALABRAS. TRISTES, TRISTES.
    Dibuja una lluvia de estrellas azules en el monopatín de Hassan y frota, con furia, el borrador sobre la mancha de sangre reseca, sincronizando el movimiento con un estribillo que tararea en voz baja. Después unta las ruedas con grasa para que no chirríen al frenar, ese sonido le pone de mal humor. Según dice su madre, él es el sensato, el que posee buen juicio; su hermano era el temerario, el valiente. Entre los dos hacían un buen tándem.
    Debió avisar a su gemelo del peligro que corría, pero aquel día falló la telepatía que existía entre ambos. Fue su padre quien salió a buscar a Hassan. Entonces comenzaron los disparos, onomatopeyas de muerte silbaban por doquier.

    "Muere un niño de diez años cuatro días después de recibir una bala en la cabeza. Hassan y su padre recibieron varios disparos cuando volvían a su casa. El ejército dijo que sus soldados abrieron fuego mientras perseguían a dos hombres armados. En una declaración posterior, agregó que lamentaba el daño a los no combatientes".


Benet da Silva
VACÍO
    Fui yo quien se lo permití, mis pasos sincronicé con su compás, temía su implacable juicio. Por él, no escribí el borrador de aquella novela que mil veces imaginé a pesar de que su protagonista me hablaba como si los dos conectáramos por telepatía; ni me paré a escuchar el sonido de la lluvia; tampoco miré las estrellas una clara noche de luna llena o, siendo valiente por unos segundos, me subí a un monopatín corriendo el riesgo de divertirme. Tan solo patiné por una pendiente llena de grasa hasta estrellarme en el más absoluto vacío, mientras él entonaba su monótona onomatopeya: tic tac, tic tac…


Monse Martínez Serrano
LA CULPA
    La noche anterior la lluvia llenó sus zapatos y bajo las estrellas parecían más solitarios y desgastados que nunca. Se despertó a las ocho de la mañana como si por telepatía supiese que llegaría tarde al juicio. Cogió el borrador de la declaración de la mesilla de noche, se calzó los mocasines chorreantes y en menos de cinco minutos estaba deslizándose con el monopatín, como un valiente. Llegó sudoroso a la sala de espera. Cuando vio las manchas de grasa en su camisa supo que el jurado lo escucharía con menos atención que a una onomatopeya muda. Después de hora y media de espera se dio cuenta de que no había sincronizado bien su agenda. Convencer de que el accidente de metro, que causó dos muertos, no se debía a su fallo humano le seguiría robando el sueño una semana más.


Encarni Navas
NO TAN CUENTO
    Había una vez un niño cuya corta existencia se había sincronizado con las onomatopeyas de la guerra, con los sonidos del dolor, con la agonía de la supervivencia.
    En su casi recién estrenada vida, marcada por el juicio de unos pocos "valientes" que con sus dictámenes habían decidido sobre él, nada había, nada poseía, solo las calles impregnadas de huellas de tanques, de grasa de fusiles que ni la lluvia era capaz de borrar y un rudimentario monopatín que, con su imaginación de niño, había fabricado con tablas y rodamientos abandonados.
    Por las noches, cuando todo parecía serenarse, le fascinaba mirar las estrellas, el brillo de sus llamitas incandescentes y, hacia ese universo, se elevaba soñando, esperando que aunque fuera mediante telepatía a alguien le llegara su señal, su mensaje, que su realidad no fuera más que un borrador a la espera de corrección definitiva.


Mª Carmen Jiménez Aragón
LO QUE EL VIENTO SEPARÓ
    Había llegado el día del juicio final. Una frente a la otra, se sirvieron de su telepatía para tranquilizarse:
    —¡Vamos, valiente!
  —Sí, será nuestro primer y último viaje. Ya no hay grasa ni aliciente que alimente nuestras vidas.
    La lluvia y las estrellas pelearon esa noche por poder presenciar el evento. La hazaña no admitía borrador o salto de prueba. Así que, sincronizaron sus impulsos y se dejaron caer al vacío desde la rama más alta del álamo.
  —Ojalá pudiese planear y adherirme al monopatín que viene llegando, siempre he querido ver el estanque de cerca —deseaba una hoja.
    —¿Cuál será la onomatopeya al sentirme pisada? —se preguntaba la otra.
    Y el viento separó sus caminos.


Lidia Molina Zorrilla
ONOMATOPEYAS DE UNA PRIMERA CITA
    El crash al romperse la paleta cuando, días antes, se cayó del monopatín y casi le hace anular el encuentro.
     El clin de las gotas de lluvia chocando contra el cristal del coche en una noche sin estrellas.
     El dindon de un timbre tocado impacientemente esperando a que abra.
     El último pum de un corazón que se para al verse por primera vez para reiniciarse con el jajaja de una risa nerviosa.
     El rash de acercar las sillas a la mesa.
     El chrispy de la grasa de un chuletón en la piedra.
    El chinchín al brindar con las copas de vino (siempre medio vacías, a mi juicio).
     El muac de unos besos muy deseados.
   El tictac de los relojes sincronizando una cuenta atrás hasta volverse a ver.
    El ah de los suspiros escondiendo sendos "te quiero", dichos solo por telepatía.
   El click al enviar, en un impulso valiente, el borrador de un microrrelato: “Onomatopeyas de una primera cita”.


Dori Calderón Ramos
NUEVA VIDA
    La llamaron valiente, quizás querían decir loca, pero a ella le daba igual.
    Desde que perdió el juicio frente a su empresa consiguió sincronizar su vida. Compró aquella destartalada casa lejos de la ciudad con la que sintió telepatía nada más verla y donde podía mirar las estrellas desde la cama, comer desayunos con grasa sin miradas de espanto y sentir el flop flop de la lluvia contra los cristales. Aquella onomatopeya era el mejor somnífero. Además, vendió su coche.
    Aquella mañana subió a su monopatín y marchó a correos con el borrador de su primer libro bajo el brazo. Era la mujer más feliz del mundo.


