miércoles, 30 de diciembre de 2020

HOMENAJE AL INVIERNO

 


Dicen que más vale tarde que nunca y ya tenemos aquí al Invierno, que trae consigo nuevas historias, nuevas palabras, nuevos colores... El frío llega atrasado, como siempre, sin echarle cuentas al reloj o al menguar de los días. Este artículo hemos querido dedicarlo a esa estación del año que nos provoca tantas emociones encontradas, que nos regala momentos únicos envueltos  en gélido abrazo y que, a la vez, nos invita a disfrutar de las cosas cotidianas de la vida... Cada persona vive esta estación desde una perspectiva y le provoca emociones diversas, incluso sus colores podemos verlos con distinto brillo. Hay quien solo ve el blanco níveo, el gris nube o el negro cerrado de la larga noche. Pero también está el naranja, ardiente y fogoso, de la leña crepitando, las luces multicolor de las fiestas y el arco iris colgado en el cielo. Lo cierto es que el invierno no deja a nadie indiferente, y así lo hemos querido plasmar, ya sea en relato o poema, para dar un homenaje a estos días del año, en que los rayos de sol se agradecen y la pluma no se cansa de arrojar creatividad.

Esperamos que disfrutéis con la lectura.

 

Dori Calderón Ramos

ES SU TURNO

Hacía ya algún tiempo que esperaba pacientemente que le dejasen entrar, lo intentaba cada día desde que la oscuridad comenzó a robarle un trocito al Alba y otro trocito al Ocaso, y aunque al amanecer lograba rozar con sus dedos las frágiles florecillas y tenues hierbas, no conseguía imponer su orden, pues el rey Sol tenía demasiado consentida a la caprichosa Calor, y le permitía quedarse más de lo debido.

Él, paciente y comedido callaba y esperaba, más pronto que tarde llegaría su turno, y nadie podría impedir su dominio.

Pero de nuevo este año, la Calor se burlaba de él, negándose a marchar y robándole su tiempo.

Aquella mañana se levantó antes que el Alba y comenzó a extender su alfombra de hielo, cubrió el cielo de cúmulos para impedir el paso de los rayos de Sol, pintó las cimas de blanco y desde la más alta sopló fuerte, y hasta nosotros llegó el aire helado que anunciaba su llegada.

Cuando el Sol quiso pasar entre las nubes miró a su mimada Calor y le dijo:

-Quédate en casa y descansa, el Frío se cansó de esperar. Ahora es su turno.

 

Rafa Núñez Rodríguez

NUM

Parecía como si el cielo se hubiera desplomado sobre el suelo, un cielo de esos de nubes blancas tan bonitas.

Pues resulta que  sus pies, al salir del hueco del árbol, allí donde había pasado la noche, se encontraron con una alfombra tapando el paisaje, una de esas tan bonitas, tejidas con hilos blancos de fría nieve. Sus ojos se abrieron como si fuesen dos lunas llenas. Intentó ver alguna mancha de color en el horizonte, pero el gesto de su ceño anunciaba que no había sido posible.

Num era uno de los pocos kender que nacían de sangre fría,  así que eran amantes furtivos del sol y, durante la época invernal, solían dormir al igual que esos bichos tan grandes y peludos que roncaban en cuevas. Para él esto era un problema, su cuerpo no podría guardar la calor durante muchos días con aquellas temperaturas.

Volvió a entrar rápidamente en el árbol,  le gustó ese hueco en cuanto lo vio, amplio, seco y casi confortable, lástima que no se le ocurriese llenarlo de comida antes de irse a dormir.

Los kender no medían más de una cuarta, con lo que la idea de irse andando a través de la nieve ya estaba descartada,  además resulta que cuando despertaban de su letargo, ya no dormían hasta la vuelta de los fríos. Por eso Num tenía el rostro un poco pensativo,  aunque en verdad no solía preocuparse demasiado, todo en la vida tenía su significado. Se volvió a acomodar en el hueco del árbol y se dispuso a comer unas cuantas castañas que llevaba en el bolsillo.

Y la oscuridad se fue adueñando de la luz que colaba por el agujero del tronco. Su mirada comenzó a temblar, en parte por el frío, el de fuera y el de dentro, y por otra parte por los recuerdos que se amontonaban en su cabeza. Sonrió,  estaba contento, pues había valido la pena, se esforzó un poco y estirando las piernas se acercó a mirar el cielo. Al asomarse, el frío le golpeó el rostro. Allí estaba, el infinito y sus adornos, se recreó viendo Centauro jugueteando con la Cruz del Sur, sería un buen lugar para ir, quién sabe.

Con sus últimas fuerzas, le pidió a la ventisca que lo subiese a jugar con las estrellas, quería saltar de unas a otras, cambiarlas de sitio, crear nuevas constelaciones. Y así,  con su traviesa  sonrisa, se quedó dormido.

Amaneció un nuevo día, y después otro,  y así siguieron, pasando a la carrera, hasta que los hilos de nieve se fueron convirtiendo en vida para la tierra. Toda la comarca se fue cubriendo de verde y aromas a reflejos de júbilo lo iban llenando todo.

Y ocurrió que, ese año, las voces que navegaban sobre el viento comenzaron a contar una historia nueva, que en la llanura Perdida hay un árbol con el tronco blanco, y que de sus variopintas ramas cuelgan unos  frutos que  parecen estrellas.

