Una de nuestras aficiones más constantes es la escritura y varios miembros del Club han sido merecedores de premios locales de escritura. Trataremos, a lo largo de estos meses, de transcribirlos en este espacio de modo que queden almacenados y tengáis acceso a su lectura.
En esta ocasión recordaremos a la ganadora de la edición de 2019 del premio de Relato Breve, organizado por el Excmo. Ayuntamiento de La Viñuela, con motivo de la Semana Cultural, María del Carmen Jiménez Aragón, con su relato titulado "BUENOS DÍAS".
“Buenos
Días”
Deportivas anudadas, coleta bien sujeta y
Alicia cerraba la puerta tras de sí. No
cayó en la cuenta de que esa semana le tocaba correr sola hasta que no llegó al
punto en el que se encontraba cada mañana con su compañera. “Debe de estar
aterrizando ya en Irlanda” se dijo, y siguió corriendo sin bajar el ritmo. El
asfalto solo le daba para quince minutos, después cogía el carril de tierra que
bordeaba el pantano de La Viñuela y se alejaba en dirección norte. Pocas cosas
le hacían sentir tan bien como correr por las mañanas y disfrutar a la vez de
ese aire tan puro y esas vistas tan maravillosas. Quizá esta semana pudiera
entretenerse algo más, por ir sola, y tomar algunas fotos con su móvil de esos
primeros minutos de sol sobre el agua.
Para ser lunes le extrañó encontrarse con
tan poca gente en su camino, por no decir nadie. Los lunes la gente quiere
compensar los excesos del fin de semana. No pasa igual conforme se acerca el
viernes, que todos están deseando terminar la jornada para entregarse por
completo al descanso o a la ´juerga´, según cada cual. En esto iba pensando
cuando vio una persona a lo lejos junto al camino. “Por fin alguien, ya me
estaba inquietando”. Primero le pareció que hacía estiramientos apoyado en una
gran roca, pero después se dio cuenta de que solo estaba sentado sobre la misma
observando el paisaje. Ya muy cerca se percató de que tenía una mirada muy
triste y perdida. Al pasar a la altura del chico, Alicia, lo miró directamente
a la cara esperando el mismo gesto para saludar cortésmente, pero él no se
inmutó, sus pupilas no se movieron ni un milímetro. Alicia giró la cabeza hacia
delante y siguió corriendo como si nada. “Que poco sentido de la buena
educación”, se dijo. Corrió veinte minutos más hasta donde lo hacía siempre y
se dispuso a dar la vuelta. En ese punto tenía como referencia del nivel de
agua acumulaba en el pantano la salida abovedada que traía parte del caudal del
río La Cueva hasta el embalse. En los últimos años casi no había llovido, pero
en lo que llevaban de mes el descenso del nivel era alarmante.
Cuando se disponía a cruzar por delante del
muchacho de nuevo, se dijo: “Debe tener unos veinticinco años. Esta vez le
saludaré como es debido, así le haré ver que aquí nos sobra educación y
cortesía”. Fijó la vista en sus ojos y soltó un “buenos días” bien sonoro. El chico no le contestó. No la miró. No
movió un pelo. “Pues lo que te dejas te llevas, guapo”, pensó, y siguió
corriendo hasta llegar a casa.
A la mañana siguiente, Alicia, se propuso
que haría del martes un día diferente. Se levantó pensando que quizá aquel
muchacho necesitaba amigos y alguien que le diera algo de confianza si no
conocía a nadie en el pueblo, así que si se lo volvía a encontrar en su
recorrido intentaría entablar con él un poco de conversación. Pararse para
apretar los cordones de las deportivas era el gesto infalible para no parecer
demasiado atrevida. Lo hizo justo delante de él y le dijo: “Buenos días”. El chico giró lentamente
la cabeza hacia ella, pero no articuló palabra. Alicia se irguió y siguió
corriendo desconcertada. Vuelta en el túnel y regreso. Buscaba mentalmente
posibles explicaciones para aquel comportamiento tan seco del desconocido:
Puede que no entendiera el idioma; Puede que odiara hablar con gente nueva;
Puede que fuera un psicópata; O que hubiera sufrido un episodio de amnesia… Mil
cosas. Pero en ese momento, que volvía a cruzarse con él, notó como giraba
levemente la cabeza para mirarla mientras se alejaba. Bueno, ya había un
pequeño avance.
