miércoles, 22 de septiembre de 2021

III. ME LO DICES O ME LO CUENTAS

Ya conocéis uno de nuestros ejercicios más populares, os presentamos este nuevo apartado en el que, utilizando algunas palabras elegidas al azar por varios miembros del Club de Lectura y Teatro, elaboramos microrrelatos, reflexiones, microcuentos, incluso poemas, donde encontraréis originalidad, diversidad y muchas ganas de transmitir.

El máximo de palabras estará condicionado al número de términos clave a incluir en el texto, pero oscilará entre las 150 y las 180.

Las reglas siguen siendo las mismas: los verbos pueden utilizarse en cualquier tiempo y persona, incluso en sus formas no personales; los sustantivos y adjetivos pueden usarse tanto en masculino como en femenino, y en singular o plural, según convenga; lo que no se debe hacer es utilizar una palabra cambiándole la función de debería desempeñar en el texto (el adjetivo "amable" no se puede sustituir por "la amabilidad", porque entonces lo convertimos en sustantivo).

En esta ocasión son diez las palabras propuestas para incluir en las historias: TIEMPO, ZANJAR, ENEBRO, HOLLAR, PEONZA, PREGUNTAR, VENTANA, TRANSEÚNTE, VACACIONES Y SOMBRA.

Esperamos que disfrutéis de la lectura.


Laura Pérez Alférez

TE ECHO DE MENOS

     “Siempre te querré, pero no podemos estar juntos”. La contradicción le hizo girar como una peonza, se asomó a la ventana y preguntó por ella a los indiferentes transeúntes.
     Una sombra amarga afligió su gesto, ante el inesperado revés que hollaba su verdad. Creía que iba a esperarlo siempre, pero al volver de su último viaje ella se había ido.
     Cuatro míseros garabatos en un papel zanjaban media vida compartida de sentimientos que agonizaban desde hacía tiempo.
     Aderezó su soledad con un gin tonic, aplastó dos bayas de enebro y las dejó caer en la copa.
     Los efluvios del alcohol le regalaron, en su desvarío, una esmeralda de esperanza, tal vez se había tomado unas vacaciones.
     El teléfono, impertinente, vibró entrometido.
     “Es ella”. Pensó que se había arrepentido, que le pediría perdón y asumiría su parte de culpa. Volvería, e irían al teatro de vez en cuando, compartirían series y pizza para dos.
     Agarró el teléfono y este dejó de vibrar.
     “La empresa prescinde de sus servicios, su contrato ha finalizado".


Cande Molina Mostazo
¿QUÉ PASÓ?
Y te pregunto:
¿Qué pasó,
te has cansado de escuchar mi voz?
ya no noto el roce de tu piel,
ahora somos transeúntes de un amor
que se quedó en la estación de tren.
Bésame,
quizás sentirnos nos haga recordar
cuando nuestra vida estaba en eternas vacaciones,
cuando un café compartido
nos hacia hollar a la luz de la luna.
¿Qué pasó?
te has cansado de bailar a mi lado,
ya no noto tus giros acariciándome las manos.
Ahora somos peonzas de un tiempo pasado,
y aquí sigo, esperando verte
bajo el enebro de la ventana.
¿Qué pasó?
Te has cansado de dormir a mi lado,
ya no tengo el abrazo de tu cuerpo,
zanjemos las malas sombras
que destruyen nuestra historia.
¿Qué pasó?
¿Dónde se fue nuestro cielo azul?


M.ª Carmen Jiménez Aragón
GIRO AL CORAZÓN
     Bajo la sombra del enebro, comenzó a zanjar la compactada tierra a toda velocidad, no tenía tiempo que perder si no quería que algún transeúnte lo sorprendiera allanando una propiedad privada. Por los dueños de la casa no tenía problema, sabía que Sonia estaba de vacaciones con sus padres.
     El agujero no tenía que ser demasiado grande, bastaba con poder esconder algo del tamaño de un corazón. Se apresuró a meter la cajita en el socavón, no sin antes cerciorarse de que estaba cerrada con llave. Arrojó tierra encima y holló firmemente. Mientras se iba, miró hacia la ventana que cada noche le revelaba la imagen que lo hacía enloquecer, y se preguntó si habérselo pedido directamente a ella no funcionaría mejor, que el conjuro de la peonza danzante, para que lo eligiera como pareja en el baile.