Maite de la Cámara
DICOTOMÍA ANTAGÓNICA
    Estaba con el borrador de mi última novela, cuando el tictac del reloj de pared se clavaba en mi cabeza con su pesada onomatopeya
   Era agosto de 2017, en la televisión hablaban de la lluvia de estrellas de San Lorenzo. De repente, otra noticia me heló el alma. Hablaban los familiares de Ignacio Echeverría, el valiente chico del monopatín que perdió su vida por defender a una mujer y acabó apuñalado por tres terroristas en un atentado en Londres.
    Las imágenes se sincronizaban en mi mente simultáneamente: la ilusión por ver las estrellas y el dolor de esa sinrazón. Estaba perdiendo casi el juicio y pensé que no estaría mal hacer una escapada a una casa de campo para descansar un poco.
   Ahora anunciaban la película: Una mancha de grasa, de Víctor Vega. Sonó un WhatsApp de mi amiga Bea: "He alquilado una casa en Colmenar para ver las Perseidas. ¡Vente!"
    No me lo podía creer... ¡Pura telepatía!


Ulla Ramírez
INOCENCIA
    Aprendió los números contando estrellas y se enamoró del cielo. Era en las noches de verano cuando aquellos astros encerraban el mayor misterio.
    ¿Cómo podía ser que estando tan lejos, su sonido le llegara tan claro?
    Hubiera inventado una escalera infinita de cristal o se hubiera subido en alguno de aquellos monopatines de madera que usaban los niños para rodar sin juicio, haciéndose los valientes.
    Pero a pesar de su corta edad, intuía que aquel inmenso espacio había que recorrerlo de otro modo.
    Probó la telepatía, de la que le habló su hermano mayor. "Sincronízate", le dijo él, aquella noche de la lluvia de estrellas, y ella se subió al poyete y se concentró en el cricrí, repitiendo aquel sonido en voz alta mientras él se reía.
    Al final de aquel verano, alguien le contó la verdad: aquella misteriosa onomatopeya no era el sonido de las estrellas, sino el canto de los grillos.
    Lloró lágrimas tan espesas como la grasa que escurría su abuela en la cocina después de cada matanza.
    Hubiera querido tener entonces un borrador de verdades.


Rafa Núñez Rodríguez
VELOCIDAD
    La onomatopeya de mi vida podría asemejarse al sonido de ese monopatín que perdió el juicio y, por valiente, se volvió temerario, bajando a toda velocidad por la pendiente de mis sentimientos, queriendo sincronizar los latidos de mi razón con los pensamientos furtivos que me adelantan.
    Y pasó lo que tenía que pasar, la lluvia empapó las estrellas que me miraban curiosas y ese agua reflejó la grasa escondida en el alquitrán, la que siempre me hacía resbalar.
    Ese es el borrador de mi existencia, golpes entre las lágrimas del cielo y las zancadillas del sueño. Mientras, lo que antes era telepatía en cada gesto que imaginábamos, ahora se ha transformado en el sonido de un monopatín atropellado por el destino.

viernes, 27 de octubre de 2023

PRESENTACIÓN DE "LA VERDAD DE LAURA" DE BENET DA SILVA

El pasado día 27 de octubre, el Club de Lectura y Teatro de La Viñuela asistió a la presentación del libro de Benet da Silva, La verdad de Laura. El acto tuvo lugar en un conocido local de Torre del Mar, La taberna atípica, y contó con la colaboración de un miembro del club, Rafa Núñez, para introducirnos en la historia de la protagonista y en los motivos que llevaron al autor a escribir esta trama.

La verdad de Laura es la segunda novela de Benet y en ella se hace alusión, de algún modo, a su primera obra, El niño y la teta, novela autobiográfica. Explicó da Silva que en esta ocasión también se ha inspirado en hechos reales, no propios, porque está comprobado que exteriorizar situaciones traumáticas de la vida es un buen método para superarlas. Laura es una chica feliz, que pasó una infancia maravillosa con su madre adoptiva, hasta que es obligada a vivir con su madre biológica y entonces su vida se vuelve del revés.

Desde aquí, Benet, te deseamos un gran éxito.





jueves, 19 de octubre de 2023

PRESENTACIÓN DEL LIBRO "DE PRODIGIOS Y FENÓMENOS", DE DANIEL CLAVERO

El  Club de Lectura y Teatro de La Viñuela tuvo el placer de asistir el pasado día 19 de octubre a la presentación del cuarto libro de la saga Los Infames, "De prodigios y fenómenos"  de Daniel Clavero Toledo. El encuentro tuvo lugar en la biblioteca municipal de Periana y Clavero contó con el apoyo del reconocido periodista José Manuel Frías, colaborador del programa televisivo Cuarto Milenio. 

Frías nos acercó al mundo del más allá, a los misterios que esconde la provincia de Málaga y nos contó cómo conoció a Daniel, argumento que sirvió como introducción del nuevo e inquietante libro del perianense.

Desde este club deseamos a Clavero tanto éxito como ha tenido con sus tres primeras entregas de la saga, "El siervo del diablo", "La dama dormida", y "La luz oscura".







viernes, 13 de octubre de 2023

XXIII. ME LO DICES O ME LO CUENTAS


    Saludos, lectores y lectoras del mundo. Aquí tenéis otro ejercicio de microrrelatos por palabras. Para quien no conozca las pautas a seguir, las recordamos: se trata de elaborar un microrrelato de 180 palabras como máximo (sin contar las del título), en el que incluyamos diez términos, elegidos al azar por miembros del club.

