Queremos compartir con vosotros esta actividad que
nos ha resultado muy constructiva. Se trata de elaborar un relato, sin límite
de palabras, a partir de la observación de una fotografía, elegida al azar, y
plasmar la historia que te sugiere dicha imagen, o hilar pensamientos que te
provoquen,... en definitiva, dejar correr la imaginación y la creatividad
literaria. Os daréis cuenta que cada persona al observar la imagen la ve con un
matiz diferente, o se fija en un detalle concreto. Así cada escritor desarrolla
una historia sorprendente y novedosa que nada tiene en común con la del
compañero, salvo la imagen en la que está basada.
Esta es la imagen que hemos elegido en esta ocasión.
Esperamos que disfrutéis de los relatos.
Laura Pérez Alférez
ENFRENTA AL BULLING
Sentado en el borde de la cama, junto a sus raídas zapatillas de deporte y su mochila cargada de libros gastados y cuadernos en blanco. Se acabó la tregua del fin de semana, ya llegó el odiado domingo por la noche, al día siguiente tenía que abandonar la seguridad de su habitación y volver al colegio. Ese pensamiento le producía una sensación de falta de aire que le oprimía el pecho y le impedía respirar. Cuántas veces se había dicho a sí mismo que debía enfrentarse al "enterao" de la clase, no consentir sus burlas e insultos cuando le llamaba foca o cuatro ojos. Se trataba, por tanto de enfrentarse a sus miedos e inseguridades, de hacerse fuerte y afrontar la situación. No había duda, por tanto, de que ya nada le libraría de comparecer en la tierra de nadie del recreo del colegio. Con resignación y miedo infinito aceptó que el tiempo de tregua se había extinguido y comenzaba la lucha por la supervivencia.
Sentado en el borde de la cama, junto a sus raídas zapatillas de deporte y su mochila cargada de libros gastados y cuadernos en blanco. Se acabó la tregua del fin de semana, ya llegó el odiado domingo por la noche, al día siguiente tenía que abandonar la seguridad de su habitación y volver al colegio. Ese pensamiento le producía una sensación de falta de aire que le oprimía el pecho y le impedía respirar. Cuántas veces se había dicho a sí mismo que debía enfrentarse al "enterao" de la clase, no consentir sus burlas e insultos cuando le llamaba foca o cuatro ojos. Se trataba, por tanto de enfrentarse a sus miedos e inseguridades, de hacerse fuerte y afrontar la situación. No había duda, por tanto, de que ya nada le libraría de comparecer en la tierra de nadie del recreo del colegio. Con resignación y miedo infinito aceptó que el tiempo de tregua se había extinguido y comenzaba la lucha por la supervivencia.
Dori Calderón Ramos.
PREJUICIOS
¿Todos somos iguales ante la justicia?
No debería ser una pregunta, sin embargo, hoy más que nunca esta frase es una pregunta, y sólo tiene una respuesta, esa respuesta es NO.
No somos iguales ante una justicia que se vuelve vulnerable desde el momento que se aplica desde los ojos de alguien que tiene prejuicios ante personas que son distintas a sí mismo bien sea por su raza, sexo, fe, ideas políticas, condición social o cualquier otra característica tan simple como el color de su piel.
Nadie es más ni menos que los demás, sencillamente somos humanos, aunque cueste creer que alguien que apoya su pierna sobre un cuello de otra persona hasta que deja de respirar, pueda pertenecer a la misma especie terrestre que tú.
¿Todos somos iguales ante los ojos de Dios?
No puedo imaginar que Dios me mira con los mismos ojos que a un asesino, quizás nacimos iguales, pero nuestros actos nos hicieron diferentes.
Quizás sea digno de compasión, pero hoy la rabia no me permite compadecerme, que Dios me perdone. No soy quien para juzgar, ya que como he dicho antes, no se deben tener prejuicios, y yo hoy los tengo.
