Una vez más los miembros del club hemos trabajado en
equipo para proponer palabras, al azar, y elaborar cada uno de nosotros un
microrrelato en el que incluirlas todas. Historias originales e inéditas, tan
diferentes como nosotros mismos, que deseamos os trasladen por unos momentos a
otro lugar y os ayuden a sobrellevar vuestro confinamiento.
Las palabras propuestas en esta ocasión son las
siguientes: BOHEMIA, ALAS, AMANECER, OTEAR, MENDIGO, AMOR y BRUMA.
Cande Molina Mostazo
EL DESTINO
Como mendigo de la
vida iba persiguiendo sus sueños, así era él, bohemio enamorado del arte y de la música.
Pasear
entre la bruma que le traía la mar algunos días de inverno le hacía renovar su
alma, a veces se quejaba de que tenía demasiada soledad.
Un día, a lo lejos, la vio y quedó prendado de
sus alas, quedó rendido a la esencia de su vuelo. Cada día iba a contemplarla
danzar por la tierra y por el aire, observaba como se perfumaba
de la fragancia de las flores, como reía y aprendía de cada aroma, como se llenaba en cada verso y así estuvo respirando amor, día tras día, de su
piel morena. Entonces una tarde de
verano le llevó un amanecer entre sus manos y la muchacha de ojos grandes le
propuso que otearan juntos miles de atardeceres.
Dori Calderón Ramos
EL LIRIO Y LA MARIPOSA
La bruma del
amanecer le anunció que se acercaba la hora en que su amor le visitaba, con los
primeros rayos de sol podía otear esas maravillosas alas que desprendían luz y
alegría.
-¿Por qué te
acercaste hasta mí, mariposa? Ahora soy
mendigo de tu amor y quisiera volar contigo, más soy de la tierra y tú del
aire. Pero me
basta con esos instantes que te posas sobre mí, etérea y coqueta, mientras el
resto de flores nos miran envidiosas y ya puedo mostrarme cual lirio esbelto y
orgulloso mientras tú vuelves a volar libre y bohemia.
M. Jesús Campos Escalona
CUANDO TE CONOCÍ
Siempre fui un tipo bohemio y ahora que vivo aquí, en la cima de esta montaña, lo soy más
que nunca. Soy un hombre huraño, tosco, antisocial, introvertido. Y no me importa. ¡Ya nada importa! Pero hubo un
tiempo, cuando era joven, que
solo con verla mi corazón iba a mil. Parecía un ángel de grandes alas
que cada mañana se dejaba contemplar. Y, algo tuvo que ver en mí, pues sus ojos me prometieron amor eterno y lo cumplió.
Cuando reía, su risa me sabía a vida, a salvia
nueva, a gotas de rocío,... y su forma de
moverse, de hablar, de mirarme.... Suspiro
enojado.
Subo hasta la cima de la colina, allí puedo otear el atardecer y
así canso mi cuerpo y callo mi mente.
Desde aquí puedo ver el mar. Empieza a
refrescar, ya llega la bruma. Soy un
mendigo, me digo para mis adentros. Un mendigo que vive de recuerdos y, aun así, no los cambiaría por nada
del mundo.
Rafa Núñez Rodríguez
CIEGOS DE AMOR
Sus ojos se fueron enturbiando por la bruma, ésa densa y pegajosa que llenaba de salitre
los amaneceres. Ése era el primer síntoma,
sus aires de bohemio se habían transformado en el reflejo de quien
mendiga algo de amor, a sabiendas de que su corazón ya no late, uno más. Abro
las alas, éste ya no tiene salvación. Oteo el horizonte buscando su rastro, ella llena de noches a las almas
ilusas y yo fui el primero. Ahora la
busco, porque ella sigue cantando en mi oscuridad.
Gema Frías Luque
MENDIGANDO AMOR
Caminé incansablemente desde el amanecer para encontrarte y, tras divisar aquel pequeño monte, lo alcancé para otear el amarillento horizonte que tenía ante mí.
Siempre me sentí un poco bohemia en mis pensamientos, siempre hubo una parte de mí que me obligaba a desplegar mis alas entre brumas y sombras. Nadie cuidó mi corazón mejor que aquel mendigo, que paseaba cada día con sus manos vacías mendigando amor.
M. Carmen Jiménez Aragón
OLAS POR DESCUBRIR
Aquella
mañana el capitán se levantó con esperanzas renovadas. El amanecer traía una
densa bruma de octubre y el tempranero aire hinchaba la velas cual alas
desplegadas que habrían de llevarlo al lejano paraíso.
El resto de
la nao aun seguía dormido y la quietud de a bordo contrastaba con las agitadas
aguas, marejada que también perturbaba su corazón, mendigo en ocasiones de una
vida más bohemia y tranquila.
Distraído,
elevó su mano a la línea del entrecejo para otear en la incertidumbre y sin dar
crédito a sus propias palabras, gritó: ¡Tierra, tierra! Ahora recordó que el
amor por la aventura no le abandonaría nunca y menos cuando sus tres calaveras
habían de hacer historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario