domingo, 21 de junio de 2020

SEMANA CULTURAL DE LA VIÑUELA 2015.




Una de nuestras aficiones más constantes es la escritura y varios miembros del Club han sido merecedores de premios locales de escritura. Trataremos, a lo largo de estos meses, de transcribirlos en este espacio de modo que queden almacenados y tengáis acceso a su lectura. 
En esta ocasión recordaremos a la ganadora de la edición de 2015 del premio de Relato Breve, organizado por el Excmo. Ayuntamiento de La Viñuela, con motivo de la Semana Cultural, María del Carmen Jiménez Aragón, con su relato titulado "TRABAJO CUESTA VIVIR",  la temática propuesta por la organización fue "MI PROFESIÓN IDEAL"


TRABAJO CUESTA VIVIR

   "Con la falta que hacía que esta vez hubiera sido un niño", pensó Antonio. Pero no. "Otra niña... Una niña muy bonita" y se le iluminó la cara.

  ¿Quién iba a ayudarle a coger las aceitunas cuando llegase la temporada? ¿Quién le ayudaría a cargar y arrastrar los toldos? ¿Y a varear? ¿Quién se subiría a esos olivos tan altos cuando él ya no estuviera en "paraje" para hacerlo?

   Pero no podía evitar la sonrisa en su boca cada vez que volvía de un largo día de trabajo y veía a sus tres hijas jugando y corriendo junto a los eucaliptos.

   Pasaban los años y las niñas se convertían en mujercitas. La mayor ya andaba comprometida, con un buen muchacho del pueblo. Era ley de vida que formara su propia familia.

   La pequeña de las hermanas, ya a una edad muy temprana, había encontrado su verdadera vocación. La enseñanza. Se encontraba como pez en el agua cuando estaba rodeada de libros, lapiceros, pizarras y pequeños estudiantes.

   Antonio seguía lamentándose por no haber tenido un hijo varón que lo ayudara en el duro trabajo del campo. Fuera como fuese, amaba a sus hijas y llevaba una vida normal, como cualquier otro del pueblo. Recolectar aceitunas, cavar y sembrar el huerto, la vendimia en su tiempo, cuidar del mulo, su fiel ayudante Hipólito, que cargaba con todos los aperos y el frugal almuerzo para echar otro día de trabajo.

   Amalia, la esposa de Antonio, tampoco se quedaba dormida en los laureles. Preparar la comida para los que quedaban en casa y los que salían a trabajar. Asear la casa. Encargarse del corral, las gallinas pedían poco y daban mucho a cambio, qué menos que darles un par de vistazos al día. Hacer la colada, que solo ir hasta el lavadero público y volver con los trapos empapados ya era un gran trabajo; y un sin fin de quehaceres diarios.
   Pero todo cambió cuando Antonio cayó gravemente enfermo. Llevaba dos días en cama cuando María, la segunda de las tres hermanas, tuvo claro lo que tenía que hacer.
   No hacía mucho que había amanecido cuando Amalia fue a llamarla al cuarto de al lado para despertarla y se encontró con su catre vacío. La desesperanza en los ojos de su padre y la incertidumbre en el rostro de su madre fueron el detonante para cambiar la rutina diaria de la muchacha.
   Había decidido irse al campo y hacer el trabajo que su padre ahora no podía. La determinación que mostraba asombró a toda su familia.
   Se levantaba con el cielo oscuro y preparaba todos los arreos. Cargaba el mulo y andaba por caminos polvorientos y desérticos durante kilómetros. Cuando llegaba a su destino apenas empezaba a clarear el día. De rodillas iba cogiendo aceituna por aceituna y cuando ya no le cabían en las manos las lanzaba a la espuerta siempre un metro por delante de ella. Lo había visto hacer muchas veces a su padre, a sus tíos,... No perdía el tiempo en sacar esa piedra que le molestaba bajo la pierna o en apartar esa esparraguera que le arañaba las manos. Así, muy poco a poco se llenaba la espuerta. Y una vez llena la cogía y la vaciaba en un saco de pita para volver a empezar a llenarla. Había días más duros que otros, como aquellos en los que comenzaba a caer una fina llovizna y se calaba hasta los huesos; o aquellos en que el viento traía el gélido aliento de las nieves cercanas. Pero conseguía terminar la jornada y, exhausta, cargaba a Hipólito como podía y volvía al pueblo dejando en la almazara los pesados sacos.
   Desde entonces tuvo claro que su vida era el campo y su recompensa sentirse útil para su familia. Cavar la viña, cortar sierpes, descapotar almendras,... Todo atraía su interés y se esforzaba en hacerlo bien y mejorarlo.
   Su padre no podía sentirse decepcionado por no haber tenido varones como era habitual antiguamente. "Pero, ¡qué trabajo cuesta vivir!"
   Basado en una historia que bien podría ser real.


Paralelamente a ser ganadora del Concurso de Relato breve, M. Carmen Jiménez Aragón también fue ganadora del Concurso de Fotografía del año 2015, el tema propuesto por el Excmo. Ayuntamiento de La Viñuela fue "EMPLEO Y OPORTUNIDAD"

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