    Dependiendo de la función que desempeñe cada término deberemos tener en cuenta las siguientes objeciones: los verbos pueden utilizarse en cualquier tiempo y persona, incluso en sus formas no personales; los sustantivos y adjetivos pueden usarse tanto en masculino como en femenino, y en singular o plural, según convenga; lo que no se debe hacer es utilizar una palabra cambiándole la función de debería desempeñar en el texto (el adjetivo "amable" no se puede sustituir por "amabilidad", porque entonces lo convertimos en sustantivo); igualmente no se puede utilizar "amado" cuando la palabra a incluir es "amar", deberíamos poner, en todo caso, "había amado" (tiempo verbal).

    Para este ejercicio los términos elegidos han sido: MAREA, CARICIA, ARRUGAR, ALIENTO, IDILIO, GRANIZO, LIBERTAD, PLEAMAR, BARLOVENTO y ROMPER.

    Os animamos a practicar este ejercicio y nos encantaría que compartierais con nosotros el resultado. Si os apetece podréis verlo publicado justo debajo de estas líneas, junto a los nuestros, que os servirán como ejemplo. Que disfrutéis de la lectura.

Rafa Núñez Rodríguez
LLOVIÉNDONOS
Comenzó a llover, no fue por ti ni tampoco por mí, fue por nosotros. Unas gotas que empezaron como una caricia en el rostro; a ti te hacían arrugar la frente, a mí me calaban sin compasión.
     Siguió una marea que nació en las nubes y fue bailando al son de su caída. Abrimos los brazos, nos dejamos atravesar por dudas, por el helado silencio. Tus grisáceos labios temblaban. Hasta el aliento que te besaba sentía tu frío. Entonces llegaron los granizos, esos cayeron sobre mí, intentando romper mi cordura. Nuestras manos se separaron, nuestro idilio había visto pasar la pleamar y ahora la lluvia quería borrarlo todo, darte la libertad que ansiabas, la que yo no entendía.
   Me giré para darte la espalda, por barlovento comenzó a abofetearme un enfadado terral que secó mis lagrimales de restos de granizo. Me volví, ya no estabas. Fueron las mayores inundaciones que nacieron de mí.
    Pasa el tiempo y no deja de llover, aunque, cada día, un poco menos.

Laura Pérez Alférez
DESAMOR A BARLOVENTO
    Estaba delante de la inmensidad del mar y las olas chocaban contra sus pies. La caricia del vaivén de las olas le traía recuerdos de un adiós que  rompió su mundo y le arrugó el alma.
    Tenía el corazón triste y una sensación rara en el estómago. Aquel olor a sal, a aire limpio, le hizo visualizar una sucesión de imágenes en blanco y negro de un idilio fallido.
    Hoy, esperando la pleamar, a barlovento, la marea fría como el granizo le susurraba alientos de sirena, instándola a alcanzar la ansiada libertad que le faltaba.
    Con una angustia enorme decidió echar a andar y, sin saber cómo, acabó en medio de un mar bravo donde las olas rompían fuerte. Ese golpe le hizo abrazar con ganas la vida.

Benet da Silva
¿RECUERDAS?
    ¿Recuerdas? Fue la pleamar la que, con una suave caricia de ola, bautizó nuestro idilio un atardecer. La marea subía y, al unísono, la pasión de nuestros labios incendiaba nuestros cuerpos hasta romper todo vestigio de pudor o prejuicio, dando libertad a nuestras manos. El deseo nos robaba el aliento.
    ¿Recuerdas? Fue una noche. Las palabras sonaban igual que suena el granizo cuando choca con un cristal. Por barlovento nos atacaban las olas que arrugaban la piel de nuestros pies enfriando el deseo y de nuestros labios solo brotó un lánguido adiós…

Cande Molina Mostazo
25 DE NOVIEMBRE 
    Arrugó y rompió la carta. Justo en ese momento empezó la tormenta y el granizo caía sobre los minúsculos trozos del falso  papel. Entonces, por barlovento se fueron las caricias, los golpes, las humillaciones, las  promesas, los recuerdos y el dolor. Una lágrima rodó por su mejilla, mientras la marea seguía subiendo, a ella parecía darle igual. Su idilio de amor se había desvanecido con aquellas palabras llenas de golpes y su corazón se quedó sin aliento, solo quería dejar de respirar. Su libertad comenzó cuando la pleamar la llenó de paz y felicidad.

Encarni Navas
TESTAMENTO
    El suyo fue un idilio perfecto. Desde que, con cinco años, sintió la caricia, el aliento, el sonido, no tuvo más amor que el mar. Desde ese momento supo que sería pescador y lo sería surcando las olas sobre la "Santa María", la barca de su padre.
    Ahora, cuando el paso del tiempo arruga ya su rostro curtido por miles de faenas bajo el inclemente sol, la lluvia o el granizo y presiente que su final está cerca, no se resiste a perder esta sensación de libertad.
    —Que no me entierren —dice—, no quiero estar encerrado entre cuatro tablas. Es mi deseo que me coloquen sobre mi barca, a barlovento y, aprovechando la pleamar, la dirijan mar adentro para que sean las mareas, la sal, las corrientes, la luna y el sol los que rompan las maderas y mi cuerpo, y volver así al seno de mi madre: la mar.


Mª Carmen Jiménez Aragón
DESTINO FORZADO
    Arrugando las últimas palabras que escribiera, arrojó el papel a la arena y se encaminó hacia la orilla. Dejó que la marea humedeciera sus pies con una fría caricia tan helada como el granizo. Su negra piel se erizó rompiendo la monótona suavidad pueril y tuvo la certeza de que jamás aquel señor que eligieran sus padres la haría sentir tanta paz como el idilio que la pleamar le ofrecía en ese momento. Avanzó, se colocó a barlovento y, cogiendo el último aliento, respiró su eterna libertad.