Tengo prejuicios contra quién sigue presionando a pesar de oír una voz diciendo que no puede respirar, tengo prejuicios contra líderes que, lejos de escuchar las voces que piden justicia, se vuelven contra ellos, tengo prejuicios contra la sociedad que no se une a la lucha de los que piden justicia a voces y tengo prejuicios contra mí misma por sentir que no estoy haciendo lo suficiente para que todos seamos iguales.
¿Todos somos iguales ante la justicia?
No debería ser una pregunta, sin embargo, hoy más que nunca esta frase es una pregunta, y sólo tiene una respuesta, esa respuesta es NO.
No somos iguales ante una justicia que se vuelve vulnerable desde el momento que se aplica desde los ojos de alguien que tiene prejuicios ante personas que son distintas a sí mismo bien sea por su raza, sexo, fe, ideas políticas, condición social o cualquier otra característica tan simple como el color de su piel.
Nadie es más ni menos que los demás, sencillamente somos humanos, aunque cueste creer que alguien que apoya su pierna sobre un cuello de otra persona hasta que deja de respirar, pueda pertenecer a la misma especie terrestre que tú.
¿Todos somos iguales ante los ojos de Dios?
No puedo imaginar que Dios me mira con los mismos ojos que a un asesino, quizás nacimos iguales, pero nuestros actos nos hicieron diferentes.
Quizás sea digno de compasión, pero hoy la rabia no me permite compadecerme, que Dios me perdone. No soy quien para juzgar, ya que como he dicho antes, no se deben tener prejuicios, y yo hoy los tengo.
Tengo prejuicios contra quién sigue presionando a pesar de oír una voz diciendo que no puede respirar, tengo prejuicios contra líderes que, lejos de escuchar las voces que piden justicia, se vuelven contra ellos, tengo prejuicios contra la sociedad que no se une a la lucha de los que piden justicia a voces y tengo prejuicios contra mí misma por sentir que no estoy haciendo lo suficiente para que todos seamos iguales.
Rafa Núñez Rodríguez
LÁGRIMAS DE ALGODÓN
Se quedaron como banderas sin sentido ni movimiento.
Rígidos, vacíos de vida por culpa de una caricia que les apretaba el cuello.
Y por el odio a un color de piel.
Soy Ray llegué a Nueva Orleans en 1.964 con mis padres y mis cinco hermanos. Mis padres habían conseguido trabajo en un rancho algodonero: mi padre en el campo, mamá en las cocinas y Tina de niñera en casa de los dueños.
Los días eran largos y húmedos, pero la sonrisa siempre estaba pintada en mi rostro. Me dejaban estudiar un rato por las mañanas, para después ir a ayudar a las cuadras. Disfrutaba de los caballos y allí fue donde conocí a Eva, ella era la hija mediana del señor Smith y estaba al cargo de Tina. También le gustaban mucho los caballos, nos hicimos amigos casi antes de vernos, cantábamos mientras peinábamos las crines marrones, nos poníamos a escribir en las pizarras las frases que nos dictaba Tina... Por las tardes, salíamos a correr por los campos teñidos por los pinceles del cálido sol.
Reconozco que mi vida me gustaba, era sencilla y, sin darme cuenta, iba disfrutando de cada día, así sin más.
Una noche mi padre llegó nervioso y muy animado, nos sentó a todos a la mesa y nos dijo que, por fin, los negros iban a poder votar. Yo no entendía muy bien para que serviría eso, pero me gustaba verlo feliz y me olvidé del asunto.
Los días iban pasando, cada vez se veían más nubes sobre el horizonte y el aire se sentía un tanto nervioso. Mi padre se reunía casi todas las noches con los demás trabajadores, yo a veces los escuchaba desde la puerta, hablaban de presidentes, gobernadores..., un aburrimiento. Yo prefería irme con Eva a tirar piedras en el estanque.
Un día le pregunté qué era lo que pensaba de que yo fuese negro y ella me miró con su sonrisa de siempre y me dijo que no se había dado ni cuenta, y nos reímos volviendo al rancho.
Hoy Bill el capataz no estaba en el rancho y al llegar a las cuadras, Sam, ese que siempre trabajaba con la pistola al cinto, me dijo que me fuese al campo, que los negros no podían estar allí, que todo eso iba a cambiar a partir de hoy.
