lunes, 18 de octubre de 2021

IV. ME LO DICES O ME LO CUENTAS


      Ya conocéis uno de nuestros ejercicios más populares, os presentamos este nuevo apartado en el que, utilizando algunas palabras elegidas al azar por varios miembros del Club de Lectura y Teatro, elaboramos microrrelatos, reflexiones, microcuentos, incluso poemas, donde encontraréis originalidad, diversidad y muchas ganas de transmitir.

     El máximo de palabras estará condicionado al número de términos clave a incluir en el texto, pero oscilará entre las 150 y las 180.

      Las reglas siguen siendo las mismas: los verbos pueden utilizarse en cualquier tiempo y persona, incluso en sus formas no personales; los sustantivos y adjetivos pueden usarse tanto en masculino como en femenino, y en singular o plural, según convenga; lo que no se debe hacer es utilizar una palabra cambiándole la función de debería desempeñar en el texto (el adjetivo "amable" no se puede sustituir por "la amabilidad", porque entonces lo convertimos en sustantivo).

     En esta ocasión son once las palabras propuestas para incluir en las historias: AUTOCONTROL, PERSEIDAS, CARTA, VETAR, ESPLIEGO, SUSPENSIÓN, TELA, VITÍLIGO, CACHORRO, SOBRE y DELEITE.

     Esperamos que disfrutéis de la lectura.


Benet da Silva
¿A ELLOS O A NOSOTROS?
     Aún resonaban en su cabeza, le vetaron el deleite de observar la lluvia de perseidas que alumbraban la noche y el olor a espliego que desprendía la hoguera. El autocontrol y frialdad que mostraban las palabras de aquel niño le impresionaron, e hicieron que se preguntara: “¿A quién debemos educar?, ¿a ellos o a nosotros?”
     Tras leer la carta, decidió dejar sus vacaciones en suspensión y viajó hasta Mali. Su camarada lo esperaba junto a varios muchachos del poblado. Comenzó a repartir algunos juguetes. Intentó darle uno a un chico que mostraba síntomas de vitíligo y vestía una túnica de tela, pero este lo despreció, le preguntó algo en idioma propio y se marchó. Unos minutos después regresó, dejó sobre la mesa un fusil y dijo algo en su lengua.
     A continuación, su compañero le contó que, aquel infante fue uno de los cachorros de las milicias, los llamados “niños soldado”, además, tradujo la pregunta y posterior respuesta del chaval.
     Según él, aquella peonza no servía para defender a su familia, en cambio el fusil, sí.


Cande Molina Mostazo
ESENCIAS
     Suspiró con deleite mientras contemplaba las perseidas tumbada en la hamaca. Justo en ese instante mágico pidió un deseo, lo escribió en un trozo de tela y lo metió dentro del sobre. A pesar de sentirse en paz no pudo evitar que sus ojos negros llorarán como los de un cachorro triste y asustado.
     No estaba pasando por su mejor momento, fue suspendida en su trabajo y las facturas se acumulaban. Para vetar a sus miedos, cada mañana se ponía unas gotitas de aroma de espliego en el cuello. Y con todo el autocontrol del que disponía se dirigió a la entrevista de trabajo. Cuando escucho “gracias, ya le llamaremos”, se remangó la manga del jersey, dejando ver su vitíligo en la parte superior de su brazo, y le entrego una carta.

  Se despidió muy amablemente y se marchó. Justo a los diez minutos sonó su teléfono, mañana debía ir para firmar su contrato de trabajo.

    Todo el mundo le pregunta que había escrito en esa carta y su respuesta siempre es la misma: “a veces los deseos se hacen realidad”.


