miércoles, 13 de mayo de 2020

IX ACTIVIDAD DE CONFINAMIENTO.


Una vez más los miembros del club hemos trabajado en equipo para proponer palabras, al azar, y elaborar cada uno de nosotros un microrrelato en el que incluirlas todas. Historias originales e inéditas, tan diferentes como nosotros mismos, que deseamos os trasladen por unos momentos a otro lugar y os ayuden a sobrellevar vuestro confinamiento.

Las palabras propuestas en esta ocasión son las siguientes: BOHEMIA, ALAS, AMANECER, OTEAR, MENDIGO, AMOR y BRUMA.

Cande Molina Mostazo
EL DESTINO
Como  mendigo de la  vida   iba persiguiendo sus  sueños, así era él,  bohemio enamorado del arte y de la música.
‌Pasear entre la bruma que le traía la mar algunos días de inverno le hacía renovar su alma, a veces se quejaba de que tenía demasiada soledad.
Un día, a lo lejos, la vio y quedó prendado de sus alas, quedó rendido a la esencia de su vuelo. Cada día iba a contemplarla danzar por la tierra y por el aire, observaba como se  perfumaba  de la fragancia de las flores, como reía y aprendía de cada aroma,  como se llenaba en cada verso y así estuvo respirando amor, día tras día, de su piel morena. Entonces una tarde de verano le llevó un amanecer entre sus manos y la muchacha de ojos grandes le propuso que otearan juntos miles de atardeceres.


Dori Calderón Ramos
EL LIRIO Y LA MARIPOSA
La bruma del amanecer le anunció que se acercaba la hora en que su amor le visitaba, con los primeros rayos de sol podía otear esas maravillosas alas que desprendían luz y alegría.
-¿Por qué te acercaste hasta mí, mariposa? Ahora soy mendigo de tu amor y quisiera volar contigo, más soy de la tierra y tú del aire. Pero me basta con esos instantes que te posas sobre mí, etérea y coqueta, mientras el resto de flores nos miran envidiosas y ya puedo mostrarme cual lirio esbelto y orgulloso mientras tú vuelves a volar libre y bohemia.


M. Jesús Campos Escalona
CUANDO TE CONOCÍ
Siempre fui un tipo bohemio  y ahora que vivo aquí,  en la cima de esta montaña, lo soy más  que nunca. Soy un hombre huraño, tosco, antisocial, introvertido. Y no me importa. ¡Ya nada importa! Pero hubo un tiempo, cuando  era joven, que  solo con verla mi corazón iba a mil. Parecía un ángel de grandes alas que cada mañana  se dejaba contemplar. Y, algo tuvo que ver en mí, pues sus ojos me prometieron amor eterno  y lo cumplió.
Cuando  reía, su risa me sabía a vida, a salvia nueva, a gotas de rocío,... y su forma  de moverse,  de hablar, de mirarme.... Suspiro enojado. 
Subo hasta la cima de la colina, allí puedo otear el atardecer y así canso mi cuerpo y callo mi mente. Desde aquí  puedo ver el mar. Empieza a refrescar, ya llega la bruma. Soy un mendigo, me digo para mis adentros. Un mendigo que vive de recuerdos y, aun así,  no los cambiaría por nada del mundo.


Rafa Núñez Rodríguez 
CIEGOS DE AMOR
Sus ojos se fueron enturbiando por la bruma,  ésa densa y pegajosa que llenaba de salitre los amaneceres. Ése era el primer síntoma,  sus aires de bohemio se habían transformado en el reflejo de quien mendiga algo de amor, a sabiendas de que su corazón ya no late, uno más. Abro las alas, éste ya no tiene salvación. Oteo el horizonte buscando su rastro, ella llena de noches a las almas ilusas y yo fui el primero. Ahora la busco, porque ella sigue cantando en mi oscuridad.


Gema Frías Luque
MENDIGANDO AMOR
Caminé incansablemente desde el amanecer para encontrarte y, tras divisar aquel pequeño monte, lo alcancé para otear el amarillento horizonte que tenía ante mí.
Siempre me sentí un poco bohemia en mis pensamientos, siempre hubo una parte de mí que me obligaba a desplegar mis alas entre brumas y sombras. Nadie cuidó mi corazón mejor que aquel mendigo, que paseaba cada día con sus manos vacías mendigando amor. 


M. Carmen Jiménez Aragón
OLAS POR DESCUBRIR
Aquella mañana el capitán se levantó con esperanzas renovadas. El amanecer traía una densa bruma de octubre y el tempranero aire hinchaba la velas cual alas desplegadas que habrían de llevarlo al lejano paraíso.
El resto de la nao aun seguía dormido y la quietud de a bordo contrastaba con las agitadas aguas, marejada que también perturbaba su corazón, mendigo en ocasiones de una vida más bohemia y tranquila.
Distraído, elevó su mano a la línea del entrecejo para otear en la incertidumbre y sin dar crédito a sus propias palabras, gritó: ¡Tierra, tierra! Ahora recordó que el amor por la aventura no le abandonaría nunca y menos cuando sus tres calaveras habían de hacer historia.

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