miércoles, 24 de noviembre de 2021

LA VIOLENCIA DE GÉNERO VIVE ENTRE NOSOTROS



     El 25 de noviembre, con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, lo celebramos acudiendo a marchas teñidas de violeta, le damos visibilidad con concentraciones silenciosas o lucimos en nuestra solapa el lacito que conmemora ese día, que nos recuerda que la lacra sigue viviendo entre nosotros.

     En el Club de Lectura y Teatro de La Viñuela hemos elaborado un ejercicio especial para concienciar a la sociedad de que no hay que normalizar ciertas conductas. Bien por tener una edad algo inmadura, o por todo lo contrario, por tener una edad en la que se piensa que ya es tarde para cambiar los parámetros adquiridos hace décadas, o por temor a violar la privacidad ajena, o por no darle la importancia que debiéramos al asunto,... Las causas pueden ser muchas para que la sociedad, en su conjunto, no haga lo suficiente para acabar con esta injusticia. Y las consecuencias, cada año, son desoladoras.

     El ejercicio consiste en que basándonos en una situación familiar hipotética, común para todos los componentes del club, cada uno ha escrito un microrrelato desde el punto de vista en que verían el problema las personas que rodean esa situación de maltrato. Y ahí entramos todos, desde el propio maltratador y maltratada, hasta los hijos, pasando por demás familiares, amigos, instituciones...

     En la mayoría de los microrrelatos hemos querido reflejar esas líneas rojas que jamás se deben alcanzar pero que, por causas diversas como hemos mencionado anteriormente, no sabemos ubicar, y que en ningún caso justifican un maltrato a la mujer, ya sea físico o psicológico. Valga este ejercicio para abrir un poco más los ojos y actuar en consecuencia.

     Las premisas que hemos tomado todos como referencia son las siguientes:

Carmen y Antonio están casados desde hace 20 años, viven actualmente en un pueblo del interior de la geografía ibérica. Carmen tiene 45 años y Antonio 42 años. Tienen 2 hijos, una niña de 14 años, llamada Nerea, y un niño de 7, llamado Diego. Siempre hubo una relación de superioridad de Antonio con respecto a Carmen, que dio lugar a maltrato verbal y psicológico, y en los últimos 5 años, después de que él perdiese su trabajo, se ha convertido también en maltrato físico. Ella ha trabajado intermitentemente, de forma esporádica, por lo que tiene una clara dependencia de su marido.


ASISTENTE SOCIAL
     Veo a Carmen sentada frente a mí y no puedo evitar sentir compasión. Moveré todos los hilos necesarios, pero es muy difícil entrar al mundo laboral con cuarenta y tantos años, experiencia cero, dos hijos menores y sin vehículo.
     Me ha explicado la mala racha que atraviesa su marido en la empresa y ella quiere contribuir a la economía familiar, pero todo son pegas: “en ese horario no puedo; mejor por la mañana, no quiero que me anochezca; de cara al público no, prefiero no tener que hablar con nadie…” Algo no me cuadra, creo que me esconde algo.
     Efectivamente, ese algo sale a la luz cuando, sin darse cuenta, sube sus mangas por el calor. Ese hematoma me da la clave del siguiente paso que debo dar, aunque será difícil que se atreva a aceptar un piso de acogida.
M Carmen Jiménez Aragón



ANTONIO, MALTRATADOR
     La última copa. Le prometí que hoy no bebería, pero es que si no bebo no sé imponerme, me ningunea y hace lo que quiere.
    La quiero a morir, es mi vida, creo que la quiero más que a los niños. No podría vivir sin ella, necesito que sea solo mía, que viva para mí... ¡Y eso es tan fácil..... que no entiendo por qué no puede ser así!
    ¿Por qué se empeña en salir sin mí? ¿Por qué se arregla y sale sola? ¡Provocando!
     Hasta el vecino la miró ayer con ojos melosos, ¡No lo soporto! ¡Me hierve la sangre!
     Solo ella tiene la culpa de que yo me ponga histérico, de que pierda los estribos y se me vaya la mano. ¡Cabrona! ¡Si es que me vuelve loco! ¿Por qué me hace esto?
     Es hora de volver a casa, espero que hoy la encuentre sumisa, cariñosa. Si no.....lo arreglaré.
Dori Calderón Ramos



