Todos y cada uno de nosotros ha propuesto una palabra y las hemos enlazado de modo que quedan totalmente integradas en el texto pasando desapercibidas, desarrollando una historia apasionante, completamente diferente y novedosa.
Las palabras elegidas para la actividad del día de hoy son las siguientes: TAIMADA, CAFÉ, REFULGIR, MELIFLUO, LONGEVO, INSTANTE Y LABIOS. Con estos términos cada escritor ha elaborado un microrrelato original.
Las palabras elegidas para la actividad del día de hoy son las siguientes: TAIMADA, CAFÉ, REFULGIR, MELIFLUO, LONGEVO, INSTANTE Y LABIOS. Con estos términos cada escritor ha elaborado un microrrelato original.
Aquí os mostramos los microrrelatos escritos por los miembros del Club de Lectura y Teatro de La Viñuela.
María Jesús Campos Escalona
INOCENCIA
Mi pelo rubio ondeaba con el viento. Me encantaba venir a ver a mis abuelos y a
la hora de la siesta, cuando ellos dormían, yo refulgía como sol de primavera,
correteando por el prado.
En un instante, ya estaba junto al longevo y abandonado panal de abejas. Meter
mi pequeño dedo en los panales y saborear el melifluo néctar dulce, me hacía
sonreír. Una abeja despiadada rozó mis labios y yo sentí un fuerte dolor, y con
un respingo, corriendo fui a refugiarme en los brazos protectores de mi abuela.
En el porche divisé una figura que tomaba café. Rápidamente me
acerqué y abracé su cintura con fuerza. Su astuta y taimada mirada me dijo con
disimulo:
-¿Qué le ha pasado a mi princesa?
Laura Pérez Alférez
APLAUSOS
Tiene la sonrisa pintada de soledad. Por un instante una melodía le escuece en
los labios con el primer sorbo del melifluo café. Longevos recuerdos taimados
aparecen sin desearlo; ¡el refulgir del teatro henchido por el clamor y vítores
del público, flashes, autógrafos...! Nostalgia de sueños rotos.
Su aliento es vidrioso, cortante, como si al hablar sintiese un pequeño cristal
quebrarse en la garganta.
Esta noche tampoco oirá aplausos.
M. Carmen Jiménez Aragón
TUS LABIOS
...Y su beso duró un instante. Su taimada boca abandonó mis labios para
descender hasta ese melifluo rincón escondido y saciar las ansias contenidas.
Sobre mí refulgían millones de estrellas en un longevo y perpetuo firmamento
que se me antojaba mío y explotaban una y otra vez siguiendo nuestro compás.
Así esperamos la llegada del alba y el primer café.
Rafa Núñez Rodríguez
JUSTO
Hoy como cualquier domingo, con la sonrisa en los labios y su globo rojo,
caminaba hacia el parque.
Era temprano y la mañana olía a café. Se paró en la cafetería de siempre, allí
le invitaban a un descafeinado y siempre lo trataban como a alguien normal, o
mejor, como a alguien único. Caminaba despacio aunque no pasaba de los
treinta. Con esa injusticia que le recorría la espalda y anidaba en su cabeza ya era una persona longeva.
Llegó a donde siempre, a su esquinita del parque y con el zapato marcó una equis
en el suelo.
Por un instante sus ojos reflejaron una taimada mirada, entonces se subió sobre
la señal del mapa del tesoro, abrió el puño y el globo se fue perdiendo entre
las nubes. El sol refulgía curioso esperando respuesta, como siempre, como
cada domingo.
No estaba seguro de si sus padres verían la señal, hace tanto que no venían a
visitarlo.
Volvió sobre sus pasos, ya iba pensando en saborear el postre melifluo que
Margarita le solía preparar exclusivamente a él, y escucharía sus palabras
tranquilizadoras...
- No pasa nada, nos quedan muchos globos rojos.
Cande Molina Mostazo
SORPRESA
Me encantó que me llamara para tomarnos un café
juntos, aunque me sorprendió porque normalmente nunca tiene tiempo. La
curiosidad de la cita me tenía un poco taimada. Me pinté los labios arrugados,
mire el reloj y calculé el tiempo para llegar puntual. Mis ojos refulgieron
inmensamente cuando al entrar vi a mis amigos longevos junto a mi querida
familia y una voz meliflua cantaba cumpleaños feliz, al lado de un precioso
pastel de chocolate lleno de luces. Tome aire y en un instante apague todas las
velas. El deseo ya sé había hecho realidad.
Dori Calderón Ramos
TARDES DE AZÚCAR
Cada tarde al salir del colegio corría hasta su casa. Ya por el camino le llegaba el olor a pan frito y achicoria, ese sucedáneo del café que su madre preparaba cada tarde para merendar, y por un instante corría más para llegar rápido a casa.
Al entrar la encontraba sentada en su silla baja, con un refulgir en sus ojos que la invitaba a echarse en sus brazos, y una sonrisa taimada que solo una vida longeva te otorga.
De sus labios salían palabras melifluas que le encantaba oír, por eso, mientras el azúcar caía por sus manos al sostener la rebanada, le preguntaba:
- Abuelita, ¿Me cuentas otro cuento?
Cada tarde al salir del colegio corría hasta su casa. Ya por el camino le llegaba el olor a pan frito y achicoria, ese sucedáneo del café que su madre preparaba cada tarde para merendar, y por un instante corría más para llegar rápido a casa.
Al entrar la encontraba sentada en su silla baja, con un refulgir en sus ojos que la invitaba a echarse en sus brazos, y una sonrisa taimada que solo una vida longeva te otorga.
De sus labios salían palabras melifluas que le encantaba oír, por eso, mientras el azúcar caía por sus manos al sostener la rebanada, le preguntaba:
- Abuelita, ¿Me cuentas otro cuento?
Cande Molina Mostazo
ESPERANZA
Las gotas de agua caían una tras otra de forma
taimada, de vez en cuando refulgían cuando las luces de los coches se
reflejaban en la ventana. Mis labios recogían las lágrimas melifluas que
rodaban por mi mejilla. Te vi siempre tan fuerte, tan longevo que me
resisto a que la vida lo cambie todo en un instante. Pongo mi mano en el
cristal, está frío, mi cuerpo se estremeció. Entonces una bata blanca me toca
en el hombro y me dice que estás fuera de peligro, que me vaya a descansar. Una
inmensa alegría recorre mi ser, pero he decido sacarme un café de la máquina y
pasar la noche vigilando tu sueño.
Gema Frías Luque
SI, QUIERO
Eran cinco días de descanso muy prometedores. Tras
posar mis labios en la taza de café lo miré fijamente, poseía una mirada
longeva, tal vez su elegancia coartara mi impresión. Por un instante sentí su
sonrisa taimada, mediaron unas melifluas palabras y unas suaves caricias que me
estremecieron especialmente. Solo recuerdo el refulgir del sol sobre mis gafas y, tras perder la noción del tiempo, pude sentir como mi corazón se aceleraba
vertiginosamente provocando un pequeño temblor en mi estómago.
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