Queremos compartir con vosotros esta actividad que
nos ha resultado muy constructiva. Se trata de elaborar un relato, sin límite
de palabras, a partir de la observación de una fotografía, elegida al azar, y
plasmar la historia que te sugiere dicha imagen, o hilar pensamientos que te
provoquen,... en definitiva, dejar correr la imaginación y la creatividad
literaria. Os daréis cuenta que cada persona al observar la imagen la ve con un
matiz diferente, o se fija en un detalle concreto. Así cada escritor desarrolla
una historia sorprendente y novedosa que nada tiene en común con la del
compañero, salvo la imagen en la que está basada.
Esta es la imagen que hemos elegido en esta ocasión.
Esperamos que disfrutéis de los relatos.
Dori Calderón Ramos
IMPRESCINDIBLES
Soy imprescindible para mi reina, me eduqué en el Templo de Mut y mi tiempo
está dedicado a que todo lo que ocurre hoy quede reflejado en el mañana.
Me formé desde los cuatro a los diecisiete años, y cuando mis manos tocaron por
primera vez el papiro, temblé de emoción.
Me castigaron duramente por la más mínima falta de disciplina, y si por alguna
causa un día mis sentidos no captaban con facilidad las matemáticas, la
gramática o la geografía podían encerrarme varios días aislado o azotarme.
Ya me acostumbré a esta posición tan rara en la que trabajamos, pero al inicio
mis piernas quedaban inertes y me encomendaba a Tot, para que me diese fuerzas.
Entre mis compañeros de estudio estaba Anat, la más inteligente de todos, pero
no tuvo la posibilidad de ejercer nuestra profesión, hubiese sido la mejor.
El negro y el rojo son mis colores de trabajo, y aunque procedo de familia
humilde, la mayoría de mis compañeros son hijos de maestros, pero me he
convertido en un intelectual y también educo a las nuevas generaciones.
Soy Abady, lee lo siguiente y sabrás mi profesión.
M. Carmen Jiménez Aragón
LA
DECISIÓN
Como siempre, el profesor Williams caminaba apresuradamente, con la cabeza
gacha y su maletín bien apretado sobre el pecho. Esos minutos que lo separaban
de su despacho, desde que salía del laboratorio, le producían tal ansiedad que
seguramente al llegar tendría que dedicar un momento a relajar su mente y todo
su sistema muscular.
Estaba a punto de realizar un gran descubrimiento y la presión que sentía lo
estaba desquiciando. Por un lado, sus superiores le apremiaban para concluir el
estudio y sacarlo a la luz lo antes posible. Por otro, el servicio secreto del
gobierno egipcio le pisaba los talones y seguía cada paso que daba de muy
cerca. Y él, él solo era un simple arqueólogo, especializado en la civilización
egipcia, que se había interesado por el misterio de la desaparición de
Nefertitis y la búsqueda de su sarcófago, a raíz del hallazgo de unos
jeroglíficos. Éstos estaban esculpidos en una roca en la cámara funeraria de
Akenatón, esposo de Nefertitis, pero no los habían encontrado antes porque la
piedra estaba colocada al revés, con la cara tallada hacia el interior de la
pared. El motivo por el cual el faraón había querido ocultar la información aun
lo desconocía, pero intuía que la revelación iba a ser transcendental. Y
también presentía que otro personaje, Neferneferuaten, jugaba un papel
importante en la desaparición de la reina consorte, ya que aparece en los grabados
históricos al mismo tiempo que desaparece ésta.
Williams estaba ya inmerso en sus comprobaciones y
anotaciones cuando golpearon insistentemente la puerta de su despacho. Al
abrir, solo encontró una caja en el suelo y una nota que decía: “Ella acabó con
su vida para seguir liderando a mi pueblo. La civilización no lo hubiera
aceptado antes, igual que no lo aceptará ahora. Olvide el asunto o habrá
consecuencias”.
Sorprendido y algo asustado, comprendió que sus
investigaciones e interpretaciones del jeroglífico no iban desencaminadas y que
estaba frente al primer caso de cambio y suplantación de identidad.