Los dos días siguientes todo transcurrió
con increíble monotonía, y no solo su hora y media de footing matutino, sino el
día entero. El viernes, Alicia, dejó junto a la almohada sus miedos, sus
reparos, sus prejuicios y la poca timidez que tenía y cuando llegó a la altura
de la roca en la que el muchacho estaba sentado, como cada mañana, se acercó a
él diciéndole: “Buenos días”. El
chico la miró. Sus ojos eran muy profundos y tenían un brillo cautivador,
enigmático. Ahora, de cerca, observaba
que no llevaba ropa deportiva, sino unas botas y pantalón tejano. Parecía
querer decirle algo con la mirada y ella se mostraba expectante. “¿Cómo sonaría
su voz? Pero de pronto él se echó mano a la garganta y entreabrió los labios
dejando escapar un leve sonido. ” Ay, Dios mío. ¿Pero cómo he podido ser tan
tonta? ¿Cómo no me he dado cuenta antes? Es sordomudo”, pensó. Muerta de
vergüenza hizo un gesto con la mano de despedida y con la cabeza gacha siguió
corriendo. Mientras iba hasta el final de su recorrido y volvía no paraba de
pensar que se había comportado como una estúpida y buscaba la manera de volver
a acercarse a él y hacerle entender que podían ser amigos. Ya lo tenía a cien
metros y empezó a aflojar el ritmo. Le asombraba verlo siempre tan melancólico,
tan paciente, como quien espera algo sin tener prisa. Los chicos de su edad no
suelen dar esa impresión. ¿Habría sufrido mucho a lo largo de su vida y por eso
tenía ese comportamiento tan esquivo con la gente? Sin dudarlo se acercó a él,
que la observaba desde antes de llegar a la roca, y poniéndose la mano en el
pecho, le dijo: “Me llamo Alicia. ¿Y
tú?” Él la miraba fijamente y sin decir palabra giró la cabeza hacia el lado de
la roca que no ocupaba, como diciéndole que se sentara a su lado. Alicia tomó
asiento mientras pensaba que les costaría mucho trabajo entenderse. De todos
modos sentía que algo no cuadraba. ¿Por qué él no intentaba comunicarse con
gestos? Con su cuerpo podía expresarse también, sin embargo ni su cara ni sus
manos emitían ninguna expresión que ella pudiera traducir para poder
entenderle. Solo sus ojos. Sus ojos mostraban tristeza, desesperanza y mucho
vacío. Alicia, tratando de animarlo y darle un poco de confianza empezó a
hablarle de… cosas, lo primero que se le vino a la cabeza, sabiendo de antemano
que él no podría escucharla. “¿Sabes? Hace unos años sí que estaba bonito el
embalse. Estaba de agua hasta el máximo. La orilla llegaba a tres metros de
donde están nuestros pies. En un día de cielo despejado y sin brisa que moviera
el agua el espectáculo era majestuoso. Pero con lo poco que ha llovido
últimamente y los trasvases de agua que se hacen está el pobre en las últimas.
Yo he llegado a pensar que algo raro está pasando porque no es normal a la
velocidad que el nivel va bajando”. El chico seguía con la mirada perdida en el
horizonte sin darle muestras de nada. Apenada, Alicia se levantó y le dio dos
besos despidiéndose de él hasta el día siguiente.
Deseando comenzar el sábado y poder ver a
su nuevo amigo salió corriendo en dirección al pantano y, como toda la semana,
allí lo encontró. Tenía decidido que ese día no haría el recorrido. Se sentó
junto a él y trató de comunicarle su apoyo y su cercanía. Le habló de los
animales que habían migrado a la zona gracias al pantano. Le habló también de
comidas, de su familia, de sueños de futuro. Pero nada que ella hiciera hacía
cambiar la expresión triste y vacía del muchacho. Entonces tomó sus manos entre
las suyas y las acarició, sin saber muy bien por qué. Le dio dos besos y se
marchó.
Fue la última vez que vio al chico.
Después de esa semana no volvió a verlo más junto a la roca. Desapareció como
por arte de magia y nadie sabía darle información sobre él. Todo volvió a ser
como antes. Ahora que corría con su compañera, el camino del pantano siempre
estaba lleno de gente que hacía deporte, o paseaba al perro o tomaba el sol,…
Pocas mañanas después, al encender su
ordenador, la sorprendió una noticia local: “Hallado el cadáver momificado de un hombre que, posiblemente,
desapareciera hace 32 años. Los restos se han encontrado en las inmediaciones
del pantano de La Viñuela. A la espera del informe forense oficial, todo apunta
a que la causa de la muerte fue atragantamiento con objeto punzante,
presentando también fractura craneal. Personas ancianas de la localidad afirman
que hace muchos años, antes de construirse el embalse, desapareció un
carpintero que se dedicaba a la construcción de pozos y aljibes en los cortijos
rurales con plantación de regadío, y que jamás dieron con él. Por esto y por
los indicios encontrados hasta el momento, entre las hipótesis más probables,
la policía cree que el individuo murió atragantado con un clavo que seguramente
sostenía entre sus labios mientras trabajaba y que el cuerpo ha permanecido
semisepultado en el fondo de un aljibe al que acaban de verter cemento en su
base. Tras meses de búsqueda infructuosa el caso se fue enfriando. Después
vinieron los desalojos y expropiaciones y en pocos años el embalse era un
hecho. La policía piensa que no ha sido hasta ahora, cuando el nivel de agua ha
bajado tanto, que el cuerpo del hombre haya quedado parcialmente al descubierto.”
Junto a esta noticia aparecía una foto de la época del presunto
desaparecido. Alicia lo había conocido hacía unos días. ¿Cómo podía ser? Era
imposible. Sin pensarlo salió corriendo de casa en dirección al pantano. Al
llegar a la roca no podía salir de su asombro. Alargó la mano y recogió un
puñado de clavos que había sobre ella, y fue entonces cuando pudo leer la
palabras escritas sobre la piedra: ”Buenos
días. Gracias.”
PREMIO DE FOTOGRAFÍA 2019 LA VIÑUELA
Aprovechando la ocasión que me brinda este espacio, recordar que nuestra compañera Cande Molina Mostazo fue la ganadora del premio de fotografía. Las bases del concurso proponían las dos temáticas siguientes: HISTORIAS DEL EMBALSE Y SABOREA LA VIÑUELA SALUDABLE.
Os mostramos la imagen ganadora a continuación.
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