viernes, 20 de marzo de 2020

I ACTIVIDAD DE CONFINAMIENTO.



El Club de Lectura y Teatro de La Viñuela os hacemos una nueva propuesta para estos días de confinamiento y entendemos que para tener la mente ocupada hay que plantear actividades que nos reconforten, que nos llenen y por tanto hacemos el siguiente llamamiento para que la gente se una a esta actividad.
Los miembros del Club hemos propuesto unas palabras, CRISÁLIDA, SERENDIPIA, COMPUNGIDA, SORORIDAD, TOLERANCIA, ESPERANZA y EMPATÍA, con las cuales te pedimos que realices un relato, un folio máximo, en donde tu historia contenga estas palabras, señaladas anteriormente. 
El objetivo es poder aprender términos nuevos y trabajar en la manera de integrarlos en una historia y sobre todo armonizarlos.
Puedes enviarnos tus relatos a nuestro email: clublecturavinuela@gmail.com y serán publicados en este blog.



UNO MÁS
‒ ¡Oye, Santiago! ¿Sabes lo que es la sororidad?
‒ ¿El qué? ¡Ah, sí!. Regular, ya he pedido cita para el otorrino.
‒ No hombre, te pregunto por la SO‒RO‒RI‒DAD.
‒ Ni idea.
‒ Pues es el hermanamiento entre todas las mujeres del mundo en la lucha contra la desigualdad de género.
‒ Vaya, otra palabrita para el diccionario de esas… feministas.
‒ Denoto un cierto…
‒ Que va, si yo lo veo bien. Por ejemplo, la campaña esa de “tolerancia cero contra el maltrato”, e incluso siento empatía cuando escucho los compungidos testimonios de esas pobres…
‒ ¿Esas? Que mal te sale la ironía. ¡Serás capullo!
‒ Prefiero la palabra crisálida. Es más sensible… Más... femenina.
‒ Vaya pena que no surja una serendipia para la estupidez.
‒ ¡¿Qué me has llamado…?!
‒ Nada. ADIÓS.
Y mientras se aleja oyendo los improperios del párroco de bar, piensa en la única esperanza que tiene, educación y libre pensamiento.
Un golpe de tos interrumpe sus pensamientos.
‒ Me parece que voy a pillar algo…, ya tengo otra esperanza para todo esto, un virus que…
La distancia va apagando los pensamientos en voz alta de nuestro protagonista mientras el ocaso sigue su curso.
MODESTO FORTES PASCUAL

‌CASA SERENDIPIA

Las campanas de la Iglesia tocaban, eran las 8 de la mañana y el sol ya estaba brillando. Me apresuré a coger la talega para ir a la panadería, de camino vi que ya había varias casas con sus fachadas blanqueadas. En una semana sería 15 de mayo y el pueblo se engalanaba para su fiesta mayor. Yo en vez de entusiasmada andaba un poco compungida y no sabía por qué. La primavera que la sangre altera.
 María, mi vecina, una señora que había venido de Argentina, compró la casa de al lado y le colocó un gran azulejo donde escribió con letras azules "Casa Serendipia". Fue la primera vez que había oído esa palabra, esa noche cogí el diccionario y descubrí su significado. ¡Qué palabra más bonita! Cuando cerré los ojos para dormir, sabía que esa vecina iba a ser muy importante en mi vida.
Por la mañana, al verme, me dio los buenos días y me preguntó:
-¿Qué pasa por tu cabeza?
 Y yo, cómo sino fuera conmigo, le conteste:
-Nada, estoy bien.- María, me conoce muy bien.
 -Pues no te veo yo muy normal, si parece que estás en fase crisálida. Anda y alegra esa cara. ¿Qué pasa, que estás triste porque ahora no pasa por las tardes ese muchacho con su caballo?
-¿Qué muchacho?
 -Anda no disimules, chiquilla, pero si se te nota a tres kilómetros que el muchacho te hace tilín.
-¡Ay! María, ¿pero tú de qué mundo eres?, pareces bruja, todo lo sabes y todo lo ves. Me voy a por el pan, ¡ah! y no vayas diciendo lo que me has dicho a mí.
-No mujer, no te preocupes. Será nuestro secreto. Tu sabes que tengo una buena virtud, soy la vecina que más empatía voy repartiendo por el barrio. -Eso es verdad, María, y la más inteligente.
-Por cierto, tráeme un pan de kilo de los cortados y bien “cocidito”.

