Saludos, lectores y lectoras del mundo. Aquí tenéis otro ejercicio de microrrelatos por palabras. Para quien no conozca las pautas a seguir, las recordamos:
-Elaborar un microrrelato de 180 palabras como máximo (sin contar las del título), en el que incluyamos diez términos, elegidos al azar por miembros del club.
-Cuando la palabra elegida es un verbo (amar, verter, salir...), puede utilizarse en cualquier forma, tiempo o persona.
-Si la palabra elegida no especifica su función, podremos utilizar cualquiera de las que nos proponga la RAE para dicho término.
-Si el término elegido es un sustantivo o adjetivo podremos usar tanto el masculino como el femenino, y en singular o plural, según convenga.
-No se debe utilizar una palabra cambiándole la función que debería desempeñar en el texto (el adjetivo "amable" no se puede sustituir por "amabilidad", porque entonces lo convertimos en sustantivo).
Para este ejercicio los términos elegidos han sido: LOTERÍA, DESPILFARRO, CARROMATO, PROMESA, CARPETA, ENCAJAR, LODO, NARCISO, ABRIR y OLFATO.
Os animamos a practicar este ejercicio y nos encantaría que compartierais con nosotros el resultado. Si os apetece podréis verlo publicado justo debajo de estas líneas, junto a los nuestros, que os servirán como ejemplo. Que disfrutéis de la lectura.
Mª Carmen Jiménez Aragón
ESPEJOS PARA QUÉ
Cuando llegó su turno, se levantó y se abrió al grupo. Expuso los motivos que le llevaban a terapia: el despilfarro en retoques estéticos había pasado a otro nivel y necesitaba ayuda para controlarse.
‒Investigué sobre aquella clínica, fabulosa. Me hicieron la promesa de convertirme en el narciso más bello de todo el país. Y mi olfato no me engañó, pero ahora no puedo parar, nunca es suficiente. Ya se sabe que esto de pasar por quirófano es una lotería, pero yo he ganado siempre, me fascina mi nuevo look tras cada operación.
El pensamiento unánime de la sala se adivinaba en las miradas de los presentes:
‒A ver cómo encaja este algunas verdades que debe oír: labios más finos que los elásticos de una carpeta, el relleno del culo parece lodo corriendo ladera abajo, los ojos redondos y enormes como ruedas de carromato. ¿Se lo dice alguien o se lo digo yo?
‒Axilas con olor permanente a frambuesa es el último presupuesto. Pero no, esto tiene que acabar, ¡ya soy perfecto, por Dios!
Gema Frías Luque
MOTIVOS PARA GANAR
El sueño de su vida era tener un carromato, pero, hasta que no le tocase la lotería, ese pensamiento era nada más una ilusión.
Perico tenía muy buen olfato para el azar y guardaba en una carpeta muchas combinaciones ganadoras, era abrir la solapa y su mirada se clavaba en una secuencia de números, casi era una promesa ganar, pero sin despilfarro. Ese ritual se repetía a diario.
Aquella tarde, nubes de tono oscuro empezaron a encajar en el pálido atardecer, comenzando a llover sin descanso durante dos noches seguidas. El lodo aplastó su espectacular jardín de narcisos. Ahora, sí o sí, tenía que ganar, si no en qué transportaría las reposiciones florales.
Dori Calderón Ramos
SUEÑOS ROTOS
Conduciendo aquel carromato al que solo entraban dos velocidades y la marcha atrás, soñaba con una gran berlina, salir del lodo de su calle, y abrir las puertas de una gran casa cada día, donde al entrar, el olor a narcisos invadiera su olfato.
Conectó la radio y el sorteo de la lotería inundó el destartalado vehículo y mientras lo escuchaba se hizo una promesa, si ganaba un gran premio, se compraría un buen coche, una hermosa casa, y al menos por un día, disfrutaría del despilfarro que nunca conoció.
La voz de la radio gritó el número premiado y de pronto toda su vida encajó como un puzle, aparcó aquel cacharro en la acera y apeándose, bailó y cantó de alegría.
Buscaba en la carpeta en la que siempre guardaba sus papeles, el décimo que le sacaría de aquella vida, cuando vibró su teléfono: era su mujer confirmándole que olvidó comprar su número de lotería preferido.
Laura Pérez Alférez
SORPRESA
Caminaba distraído cuando un carromato pasó demasiado cerca, saltó atrás y cayó al suelo. ¡Por qué poco se había librado! Esa tarde le tocó la lotería. Frotó la carpeta manchada de lodo, recordando la promesa que hizo a su madre de mirar antes de cruzar.
Al llegar a casa, los narcisos del jardín deleitaron su olfato.
Dijo "hola" en voz alta. No había nadie, solo se oía el despilfarro del goteo del grifo del fregadero.
¿Dónde estarían todos? El sonido de unas llaves encajándose en la cerradura abriendo la puerta le tranquilizó.
"¡Por fin!", pensó.
Oyó a su hermana dirigirse a la cocina y se escondió detrás de la puerta. Le daría una sorpresa, ella fingiría asustarse y luego se reirían, sería divertido.
Saltó del escondite gritando, pero la hermana le ignoró y sacó el teléfono del bolso.
‒¿Estáis en el hospital?, preguntó.
Al otro lado percibió la voz angustiada de su padre.
‒¿Qué? ¡Atropellado por un carromato! ¡Muerto!, exclamó sollozando la hermana.
Entonces fue cuando, horrorizado, comprendió que asustar de broma es más divertido si se está vivo.
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