Lidia Molina Zorrilla
EL CRISTO DE LA BANDA VERDE
    Se revolucionó la aldea marinera a la hora de la pleamar al conocer la triste noticia: su Cristo faltaba de la ermita.
    Cerraron con llave y se dispusieron a encontrarlo. Esa noche, por barlovento, se acercaba amenazante una tormenta que dejó sin faenar a los hombres. Pero un barco que no era de los suyos luchaba contra la marea embravecida en una cortina de granizo que rompía las velas. Cuando ya pensaban que ese sería su último aliento y el idilio entre ellos y el mar llegaba a su fin arrebatándoles su libertad, vieron flotando la figura de un hombre con una banda verde a la cintura. Los cinco hombres comentaron lo mismo. Una calma les invadió ante la presencia de la imagen, como la caricia de una madre que te hace sentir que todo irá bien.
    A la mañana siguiente los aldeanos arrugaban su frente al oír aquella historia. Llevaron a aquellos hombres a la ermita cerrada durante toda la noche y allí encontraron al Cristo, mojado de agua salada y algas en sus pies.
*Basado en una leyenda popular de Almáchar.

Dori Calderón Ramos
VERSOS EN LA PLEAMAR
    Sentada en la vieja barca de cara a barlovento, esperaba que la pleamar cediese para buscar la botella que, cada primero de mes, alguien le dejaba en aquella playa despertando sus ansias de libertad.
    La marea comenzó a bajar y buscó la caricia del agua en sus pies, con el ansia de las anheladas poesías que la dejaban sin aliento. ¿Qué pasaría si su marido la descubriese?
    Ella quería romper su idilio con aquel desconocido, pero deseaba  aquellos versos que llegaban puntualmente.
    Sus pies ya se arrugaban cuando oyó el primer trueno, un fuerte granizo comenzó a caer y, al girarse, encontró la ansiada botella junto a la barca. Corrió y la guardó bajo su abrigo huyendo para guarecerse.
    Mientras, su marido la observaba tras las rocas, pensando que, quizás, esta vez escondió demasiado la botella.

Maite de la Cámara
JUEGO DE DIOSES
    La luna llena jugaba con la marea mientras las olas rompían suavemente, como caricias en la arena.
    Eolo quiso terminar con ese idilio y, con su aliento, hizo bailar las nubes a barlovento. Danzaron y danzaron hasta chocar y estallar en una tormenta de granizos. La pleamar subió en total libertad hasta arrugar el horizonte. Poseidón se unió a la fiesta, el cielo rugía, los truenos eran la música de fondo.
    Pero poco a poco regresó la calma. Apenas percibida, se escuchaba una nana que cantaba la luna. Morfeo aparecía por el cielo despejado llevándose en brazos a Eolo y a Poseidón.

AL OTRO LADO DEL MAR
    Rashida y Bomani eligieron una noche de luna llena para salir de Fadiouth. Aprovecharon la marea baja para iniciar su viaje en el cayuco que se llevó todos sus ahorros. Ellos mantenían un idilio prohibido que sus familias querían romper por una enemistad que venía de tiempos remotos.
    El cayuco navegó hasta alta mar, cada vez estaban más cerca de encontrar esa libertad tan anhelada. 
    De repente, la noche quedó completamente oscura, a barlovento el cielo rugía y una tormenta de granizos comenzó a caer sobre ellos. se acurrucaron cubriéndose con un plástico mientras, a la deriva, se iban llenado de agua.
    Al cabo de una hora, amaneció y volvió la calma, la brisa era una caricia. Ateridos, arrugando los ojos, miraron al horizonte. En silencio, sin decir nada, casi sin aliento, se abrazaron y sonrieron: .abían llegado a la costa canaria.


Ulla Ramírez
EL MARINO
    Con la pleamar de la marea, arreciando a barlovento y al mando de las máquinas del Orión, Enrique Robles no se arrugó aquel 7 de julio de 1902 cuando el capitán le ordenó volver al puerto de Almería, donde la carga del Mayfield era pasto de las llamas.
    La maniobra de acercamiento fue complicada, pero Enrique era un maquinista experto. De inmediato alumbraron al Mayfield y colocaron la bomba para anegar la estancia donde ardían más de ochocientas toneladas de esparto. Una fuerte tormenta, que descargó granizo de tamaño nunca visto, ayudó a sofocar el fuego, aunque rompió algún material.
    Dos días después, desde la playa de Benajarafe, algún pescador divisaría la figura de Enrique en la atalaya de Torre Moya renovando su idilio con el cielo y la tierra que le vieron nacer. Allí, tomaba aliento y recordaba aquella conversación con su padre, el viejo torrero.
    —Toda esta tierra abandonada por el mar, hijo, algún día será tuya.
    —No es la tierra lo que deseo, padre, sino la libertad del mar, la brava caricia de sus olas.

*Inspirado en hechos reales.

martes, 26 de septiembre de 2023

ENCUENTRO CON EL AUTOR FERNANDO PORTOLÉS

   

    Agradable y productivo encuentro el que organizó el Club de Lectura y Teatro en la tarde del 25 de septiembre, en la biblioteca municipal de La Viñuela, con el madrileño escritor Fernando Portolés.
    Tras ser elegido su libro, Los dedos en Tokio, como lectura en común para los miembros del club, Portolés aceptó encantado la invitación a nuestro debate literario. Nada mejor que escuchar de boca del propio autor los entresijos y curiosidades que rodean a su novela, ambientada principalmente en Málaga, pero que también nos hace viajar hasta Madrid o Nueva York. Su rica belleza en cuanto a descripciones de lugares, paisajes o personajes nos recuerda a autores clásicos de la literatura española.
    Max y Nazaret se conocen en un momento de sus vidas en el que necesitan una tabla de salvación que les ayude a flotar y seguir luchando por lo que anhelan: él encontrar el amor verdadero y hallar la estabilidad emocional; ella encontrar al hijo que le arrebataron nada más nacer. Multitud de historias y épocas se entrelazan hasta llegar a un final sorprendente.
    Recomendamos la lectura de Los dedos en Tokio y, por supuesto, la continuación de la historia en la novela Nuestro cielo amarillo. Dejadnos vuestros comentarios o sensaciones.







