jueves, 30 de abril de 2020

IV ACTIVIDAD DE CONFINAMIENTO.


Las palabras elegidas para la actividad del día de hoy son las siguientes: ESPANTAPÁJAROS, SIRENA, GÁRGOLA, PISADAS, TIBIO, OLEAJE Y SOLARIO. Con estos términos cada escritor ha elaborado un microrrelato original.  Todos y cada uno de nosotros ha propuesto una palabra y las hemos enlazado de modo que quedan totalmente integradas en el texto pasando desapercibidas, desarrollando una historia apasionante, completamente diferente y novedosa.
Aquí os mostramos los microrrelatos escritos por cada uno de los miembros del Club de Lectura y Teatro de La Viñuela.

CANDE MOLINA MOSTAZO
INSOLACIÓN
Hacía un día espléndido, el sol estaba radiante. Mientras me tomo un café tibio, decido subir al solario y tomar el sol toda la mañana. Desde la terraza hay un paisaje maravilloso. Las montañas y el mar, un cóctel explosivo de belleza pura. A la derecha está el viejo faro, ¿qué de secretos estarán incrustados en sus paredes de piedra? A la izquierda una mansión gótica, una enorme casa con un torreón escalofriante y justo en la parte más alta hay una gárgola terrorífica. Hoy el mar está revuelto y el oleaje es majestuoso, los pájaros vuelan agitados deseosos de espuma de mar.
A lo lejos escucho una melodía, las notas me seducen, como un canto de sirena y camino con pisadas firmes. El dulce canto parece que me hechiza y me lleva, como sonámbula, hasta la mansión. Abro la puerta y unas telarañas se me enredan en el pelo. El olor a húmedo era penetrante y desagradable. Sigo la melodía y entro en un jardín lleno de malas hierbas, tropiezo con el escalón y caigo al suelo. Mi corazón palpita a cien por hora. Cuando voy a incorporarme veo unas hojas de maíz y doy un grito ahogado y terrible. El espantapájaros me ha dado un susto de muerte. Me sacudo la ropa y sigo avanzando, ahora el canto está más cerca. Entro en la habitación y veo la mecedora balanceándose. Mi respiración es jadeante, creo que alguien me está agarrando del cuello, noto como me falta el aire.


-¡Marta, Marta, despierta! ¡Te vas a quemar! ¿Pero qué te pasa? ¡Despierta, despierta,..! 

Respiro con fuerza, me tocó, estoy viva. ¡Vaya pesadilla! Definitivamente tomar mucho sol no es bueno.


LAURA PÉREZ ALFÉREZ
VAIVENES DE LA MEMORIA
Confío..., abandonada al vaivén del oleaje me dejo mecer sobre el azul inmenso con los brazos extendidos, inertes. Hoy no me siento como aquel espantapájaros al que solo los gorriones visitan. Está medio nublado, pero confortablemente cálido. Acerté al no quedarme en el solárium del ático como aquellas gárgolas que desde su atalaya contemplan impertérritas el paso del tiempo. El mar debajo de mí y a mi alrededor está tibio, pero refrescante. Las olas del océano me suben y bajan alternativamente. El tiempo se detiene. Vacío mi mente... mi única sensación es mi cuerpo oscilando con el ritmo de las olas. Cierro los ojos... un canto de sirena me invita a seguirla.



M. CARMEN JIMÉNEZ ARAGÓN
 INTRUSO
Había subido al solario a relajarse. La tibia brisa acariciaba su piel y el suave rumor del oleaje la transportaba a ese estado en el que la mente desconecta pero sigue de algún modo consciente.
De pronto el potente silbido de una sirena la sobresaltó. Oyó pisadas inexplicables en la planta baja y su corazón comenzó a latir queriendo huir del pecho. Con la mirada fija en la escalera esperaba el momento de ver aparecer a alguien, sin saber que haría entonces, pues era la única vía de escape de aquella azotea. Entonces elevó un pie tras otro sobre la pequeña tapia que la separaba de la cornisa y, como una gárgola inmóvil, se ocultó tras uno de los pilares que sostenía el cañizo. Quien quiera que fuera el dueño de aquellos pasos ya había llegado. La descubriría. Cerró los ojos para tratar de pensar fríamente y entonces sintió como una fuerte mano huesuda la agarraba del brazo y la zarandeaba. Al salir de su escondite y girarse vio, mientras caía al vacío, a un horroroso espantapájaros que la miraba con los ojos perdidos y la boca cosida.
El golpe seco y sordo contra el suelo la hizo saltar de la hamaca. Otra vez malos sueños dormida al sol.