Volvió en sí de sus cavilaciones y advirtió que aun
sostenía en las manos la caja. Al abrir la solapa, decenas de escarabajos,
negros y brillantes, corrían y chocaban nerviosos deseando salir del pequeño
habitáculo en busca de comida…
Gema Frías Luque
AMASIJO
DE HUESOS
Heredé el oficio y la vida de calamidad de mi padre. Cada amanecer nos llevaban
en fila y encadenados hasta la cantera donde pasaríamos bajo el intenso sol
jornadas interminables picando piedra bajo la atenta mirada de los soldados
tiranos del reino, por la limosna de una mísera comida fría y dura al día.
A base de martillo y cincel esculpimos las piedras que serán llevadas por
fieles como yo, hasta los límites de la fortaleza para la próxima construcción
de un palacio del futuro rey que tan solo tiene seis años de edad.
Por buen comportamiento, por mi estatus y fidelidad al rey me han prometido
liberarme cuando mi cuerpo no me permita desarrollar la actividad, cuando mis
fuerzas no puedan sujetar el martillo, cuando mis pies dejen de caminar, cuando
mi cuerpo desvalido no responda, ni siquiera a mis órdenes.
Aunque ese momento es lejano e incierto es la única fuerza que me mantiene vivo
para seguir caminando, atado a estas cadenas, buscando la manera de soltarlas,
buscando el camino para entregarle mi alma impoluta a los dioses, para que
sigan manejándome, porque yo no sé hacer otra cosa, con la única pretensión de
alcanzar el descanso y la paz eterna.
Y cuando muera sé que no tendré derecho a duelo, a elegir mi sarcófago, el
ajuar que me acompañe a mi otra vida, a sacrificios de animales, ni siquiera a
reunir a todos mis amigos y familiares para festejar mi muerte con un gran
festín… un amasijo de huesos que yacerán apilados, unos contra otros, en una
zanja cualquiera, ya las cadenas no me harán daño, mi alma libre buscará otro
destino, otra nueva vida o tal vez una historia con matices totalmente
diferentes...
Rafa Núñez Rodríguez
EL
CÍRCULO
El sudor se me va escurriendo espaldas abajo, y eso que todavía no habían
llegado los meses de los mosquitos. Gritos y chasquidos de cuero llenaban el
ambiente de nervios, los capataces no solían usar el látigo, pero se les veía
nerviosos, decían que vendría hoy, y todavía faltaban las piedras que cortarían
el cielo por colocar. Aprieto la soga contra mi hombro y empujo con fuerza,
mientras cambian los troncos para seguir avanzando. Echo un vistazo hacia el
horizonte y veo como se acerca con impaciencia una gran nube de polvo.
Polvo de cochinilla y raíz de curcuma, por fin había
conseguido el color perfecto para las ropas de Amón. Sería el mosaico que me
abriría las puertas del más allá, Isis y Osiris caminando junto a Ra, y el gran
faraón caminando sobre los muertos. En cuanto termine las últimas pinceladas
iré a sentarme junto a la áspid, para esperar el descanso eterno, pero antes
tengo que encontrar el color del Nilo y sus tranquilas aguas.
Aguas blancas acarician mi piel, mientras las
doncellas me frotan con nervios y placer. Hoy son todas nuevas, ninguna ha visto
a Nefertari, esposa de Ramsés, y me miran asombradas, saben de mi belleza, pero
ignoran su destino, serán las elegidas para servir a mi señor en el cortejo
infinito, mientras yo dormiré rodeada de promesas eternas y riquezas para vivir
bien en la otra vida.
Vida es lo que me comenzaba a faltar, aún siendo
Ramsés II, por eso quiero ver cómo estaba siendo terminada mi tumba, mi camino
hacia la senda de los dioses, esa obra que me subiría a los cielos eternos, y
hoy es el día en que el Sol se verá apagado por La Tierra, el día en que todo
estará terminado, los dioses acompañándome en las paredes de mi recámara, las
plañideras rodearán mis sueños. Ya falta poco, mientras nos vamos acercando
rodeados de polvo y silencio, veo a los trabajadores colocando las últimas
piedras, las que pincharan el suelo de los dioses. Y mientras me voy acercando,
mi frente se llena de sudor.
María Jesús Campos Escalona
LA CAIDA DE UN IMPERIO
Todo lo que amé y por lo que luché está muerto o arruinado. Mi imperio cae en
ruinas, las aguas del Nilo se tiñen de rojo.
¡Octavio quiere mi belleza, mis riquezas, poseerme!... sólo con pensarlo... cierro los puños con fuerza. ¡Pero a mí no me tendrá, nunca me tendrá!