‌Antes de llegar a la panadería me encuentro con mi amiga Inmaculada. Me recuerda que han decidido quedarse en el cortijo durante la feria y así estaremos toda la pandilla junta, confesándome que Pablo iba a estar también. Mi cara cambió en un abrir y cerrar de ojos. Una sonrisa de sororidad llenó mi cara, la abracé bien fuerte y levanté la mano a la vez que le decía:
-¡Las mujeres unidas somos la leche, jejeje! Ah, mi primo Antonio viene también.
Ahora era a ella a quien le brillaban los ojos de alegría.
‌Por fin llegué a casa con el pan y mi madre,  enfadada, me decía:
-Pero niña, ¿a qué hora vamos a desayunar?
-Mamá, un poco de tolerancia. Tampoco pasa nada por desayunar media hora más tarde.
-¿Tolerancia? ¡Anda sí, tolerante, pon la mesa que el café está ya frío!
La pandilla estaba haciendo todos los preparativos en el cortijo. Que si me llevo un colchón, que si yo unas sábanas, cuánta comida vamos a comprar. Y de pronto que me dicen que Pablo al final no va a poder venir, que aún no lo sabe, pero parece que no va a poder cambiar el turno en el trabajo. En ese momento se desencajó toda mi existencia, mi ilusión se fue al suelo- Fui a contárselo a mi vecina María. Ella me preparó una infusión de coco muy típica de su país y me dijo:
-No te preocupes, la esperanza es último que se pierde.
Mi corazón empezó a palpitar intensamente cuando Pablo llegó.

CANDELARIA MOLINA MOSTAZO


 LA CRISÁLIDA DE SAÚL

Saúl acababa de cumplir los diecisiete, estaba terminando bachiller. Era un muchacho de esos, de los que se sienten dueños de sus silencios, un tanto barbilampiño y el pelo discreto. Un tanto indiferente, como podría decir la gente sobre él. Esta noche pensaba ir con los amigos a La Caverna, a celebrarlo y a escuchar algunos grupos locales.
Estaba lleno como siempre. Unas cervezas frías y a brindar. Él, entre risas, decía que estaba saliendo de su crisálida, que ya iba siendo tiempo. Esta noche un grupo folk le llamó la atención. Eran cuatro,  pero se notaba que el bueno era el de la guitarra, un muchacho poco mayor que él, con los pelos revueltos y una sonrisa casi perenne. No paró de mostrar alegría durante todo el concierto. Saúl le dio un trago al botellín, todavía no le había terminado de pillar el gusto a la cerveza. Entonces terminaron una canción y para finalizar el guitarrista comenzó a hacer un solo. Fue como si las notas huyesen compungidas de las cuerdas. Varias manos le agarraron en ese momento y volvió con sus amigos a por algo más a la barra.
Al día siguiente curioseando por las redes descubrió a aquel joven que hacía llorar a la guitarra, Luis Suárez. Bueno, le pidió amistad y comenzó a seguirlo por las redes.  Resultó que tenían gustos parecidos en algunas cosas y en las que no, no tenían problemas en debatirlas.
Saúl intentó aprender a tocar, pero solo conseguía sacar carcajadas de la boca de Luis. Luego se sentaba y lo escuchaba, a veces incluso se le saltaban las lágrimas. ¡Qué fuerte! Sentía empatía por la tristeza que anunciaba la guitarra.
 Saúl a veces no sabía que eran esas cosquillas que recorrían su estómago. Le gustaba compartir los ratos libres con Luis,  no solían hablar de chicas, ni tan siquiera de sus compañeras de estudios, que ahora estaban muy ocupadas en crear un ambiente de sororidad en el instituto. Hasta su madre se extrañó al verle con ganas de cambiar las monocromáticas entrañas de su armario. El viernes esperaba que fuese un buen día, por la noche iban de pizzas. Saúl tenía la esperanza de que ocurriese algo, aunque no sabía el qué, pero necesitaba que ocurriese algo. Esa tarde se puso la camisa nueva y unos vaqueros, se miró en el espejo y sonriendo pensó que estaba tonto, que parecía un presumido. Llegaron al mismo tiempo. Un abrazo y a charlar. Se sentaron al fondo y la conversación fluyó como siempre. Hablaron de que en el día a día había muy poca tolerancia con todo lo diferente, de música, de libros,… A veces los silencios permitían que sus miradas hablasen, que dudasen, que de sus ojos resbalase algo más que amistad. ¡Uf! Se sentía tan nervioso, con una pierna parecía querer bailar claqué. Entonces Luis le preguntó si creía en la serendipia. Saúl comenzó a darle su explicación al respecto y las palabras se fueron acercando a Luis, se iban acercando cada vez más, hasta que se quedaron atrapadas entre los dos, apretujadas y un tanto ruborizadas. Fueron las palabras más bonitas en mucho tiempo.
Y el mundo se hizo nuevo para los dos.
Tal vez hoy no estén juntos, o puede que sí, pero aquel beso, paró el mundo por un instante.
RAFAEL NÚÑEZ RODRÍGUEZ