Mª Carmen Jiménez Aragón
MI VIDA ES MÍA
     Cuando observó que el autocontrol de aquel indeseable brillaba por su ausencia, decidió poner sus cartas sobre la mesa y pasar a la acción. Con las vaporosas telas bailando en suspensión y el incienso de espliego haciendo su trabajo, el borrachín se sumió en el placentero deleite de Morfeo, momento que aprovechó la bailarina para sustraer el sobre de su chaqueta. Con los documentos en su poder, tendría a los peces gordos cogidos por el cuello y podría vetar la entrada a esa mafia explotadora.
   Y mientras él soñaba con las perseidas, ella lo miraba, comparándolo con un rechoncho cachorro dálmata, por los rastros de vitíligo que asomaban por sus manos, y se decía:
     -Perro que come perro, es porque aprendió la lección a hierro.


Lourdes Sánchez Jiménez
LA CARTA
     Metió la carta dentro del sobre, posándola en la almohada junto a un tallo de espliego.
     Por fin nadie la votaría nunca más, porque ahora, ella y solo ella, tripulaba y tenía el autocontrol del barco de su vida, una vida llena de mareas y tempestades. Por eso, llegó el momento de navegar hacia la libertad, provocándole un deleite, el cual hacía mucho tiempo no vivía. Allí estaba, tumbada, viendo a los lejos las Perseidas, cuando un frío invadió su cuerpo, como el que siente un cachorro recién nacido al salir, en pleno invierno, del vientre de su madre.
     Escuchó el desgarre de las telas de su camisón y sentía la presión intermitente de unas manos en su pecho, marcado por el vitíligo como si la sal del mar de su vida lo hubiese marcado.
     Una paz la invadió y, tras la suspensión de aquéllas manos en su pecho, supo que había llegado el momento de su ansiada libertad.


Dori Calderón Ramos
EL GRAN HOMBRE
     Disfrutaba mirando las perseidas desde su cama, perdiéndose entre las telas de las sábanas para embriagarse del olor a espliego con el que su madre las aromatizada, allí se sentía como cachorro mimado.
     Hallándose en este deleite recordó que hoy mostraría gran autocontrol ante el comité de dos empresas que pretendían unirse, vetando esta fusión por no ser beneficiosa para el consorcio con el que trabajaba.
     Redactó la carta que presentaría esa mañana ante los socios, pensando que sería ardua tarea la suya, pero la fuerza de su voz y su dura mirada no dejarían opciones a sus interlocutores.
     Subió los veinte pisos en ascensor y entró en la acristalada sala donde lo esperaban, entregó el sobre con la propuesta a una desagradable mano con vitíligio y oyó el sonido de un mensaje de su móvil.
     -Te quiero en casa a las dos, - leyó
     -Si mamá, - contestó.


Mercedes Rodríguez Silvente
MOMENTO MÁGICO
     Con un gran deleite decidí escribirle una carta donde le explicaba mi marcha, la introduje en un sobre y la deposité en su mesita.
     Corría el mes de agosto, me senté bajo aquel espliego que había frente a mi casa. Era de noche, pude contemplar una lluvia de luminosas perseidas. Mis pensamientos se quedaron en suspensión, fue un momento mágico.
     No estaba en la mejor época de mi vida, vivía con mi padre y no teníamos buena relación. De pronto vi un cachorro junto a un contenedor, me di cuenta que padecía de vitíligo, a pesar de ello lo llevé a casa y lo arropé con una tela. Mi padre me vetó quedarme con aquel animalito. Mi autocontrol me ayudó a no discutir.
     Durante la noche tomé la decisión de quedármela y llamarla Dori. La mañana siguiente cogí a mi cachorrita, mis pertenencias y comencé mi nueva vida. Aún hoy tras cuatro años sigo disfrutando de su compañía y sus cuidados.