Llamo a mis doncellas para que llenen el estanque con pétalos y flores de distintos y bellos colores. Me desvisten lentamente, las ropas van cayendo con suavidad por mi blanca piel. Voy entrando en el agua, mis pechos pequeños, pero turgentes, notan el agua fría.
Le digo a una sirvienta que acerque la urna. Titubeando y nerviosa, la coloca en el borde del estanque. Le quito la bella tela que la envuelve. Pronto la veo, es inquietante, bella, única, como yo. Meto mi mano y rápidamente la áspid cumple su cometido.
Una fuerte corriente me envuelve el brazo, nuevamente noto otra descarga.
Poco a poco voy cerrando los ojos. Sonrío con tristeza. Ya ha acabado todo.
¡Yo, Cleopatra, reina de reyes, de inteligencia extraordinaria no me dejé atrapar por el yugo inquisidor y las leyes de Octavio Augusto, emperador de Roma!
¡Octavio quiere mi belleza, mis riquezas, poseerme!... sólo con pensarlo... cierro los puños con fuerza. ¡Pero a mí no me tendrá, nunca me tendrá!
Llamo a mis doncellas para que llenen el estanque con pétalos y flores de distintos y bellos colores. Me desvisten lentamente, las ropas van cayendo con suavidad por mi blanca piel. Voy entrando en el agua, mis pechos pequeños, pero turgentes, notan el agua fría.
Le digo a una sirvienta que acerque la urna. Titubeando y nerviosa, la coloca en el borde del estanque. Le quito la bella tela que la envuelve. Pronto la veo, es inquietante, bella, única, como yo. Meto mi mano y rápidamente la áspid cumple su cometido.
Una fuerte corriente me envuelve el brazo, nuevamente noto otra descarga.
Poco a poco voy cerrando los ojos. Sonrío con tristeza. Ya ha acabado todo.
¡Yo, Cleopatra, reina de reyes, de inteligencia extraordinaria no me dejé atrapar por el yugo inquisidor y las leyes de Octavio Augusto, emperador de Roma!
Cande Molina Mostazo
GUAPOS POR DECRETO
Y allí estaba yo mirando fijamente el cuadro. El
museo Egipcio del Cairo es impresionante. ¡Cómo me hubiera gustado vivir en esa
época! Treinta siglos obsesionados con la eterna seducción.
Voy fascinada entre galería y galería del museo, en las pinturas se aprecia la extrema coquetería, veo muchos cuadros donde sus protagonistas van desnudos, debe de ser por el clima tan húmedo y cálido, con esas temperaturas no se iban a poner abrigos de lana, es de sentido común. Me encanta como van casi desnudos, sin ningún tipo de pudor, ahí es justamente dónde yo me imagino en esa época, disfruto y gozo de esa libertad y de esa naturalidad, no hay ni un cuadro donde alguna dama sea fea, vieja, obesa, no hay carnes flácidas, no hay pechos caídos.
Los artistas egipcios tenían el mejor Photoshop de todos los tiempos por eso yo
estaría encantada de haber vivido allí y que me hubieran pintado una melena
lisa con flequillo cuadrado, extensiones, o pelucas de quita y pon, a pesar de
tener mi pelo rizado, saldría con los glúteos reducidos. Los pintores egipcios
transforman a sus modelos en mujeres y hombres esbeltos, firmes, cierro los
ojos y me imagino pintada sin mis defectos, sin mis kilos.
Su lema era pintar
belleza, mujeres esbeltas sin tus malformaciones, era magnífico como era su
visión, a pesar de la realidad de lo que observaban porque su percepción no era
nada real, por muy gorda o arrugas que tuviera la mujer siempre salía delgada,
marcando curvas y con un rostro maquillado de plena juventud . Y es que los
egipcios tenían un decreto ley, todos debían ser hermosos, tanto si lo eran
como si no, la belleza era su tradición más importante.
Cierro los ojos y me
imagino con mi vestido de lino y mi perfume de alcanfor dejando frescura a mi
paso, enamorando a cientos o a miles de egipcios metro sexuales, porque los
hombres allí iban depilados y maquillados, definitivamente una mujer como yo
llena de imperfecciones tenía que ha de nacido en aquella época. ¿Alguien sabe
dónde puedo poner una hoja de reclamaciones?.
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