RAFA NÚÑEZ RODRÍGUEZ
AMOR ETERNO
La mano le temblaba mientras buscaba el mechero en sus callados bolsillos. Una sonrisa y a comenzar la rutina: la cuchara tibia y sus mentiras llenando la jeringa. Un apretón al cordel y la aguja comenzó a atravesar su piel, así sin quejarse. Empezó a invadirle aquel oleaje que le desbordaba las venas, arrastró una manta junto a él, a veces le entraba frío, y eso que estaba en el solario de la casa de los abuelos. Desde que ya no están, todo era diferente. A él le seguían diciendo que tenía menos cerebro que el espantapájaros del Mago de Oz y volvía del instituto arrastrando sus pisadas, sin dejar huellas. Antes cuando lloraba, la abuela le acariciaba el pelo y le decía que pronto encontraría a su sirena, que le cantaría para embrujarlo, así que tenía que tener cuidado Y es verdad que la encontró, la hizo suya y él se enamoró tanto que hasta se olvidó de vivir. Y su rostro se fue asemejando a las imágenes de esas gárgolas que estaba estudiando en historia, los ojos huecos y el rostro casi tan enjuto que parecía ajeno a la vida. Pero hoy era especial, hoy llevaban dos años juntos y tenían que festejarlo. Hoy bebería un poco más de los labios de ella, y los gorriones comenzaron a posarse a su alrededor, mirando curiosos como su último beso se llenaba de espuma y después... silencio.


MARÍA JESÚS CAMPOS ESCALONA
RETAZOS
Miro al cielo. El aire tibio me roza el pañuelo que llevo atado al cuello. ¡Qué calor hace! Y estar en este solario abandonado no me beneficia en nada.
Miro de reojo a mi musa, ¡qué guapa está hoy! Tan delicada, tan bella, tumbada ligeramente de costado. Deposito mis ojos en su extensa y brillante cola, ya no tiene el mismo color deslumbrante del pasado, pero a mí me sigue hechizando día tras día. ¡Quizás mañana me atreva a decirle algo!
Sé de buena tinta que antaño viajó en un gran barco y que en las noches de luna llena, cuando el oleaje se lo permitía, solía deslizarse entre las aguas del mar. El capitán del barco la llamaba "sirena".
La vieja gárgola que está tumbada a mi otro lado no para de mirarme con sorna. Sé que a mis espaldas hace comentarios burlones de mí.
El crujir de mi pierna me dice que ya no soy tan joven como antes y éste gran agujero que tengo en la cintura me está partiendo en dos.
Oigo unas pisadas, cierro los ojos con premura.
-Sí, claro que sí Filip. Este solario está dentro del precio, por supuesto puedes tirar todo esto, son sólo banalidades del último dueño. Sí, ¿quién iba a querer un espantapájaros? ¡Madre mía, cuánta basura acumulada!



DORI CALDERÓN RAMOS
CORAZÓN DE TRAPO
Un tibio sol entraba por el gran ventanal del solario, aún era el mes de marzo y los rayos eran suaves.
Justo delante del ventanal estaba él, de pie sobre la arena y rodeado de un gran jardín del que se ocupaba, esperando como cada tarde a que su sirena se le acercase y le regalase un dulce canto.
Su amiga la gárgola le guiñó un ojo, avisando que su doncella se acercaba. ¡Hasta el rumor del oleaje se embravecía cuando aparecía ella!
Cada día esperaba su canción, con la que su corazón comenzaba a latir y se sentía vivo. Soñaba con mirarla a los ojos y acariciar su pelo, pero se conformaba con sentirla cerca.
Pero aquel día, tras ella oyó otras pisadas, y la canción no fue para él.
¿Qué esperaba? Solo era un espantapájaros.



GEMA FRÍAS LUQUE
PARAÍSO OTOÑAL
El mar estaba alborotado, su oleaje me atraía especialmente, en la orilla había pisadas que parecieran de sirena, difuminadas por la espuma de las olas.
Me sentía como un viejo espantapájaros vigilando la gárgola de  mi ruinoso solario de playa, desde allí podía contemplarlo todo, la soledad, el silencio, el vuelo de las aves, el estruendo de las olas... y aspiré sin recelos el  tibio aroma de otoño.


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