viernes, 1 de noviembre de 2024

XXXI. ME LO DICES O ME LO CUENTAS

Saludos, lectores y lectoras del mundo. Aquí tenéis otro ejercicio de microrrelatos por palabras. Para quien no conozca las pautas a seguir, las recordamos:  

-Elaborar un microrrelato de 180 palabras como máximo (sin contar las del título), en el que incluyamos diez términos, elegidos al azar por miembros del club. 

-Cuando la palabra elegida es un verbo (amar, verter, salir...), puede utilizarse en cualquier forma, tiempo o persona.

-Si la palabra elegida no especifica su función, podremos utilizar cualquiera de las que nos proponga la RAE para dicho término.

-Si el término elegido es un sustantivo o adjetivo podremos usar tanto el masculino como el femenino, y en singular o plural, según convenga. 

-No se debe utilizar una palabra cambiándole la función que debería desempeñar en el texto (el adjetivo "amable" no se puede sustituir por "amabilidad", porque entonces lo convertimos en sustantivo).

    Para este ejercicio los términos elegidos han sido: PASTEL, OZONO, CINTURÓN, GLOTÓN, ALQUITRÁN, CÚMULO, CICATRIZ, BIBLIOTECA, SILENCIO y FLAUTA.

    Os animamos a practicar este ejercicio y nos encantaría que compartierais con nosotros el resultado. Si os apetece podréis verlo publicado justo debajo de estas líneas, junto a los nuestros, que os servirán como ejemplo. Que disfrutéis de la lectura.


Gema Frías Luque

MIL Y UNA FECHORÍAS

Desde su más tierna infancia un cúmulo de circunstancias lo comparaban con un glotón, y todo porque aquel día, en el silencio de la mañana, se tragó él solito todo el pastel que guardaban para la celebración del cumpleaños de su hermana. Tras la fechoría corrió hacia la biblioteca, pisando atropellado el alquitrán, tuvo que aflojar dos ojales el cinturón para no vomitarlo. 

El cielo estaba cubierto de nubes grises ocultando el ozono y comenzando a sonar la flauta, sabía que le caería un buen castigo, pero no tenía miedo, pues ya había superado alguna que otra cicatriz.


Dori Calderón Ramos

EL DÍA DE LAS BIBLIOTECAS

Al salir del baño encontró un silencio negro como el alquitrán. ¡Habían cerrado la biblioteca con él dentro! Con el móvil que colgaba de su cinturón, se alumbró mientras discurría a quién pedir ayuda, un cúmulo de sensaciones se apoderó de él.

Algo corría por el suelo y entre los libros, y persiguiendo aquel ajetreo se topó con la estantería de la prensa, una portada sobre la capa de ozono cayó al suelo; asustado, un duendecillo corrió a cobijarse en la flauta de Hamelyn; Peter Pan apareció perseguido por Garfio con su cicatriz de bocado de cocodrilo; por un cajón verde repleto de cuentos trepaba el enanito más glotón de Blancanieves, seducido por el olor delicioso de la casita de chocolate; Gretel alertaba de que la bruja cocinaba un gran pastel para la fiesta de mañana...

¡Claro, será veinticuatro de octubre, día de las bibliotecas!


 Encarni Navas

Akelarre 

Cuando el silencio de la noche se apodera de la biblioteca, un cúmulo de energías invade su espacio haciendo que, atraídos por el sonido de una mágica flauta, libros y revistas salgan de los estantes para incorporarse a un baile que los lleva a girar, unidos, igual que si de un cinturón de asteroides se tratara.

Algunos, sin pudor y ayudados por múltiples corrientes de ozono, dejan ver su interior plagado de cicatrices de tinta y dulces grabados color pastel que harían las delicias de cualquier glotón devorador de fantasías.

Tras esta frenética danza y con las primeras luces del alba, todo recupera la normalidad, salvo por unas cuantas eles, úes y zetas que salieron por una ventana y sorprenden a la bibliotecaria pegadas en el alquitrán de la calle.


Mª Carmen Jiménez Aragón

UNA NUEVA AVENTURA

En una perfecta vertical, la lanzadera se separó del cohete y el alquitrán del asfalto se tornó rojo por la presión liberada tras la cuenta atrás. En segundos, una gran humareda lo cubrió todo.

—¡Directos al espacio, atravesando la capa de ozono! dijo alguien en el puesto de mando.

Alcanzaron pronto un cúmulo de polvo estelar que difuminaba sus tonos pasteles a medida que el cohete lo atravesaba.

—Aún falta para que lleguemos al cinturón de asteroides afirmó el comandante.

De pronto, el radar les advirtió de una presencia extraña a cierta distancia. La tripulación activó la alerta y se mostraron cautelosos.

—¡Shhh, silencio! gritó la encargada de la biblioteca y Carlitos dejó caer la flauta que surcara el espacio con la ayuda de sus manos sobre la mesa.

—¿Merendamos? Sugirió el glotón de la cicatriz en el labio. Todos aguantaron la carcajada.


Monse Martínez Serrano

SIN FILTRO

Iban a hacer falta unos cuantos glotones para comerse aquel pastel. Un cúmulo de mirones, atufados por el alquitrán recién echado, se atropellaba en la puerta de la biblioteca para mirar a la criatura atrapada en el asfalto.

De repente, apareció un muchacho encapuchado y sacó una flauta del cinturón. Cuando todos vieron la cicatriz de su mano intentaron escapar. Era Afenon, el único humanoide que vivía en una zona donde el ozono había desaparecido. Comenzó a tocar y todos los que escucharon en su huida quedaron paralizados.

En el silencio, Afenon acarició al monstruo y el suelo se resquebrajó liberándolo. Al son de una melodía cacofónica todos los hechizados se pusieron de camino. Les quedaba un largo recorrido hasta ser expulsados por el mismo agujero que también usaban los rayos ultravioleta para destruir la tierra.

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