Le miré asustado y salí corriendo hacia la calma del suave algodón.
Esa noche se lo contaría a mi padre, me habían prohibido ir a ver los caballos y tampoco podía acercarme a la casa a hablar con Eva, incluso a Tina le habían dicho que mañana iría a coger algodón, que no tenía que dar clases a la señorita.
Mamá estaba preocupada, ya era tarde y los hombres todavía no habían llegado.
Salí a ver si los escuchaba llegar y, a lo lejos, vi unas luces molestando a la noche. Corrí hacia ellas, no se por qué pero tenía miedo, era en la arboleda.
Cuando estaba llegando sonó un tropel de caballos y me quedé inmóvil, un grupo de fantasmas rodeados de antorchas atravesaron el camino, y yo quieto, helado por el miedo. Entonces sentí una fuerte patada y una voz que me dijo que los negros nunca votaríamos. Los sonidos de los cascos se fueron mezclando con sus risas mientras se alejaban.
Noté unos brazos que me levantaban después de llevar un rato llorando hecho un ovillo en el suelo. Era mi madre con los ojos ahogados en llanto. Todos los negros del rancho estaban allí, caminando hacia la arboleda, todos callados, sintiendo la noche más triste.
Tina me apretó las manos, cuando la avergonzada luna nos enseñó el suave mecer de aquellas seis figuras, oscuras como la noche.
Me abrazó y lloramos lágrimas transparentes, ni negras ni blancas, gotas de una tristeza que nos acompañaría toda la vida.
Se quedaron como banderas sin sentido ni movimiento.
Rígidos, vacíos de vida por culpa de una caricia que les apretaba el cuello.
Y por el odio a un color.
Rígidos, vacíos de vida por culpa de una caricia que les apretaba el cuello.
Y por el odio a un color de piel.
Soy Ray llegué a Nueva Orleans en 1.964 con mis padres y mis cinco hermanos. Mis padres habían conseguido trabajo en un rancho algodonero: mi padre en el campo, mamá en las cocinas y Tina de niñera en casa de los dueños.
Los días eran largos y húmedos, pero la sonrisa siempre estaba pintada en mi rostro. Me dejaban estudiar un rato por las mañanas, para después ir a ayudar a las cuadras. Disfrutaba de los caballos y allí fue donde conocí a Eva, ella era la hija mediana del señor Smith y estaba al cargo de Tina. También le gustaban mucho los caballos, nos hicimos amigos casi antes de vernos, cantábamos mientras peinábamos las crines marrones, nos poníamos a escribir en las pizarras las frases que nos dictaba Tina... Por las tardes, salíamos a correr por los campos teñidos por los pinceles del cálido sol.
Reconozco que mi vida me gustaba, era sencilla y, sin darme cuenta, iba disfrutando de cada día, así sin más.
Una noche mi padre llegó nervioso y muy animado, nos sentó a todos a la mesa y nos dijo que, por fin, los negros iban a poder votar. Yo no entendía muy bien para que serviría eso, pero me gustaba verlo feliz y me olvidé del asunto.
Los días iban pasando, cada vez se veían más nubes sobre el horizonte y el aire se sentía un tanto nervioso. Mi padre se reunía casi todas las noches con los demás trabajadores, yo a veces los escuchaba desde la puerta, hablaban de presidentes, gobernadores..., un aburrimiento. Yo prefería irme con Eva a tirar piedras en el estanque.
Un día le pregunté qué era lo que pensaba de que yo fuese negro y ella me miró con su sonrisa de siempre y me dijo que no se había dado ni cuenta, y nos reímos volviendo al rancho.
Hoy Bill el capataz no estaba en el rancho y al llegar a las cuadras, Sam, ese que siempre trabajaba con la pistola al cinto, me dijo que me fuese al campo, que los negros no podían estar allí, que todo eso iba a cambiar a partir de hoy.
Le miré asustado y salí corriendo hacia la calma del suave algodón.
