lunes, 26 de julio de 2021

HOMENAJE AL VERANO

 


El verano, esa estación del año tan deseada y esperada por todos... Los miembros del Club de Lectura y Teatro de La Viñuela tenemos el privilegio de vivir en un lugar en el que el verano es, prácticamente, todo el año, Andalucía. Sol, playas, buena comida, montañas y senderos, relajación en ambientes distendidos y, sobre todo, nuestra endémica siesta. Nada como vivir en el paraíso y disfrutar de todo lo que nos ofrece. Nada mejor, hasta que llegan los días de 40ºC a la sombra a las 20h de la tarde. Y es que nunca se está contento con lo que hay. 
Nosotros hemos aprovechado la ocasión para escribir algunas palabras dedicadas al verano, cada uno dándole el enfoque que ha creído oportuno, hay para todos los gustos.
Deseamos que tengáis una agradable lectura y que os ayude a pasar esas malas horas de tanto calor, en la orillita del mar y con algo bien fresquito cerca para echarse a la boca. 
Con este homenaje terminamos nuestra sección de dedicatorias a las estaciones del año. Os animamos a que nos enviéis vuestros ejercicios o a que propongáis nuevos para este Club ávido de retos.

Rafa Núñez Rodríguez
MI CALOR EN TI
veces me criticas, lo sé,
pero en el fondo
siempre disfrutas con la humedad de mis labios,
notas con agrado las pequeñas perlas de sal,
esas que mi lengua deja sobre tu piel desnuda.
Y como sabes que te miro,
te pones coqueta,
me descubres tus hombros,
me pides que los acaricie,
que les dé color,
y así soy yo,
pincel de momentos inolvidables,
de arena y sudor,
de carbón ruborizado y cervezas frías.
Y te doy luz,
para que me veas,
para que me sientas,
porque yo te quiero así,
clara como mis días
y con una pequeña corona de mis efímeras noches.
Te quiero como ese géiser,
que se hace eterno por unos segundos,
en las miradas que por un momento lo ven,
y quiero que me quieras,
porque soy dueño de tu ropa seca,
de esa que después intentaré humedecer,
aunque tú no lo quieras.
yo seré el calor que te hará arder,
pero con la amargura de saber que tu fuego interior,
ese, el de abrazos y susurros,
ese no me lo darás a mí,
lo tienes guardado para cuando caigan las hojas secas
y las palabras huelan a petricor.
Pero, mientras tanto,
yo seguiré disfrutando de las lágrimas saladas
que inundan tu piel,
y me las beberé como un sediento amnésico
que no recuerda que también fui tú verano anterior,
y seré igual el siguiente,
abrazándote como siempre.
Dándote mi calor.


VERANEANTES
A ella le gusta llegar temprano, no es que sea de rivalizar con el amanecer, pero las gaviotas suelen estar soñando con peces cuando abre su hamaca. Es de las de rayas verticales, unas blancas y otras entre azul y verde, ya que el sol, a lo largo del tiempo a jugado a cambiarle el tono.
Se acomoda y hace un poco de fuerza, para que se claven las patas, esas que tienen ya varias capas de pintura blanca, para evitar que el rubor del óxido se coma su hierro. Entonces respira hondo mirando al horizonte, a veces suspira, o incluso veo sus labios cómo conversan con el viento o la espuma del mar, o quién sabe con quién.
Hoy viene un tanto diferente, no trae su gran pamela de suave púrpura, hoy solo un pañuelo de florecillas amarillas y blancas. Me doy cuenta del porqué, su pelo se ha vuelto cobrizo, seguramente ayer tarde estaría en la peluquería y hoy se siente radiante.
Ella es una gran lectora, cada tres o cuatro días cambia de historia, y yo, como quien no quiere la cosa, paso a su lado para ver su nueva adquisición. "La Insoportable Levedad del Ser", el título es llamativo, parece interesante, tal vez después le pregunte de qué trata. Un día estuve a punto, pero me miró, me sonrió y yo seguí sin pararme. Quizás hasta notó que me ruboricé un poco, a mi edad, es extrañamente maravilloso.
No voy a describir mucho más de ella, porque cualquier mañana podéis verla allá, junto al susurro de esa orilla salada, esa que le cuenta tantas historias y también la escucha. Solo os diré que, a la hora del vermut, y antes de que el sol comience a castigar a las pieles más tímidas, ella pliega su hamaca, se pone las gafas de sol y comienza a navegar sobre la arena, y va dejando una estela de años, de veranos antes de otoños, de mis esperanzas y mis angustias.
Ya hace tres años que veraneo apagando el despertador del amanecer sentándome en la arena, que antes tanto me molestaba, leyendo libros, incluso algunos de poesía que no suelo entender. Pero es que su pelo cobrizo le queda tan bien.


Benet da Silva
NO FUIMOS MÁS

Fuera de ti y de mí
tímidamente,
anunciaba su llegada el estío.
Nuestras huellas en la arena
nos acercaban al horizonte,
ese que el atardecer
en rojo pintaba.
La pleamar teñía
nuestros pies
en momentos de azul
o en instantes de verde.