ABRAZOS

Julia llegó del colegio con gesto serio y pensativa.
No era habitual esa expresión en ella, siempre alegre y sonriente.
Su abuela, sentada plácidamente en su butaca, releía un viejo libro de tapas gastadas por el tiempo y el uso. Notó a la niña compungida, igual que debe sentirse una crisálida antes de salir de su envoltorio.
(Vaya imaginación la de la abuela)

-¡Abuela... Abuela! En clase de historia nos han dicho que en el 2020 hubo una pandemia. ¿Eso qué es, abuela?

La abuela alzó la vista y un sentimiento de empatía y sororidad iluminó por un momento los cansados ojos de la mujer, mientras dejaba reposar el viejo libro en su regazo.
Una sonrisa afloró a su sereno rostro surcado por las señales del devenir de los años.

- Mi niña... Sucedió que un virus desconocido hasta entonces, que nunca se había estudiado antes, se extendió por todos los países infectando a muchas personas.

La niña se sentó en el suelo delante de la anciana.
-¿Qué pasó, abuela?

-Pasó que toda la población del planeta se vio afectada, de una manera u otra. Fueron muchas las personas infectadas.
Todo sucedió de un día para otro, en un momento, sin esperarlo, nadie lo predijo. El día anterior estábamos todos juntos... amigos, familiares, luego la mañana del 9 de marzo nos encontramos con la vida al revés.

Los grandes ojos de Julia miraban con interés
-¿Y luego?

- Todos nos pusimos en cuarentena, nadie podía salir de casa excepto para comprar alimentos en el supermercado.
Durante algún tiempo el único medio de contacto con nuestra familia y amigos fue por internet, por suerte existían teléfonos y ordenadores.
Desde entonces la gente se ha responsabilizado, la empatía y la tolerancia hacia los demás ha crecido, hemos contaminado menos, hemos redescubierto cosas que no creíamos que sabíamos hacer.

-La pequeña se levantó del suelo, inquieta.
-¿Y luego qué pasó?

- Finalmente, día a día, fueron llegando buenas noticias y comenzamos a ver un atisbo de esperanza, la gente se curaba y no había nuevos afectados, hasta que por fin nos dijeron que podíamos salir de nuestras casas.
El mundo se había parado para nosotros, pero hubo un aspecto positivo: ahora entendemos el valor de las cosas precisamente porque nos vimos desprovistos de todo.
Volvimos a abrazarnos, a valorar las pequeñas cosas, a ser mejores personas.
Conocimos el significado de la palabra “serendipia”: algunas personas descubrieron la felicidad en algo o alguien cuando en realidad buscaban otra cosa distinta.

Y créeme, mi niña, la cerveza que tomé cuando el bar volvió a abrir, aunque era la misma de antes, fue la mejor que bebí nunca.

Una sonrisa pícara iluminó la carita de la niña.
-¿Por qué abuela?

- Porque entre todos conseguimos vencer al coronavirus. Pero ven, dale un abrazo a tu abuela.
LAURA PÉREZ ALFÉREZ


QUE DIOS TE PERDONE

Sintió que su vida se desmoronaba, no entendía como su compañera de clase la odiaba tanto, si eran casi de la misma edad, de una familia similar, de la misma cultura… Aquella interminable tarde de invierno, nada más salir de clase, la esperaba detrás de un árbol de camino a casa, salió detrás de ella hasta alcanzarla y la empujó fuertemente hasta verla caer al suelo  violentamente. Las heridas contra el asfalto fueron muy dolorosas y compungida caminó hasta casa para contarle a su madre, que la esperaba con la comida en la mesa.
Al verla aparecer la mujer se preocupó por la cojera de su hija. Se había lastimado y se apresuró a curarla. A diario le juntaba aceite de crisálida con la esperanza de verla sonreír.
La madre le transmitía tanto amor. Jamás podría  explicarle que ella fue fruto de la serendipia cuando buscaba algo drástico y fatal que truncara su vida. Por eso le debía tanto, le debía la vida misma. Logró unirlas con fuerza e intensidad, con la empatía que una madre siente por una hija indefensa.
 -Tranquila mi vida,  buscaremos sororidad para que siempre encuentres en mí el apoyo y la tolerancia indispensables que nunca podrás encontrar en otro lugar, solo en tu madre.
GEMA FRÍAS LUQUE

UN SUEÑO EN EL VALLE.