VECINO DE CARMEN
     Miro el reloj, las diez y veinte, hoy parece que ha llegado antes, lo mismo se ha peleado en el bar y ya llega caliente. Que cansancio, seguro que pronto comenzarán los gritos y los lamentos de siempre. ¿En qué hora me compré el piso aquí? Las paredes parecen estar hechas de papel mojado y, últimamente, hasta el hijo pequeño parece quejarse. Voy a cerrar la puerta con llave, no sea que les dé por salir corriendo y quieran meterme en un lío.
     Con lo bien que me cae Antonio, y que mal beber tiene, seguro que está pasando una mala racha, desde que se quedó en paro está algo nervioso, pero será pasajero, pronto lo tendrán olvidado, a ver si le sale algo, porque vaya cómo iba la mujer esta mañana, debería quedarse en casa, son ganas de dar de que hablar a gente. ¡Ostras! Ese golpe ha sonado fuerte... ¿Dónde habré puesto el mando a distancia…? Bueno, me tendré que levantar a darle volumen a la tele, espero que se cansen pronto, o no me dejarán dormir bien, otra vez.

Rafa Núñez Rodríguez



JULIA, AMIGA DE CARMEN
     “Me da miedo, Julia", fue lo último que le dijo Carmen antes de colgar. Llevaba años curando una y otra vez las heridas que Carmen tenía en cuerpo y alma y nunca antes le había hablado así de Antonio. Le recordó a la Carmen peleona de la universidad, aquella que se fue menospreciando con insultos y arrebatos. Entre lágrimas le había contado que Diego había golpeado varias veces a un compañero de clase y que Nerea se negaba a quedarse en casa a solas con su padre. El miedo se apoderó de Julia, ¿y si Antonio no la deja ir? ¿Y si hiciese daño a los niños? ¿Y si estuviese abusando de Nerea? ¿Y si matase a Carmen? Un retortijón la hizo ir al baño corriendo. Vomitó. Aún con sabor de bilis en la boca, cogió el teléfono y marcó: “Hola. Necesito ayuda, mi mejor amiga es víctima de violencia de genero y se quiere divorciar".

Montse Martínez Serrano



HIJO DE CARMEN
     Era así desde que me acuerdo, antes solo eran los fines de semana, pero ahora cada día es una ruleta rusa. ¡Malditas botellas!
     Hoy, domingo por la tarde, nos han enviado al cine a Nerea y a mí, nos gusta ir juntos, disfrutamos y, durante un rato, nos olvidamos. Aunque salimos de casa con cierto temor, al igual que cada vez que lo hacen. Sin embargo, la incertidumbre al volver se apodera de nuestro pensamiento, dudamos si aligerar el paso o retrasar la respuesta a la pregunta que siempre nos hacemos al regresar: «¿Qué cenaremos hoy, risas o llantos?».
Benet da Silva



MADRE DE CARMEN
     Desde hace tiempo Antonio no está bien, nunca me gustó este chico, pero mi hija se encaprichó y aquí está el resultado. Mi niña se merecía otra cosa, algo mejor, pero ella que es cabezona, decidió casarse con él.
     Y mira que se lo digo, no le enfades, los hombres son así, las mujeres somos las que tenemos la obligación de mantener la familia unida aunque tengamos que aguantar.
     Un día me insinuó la posibilidad de separarse, que locura, sería un escándalo para la familia. Y mis nietos, angelitos, hijos de padres divorciados. Como decía mi abuela: "la cuchara que elijas es con la que has de comer".
     En el fondo Antonio no es tan malo. Ay... qué sabrán estas jóvenes lo que es aguantar.
     Suena el teléfono, son las cuatro de la madrugada.
     - Mamá ven, llama a una ambulancia.
Laura Pérez Alférez



HIJA DE CARMEN
     Él, a pesar de la escasa economía, ya que está en paro, no perdona su visita a la tasca del barrio, y suele llegar ebrio. Mi madre se echa a temblar en cuanto escucha la cerradura y nos manda a nuestra habitación.
     Una noche, oímos un golpe, mi hermano dijo: «ya está aquí», ni siquiera nos inmutamos, estábamos acostumbrados. Llevábamos un rato escuchando sus gritos, ya no pude más, salí del cuarto y me la encontré tirada en el suelo con la cara ensangrentada, «menudo hijo de puta», pensé. Me dirigí a su habitación y comencé a golpearlo, él llamó a la policía. Cuando llegaron, nos interrogaron y después, para mi sorpresa, me dijeron: «que sea la última vez que golpeas a un hombre ebrio». No podía creer que, en pleno siglo XXI siguieran existiendo individuos como aquel. Había una única solución; abandonarlo. Me costaría convencerla.
Mercedes Rodríguez Silvente



