Que duda cabe que la Semana Santa es otra forma más de expresión artística y cultural en torno a la representación de la vida de Cristo. Un espectacular evento de carácter religioso, social y cultural que atrae a millones de visitantes, las calles se convierten en un majestuoso escenario con una obra única e infinidad de figurantes para representar y conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Confluyen, el arte, la religiosidad, la historia, la tradición y paralelamente la fiesta. Pueden contemplarse en plena calle obras de incalculable valor: imágenes, tronos, mantos, obras de orfebrería, formando parte del patrimonio de las cofradías.
Es por tanto que el Club de Lectura y Teatro de La Viñuela ante el aplazamiento de este evento nos vemos en el deber de aportar nuestro granito de arena escribiendo sobre este tema, en estos días de confinamiento.
Si te animas a escribir sobre este tema envíanoslo a nuestro email clublecturavinuela@gmail.com .
EL OLOR A CAFÉ
Mi Semana Santa siempre ha sido en familia, no hemos viajado, ni siquiera íbamos a ver los tronos de los pueblos cercanos. Para mí era una semana de vacaciones del colegio, pero en casa, había que trabajar. Casi todos los días nos levantamos bien temprano para ir al campo, mi padre tenía una pequeña finca de olivos y árboles frutales por la que justo al lado pasaba el río, era el paraíso.
Pero el Viernes Santo no se trabajaba, mi familia aunque no muy practicante sí es muy cristiana y este día había que tener un respeto a Jesús que estaba crucificado.
El Viernes Santo empezaba con un delicioso desayuno. Mi padre se levantaba muy temprano y se iba a ordeñar sus vacas y antes de que empezará a dar los primeros rayos de sol por la ventana de mi habitación ya me despertaba un olor impresionante a cebada, un café falso que a nosotros nos parecía el mejor de los cafés, a la vez, la leche recién hervida aromatizaba la cocina con un gran dulzor, entonces mi madre sacaba de la sartén las rebanadas de pan fritas en ese aceite de oro que los olivos nos regalaba cada año.
Mi padre cogía siempre unos tazones granadinos, yo creo que eran mágicos, jamás el café con leche y esas rebanadas de pan frito, me supieron, como en esos cuencos.
Todos, mis hermanos, mis padres y yo, nos sentábamos alrededor de la mesa y mientras nos contaban sus recuerdos de Semana Santa con los abuelos y sus hermanos.
Cuando se reunían todos juntos en la casa del campo de la familia, entre cucharada y cucharada nos reíamos, y nos imaginábamos aquellas historias como si las hubiéramos vivido. Aún, si cierro los ojos, puedo sentir esos olores que salían de la cocina, oigo la voz de mi padre y lo veo con su tazón en la mano, la mejor Semana Santa que jamás olvidaré, por eso los Viernes Santos cierro varias veces los ojos, para sentir el olor a café.
CANDELARIA MOLINA MOSTAZO
VELAS E INCIENSO
No solía ser muy cofrade, a su edad, le iban otras movidas... un día su madre le pidió que la acompañara a la ver las procesiones de Semana Santa y resoplando sin poder protestar asintió con la cabeza.
No solía ser muy cofrade, a su edad, le iban otras movidas... un día su madre le pidió que la acompañara a la ver las procesiones de Semana Santa y resoplando sin poder protestar asintió con la cabeza.
Cogió a su madre del brazo y se sentaron en la iglesia mientras el monaguillo arreglaba los últimos flecos del manto de la virgen. El incienso, las velas, el silencio... la detuvo ante aquel tumulto, la emoción de los penitentes, algunos descalzos... no paraba de preguntar a su madre ¿por qué?, y su madre muy pacientemente le respondía a todo lo que le inculcaron a ella de pequeña, el respeto.
Hija, puedes creer más o menos, eso no importa, siempre has de respetar a todo el mundo por encima de sus creencias. Aprender, valorar y apoyarte en aquello que te haga la vida más fácil y llevadera. La fe que te haga sentir más cómoda y expresarlo como necesites en cada momento.
Ven, cógete a mi brazo, camina junto a la gente, respira el incienso, observa a los penitentes y vive el momento.
