lunes, 3 de agosto de 2020

IV MICRORRELATOS AL AZAR



En esta ocasión nos hemos propuesto elaborar microrrelatos, de no más de 150 palabras, en los que podamos incluir los siguientes términos: ARRECIFE, AGUJA, DIEZMAR, INEFABLE, SAL, AZÚCAR y MELOCOTÓN. Una historia coherente y que enganche, escueta y concisa. Difícil, ¿verdad? Originalidad, imaginación y variedad son los ingredientes de nuestros textos, el fruto de nuestra pasión por las letras. Esperamos que los disfrutéis.


Gema Frías Luque
VISIONES
Vi la sirena sentada en el fondo de aquel arrecife mientras peinaba suavemente sus cabellos de piel de melocotón. Mi mente caviló inefable aquella secuencia y se diluyó como si fuera un terrón de azúcar.
Miraba a lo lejos y seguía con la visión borrosa como si me hubieran echado sal en los ojos, sintiendo un dolor continuo y punzante, como si de una aguja se tratara, haciendo que mi parpadeo fuera más rápido de lo habitual.
Sentía lástima porque la vida es corta y se me estaba agotando, mis fuerzas ya habían diezmado tanto… El miedo atrapó mi curiosidad y de pronto me encontraba temblando, temblando de terror infinito.

Rafa Núñez Rodríguez
ÚLTIMA OPORTUNIDAD
Los arrecifes se habían pintado de rojo y muerte.
Después de disfrutar diezmando a media humanidad, descubrió lo inefable que era aquello que por momentos sintió su negro corazón.
La encontró arrastrándose, buscando la vida donde ya era imposible.
Sus falanges desnudas levantaron aquel rostro que parecía pintado con restos de azúcar e inocencia.
Su cuerpo, tiras de piel de melocotón, donde comenzaban a brotar los gusanos.
La miró y sintió un ejército de agujas clavándose en sus remordimientos.
No lo dudó, la abrazó y se sumergieron bajo las tristes aguas, hasta que sus bocas se llenaron de sal.

Dori Calderón Ramos
AMISTAD
Siempre fuimos como dos gotas de agua, aparentemente iguales pero distintas, como la sal y el azúcar, confundibles a simple vista pero de sabores opuestos.
Cuando rozaba tu piel de melocotón, era igual que entrar en un arrecife de sensaciones, dónde todo era maravilloso pero debía ir con extremo cuidado, pues podía hacerme daño en cualquier momento, pues tú, igual aceptabas mi caricia que huías de mí taimadamente.
Nos unió una inefable amistad que yo siempre quise convertir en algo más, pero tú te empeñaste en diezmar mis sentimientos, y hoy sigo siendo tu amiga.... Y suspiro, y sueño, y siento una aguja entrar en mi corazón cuando te veo con él.
Pero prefiero sentir mil agujas en mi pecho antes que no volver a verte, por eso, amiga mía, nuestra amistad será eterna.

Mª Carmen Jiménez Aragón
ANABELLA (Incluido en la selección de mejores microrrelatos del Diario Sur del día 08/08/20).
Su madre la trajo al mundo en aquella orilla del mar, mientras remendaba redes. Por eso a nadie le extrañaba verla caminar sobre el arrecife, descalza, aun teniendo afiladas puntas como agujas asesinas. Lo que sí les sorprendía era su inefable belleza, piel dorada y tersa como un melocotón y cabello castaño, rizado siempre por la sal. El mismo mar rodeaba sus pupilas, parecía una visión de otro mundo. Los aldeanos sabían que era un alma salvaje y desenfrenada, pero había quien afirmaba que un beso suyo era más dulce que el propio azúcar.

Aunque lo único cierto era que la población juvenil diezmaba a medida que se le conocían pretendientes. Debió nacer bajo el hechizo de las mareas.

Laura Pérez Alférez
COMO SAL Y AZÚCAR
Sentía que se le escapaba de entre sus dedos, se creyó su dueño y, sin embargo, las agujas del reloj corrían demasiado deprisa.
Indefinido e imperceptible en su infancia de piel de melocotón.
Le volvió rebelde en la  adolescencia, era su mejor aliado, su amigo inefable.
En su etapa de adulto detestaba su paso lento, pero también odiaba cuando corría tan veloz que se hacía invisible.
Así, entre penas y alegrías, no disfrutó de él, no se dio cuenta que se hacía viejo.
Se perdió en un arrecife de arrugas en su piel y diezmó la lucidez de su mente. Ahora siente que no lo aprovechó, que no lo disfrutó lo suficiente.

Cande Molina Mostazo
BELDAD
Sus huellas van quedando incrustadas en la arena hasta que llega la ola y las diezma  con su espuma de mar. Junto a los arrecifes deja su vestido, desnuda. Con una belleza inefable camina hacia el mar y se sumerge, después de un rato sale oliendo a sal. Se tumba en la roca y  los últimos rayos de sol secan  su  piel  de melocotón. El cielo se tiñe de colores, el atardecer trae las primeras estrellas de azúcar, su silueta es pura seducción. Yo, desde el acantilado, quedó atravesado como hilo en una aguja y deseando volverla a ver.

Mª JESÚS CAMPOS ESCALONA
A UN PASO DE TI
Bajo con cuidado hacia el arrecife. Las aguas hoy están algo turbulentas.  Ojalá  pudieran diezmar las agujas de mi alma, arrancarlas y mandarlas con virulencia hacia la profundidad del mar.
"Tu suave piel es como el melocotón...." me susurrabas, y yo me perdía  en tus ojos.
Cuántas  veces limpiaste, con dulzura, la sal de mis lágrimas y luego, al irme a dormir, encontraba sobre la almohada una dulce sorpresa. "Yo soy el azúcar de tu bombón. ¡Disfrútalo!"
Guardo con inefable cuidado todas las notas en una cajita de madera. No paro de releerlas.

Cada día  vuelvo aquí, a este peñasco, y mil veces he pensado en marcharme a tu lado, y otras mil veces he vuelto  a despertarme.


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