Esa noche se lo contaría a mi padre, me habían prohibido ir a ver los caballos y tampoco podía acercarme a la casa a hablar con Eva, incluso a Tina le habían dicho que mañana iría a coger algodón, que no tenía que dar clases a la señorita.
Mamá estaba preocupada, ya era tarde y los hombres todavía no habían llegado.
Salí a ver si los escuchaba llegar y, a lo lejos, vi unas luces molestando a la noche. Corrí hacia ellas, no se por qué pero tenía miedo, era en la arboleda.
Cuando estaba llegando sonó un tropel de caballos y me quedé inmóvil, un grupo de fantasmas rodeados de antorchas atravesaron el camino, y yo quieto, helado por el miedo. Entonces sentí una fuerte patada y una voz que me dijo que los negros nunca votaríamos. Los sonidos de los cascos se fueron mezclando con sus risas mientras se alejaban.
Noté unos brazos que me levantaban después de llevar un rato llorando hecho un ovillo en el suelo. Era mi madre con los ojos ahogados en llanto. Todos los negros del rancho estaban allí, caminando hacia la arboleda, todos callados, sintiendo la noche más triste.
Tina me apretó las manos, cuando la avergonzada luna nos enseñó el suave mecer de aquellas seis figuras, oscuras como la noche.
Me abrazó y lloramos lágrimas transparentes, ni negras ni blancas, gotas de una tristeza que nos acompañaría toda la vida.
Se quedaron como banderas sin sentido ni movimiento.
Rígidos, vacíos de vida por culpa de una caricia que les apretaba el cuello.
Y por el odio a un color.
Gema Frías Luque
PAPI CAMBIÓ EL MUNDO
Gigi grabó un vídeo días más tarde de conocer la triste noticia de la muerte de
su padre a manos de un policía. Lejos de culpar a la población y de generalizar
las acciones de la policía y censurar, acusar o imputar por los
hechos ocurridos, la pequeña con voz firme y una sonrisa en sus labios
dijo que su papa había cambiado el mundo.
–Mi padre es el nombre del cambio, ha dado una lección de pacifismo, educación
e igualdad a toda la población, la acción de valentía que cambiará el mundo y
los derechos civiles de los afroamericanos.
No quiero ser juzgada por el color de mi piel, sino por la naturaleza de mi
carácter, por mis acciones…
Mi padre no temía al ser humano, era un hombre bueno, luchando por un mundo
mejor, amando al ser humano por encima de todo, no entendía ese odio irracional
hacia las personas de distinto color de piel.
La historia del ser humano está plagada, por desgracia, de casos en los que
unos han dominado sobre otros, de guerras y odios contra pueblos ajenos por la
simple necesidad de tener que odiar a alguien, de discriminaciones injustas que
han dividido a los pueblos desde hace demasiado tiempo.
El negro todavía languidece en los rincones de la sociedad y se encuentra a sí
mismo exiliado en su propia tierra.
Todos los hombres deberíamos tener garantizados los derechos inalienables de
“vida, libertad y búsqueda de la felicidad”.
No saciemos nuestra sed de libertad tomando de la copa de la amargura y el
odio. Siempre debemos conducir nuestra lucha en el plano de la dignidad y la
disciplina, sin degenerar jamás nuestra lucha en violencia física.
-Mi único deseo es que mi padre, George Floyd, de 45 años, que murió el pasado
25 de mayo en Minnesota después de que el oficial de policía Derek Chauvin le pusiera su rodilla en el cuello durante más de ocho minutos, sea el último
asesinato de esa extensa lista de hombres que perdieron la vida injustamente a
manos de personas de su misma raza.
“La injusticia en cualquier lugar es una amenaza para la justicia en todas
partes”. (Luther King)
María Jesús Campos Escalona
ÁNGEL NEGRO
Me levanté como cada día. Un vaso de café sólo y la última magdalena rancia del paquete, la pequeña y húmeda cocina se estaba cayendo a trozos.