GEMA FRÍAS LUQUE
FOTOS DE SEMANA SANTA
Ayer estuve en una exposición fotográfica,
estaba basada en la Semana Santa, una gran sala con las paredes blancas y
grandes fotografías. Se mezclaban los colores en algunas con la palidez del
blanco y negro en otras, imágenes de vírgenes engalanadas con sus mejores
ropas, los brillos del oro resaltaban desde lejos, rostros pulidos por manos de
artistas, en algunas se veían penitentes con sus caballerosas capas y
estandartes de ribetes dorados, cristos engalanados entre jardines sin raíces,
incluso alguna había plasmando la música que arropaba aquella caravana de
velas. Todo un espectáculo de elegancia y miradas orgullosas, entonces cuando
ya estaba a punto de marcharme, a la izquierda, cerca de la puerta, vi una
fotografía algo más pequeña, era en blanco y negro y en ella se veían unos
pies, unos pies descalzos que caminaban sobre las gotas de cera. Se palpaba el
silencio y el respeto, alumbrando con un sencillo cirio a la imagen a la que le
cuenta sus ilusiones y frustraciones, esa era la foto de la Semana Santa.
RAFAEL NÚÑEZ RODRÍGUEZ
TAN CERCA, TAN LEJOS
Calles estrechas y oscuras, manchadas por el llanto de las velas que derraman
su cera por las aceras, silencios rotos solo por cánticos religiosos que
acompañan a imágenes transportadas por fieles, hombres y mujeres que muestran
su fe sin festejos. La luz de las velas, el olor a incienso y la fe hacen el
resto.
No tan lejos de allí, se oye música, grandes tronos lujosamente engalanados, recorren las calles, las luces brillan, soldados desfilan, la multitud está en
la calle y aplaude... También aquí los mueve la fe, pero estando tan cerca,
parecen tan lejos.
DORI CALDERÓN RAMOS
Se vistió con la saya negra que le indicaron, anudo
un cordel a su cintura y calzó zapatos cómodos, pues el recorrido sería largo y
lento.
Por un momento sintió la emoción de vestirse de penitente, lo deseaba desde
hacía mucho, no por su fe, sino porque otros de su edad lo hacían, quería
sentirse protagonista de la Semana Santa, sería una de las piezas del desfile
que todo el mundo miraría. Con cierto morbo se colocó el capirote que le cubrió
la cara y lo trasladó al anonimato, y se unió a un desfile que lejos de
convertirlo en protagonista lo trasladó a un aislamiento desde donde miraba por
dos diminutos agujeros.
Nunca pensó que se convertiría en un TONTO DE CAPIROTE.
DORI CALDERÓN RAMOS
SANTOS...SANTOS...
-¡No podemos dejar a los fieles sin procesiones! -Exclamó con dulzura el Sagrado Corazón.
-Es cierto, puede que este año no llueva y terminemos todos secos al volver, -secundó la Esperanza Macarena.
-Pues yo no me arriesgo otro año más a acabar con una pulmonía, -protestó el
Cristo del Calvario.
-¡Esto no está pagado con nada! -Gritó El Rico.
Entonces tocaron a la puerta y todos se sobresaltaron. Temían que se presentara
el único al que no habían invitado a la reunión. La Virgen de la Exaltación
dio un salto en su silla, asustada, con tan mala pata que fue a dar un pisotón
a la Virgen de los Dolores, que soltó un alarido. El Ángel San Gabriel, que
había abierto la puerta, anunció que se trataba efectivamente del Cristo de la Epidemia y la Virgen de Gracia rio disimulando, ofreciéndole asiento. El Cristo
del Silencio fue a decir algo, pero lo pensó mejor y se calló.
-Veo que habéis organizado una última cena antes de Semana Santa y no he sido
invitado, -se quejó el Cristo de la Epidemia.
-A la Virgen del Olvido se le olvidó mandarte el whatsapp, -aclaró alguien, titubeando. -Solo tratamos de
decidir si salimos este año en procesiones o nos ponemos en huelga.
-No os preocupéis por eso, dejadlo en mis manos, - contestó el Cristo de la Epidemia con sorna. Sacó de su bolsillo un coronavirus y se encargó de repartirlo por todo el
mundo.
A partir de ese día, más de uno entendió cómo se había sentido siempre el Cristo
Cautivo y le pedían consejos a la Virgen de la Soledad de cómo sobrellevar el
obligado confinamiento y no volverse locos. El Cristo de la Buena Muerte fue el que tuvo más suerte
de todos, que ni se enteró cuando le llegó su hora. Pero viendo el panorama, el
Cristo de la Misericordia fue a rogarle, junto con La Piedad, al causante de aquella pandemia. Éste les contestó que no tenía antídoto ni vacuna y que la
próxima vez tuvieran más cuidado con lo que deseaban. Entonces la Virgen de los
Remedios les propuso encomendar el asunto a la Virgen de los Milagros. Pero meses después aun lo siguen esperando.
MARÍA DEL CARMEN JIMÉNEZ ARAGÓN
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