Jose A. Ortega Cuadra
VISITA AL TEIDE
     Tenía preparado el sobre y solo necesitaba escribir la carta para contarte mi última aventura en el Teide. Demasiadas expectativas, mitigadas con ejercicios de autocontrol, aunque tal vez exageraba un poco.
     Llevaba tiempo planificando esta excursión. Fui con mi cachorro envuelto en una tela, al que llamo Viti, por unas manchas en el contorno de los ojos, vitíligio que afecta a personas y animales en su piel.
     Quería ir temprano para no encontrarme con retenciones o la posibilidad que pudieran vetar el acceso al parque por masificación en el mismo. No quería arriesgarme a la suspensión de la aventura.
     La excusa para la visita al parque nacional era la luvia de las perseidas. En realidad, quería encontrar algún ejemplar de espliego. Había averiguado que, aun siendo de la familia de la lavanda, las propiedades entre ellas son totalmente opuestas. Para mi deleite, pude encontrarla. Lo siguiente era disfrutar de la lluvia de estrellas.


Rafa Núñez Rodríguez
CORAZONES
Me duele el corazón derecho,
sí, ese que suele estar en silencio,
el que te servía de almohada
cuando apoyabas tu cabeza en mi pecho.
Ese que notaba el placer de las yemas de mis dedos
navegando sobre tu cuerpo,
disfrutando de la palabra vitíligio nacida en tu piel,
rozando tus parches blancos
para luego adentrarme en tu universo de piel oscura,
y buscaba perseidas bajo tu ombligo,
incluso cuando me vetabas el camino,
yo te miraba como un cachorro añorando tu cariño.
Ahora, el espliego de la ventana secándose,
la tela de la sábana en suspensión para no tocarme,
las cartas se vuelven amarillas, las pocas que llegan,
mientras yo sigo llenando un sobre
con el poco olor tuyo que queda en casa.
Hoy por fin me veo con suficiente autocontrol
y me atrevo a salir a la calle.
Abro la puerta y observo, con extraño deleite,
que gran parte de los caminantes,
van con la mano izquierda apretando su parte derecha del pecho.
Y entonces pienso, mientras busco tu mirada,
que hoy también me duele corazón derecho.


Mª Jesús Campos Escalona
GUERRERA
     Mi autocontrol me hace ser fuerte. Soy una mujer decidida y valiente que veta la entrada a su corazón, a todo aquel que osa pegar en la puerta. Me gusta dejarlos en vilo, en suspensión, para que luego caigan al infinito vacío, sin sentir ni un ápice de piedad.
     Pero no siempre fui así. Recuerdo que hace muchos años me sentí como un cachorro, necesitada de cariño. En silencio, me deleito con aquella tarde de verano, el olor a espliego y romero inundándome los sentidos. El anochecer nos trajo miles de perseidas que iluminaban tus ojos y cómo acabó todo con una simple carta. Un sobre en blanco que marcó mi destino. Estaba embarazada.
     Hoy, arropo a mi niño con telas de amor propio y confianza. ¡Cómo ha crecido mi príncipe! Acaricio con ternura su piel llena de manchas, el vitíligio va en aumento. El camino no se presenta fácil. Pero aquí está tu reina, le susurro, para guarecerte de toda tempestad.


Laura Pérez Alférez
PIROMANÍA
     Mientras quemaba unos viejos sobres de cartas con ramitas de espliego seco, descubrió que el fuego está vivo y que siempre tiene hambre.
     Le gustaba mirar cómo ardientes lenguas bailaban hasta apagarse, pero la sequía había dejado demasiado matorral seco y una lluvia de perseidas en suspensión prendieron la hojarasca. La tímida danza de una pequeña hoguera se convirtió en una frenética coreografía de cachorros en llamas, que brincaban por la maleza seca, rugiendo, devorando, avanzando sin parar con furiosa alegría.
     La voracidad del fuego le hipnotizaba, perdía el autocontrol hechizado en el vaivén de agitadas telas de lumbre. Cada vez sentía más placer, ocasionar un incendio se convirtió en un deleite imposible de vetar.
     Ahora, tras unos barrotes, observa con nostalgia el vitíligo de sus manos, pensando en la mejor forma de hacer arder la cárcel.

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