M. Carmen Jiménez Aragón
MÁS ALLÁ DE LA LIBERTAD
María Jesús Campos Escalona
ÁNGEL NEGRO
Me levanté como cada día. Un vaso de café sólo y la última magdalena rancia del paquete, la pequeña y húmeda cocina se estaba cayendo a trozos.
No sabía dónde más buscar trabajo,
todo eran negativas, apenas si tenía tres euros en la
cartera.
El viaje a España había sido toda una odisea y ahora
que por fin había llegado a mi destino no veía futuro. ¡Qué
cruda realidad!
Paseaba por las calles divagando, andando sin
saber dónde ir...
Cuando de pronto oí voces y gritos. Una
mujer lloraba y la gente que iba paseando pronto se agolparon junto a
ella para ver que sucedía.
Al parecer, una niña pequeña de
unos cuatro años se había caído desde un segundo piso y se hallaba
colgada tan sólo por una de sus pequeñas manos. Su vida pendía un
hilo.
Cada vez más gente se agolpaba frente al incidente, pero
nadie sabía que hacer. Un hombre que paseaba sacó su móvil y puso
al tanto a la policía, pero la pequeña estaba cada vez más
cansada, no aguantaría mucho más.
Sin pensarlo dos veces... me
acerqué corriendo, dí un gran salto y trepé hasta el primer piso. Veía sus pequeños pies colgando, ojalá pudiese aguantar un poco
más.
La pequeña lloraba sin consuelo, su cuerpo entero
temblaba. Alargué la mano rápidamente, ¡uff! Apenas tocaba con las
yemas de los dedos el segundo piso, puse un pie en el filo del balcón
y con un enorme impulso llegué hasta el segundo. Me acerqué a ella,
le cogí entre mis brazos, lloró y gritó de puro miedo y yo no pude
por más que consolarla entre mis brazos, ella no paraba de llorar sin
consuelo, con el corazón encogido. En esos momentos entendí por qué
había venido a España. Por qué había hecho tan largo viaje. Porque
el destino, o la vida me había llevado hasta ese preciso
momento.
Cuando su madre la tuvo en sus brazos, su padre se
acercó a mí y sin mediar palabra me dio un abrazo. No hubo
palabras, ni ningún gesto, sólo eso, un fuerte y sincero abrazo.
M. Carmen Jiménez Aragón
MÁS ALLÁ DE LA LIBERTAD
-Buenas tardes, id
pasando y sentaos. Sé que no hay sillas bastantes para todos, somos ya muchos,
pero acomodaos donde podáis. Aunque no creo que la comodidad esté presente en
nuestra cumbre. –Aclaró Martin.
-Tenía la esperanza de que,
con el paso de los años, estas reuniones no serían necesarias, pero ya veo que mucha gente en el mundo ha pagado un precio
muy alto antes de mí y muchos siguen pagándolo después de mí. -Comenzó
diciendo Nelson con decepción en sus ojos.
-Efectivamente, hoy nos
sentimos muy apesadumbrados porque se unirá a nosotros, en breve, otro
compañero al que no le tocaba aun estar entre nosotros, George.
- Tú lo has dicho,
Morgan. Debemos admitir que aunque la sociedad ha cambiado bastante en el
último siglo, parece que todo el esfuerzo realizado no es suficiente para que
algunos entiendan que un hombre que
arrebata cruelmente la libertad y la vida de otro es un prisionero del odio.
-No puedo estar más de
acuerdo, -sentenció Aretha- todos requerimos y queremos respeto, hombre
o mujer, blanco o negro.
La impotencia y el
desánimo van creciendo entre los asistentes. Son demasiados, algunos ni
siquiera abren la boca, pero por dentro las palabras bullen y gritan
desconsoladas. Todos saben que con sus reuniones no van a lograr nada, sus
hazañas ya pasaron, pero tienen sus principios tan arraigados y latentes como
el primer día y solo esperan que la llama de la esperanza que algunos mantienen
encendida consigan verla aquellos que aun se obstinan en mirar hacia otro lado.
Es posible que tanta rabia acumulada provoque un tornado que acabe con esa
esperanza de igualdad y paz.