 

Mª Carmen Jiménez Aragón

ERES FRÍO

No te culpo

por tratarme con frialdad,

es tu esencia, ya lo sé,

no es rencor, ni es maldad.

Pero no me culpes

si trato de evitarte

y mis manos buscan siempre

algo para olvidarte.

Sé que tratas de agradarme

a tu medida y albedrío,

mil estampas regalarme

de nieves, lluvias y frío,

que te empeñas en imposibles,

el paso del tiempo congelar,

y aunque con algodones blancos me cubras

mi amor no conseguirás.

Yo quiero color en mi vida

y salir de este frío infierno,

no me lo tomes a mal,

pero no me gustas, Invierno.

 

 Cande Molina Mostazo

¡QUE ALGUIEN PARE EL INVIERNO!

Introduzco las llaves en la cerradura y abro la puerta, el olor a vainilla y canela me gusta,  me descalzo los zapatos y camino con ellos en la mano hasta el salón. Pongo mi disco preferido  y me voy directa al baño, vengo helada y calada hasta los huesos, el invierno ha entrado fuerte y hace un frío de tonos grises. Abro la ducha, el agua caliente empieza a salir,  me sumerjo debajo de ese chorro de gloria y respiro cada gotita de vapor, mi cuerpo empieza a coger  calor. Me quedo un rato debajo de la ducha,  hasta que mi temperatura me devuelve  a la vida. Me pongo mi pijama de franela, entro en la cocina y me preparo una rica infusión. La música sigue llenando  de notas la casa y yo canto y  bailo al son de ellas. Me dirijo al salón y enciendo la chimenea, mientras doy pequeños sorbitos a mi taza, pongo las manos en las llamas del fuego y jugueteo con ellas, me gusta mirar sus movimientos y su festival de colores y disfruto escuchando sus pequeños fuegos artificiales, su crepitar hace que me relaje. Me siento en el sofá y me pongo la manta de lana. Miro por la ventana y el vendaval y la lluvia han creado todo un espectáculo y yo estoy en el mejor palco, justo detrás del cristal es, sin duda, el mejor lugar para disfrutarlo. La casa empieza a destellar besitos de calor. Y apareces tú, buscando cobijo, y te metes entre mi manta, entrelazas tus pies con los míos  y nos vamos acariciando el frío y así, saboreando el  hogar, dormiremos en un cálido abrazo. Que alguien pare el invierno, para  que tú me sigas calentando las manos .

 

Gema Frías Luque

HIPOTERMIA

Era una fría noche de invierno, tan fría, que la nieve cubría gran parte de los troncos de los árboles del jardín. La chimenea estaba encendida y en casa había un ambiente realmente acogedor, la decoración de Navidad y la mesa recién puesta, a la espera de que llegaran todos.

En un descuido, Coco se esfumó persiguiendo al gato del vecino, salí corriendo tras él sin demora para traerlo de nuevo a casa.

Perdí el norte, la preocupación, las voces y la oscuridad me costó  un traspies y sentí desvanecerme por unos minutos.

Aunque mi cuerpo dejó de sentir frío podía oír el silbido del viento, segundos después volví a gobernar mi cuerpo de nuevo.

Tras volver a casa me di cuenta que Coco ya me aguardaba en el escalón para volver a entrar, como si nada hubiera pasado.


Laura Pérez Alférez

EL MEJOR REGALO

Acurrucada en su placentero cobijo, remolonea unos minutos entre las tibias sábanas.

Cada nuevo día es un regalo aún sin desenvolver, una sonrisa ilumina su rostro imaginando qué obsequio le traerá esta mañana de invierno.

Por un momento cree oír como gotean las canales del tejado

Agudiza el oído, tal vez chispee. Fantasea con olores a petricor y azahar.

No, debe ser el avezado viento de arriba, que le hará tiritar por el frío que trae del norte.

O quizás el aire ulule suave con la tibieza del sol de invierno.

La voz de su madre la vuelve a la realidad entre ensoñaciones de olores y colores.

De un salto sale de la cama y abre, impaciente, la ventana de par en par.

¡No da crédito a lo que ven sus ojos! ¡El regalo de este nuevo día es fantástico!

El huerto se ha cubierto con una gran alfombra blanca. Los naranjos están cuajados de azahares y entre tanta blancura se asoma tímidamente alguna naranja.

Una preciosa postal de Navidad, real.

Increíblemente ha nevado en el pueblo.

 

Mª Jesús Campos Escalona

PIELES  DE INVIERNO

Amanece ....

El helor de la mañana

me refresca  la cara,

la escarcha se rompe

al paso de mi pies.

 

Respiro profundo,

me llega al alma,

me descubres desnuda,

con la piel blanca y cenicienta,

como el hielo que refresca la boca más  sedienta.

 

Sendero de árboles mudos, 

y flores con gotas de plata.

Luces de Navidad a lo lejos, 

cientos de besos  de almohada.

 

Susurros prohibidos, 

sueños prometidos,

rubor de mejillas

frente  al fuego  de una chimenea:

Mi sentir y el tuyo,

esencia única,

elixir de las mil maravillas,

¡tu boca junto a la mía!

 

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