Saludos, lectores y lectoras del mundo. Aquí tenéis otro ejercicio de microrrelatos por palabras. Para quien no conozca las pautas a seguir, las recordamos:
-Elaborar un microrrelato de 180 palabras como máximo (sin contar las del título), en el que incluyamos diez términos, elegidos al azar por miembros del club.
-Cuando la palabra elegida es un verbo (amar, verter, salir...), puede utilizarse en cualquier forma, tiempo o persona.
-Si la palabra elegida no especifica su función, podremos utilizar cualquiera de las que nos proponga la RAE para dicho término.
-Si el término elegido es un sustantivo o adjetivo podremos usar tanto el masculino como el femenino, y en singular o plural, según convenga.
-No se debe utilizar una palabra cambiándole la función que debería desempeñar en el texto (el adjetivo "amable" no se puede sustituir por "amabilidad", porque entonces lo convertimos en sustantivo).
Para este ejercicio los términos elegidos han sido: FILIGRANA, FRAILE, FRENILLO, FRICANDÓ, FARFULLAR, FILIBUSTERO, FULLERÍA, FONDEAR, FOLLAR y FIN.
Os animamos a practicar este ejercicio y nos encantaría que compartierais con nosotros el resultado. Si os apetece podréis verlo publicado justo debajo de estas líneas, junto a los nuestros, que os servirán como ejemplo. Que disfrutéis de la lectura.
Dori Calderón Ramos
NOCHE PERFECTA
Sin fullerías. Esta vez fondeo hasta lo más profundo de ti. Hago filigranas contigo, te acaricio con mimo, farfullo lisonjas enredadas en mi frenillo hasta convertirte en lo que yo quiero. Poco a poco te veo crecer. Ya estás a punto.
Pero hoy quiero darte más. Te llevo hasta el cénit, filibustero, robarás todos los placeres de mi boca al fundirte conmigo...
Te dejo reposar, lo necesitas. Me acerco a la chimenea y fuello el fuego que arde despacio, por la ventana miro la lluvia y veo los frailecicos del agua que bailan en el suelo, será la noche perfecta.
Vuelvo a ti, olor y tacto sublimes, por fin llegó el momento, el horno te espera: serás un hermoso pastel y un gran postre para el fricandó que hierve lentamente en el fuego.
Mª Jesús Campos Escalona
SOLO SE VIVE UNA VEZ
Hice mil filigranas para terminar cayéndome en el barrigón enorme de un fraile que solo farfullaba tonterías y que, además, no paró de eructar durante toda la misa inundando el lugar de intenso olor a rancio fricandó. ¡Menudo inicio de domingo!
Ese era yo, el que hablaba con dificultad por tener el frenillo demasiado corto desde niño. Alto, delgado, de buen parecer, no entendía cómo filibusteros de tres al cuarto, con maquiavélicas fullerías, todo hay que decirlo, ya tenían esposa, mientras yo seguía sin estrenarme. Ansiaba encontrar mi media naranja y fondear con ella los placeres más ocultos del sexo. Mi máximo deseo, ¡follar! Sí señores, lo digo sin pudor alguno. Tengo cuarenta y siete años y esta vida es solo una. No quiero morirme sin saber lo que se siente. Por eso hoy, en un acto de valor desmedido, me he atrevido a poner este irresistible anuncio:
“Hombre reputado, de mediana edad, busca esposa aseada y con ganas extremas de descubrir la verdadera pasión, ¡abstenerse remilgadas!”
Gema Frías Luque
EL FRAILE FOLLADOR
En un rincón olvidado del pueblo, un fraile de mirada sabia tejía filigranas de palabras en su viejo cuaderno. Su vida era una amalgama de recuerdos y sueños, donde el frenillo de su juventud aún vibraba en su memoria. Un día, un filibustero llegó al convento, farfullando historias de mares lejanos y tesoros ocultos. El fraile, intrigado, decidió fondear sus pensamientos en las aventuras de aquel extraño.
Mientras compartían un vino, el fraile se dio cuenta de que la vida era más que la rutina de la oración; era también un acto de follar con la existencia, de abrazar cada momento con pasión. La fullería de sus palabras se entrelazaba con las risas del filibustero, creando una danza de sueños y realidades. Así, en aquel pequeño convento, dos almas se encontraron, asumiendo al fin que la vida, en su esencia, es un fricandó de experiencias que vale la pena saborear.
Mª Carmen Jiménez Aragón
REINCIDENTE
Aturdido, se incorporó como pudo. Un fino hilo de sangre se deslizaba por su frente. Al llegar el policía, este le preguntó:
—¿A dónde cree que iba?
—A contar los frailes, no te jode… —farfulló a duras penas a causa de su frenillo inflamado y tres dientes en la mano.
El agente lo observó con recelo, temiendo alguna fullería por su parte; este filibustero ya era un asiduo al fricandó semanal que servían en comisaría.
—¿A tomado usted alcohol? ¿Me puede explicar lo que ha pasado? —exigió el agente.
—Yo, nooo. Yo venía tan tranquilo y ese tío del caballo se me ha cruzado “to follao” y el coche empezó a volar.
El policía fondeó rápidamente la guantera y el maletero. Mostrándole la bolsita que encontró, le explicó:
—Yo diría que el rey Carlos III tenía preferencia en esta intersección.
—Siempre ha habido ricos y pobres, ¿verdad agente? Siempre. En fin, dese prisa con el parte, sin muchas filigranas. No se vaya a presentar aquí toda la Guardia Real y tengo que compartir el estofado —le apremió juntando sus muñecas.
Lourdes Sánchez Jiménez
EL ÚLTIMO CLIENTE
Marta trazaba filigranas con el humo de su cigarro mientras miraba por la ventana de aquel pequeño cuarto de convento. Había decidido dejarlo. No más madrugadas con tipos que farfullaban promesas o filibusteros de moral dudosa.
Su último cliente llegó oliendo a licor y fricandó. Un fraile caído en tentación, murmuró ella para sí. Él intentó besarla, pero su aliento le revolvió el estómago. Cuando quiso follar, ella se apartó.
—No más —dijo firme.
El hombre rio con fullería y lanzó un billete sobre la cama. Marta lo ignoró. Tomó su bolso y salió, en busca de otro destino.
En la esquina sintió el viento en la cara. Tocó con la lengua el pequeño frenillo detrás de sus dientes y sonrió: por fin era libre.
Laura Pérez Alférez
LA LUNA Y EL TORO
Cada mañana soy un poco más joven, mi tiempo se vuelve gelatina. Me irritan los canallas bandidos que viven en mi casa, esconden mis cosas para que no las encuentre, me roban mis zapatillas y las tiran a la papelera.
—Ese toro..., la lunaaa.
¡Otra vez ese estribillo que no se me va de la cabeza!
Estoy enamorado de una amante que no conozco, su nombre ya lo olvidé. Recuerdo su pelo rubio ¿O era morena?
La maestra se va a enfadar, desaprendo todo lo que sabía ayer y el estilo de mi caligrafía pretende desaparecer.
Esta tarde iré al parque a jugar con mis amigos. Lo escribo hoy, porque mañana no sabré hacerlo.
—Ese toro..., la lunaaa
¡Dichosa canción!