De nuevo toma la
palabra Nelson, algo inquieto en su silla.
-Los
verdaderos líderes del planeta son aquellos que están dispuestos a sacrificarlo
todo por la libertad de su pueblo. Y su pueblo somos
todos los humanos.
Kofi, que hasta ahora
no había pronunciado palabra, alzó la cabeza y dijo con voz rotunda:
-Podemos
tener diferentes religiones, diferentes colores, pero todos pertenecemos a una
raza,
y habitamos el mismo planeta.
-Con lo fácil que sería
respetarnos todos y aprender del prójimo – murmuró Aretha desde el fondo de la
sala.
-Sí, pero mientras
sigan sin darse cuenta de que las
fronteras reales de hoy no son entre naciones, si no entre poderosos e impotentes,
nada cambiará. La clave está en la educación -afirmó Kofi. La educación es el gasto para la defensa más efectivo que existe, el
conocimiento es poder y ese poder utilizado de forma equitativa puede
ayudar a todos. Sería lo ideal.
-Por desgracia no es
eso lo que nos muestran los medios, el abuso de poder y la intolerancia es real
y si no que nos dé su opinión George cuando llegue, -propuso Nelson. -¿Cómo ha
vivido él el momento de su muerte? Pero ya lo hemos visto claro en la prensa.
Gracias a Dios los periodistas se atreven
a examinar la conducta de las figuras públicas y la exponen a la luz. Lo
importante es conocer la realidad y que la sociedad dé su opinión.
-Si
lo preocupante no es la perversidad de los malvados, sino la indiferencia de
los buenos – aclaró Martín. –Y, efectivamente, no se muestran
indiferentes ante las injusticias. Me alivia saber que las humillaciones y
calamidades que sufrimos cada uno de nosotros en su tiempo sirvieron para algo.
Me pregunto ¿cuántos más deben morir? ¿Cuántos padres deben dejar huérfanos a
sus hijos? ¿Cuántos estudiantes deben abandonar su carrera injustamente?
¿Cuántos inocentes deben unirse a nuestras reuniones para que los responsables
de enardecer ese odio cambien la forma de ver y segregar a la raza humana? Yo,
por mi parte, no me cansaré de repetir que no
soy negro, soy hombre, un hombre con un sueño… seguir soñando. Siempre he
deseado que la igualdad, el respeto y la libertad sean los principios de la
humanidad. Esa era mi meta y seguirá siéndolo por toda la eternidad. Algún día
será una realidad.
Todos asintieron con la
cabeza, convencidos profundamente de que ese día llegará. En ese momento
alguien cruzó el umbral de la sala, irradiando esa luz que solo tienen los que
llegan empujados por el odio y la intolerancia…
-Hola, soy George
Floyd.
Cande Molina Mostazo
SIMPLEMENTE
Alzó la mano y se peinó el pelo, atrapando los
cabellos entre sus dedos, y justo en ese momento, un grito: ¡al suelo! Antes de
poder averiguar de dónde procedía, un gran porrazo lo dejó tirado en el suelo. La
sangre empezó a manar por sus rizos, simplemente estaba en el lugar equivocado.
Cuando te disparan, simplemente porque tu coche se ha averiado y eres sospechoso
por estar parado en el arcén, o cuando estás sentado en tu coche leyendo un libro pero dicen que estás armado, o cuando te detienen porque creen que has utilizado un billete de 20 dólares falso y te aplastan el cuello
con una rodilla durante 8 minutos, y a pesar de decir no puedes respirar. Siguen
apretando aún más hasta que tú corazón deja de latir. Tus ojos y mis ojos
lloran igual, tus manos y mis manos acarician igual, tus labios y mis labios
besan igual, pero tu piel no es igual que mi piel, y entonces tú vida no vale
nada. Aunque tu corazón sea grande como el mío, para ellos tú color no vale nada,
que Dios se apiade de ellos porque sus actos no tienen perdón en el mundo
divino. Simplemente por estar en el sitio equivocado no es, es simplemente por
ser negro.
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