Lucía era una muchacha sencilla.
Nació en un cortijo del precioso valle del río Guaro, cuando sus padres ya habían perdido toda esperanza de tener hijos.
Su madre, cada mes, contemplaba compungida como brotaba de su cuerpo aquel fluido rojizo que aniquilada sus ilusiones maternales, y así mes tras mes, año tras año.
Tuvo que crear tolerancia hacia su propio cuerpo para vivir tranquila.
Su padre miraba con ojos llenos de amor a la madre, él también deseaba ser padre, pero sabía del sufrimiento de su esposa y trataba de tener empatía con ella.
El duro trabajo diario se apoderó de ellos, y la rutina pintó sus días, por eso, fue una auténtica serendipia cuando descubrieron el embarazo.
Lucía nació en otoño, pequeña, tierna, indefensa..... Y así se mantuvo en su niñez. Creció feliz en aquel valle cuidada por el amor de sus padres, pero pasaron los años y sorprendentemente, una primavera ocurrió el milagro, aquella niña pequeña y endeble se convirtió en una joven hermosa, cual crisálida en mariposa.
Los padres asistieron maravillados a la transformación, su pequeña y delicada niña se convertía en exhuberante mujer.
Lucía, cómo cualquier chica de su edad, estudiaba, salía con gente de su edad, se divertía y ayudaba en el cortijo. Un día contó a sus padres, que entre sus amistades había alguien muy especial, sencillamente se había enamorado. Se trataba de su amiga Leticia.
Sus padres se alegraron por ella, porque la vieron feliz, y afortunadamente, hoy existe sororidad.
DORI CALDERÓN RAMOS

CONJURO DE VIDA

Se afanaba en rasgar con todas sus fuerzas, pero sus manos eran pequeñitas y su destreza aún no estaba del todo desarrollada. Tras unos movimientos rápidos y violentos logró romper la crisálida que la protegía y salió al mundo exterior compungida y exhausta. La pequeña ninfa se sorprendió al encontrarse rodeada de multitud de bellas féminas, de ojos almendrados y piel morena, que la escrutaban con inmensa curiosidad. Asustada, retrocedió y quiso volver a su caparazón, pero una delicada mano se posó sobre su hombro y la tranquilizó.

-¿Quiénes sois? –preguntó la ninfa.

-Somos las almas del bosque. Pronunciamos un conjuro para que El Magma nos enviara tolerancia y empatía para repartir entre los humanos. Una de las dos variedades de género viene aquí para atentar contra nuestros verdes pulmones. Jamás han llegado a comprender la labor tan esencial que realizamos por su planeta. -Explicó una.

-Esta serendipia nos confunde. ¿Qué se supone que debemos hacer ahora? –Preguntó otra. -No esperábamos algo como tú en respuesta a nuestro conjuro.

-Tranquilas, vuestra sororidad será atendida y reconocida. El Magma nunca se equivoca. Con la unión de todas sé que podré ayudaros. Por cierto, mi nombre es Terraquea Esperanza.
M. CARMEN JIMÉNEZ ARAGÓN

NO LA PIERDAS

 Había una vez una muchacha que vivía en un pueblecito rodeado de montañas, en algún confín remoto de La Tierra.
Esta chica era diferente, apenas hablaba, siempre andaba distraída, solitaria, compungida y sin amigos.
Nadie en el pueblo hacía nada por sacarla de su estado de mudez. Nadie mostraba un poco de empatía hacia ella. Todos le
daban la espalda.

Ella, se había construido, en su imaginación, un mundo particularmente especial. Un mundo sin rencores y sin malicia, un mundo lleno de crisálidas, un mundo lleno de pequeños y divertidos insectos que correteaban como locos de un lado para otro sin parar. Un mundo donde la serendipia aparece debajo de las húmedas rocas y de los árboles florecía la tolerancia pintando el paisaje con bellos colores.
Así pasaba sus días y también sus noches y no podía remediar sentir la falta de sororidad por doquier. Se sentía sola en muchas ocasiones hasta que un día todo cambió. Se disfrazó de Esperanza con la idea de ayudar a la gente. Vendió pequeñas y grandes botellitas de esta esencia, urdió miles y miles de esperanzas, cobijó con agrado este sentimiento rezagado, y así fue como, poco a poco, fue esparciendo destellos de esperanza a la gente. Y por la noche, sonreía agradecida porque de entre “la nada” había conseguido “el todo”, y logró repartirlo por todo el Universo.

Mª JESÚS CAMPOS ESCALONA.

1 comentario:

  1. Gracias Modesto por tu participación y por dedicarnos unos minutos en estos días tan especiales y difíciles.

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