miércoles, 20 de septiembre de 2023

XXII. ME LO DICES O ME LO CUENTAS


    


Saludos, lectores y lectoras del mundo. Aquí tenéis otro ejercicio de microrrelatos por palabras. Para quien no conozca las pautas a seguir, las recordamos: se trata de elaborar un microrrelato de 180 palabras como máximo (sin contar las del título), en el que incluyamos diez términos, elegidos al azar por miembros del club.

    Dependiendo de la función que desempeñe cada término deberemos tener en cuenta las siguientes objeciones: los verbos pueden utilizarse en cualquier tiempo y persona, incluso en sus formas no personales; los sustantivos y adjetivos pueden usarse tanto en masculino como en femenino, y en singular o plural, según convenga; lo que no se debe hacer es utilizar una palabra cambiándole la función de debería desempeñar en el texto (el adjetivo "amable" no se puede sustituir por "amabilidad", porque entonces lo convertimos en sustantivo); igualmente no se puede utilizar "amado" cuando la palabra a incluir es "amar", deberíamos poner, en todo caso, "había amado" (tiempo verbal).

    Para este ejercicio los términos elegidos han sido: DEMARRAJE, EVITERNO, ARTICULAR, MATOJO, MAGNOLIA, KOALA, ENGAÑO, GRACIAS, CUSCURRO  y BRUJERÍA.

    Os animamos a practicar este ejercicio y nos encantaría que compartierais con nosotros el resultado. Si os apetece podréis verlo publicado justo debajo de estas líneas, junto a los nuestros, que os servirán como ejemplo. Que disfrutéis de la lectura.

Ulla Ramírez
MAGNOLIAS
    La puerta se cerró tras nuestros pasos. El espacio se hizo pequeño, íntimo. Un ramillete de magnolias adornaba la cama de aquella habitación.
    Él dijo lo que había guardado durante diez años para mí: palabras de amor. Yo, sin embargo, no logré articular ninguna. Preferí la magia, un poco de brujería. El encantamiento.
    El beso no se hizo esperar. Me abrazaba como un koala a su tronco. Me abandoné. Tembló la tierra bajo mis faldas.
    Al día siguiente, nos contamos todas las historias pendientes y pedimos nuestro helado favorito: turrón con cuscurros de almendra.
    Murió la princesa Diana aquel día en un demarraje fatal. Llegué dos jornadas tarde a la noticia. También murió mi gata y la enterraron bajo un vulgar matojo; di las gracias.
    No pudimos evitar otros encuentros, pero el amor era furtivo. Al engaño siguió la culpa y diciembre trajo el frío de la despedida.
    —¿Hasta cuándo? —preguntó.
    —Hasta el infinito, —le dije.
    Y aquí estoy, fiel a la cita, con un ramillete de magnolias frente a su tumba, diez años más tarde.
    Hay amores eviternos.
    Espérame.

Maite de la Cámara
A PUNTO DE IR AL OTRO BARRIO
    Pasando por la plaza, miraba las resilientes magnolias que habían sobrevivido a la última reforma y al eviterno ego humano.
    En la tienda compré pan, arrancándole un cuscurro. De repente, el demarraje de un porsche me dejó sin articular palabra. Di gracias por que no me hubiera atropellado. El coche se había empotrado contra el escaparate. A mis pies saltó un cristal con un cartel de una actuación del Koala mientras el conductor, con un matojo de cabello en la mano, gritaba: ¡brujería!
    Al día siguiente el periódico anunciaba:
"Conductor del siniestro, víctima de engaño de una secta nacional".

Rafa Núñez Rodríguez
AZULES
    Un eviterno cielo, pintado por los demarrajes de aviones perdidos. Mis ojos mirando el azul, los tuyos perdidos en las nubes, en sus divertidas formas. Te ríes señalando un algodonoso koala y tu risa es así, como brujería que hechiza con un engaño a todo lo malo.
    Entonces, bajo la mirada a tu rostro, a tu boca, ese cuscurro de pan que cuando salgo de la panadería no me resisto a probar. Y tú sigues jugando, encontrando luz en todo lo tenue, convirtiendo los matojos que adornan el camino en alegres ramos de magnolias. En momentos así me suele pasar..., me quedo mudo, mi cuerpo solo puede articular un leve temblor y vuelvo a mirarte a los ojos. Y tú te das cuenta, me abrazas y, mientras, me susurras al oído:
    —Gracias por pintar las nubes para mí.

Laura Pérez Alférez
CONVERSANDO
    Ayer, paseando por mi barrio, creí oír risas infantiles, carreras y demarrajes por los callejones. Y pelotazos en la plaza, de pasadas tardes eviternas, que acababan con balones requisados y tiritas en las rodillas.
    ¿Puedes creer que hasta oí rumor de agua y croar de ranas? Sabes que el río está seco, pero lo que me hizo dudar fue que un koala me observaba desde la rama del eucalipto.
    Al pasar bajo la acacia centenaria, reviví historias de brujería, engaños y otras gracias que acababan en carcajadas.
    Por la ventana de la antigua escuela salía un hilillo de humo que apestaba a tabaco y hasta oí al maestro articulando verbos. Visualicé, en bucle, momentos a la sombra del patio, olor a magnolias y otros matojos.
    Añoré los días de lluvia, las gachas con cuscurros y miel. El Paseo, futbolines, baile el domingo por la tarde, intercambio de tebeos, novelas de westerns...
    Fue un 'déjà vu' del barrio de mi infancia, el día sopló nostalgia.
    ¡No preguntes! Sé lo que piensas cuando mueves la cola: "mi humana está perdiendo la olla".