CARMEN
     Llevo todo el día muy nerviosa. Esta tarde, cuando los niños se vayan al cine, voy a preparar unos bolsos de ropa, en cuanto tenga ocasión nos marchamos.
     Me siento tan sola, no tengo apoyo ni de mi madre. También es comprensible, ¿cómo un chico tan educado y atento con todos, va a ser el marido que yo digo?
    Julia es la única que me entiende, pero yo solo le cuento lo mínimo para desahogarme, me da tanta vergüenza, ¿qué pensará de mí?
    La trabajadora social fue muy amable, pero no fui capaz de contarle la realidad y creo que ella no se dio cuenta.
    Ayer cuando le levantó la mano a Nerea, mi corazón roto en pedazos se detuvo por un momento, no puedo consentir que le ponga una mano encima a mis hijos y tampoco que ellos estén viviendo este infierno.
     Hay mañanas que desearía no despertar, lo único que me mantiene viva son mis hijos.
      Suena la puerta, Antonio viene como loco.
     – ¿No me crees hombre para mantener mi casa? – De un gran golpe caí al suelo.
Cande Molina Mostazo



PADRE DEL MALTRATADOR
     Suena el teléfono, miro el reloj de la mesita de noche, 4:57h. ¿Quién será a estas horas?
     – Nerea, ¿qué pasa? Tranquila cariño, vamos ahora mismo para allí. ¡María, vístete! ¡Carmen está muy grave en el hospital!
     Mientras conducía camino al hospital, no podía dejar de pensar lo tonto que era mi hijo, esta vez se había pasado… Yo siempre le aconsejaba que las sesiones no fuesen muy fuertes, para que fuesen creíbles… que si se había caído al tropezar, que si se había dado con la esquina del mueble alto de la cocina en el ojo,… Pero desde que estaba en paro no controlaba tanto. Él siempre había visto cómo yo lo hacía con su madre, no entiendo cómo esta vez había llegado tan lejos, algo haría ella…, como siempre…, es que todas son iguales. Tienen que estar atadas cortas.
Lourdes Sánchez Jimémez



MÉDICO DE URGENCIAS
     4:30h de la madrugada, una ambulancia acaba de trasladar al servicio de urgencias a una paciente de 45 años, inconsciente y con múltiples contusiones en todo el cuerpo, además de una fuerte hemorragia nasal.
     Al momento llega su marido, con dos menores, y me facilita todos los detalles de cómo se cayó Carmen de la escalera cuando colocaba unas cortinas.
     La paciente va a ingresar en la UCI, tiene traumatismo cráneo encefálico. Antonio y los niños esperan, nerviosos, el primer informe completo, y no pueden dejar de llorar pensando en lo peor.
     Cuando me acerco a la sala de espera, y los veo tan hundidos, no encuentro las palabras adecuadas. Es el pequeño el primero en romper el angustioso silencio, que cabizbajo y tembloroso, murmura “te grité que la dejaras en paz.
     Se activa el protocolo.
Gema Frías Luque



PADRE DE CARMEN
     ¿Cómo he podido estar tan ciego tanto tiempo? Lo peor es que no es la primera vez que pasa y lo vengo a descubrir ahora. ¡Maldita sea!
     ¡Mi hija!, ¡La luz de mis ojos, mi niña...!
Creía que era una buena persona cuando lo conocí. Todos los hombres hemos discutido con nuestras mujeres, gritado, insultado, golpeado la mesa, levantado la voz o la mano. Pero yo nunca he pegado a mi mujer.
     Y este desgraciado, este malnacido, ha mandado al hospital a mi hija.
     Sus hijos han estado presentes, viendo como su padre le daba una paliza a su madre... ¡mi hija!
     ¡Lo mato, juro por Dios que lo mato! Dejaré huérfanos de padre a mis nietos, pero se que en el futuro lo entenderán. ¡Son tan pequeños! No se merecen pasar por esto.
     Tal vez no aprendan el amor de un hombre hacia una mujer, pero aprenderán el amor de un padre hacia su hija.
     ¡Lo mato!
Jose A Ortega Cuadra


MADRE DEL MALTRATADOR
     La sala de espera es fría y solo refleja rostros desangelados, suenan sirenas y pasan médicos a toda velocidad. Y nosotros sin noticias.
     Lo llevé en mi vientre durante nueve meses, lo parí con mucho dolor, lo he educado lo mejor que he sabido y, ahí está, mi hijo, un diablo ingobernable.
     No sé qué hacer, ni qué decirle ya, he hablado con él mil veces, pero no hay manera. Incluso a mí me ha levantado la mano..., yo, que soy su madre y lo daría todo por él.
     Lo amo, lo adoro, pero sé que necesita ayuda para salir de ese pozo, y esta vez no seré yo la que saque las castañas del fuego. Se me rompe el corazón, pero si lo ha hecho, que lo pague.

M Jesús Campos Escalona


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