Dori Calderón Ramos
¡DE VACACIONES!
     Como cada año llegan a la gran casa de vacaciones, el enebro plantado junto a la piscina crece sin reparos, sin dar demasiada sombra a cambio de los cuidado que acapara.
     Los niños gritan como locos quitándose la ropa para entrar en el agua.
     El marido descarga el equipaje mientras pregunta a María qué comerán a mediodía y qué maleta trae su bañador.
     La abuela se acomoda en su hamaca y pide a su nuera el pastillero y una infusión, pues el viaje le sentó mal.
     María ya se siente como peonza girando en torno a la familia, transeúnte en unas vacaciones sin descanso.
     Aquella tarde, mira a su familia tras la ventana de la cocina y decide que hace tiempo debió zanjar esta cuestión y no dejarse hollar una vez más.
     Salió por la puerta de atrás dejando una nota que decía: "Nos vemos a la vuelta de vacaciones".


Mercedes Rodríguez Silvente
UN PARÉNTESIS
     Debía zanjar aquel asunto con mi pareja de una vez por todas, me tomé unas vacaciones en un apartamento cerca de la playa, las necesitaba. Decidí hacerlo el mes de septiembre, mi favorito para tomarme un descanso.
     Me gustaba asomarme a la ventana y contemplar a los transeúntes caminar por el paseo marítimo. Aquella tarde cogí la toalla, un libro y la sombrilla, después me dirigí a la playa, abrí el quitasol y puse mi libro a la sombra. Hollé la arena hasta la orilla, me apetecía un baño. Aquel día tuvo un efecto relajante y me facilitó otra perspectiva.
     Por la noche Emilio me preguntó si había tomado una decisión, le respondí que aún era pronto.
     Al día siguiente salí a dar un paseo, me encontré con varios niños jugando a la peonza, esto me recordó mi niñez. Seguí caminando y tropecé con un gran enebro, me senté bajo él a meditar mi relación con Emilio, la situación lo requería, no sé cuánto tiempo transcurrió. Lo que supe es que no quería continuar con esa relación tormentosa.


Jose A. Ortega Cuadra
NUESTRO CAMINO
     A veces pienso en el paso del tiempo. Nos hacen creer que es infinito y nuestra vida está llena de caminos a los que hollar, sin pensar que, por más vuelta que le demos, cual peonza, llegará un momento en que el tiempo, y no el camino, se acaba.
     Somos un simple transeúnte que deambula, siempre con una sombra pesada, sobre la carretera de la vida. Debemos tomarnos nuestra existencia como unas vacaciones y no preguntarnos qué significado tiene (la existencia), sino disfrutarla al máximo.
     Podemos contemplar, como a través de una ventana, el pasar de los años y esperar algo que nos cambie. Pero es mejor avanzar, tal vez descansar a la sombra de un enebro durante un rato, y zanjar cualquier duda que aparezca en el momento que surja. No hay que dejar que esas dudas sean la guía de nuestro camino.


Rafa Núñez Rodríguez
NIEVE
     Su mirada cuenta que había un bosque de enebros, donde los transeúntes cantaban y giraban, cual peonzas recién huidas de su cordel.
     Entre risas y reflejos de flores silvestres, pasaban los días, como en unas vacaciones, unas de esas en las que había tiempo hasta para contar estrellas. Recordaba el hollar tierno sobre piedras envueltas en musgo, las carcajadas del arroyo al tirarse cascada abajo y llegar a casa viendo el rostro de ella asomado a la ventana.
     Hasta que llegó aquella sombra y se fue apoderando de su pequeño mundo, sin preguntar, sin pedir permiso y todo aquel paisaje se fue cubriendo por una gran nevada.
     Y pasó el tiempo, hasta que un día decidió apartar las ramas del miedo y zanjar el olvido de sus ojos.
     --¿Entonces, doctor, cuando me quiten las cataratas, se derretirá la nieve que ahora me llena la vida?


M.ª Jesús Campos Escalona
CARA O CRUZ
     Mi tiempo se acaba. Debo zanjar todas las cuentas pendientes. Abro la ventana y el viento frío de la mañana me azota con crudeza el rostro. Me siento como peonza que no puede dejar de dar vueltas, girando una y otra vez, sobre sí misma.
     El enebro ya tiene cubierto las primeras ramas con la nieve. Me acomodo en la mecedora y pienso que nunca supe lo que eran unas vacaciones. Me imagino ser un transeúnte que espera el tren que me lleve por fin a mi destino. Un lugar donde no vuelvan jamás a hollar mi alma, ni mi cuerpo, con golpes, patadas y puñetazos.
     Veo como una sombra se acerca. Me tiemblan las manos, ya está aquí. El corazón se me quiere salir del pecho, empiezo a sudar, un escalofrío me paraliza. Una corriente eléctrica sube por mis piernas hasta llegar a mi cabeza. Siento como un líquido caliente me baja por las piernas llegando a mis tobillos.
     Entra en la estancia y, como siempre, me grita. Yo empuño el arma, cierro los ojos y aprieto el gatillo. Cae al suelo, la sangre sale a borbotones. Ya todo se ha acabado.

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