Benet da Silva
BROMAS DE LA IMAGINACIÓN
    Salí de la panadería y, junto a la puerta, un mendigo pedía limosna. Le entregué la bolsa con una barra de pan, después subí a mi vehículo y, a causa de las prisas, perdí el control de este en un peligroso demarraje. Como consecuencia, arrasé a un orgulloso matojo de magnolias y rocé una figura de koala tallada en piedra. Esta, como si de un acto de brujería se tratara, frunció el ceño. Quizás fuera un engaño de mi imaginación, pero en ese instante entré en una eviterna repetición de la escena. Cuando al fin se detuvo y pude abrir los ojos estaba en una habitación de hospital y un artilugio de plástico no me permitía articular palabra alguna. Miré a mi alrededor hasta detenerme en la mesita, encima de ella vi una nota que decía: ¡Gracias! Junto a esta, un cuscurro de pan y una estatuilla parecida a la del jardín que destrocé. Aunque, en esta ocasión, me guiñó un ojo.

Monse Martínez Serrano
FUERZA INTERIOR
    Ahí, donde acaba el cuscurro de tu boca, al borde del demarraje de tu cuello, una fría gota resbala hacia un eviterno frenesí. Sin articular razones, vomitas un matojo de lágrimas y cientos de penas, como magnolias marchitas a la sombra del magnolio, se derraman por el suelo que fue tu techo de cristal.
    Con sus engaños, encerrada en una jaula de romance y desdén, la brujería del mal amor te enmudeció y ensordeció como a un pequeño koala a medio hacer.
    Despierta Joey, arrecia una voz que regurgita desde tus tripas y te pone en pie. Capitaneada por ella, sales por la puerta limpiándote de la cara los restos nauseabundos de una relación bulímica. Y siguiendo el ocaso de la luz, de espalda a las sombras, pones rumbo hacia el infinito.

Encarni Navas
GRACIAS
    Quizá, pensaba, fue la brujería de aquel ramo de magnolias, que él le ofreció como símbolo de eviterna amistad, lo que la llevó al mayor demarraje de su existencia. Su forma, sus colores, su significado debieron de arraigar entre los matojos de su jardín, entre los cuscurros de su alma como una burla, un engaño a un destino que, lentamente, se consumía aletargado, como el continuo sueño de un koala.
    Aún no llegaba a entender, pero no podía dejar de articular un profundo gracias.

Mª Carmen Jiménez Aragón
LA LIGA KOALA
    De nada sirvió el demarraje desesperado de los traficantes para huir de los guardias. Cuando les dieron caza y los bajaron del vehículo, el teniente atizó un puñetazo en la nariz al cabecilla sin articular palabra. Tras ponerles las esposas a todos y abrir la parte trasera del furgón, confirmaron que la superstición sobre los koalas y su poder de sanación sería el eviterno problema para la supervivencia de la especie. Los lugareños seguían creyendo en el engaño que se extendiera siglos atrás de que, con brujería, los ojos de koala eran capaces de conseguir la inmortalidad a una persona.
    Gracias a Dios este se había salvado por los pelos y roía, con total parsimonia, un cuscurro de pan que encontró en la jaula. Lo liberaron en la Reserva, junto a las magnolias y los matojos, ajeno al peligro que podría acecharle en cualquier momento.

Lidia Molina Zorrilla
DEPRESIÓN POSPARTO Y PENSAMIENTOS SUICIDAS
    El ramo de magnolias que tu familia trajo al hospital en un jarrón con agua es lo único que parece mantenerse en pie todavía en tu casa.
   Tu bebé aferrado a ti como un koala adorable y tú, ensangrentada y ojerosa, no te reconoces en el espejo, con el pelo hecho un matojo y en la barriga más que un cuscurro y muchas grapas.
    Dicen que hay que hablarlo, pero llevas días sin articular palabra. «Solo» manteniendo dos vidas a flote.
    La culpa, «¿qué será de él sin mí?»
   El dolor en el pecho se te antoja eviterno. Las ganas de acabar rápido en demarraje frente a la terapia y el esfuerzo que supone seguir adelante.
   Fantaseas, unas veces no te lo piensas dos veces y desechas el pensamiento al instante. Otras te lo piensas dos, cuatro, seis, ocho y diez mil veces.
    Pero siempre eliges quedarte y la vida te da las gracias.
Pronto, con ayuda, te parecerán un engaño estos días. Habrán pasado como por arte de brujería. Mientras tanto, no estás sola.

Dori Calderón Ramos
EN EL PODIO
    Con el último cuscurro del avituallamiento en la boca, decidí hacer demarraje y escaparme del pelotón. Hacía días que sentía el eviterno deseo de recibir el ansiado ramo de magnolias en la meta y, gracias al engaño en el botiquín, conseguí escaparme.
    Ya en la meta como ganador, no pude articular palabra, aquello parecía cosa de brujería, subido en el podio vi como un koala se acercaba a entregarme un matojo de hierbas secas... ¡Dios, debí tomarme solo una pastilla!

domingo, 13 de agosto de 2023

XXI. ME LO DICES O ME LO CUENTAS

    

    Buenas, lectores y lectoras del mundo. Aquí tenéis otro ejercicio de microrrelatos por palabras. Para quien no conozca las pautas a seguir, las recordamos: se trata de elaborar un microrrelato de 180 palabras como máximo (sin contar las del título), en el que incluyamos diez términos, elegidos al azar por miembros del club. 