En ti,
vestía tu cuerpo
el estío,
las verdes o quizás azules
oleadas de tus ojos,
inundaban mi mirada.
Tu sonrisa de nácar
reflejaba su brillo
en tus rosados labios.
El rubor por lo inevitable,
pero no previsto,
enrojece tu rostro.

En mí,
el otoño tejía mis sienes
con blancos hilos,
y las llamas de la pasión
consumió.
La timidez de prudencia
se enmascara
y al deseo amordaza.

Dentro de ti y de mí,
las olas que en tus ojos nacen
arrastran la timidez,
el nacarado brillo de tu sonrisa
prende la llama de la pasión,
la prudencia apaga tu rubor.
Lo no previsto
deja de ser inevitable,
nuestros labios se funden
y no fuimos más,
ni tú ni yo.

En la arena
la pleamar borra
una sola huella.
Y la primavera
engendra un amor
que el estío alumbrará.


Mª Carmen Jiménez Aragón
AL VERANO
¿Dónde escondiste, ardiente amigo,
el aliento fresco de las mañanas?
Lo ahuyentaste con tu bochorno
y me llenaste de desgana,
de un sopor interminable,
de un cansancio embriagador.
Una tregua, te suplico,
dame vida, por favor.

Y me ofreciste una pausa
bajo la sombra de la parra,
agua fresca del botijo
mientras canta la chicharra.

Me regalaste lo más dulce,
blanca novia del jardín,
mil estrellas en pergaminos
que en biznaga convertí.

Me trajiste tus fragancias
y con ellas mi tedio aplacas,
huele a sol, a mar, a vigilia
e, inconfundible, la albahaca.

Me firmaste, ardiente amigo,
largos días y mucha luz
y en tus noches enamoradas
eterno embrujo andaluz.

Lento transcurres cual anciano
horas inmóviles en tu reloj,
igual que te odio, yo te amo,
me tienes partido el corazón
porque eres único, amigo verano,
de entre todas, mi estación.

Gema Frías Luque
VERANEANDO
Nos hacía pequeños guiños mientras lo acariciábamos, era todo un reto fotografiarse con aquel bonono. Pero lo que parecía ser un día divertido y variopinto se convirtió en todo un martirio. El animal ya estaba cansado de aquel verano y de tanto turista con cámara en mano en aquella reserva animal. Hasta teníamos a bien hacerle una dádiva por su paciencia, pero el día resultó ser cansino y aburrido, nos quedó un sabor agridulce y los guías gritaron, al unísono, un graznido para hacernos volver al autobús. Una vez dentro con panderetas y palillos montamos una sonada jarana.

Dori Calderón Ramos
CON LA CALOR
Con la calor, mis paseos por el Camino de la Fuente acaecen fuera del alcance de los rayos de Lorenzo, ya fuere al alba o al ocaso.
El estío regala favores a este paraje que luce sus árboles frondosos, el río llora sus últimas lágrimas y el canto de los jilgueros deleita mi oído.
A mi paso, ranas y tortugas se esconden en los charcos, algún pato apremia a su prole a refugiarse tras los cañaverales y enseguida llego al pozanco, que antaño fue lugar de baño de la chiquillería del pueblo y hoy solo la fauna del río osa entrar en sus aguas.
Cuando camino sola, mi mente evoca otros veranos, esos en los que mi madre vigilaba desde la orilla del mar mis juegos en el agua, hasta esos otros en los que yo era la vigía de mis hijos respirando las olas del mar.
Sueño con el sosiego de la siesta, en la tenue oscuridad del hogar cerrado para refrescarlo, disfrutando de días distendidos con la familia.
Y por la noche nos sentamos al fresco. “Pero...¿Qué fresco?”, preguntan los que no son de aquí. Pues ese que cada noche nos saca a la calle a charlar, reír, jugar o a mirar la luna y las estrellas.
Cuando los veraneantes conocen a ese "fresco", lamentan tener que marcharse, quizás en su cielo no se vean las estrellas.
Hoy mi paseo fue al ocaso y, ya de vuelta, me cruzo con algún vecino que me saluda y me saca de mis pensamientos, devuelvo el saludo y miro al cielo, la luna llena de anoche fue espectacular y esta noche ya luce espléndida.
Camino de vuelta a casa, mañana será otro día de verano.

Mercedes Rodríguez Silvente
METAMORFOSIS
Corría el verano del año 2007, Maribel había tomado la decisión de separarse y por ello se sentía mal. Estaba casada con un hombre al que no amaba, pero tampoco quería privar a sus hijos de su padre, fueron meses difíciles, pues le costó tomar dicha decisión.
Tres veranos más tarde conoció a Iván en el lugar de trabajo. Su vida dio un giro de 180º; –una rosa cada día, encuentros fugaces y románticos, llamadas telefónicas…–. Jamás nadie le había tratado de esa forma, esto hizo que comenzara a ilusionarse y cuidar más su aspecto, se sentía bonita ante el espejo, al mirarse en él se reflejaba el brillo de sus ojos, producto de la felicidad que aquel especial verano le regalaba.
Aquella tarde mientras observaba el atardecer desde su ventana, recordó el primer crepúsculo que vieron juntos.
«Después de doce veranos juntos el amor crece cada día más fuerte», pensó, mientras una sonrisa asomaba en sus labios.


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