sábado, 16 de julio de 2022

XI. ME LO DICES O ME LO CUENTAS

     Hola lectores y lectoras del mundo, aquí tenéis un nuevo ejercicio de palabras en el que, utilizando algunos términos elegidos al azar por varios miembros del Club de Lectura y Teatro, elaboramos microrrelatos, reflexiones, microcuentos, incluso poemas, donde encontraréis originalidad, diversidad y muchas ganas de transmitir.

     El máximo de palabras utilizadas será de 160 incluyendo los términos clave, y sin contar las del título.

     Las reglas siguen siendo las mismas: los verbos pueden utilizarse en cualquier tiempo y persona, incluso en sus formas no personales; los sustantivos y adjetivos pueden usarse tanto en masculino como en femenino, y en singular o plural, según convenga; lo que no se debe hacer es utilizar una palabra cambiándole la función de debería desempeñar en el texto (el adjetivo "amable" no se puede sustituir por "amabilidad", porque entonces lo convertimos en sustantivo).

     En esta ocasión son nueve las palabras propuestas para incluir en las historias: MARAÑA, URDIR, CONTICINIO, MEJUNJE, VIENTO, HOCICAR, DIFICULTAD, DÉCADA y AÑO.
      Animaos a practicar estos ejercicios en casa y si queréis hacer comentarios o mandarnos vuestra creación, no dudéis en poneros en contacto con nosotros. Esperamos que disfrutéis de la lectura.


Laura Pérez Alférez
AMIGOS ÍNTIMOS
   La luz tenue de la lámpara fue cómplice, durante décadas, de esta relación abierta, libre, sin ataduras.
   Envuelta en esta maraña de sábanas, tu me das lo que te pido y yo, simplemente, me hocico al deleite que desde el principio teníamos pactado en nuestra hora de conticinio
   Dejo que me hables en el silencio, urdiendo con cautela cada pausa
trastocando mis emociones.
  A veces me meces como el viento en un susurro, en otras ocasiones, me agitas sin dificultad a tu antojo, como mejunje en una coctelera.
   Despliegas tus alas cuajadas de palabras y le das aire a mi razón,
me desvistes y me vuelves a vestir con un poquito menos de prejuicios, justo en ese momento me abandono a tu dominio.
  Cada noche te encuentro, paciente, sobre la mesita de mi habitación, deseoso de ser leído.

Benet da Silva
ESPERANZA TARDÍA
   Tras una década de noches de insomnio buscando la inspiración, una chispa o incluso una extravagancia que le permitiera urdir la siguiente novedad con la que sorprender a su público. Año tras año la dificultad iba en aumento y total para que; algunos las tildarían de mejunjes y los más “iletrados” como pijotadas…
   Había luchado contra y viento y marea e incluso en mas de una ocasión contra la maraña de sus propios pensamientos, para no hocicar ante lo “comercial”, lo que le gustaba a todo el mundo.             Ahora todo llegaba a su fin, antes de claudicar prefería dar el cerrojazo. Se consoló al pensar que al menos las próximas noches podría disfrutar de algún que otro conticinio. Una notificación de su Gmail, interrumpió sus cavilaciones, abrió dicha APP, comenzó a leer, hasta llegar al penúltimo párrafo que finalizaba con la frase: «una estrella Michelín».
Con rabia contenida, murmuró: «llega tarde».

Mª Carmen Jiménez Aragón
DIOSES O DEMONIOS
   Bajo aquella maraña de dificultades que atravesaba el planeta durante la última década, mis jefes habían urdido un plan y me encargaron elaborar un mejunje biológico que haría hocicar al ser humano en su propia mierda.
   Después de un año de pruebas y ensayos, mi creación estaría lista para viajar con el viento de país en país. Se sumirán en un conticinio existencial. Lo llamaré covid-19.

Dori Calderón Ramos
EL DÍA DEL CUENTO
   En la última década tuvieron gran dificultad para terminar felizmente su cuento. La última vez hocicaron al lobo en aquel raro mejunje para librarse de él, pero el público cada vez mostraba más simpatía por aquel personaje y terminar con un final feliz y tranquilo conticinio en la casita suponía una ardua tarea.
   Desde que aquella mujer se encargaba de la historia de ellos, los tres cerditos nunca sabían en qué maraña se verían envueltos, pues la cuentacuentos había convertido al lobo en héroe y a ellos en indigentes que siempre perdían su casa.
   Ya oían al lobo y trataban de urdir un plan para ahuyentarle, pero de nuevo a esta mujer se le desbordó la imaginación y añadió a la historia un fuerte viento.
   Tenían que hablar seriamente con ella, pues cada año, el día del cuento, los dejaba sin casa.

Jose A. Ortega Cuadra
NOCHES EN VELA
     Llevaba décadas confeccionando prendas para la gente pudiente de su barrio. Este año, incluso, empezó a elaborar vestidos y trajes para la nobleza y esperaba, algún día, ser llamada por la casa real.
     Mientras pensaba en esto último, bebía un mejunje que sabía a rayos. Lo preparaba su hija todas las noches, para combatir esa tos que la llevaba fastidiando varias semanas. Se había habituado a trabajar en el conticinio, todos los días, pero su edad empezaba a pesarle. Le gustaba hacerlo a esas horas para evitar que sus nietos lograran hocicar en sus labores.
     A la luz de las velas, el viento se escuchaba por fuera de la casa y el choque de las ventanas, por la acción de este, no evitaba concentrarse en su trabajo que, sin dificultad alguna, conseguía deshacer la maraña de hilos que necesitaba para urdir la tela, con la que fabricaba esos trapos que tanto les gustaba a sus clientes.

Rafa Núñez Rodríguez
METALIZADO ROJO
   Vivía desde hacía una década en un octavo piso con un perenne cartel de no funciona en la puerta del ascensor.
   Su vida era una escalera, una maraña de despropósitos con forma de escalones, que subía con dificultad y ayuda de algún mejunje recetado por el médico.
   Cada año pensaba en urdir un plan para abandonar aquel nido.
Hoy,
por fin lo iba a lograr, había comprado por internet una bolsita auténtica de sangre de Lilith, tan solo pinchársela y esperar tres horas, eso decían las instrucciones.
   Los nervios le hicieron romper tres agujas hasta que, por fin, pudo notar la calor en sus venas. Ya no tendría que hocicar entre trabajos de mala muerte.
  Sonriendo subió las dos plantas que le alejaban de la azotea, incluso notaba cómo los colmillos le iban creciendo.
  Abrió la puerta y el viento lo abrazó, como quien conoce a un nuevo amigo.
  Al llegar el conticinio del martes, el estruendo despertó a los vecinos que, al asomarse, vieron al raro del octavo, despachurrando el techo del flamante coche rojo del vecino del cuarto izquierda.

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