    Dependiendo de la función que desempeñe cada término deberemos tener en cuenta las siguientes objeciones: los verbos pueden utilizarse en cualquier tiempo y persona, incluso en sus formas no personales; los sustantivos y adjetivos pueden usarse tanto en masculino como en femenino, y en singular o plural, según convenga; lo que no se debe hacer es utilizar una palabra cambiándole la función de debería desempeñar en el texto (el adjetivo "amable" no se puede sustituir por "amabilidad", porque entonces lo convertimos en sustantivo); igualmente no se puede utilizar "amado" cuando la palabra a incluir es "amar", deberíamos poner, en todo caso, "había amado" (tiempo verbal).

    Para este ejercicio los términos elegidos han sido: POESÍA, ALTABACA, FRAGMENTAR, HUECO, SALITRE, DESPERTAR, MUSARAÑA, VISLUMBRAR, EDIFICIO y PRISA.

    Os animamos a practicar este ejercicio y nos encantaría que compartierais con nosotros el resultado. Si os apetece podréis verlo publicado justo debajo de estas líneas, junto a los nuestros, que os servirán como ejemplo. Que disfrutéis de la lectura.

Rafa Núñez Rodríguez
CAMINOS
    Siempre que camino por esa carretera, junto a la curva donde está el olivo sajado, me imagino cómo un rayo intentó fragmentar el tronco, que al final quedó como un fantasma leñoso.
    Por allí veo moverse las altabacas, a veces me detengo, me imagino que son unas musarañas que trabajan creando un edificio bajo tierra, uno profundo con los cimientos engarzados a los huesos que allí duermen. Incluso creo vislumbrar unos huecos en forma de chimeneas que hacen llegar al exterior la poesía, aletargada entre la pizarra y las raíces añejas, esa que espera despertar con el olor a salitre que nunca llega.
   Intento no hacer ruido, pero el movimiento siempre se detiene. Con cuidado muevo las hierbas, pero nada encuentro. Entonces sigo caminando sin prisa, sin notar cómo varios pares de pequeños ojos me observan con curiosidad mientras me voy alejando.
   Se miran entre ellos y siguen tocando las palmas, verde que te quiero verde.

Laura Pérez Alférez
CERCA DE TI
    Clavas en mí tus ojos, pintados con rasgueos de guitarra, y se me erizan las ganas. 
    —Qué bien te quedan esas poesías imposibles que has enredado en el hueco de tus rizos  —le decía.
  Te despiertas pensando en las musarañas, siempre, 'rokanroleándole' a la vida, fragmentando canciones de las que no recuerdas la letra. 
    —Pero te enamoraste de mí, creo que fue porque te servía los tequilas como nadie —me contestaba ella.
     Todo sigue igual, olores a altabaca, a mar y salitre. A través del cristal se vislumbra la resaca de las olas al retirarse de la orilla.
     Los años pasaron sin prisa, dejando grietas en el edificio y surcos en el corazón y los dedos.
   "Y si, después de todo, la mejor manera de ganarle tiempo al tiempo fuera olvidarse de él", sé que llegó a pensar ella.
     Continúas andando descalza por mis sueños.

Benet da Silva
INSPIRACIÓN 
    Las busqué en los huecos repletos de recuerdos de mi memoria y fragmenté mis pensamientos en breves ideas. Observé el despertar del sol en el amanecer frente al mar dejando que el salitre acariciara mi piel. Incluso las intenté vislumbrar en aquel histórico edificio, hasta me dediqué a pensar en las musarañas, por si se confiaban y se dejaban ver. Detuve las prisas con el olor de las altabacas de mi jardín. Pero a pesar de las tentativas, tan solo aparecieron al escuchar tu cantarina voz y observar tu largo y azabache cabello cubrir parte de tu rostro. Fue entonces cuando las musas acudieron a mí y en sus voces escuché la poesía imaginada.

Monse Martínez Serrano
VOLVER
    He fragmentado el hueco de tu ausencia en tantos pedazos como flores amarillas tenía la altabaca que vimos florecer en nuestro último otoño. Y, allá donde voy, me encuentro con trocitos de vacío quebrado en las grietas de edificios viejos y mohínos, en el salitre de los baños vespertinos que me sigo dando sin ti, en las musarañas en las que me sumo, sin prisa, para no anidarme en una cama desierta. 
    Anhelo despertar de este quebranto para vislumbrar poesía en las sombras de tus resquicios.
    Pasan los días y todos los fragmentos vuelven a mí con desdén. Como un mendigo famélico, los recojo con desgana. Los amontono sobre la mesa, aquella en la que nos rozábamos los pies bajo las sayas. Quizá ensamblando la amalgama, vuelvas. Con el deseo de restablecerte, acaricio cada pieza dándole el lugar que debe ocupar. Al acabar, algo en mi pecho se tensa y se rompe para abrir hueco a un corazón remendado que nunca tuvo que salir de mí.

Encarni Navas
ESPERANZA
    Me tachas de pensar solo en las musarañas, pero más allá de la prisa, del hormigón de los edificios, de los restos que se han fragmentado amontonándose en los huecos, cada amanecer despierto con el sutil aroma de la altabaca, del salitre que invade mi ventana y en  ellos vislumbro la esperanza de la poesía.

Mª Carmen Jiménez Aragón
POEMAS ATÍPICOS 
    Ella salió del edificio a toda prisa sin querer aceptar el "no" que le habían dado en la editorial. Debió estar soñando con las musarañas al vislumbrar la remota posibilidad de que le publicaran y hacerse un hueco en el Círculo de Escritores de Poesía Terrorífica. Pero este jarro de agua fría la despertó y la trajo a la realidad dejándole, incluso, un sabor a salitre en la boca.
    Aun así no se rendiría, ya encontraría dónde le aceptaran su "Altabaca sangrienta" o "El delfín del fin". Solo se trataba de fragmentar estrofas y meter algo melodioso de relleno.

Lidia Molina Zorrilla
MEDITAR PARA (NO) SAN(GR)AR
    Me vuelve a sangrar la nariz como en aquella ocasión en la que, gracias a un remedio casero de mi hermano, descubrimos que soy alérgica a la altabaca. Solo una señal más de mi cuerpo tratando de frenar esta prisa que conduce mis días.
    Necesito entregarme un rato a las musarañas. Meditar.
    ―Antes de dormir busco el hueco  ―me prometo.
    Ya en la cama. Meditar. ¿Cómo era? Unas escaleras, había que bajarlas creo, vislumbro la salida, pero el edificio comienza a fragmentarse, trato de ignorar los daños y continúo concentrada, encontrar un lugar seguro, eso era... Y aparece ante mí un escritorio impoluto, unas cuartillas, un boli bic y un lápiz, elección sencilla esta.
    Me siento y el grafito parece escribir solo...
«La tristeza se disfraza de cansancio,
las sonrisas forzadas saben a salitre,
poesía amarga que mi llanto calla».
    Una voz cálida me despierta. Busco la hora, agobiada.
    ―Tranquila, son las tres, parecías tener una horrible pesadilla.
    No respondo, si no lo escribo ahora mañana lo olvidaré, cojo el móvil y tecleo «Me vuelve a sangrar la nariz...»

Antonio Mora
VOLVER A NACER
   Dejó su fama, su dinero y su éxito por volver.  Para su tranquilidad, todo aparentaba estar tal y como quedó cuando decidió irse. La fachada tenía ya muchos desconchones, pero la puerta seguía conservando algo de su antaño color azul.
    Con mano temblorosa giró el pomo y entró. Un torbellino de recuerdos le asaltaron. Se vio con nueve años, cuando aquellas paredes tenían vida y el olor a salitre lo inundaba todo junto a las hierbas de su abuela en el rincón que hacía de cocina. Hierbabuena para los guisos, altabaca para curar sus heridas.
    Unas amarillentas hojas, firmadas por un tal Manuel Altolaguirre, plasmaban los versos de una poesía dedicada a su abuela.
    Por el pequeño hueco del ventanuco podía vislumbrar la perenne orilla donde la mar iba a morir, y se distraía, como cuando era pequeño y pensaba en las musarañas en vez de darse prisa por terminar los deberes del colegio. El edificio seguía estando justo detrás. Recuerda que el maestro le obligaba a fragmentar incomprensibles ecuaciones que lo hacían despertar de su mundo, aquel que vino a recuperar.

Dori Calderón Ramos
ADIVINA, ADIVINANZA
    Alta me llamo, Baca también...
    Sin prisa salgo del coche y, al mirar aquel matojo de flores amarillas, viene a mi memoria aquella adivinanza que mi abuela me canturreaba de pequeña sobre la altabaca. Ante mí, un edificio por cuyos balcones, con barrotes roídos por el salitre, se pasea una musaraña.
    Desde mi posición puedo vislumbrar un enorme hueco en el techo y una gran grieta fragmenta la casona en dos.
    Trato de despertar de la terrible pesadilla, pues aquello no puede ser la hermosa casa junto al mar con exuberante jardín y bellos balcones desde donde contemplar el mediterráneo que había alquilado con el fin de pasar el verano y terminar mi libro de poesía.
  El precio me pareció astronómico, pero la foto del lugar lo merecía.
    Atónita, bajé la mirada al matojo amarillento... Alta me llamo, Baca también, quien no sepa mi nombre, un tonto es. Pues sí, ¡tonta de remate!

Carmen Danna
LA SANADORA Y EL MAR

    Este viaje por la isla había sido por vacaciones. Tal vez no sea casualidad, toda la vida es una serie de acontecimientos llenos de coincidencias mágicas fuera de todo fragmentar racionalista.
    Aquel día, al despertar, tuve prisa en el paseo para la búsqueda de la altabaca, para poder aplicarla en pacientes que trataba en mi consulta. El salitre me llegaba. El mar parece que te habla en sus olores, la vida misma es una ráfaga de olor en el universo, no el tiempo lineal en el que creemos vivir.
    La musaraña rebuscaba entre los matorrales, ella se metió en un hueco dejándome a un lado, como la que deja a un lado un edificio en su camino. Los rayos de sol de la mañana hicieron vislumbrar ante mí la maravillosa planta sanadora. Pedí permiso al universo vegetal y la envolví en un hermoso pañuelo, dándome prisa en volver al hotel, para que no se me muriera.
    Aquel día llevaba dentro de mí toda la energía del mar y las flores que me inundaron de poesía.

Maite de la Cámara
CICATRICES
    María, cada mañana, abría  la ventana de su dormitorio y quedaba impregnada del salitre que desprendía el mar.
    Desayunando, ensimismada en sus pensamientos, le costaba salir del mundo de musarañas que había fabricado desde aquel día en  que Luis desapareciera de su vida sin ninguna explicación.
    Llegaba tarde al trabajo, salió a toda prisa del edificio y, a lo lejos, vislumbró la silueta de alguien familiar. Al intentar alcanzarle, metió el pie en el hueco de una alcantarilla rota. De repente, frente a ella, una mirada cautiva que la sobrecogió hasta llevarla al desmayo.
    En el hospital, cuando despertó, le dijeron que se había fragmentado un tobillo y que la habían traído en una ambulancia. Ella preguntó si le había acompañado alguien hasta allí, a lo que la enfermera respondió que no, que estaba sola.
    Le entregaron una bolsa con sus pertenencias y entre ellas había una nota que decía: 
   "Querida María, ponte altabaca para el dolor del pie y para curarte el alma lee poesía. Cuídate siempre, Luis."