sábado, 2 de mayo de 2020

SEMANA CULTURAL DE LA VIÑUELA 2019.



Una de nuestras aficiones más constantes es la escritura y varios miembros del Club han sido merecedores de premios locales de escritura. Trataremos, a lo largo de estos meses, de transcribirlos en este espacio de modo que queden almacenados y tengáis acceso a su lectura. 
En esta ocasión recordaremos a la ganadora de la edición de 2019 del premio de Relato Breve, organizado por el Excmo. Ayuntamiento de La Viñuela, con motivo de la Semana Cultural, María del Carmen Jiménez Aragón, con su relato titulado "BUENOS DÍAS". 

“Buenos Días”
     Deportivas anudadas, coleta bien sujeta y Alicia cerraba la puerta tras de sí.  No cayó en la cuenta de que esa semana le tocaba correr sola hasta que no llegó al punto en el que se encontraba cada mañana con su compañera. “Debe de estar aterrizando ya en Irlanda” se dijo, y siguió corriendo sin bajar el ritmo. El asfalto solo le daba para quince minutos, después cogía el carril de tierra que bordeaba el pantano de La Viñuela y se alejaba en dirección norte. Pocas cosas le hacían sentir tan bien como correr por las mañanas y disfrutar a la vez de ese aire tan puro y esas vistas tan maravillosas. Quizá esta semana pudiera entretenerse algo más, por ir sola, y tomar algunas fotos con su móvil de esos primeros minutos de sol sobre el agua.     
     Para ser lunes le extrañó encontrarse con tan poca gente en su camino, por no decir nadie. Los lunes la gente quiere compensar los excesos del fin de semana. No pasa igual conforme se acerca el viernes, que todos están deseando terminar la jornada para entregarse por completo al descanso o a la ´juerga´, según cada cual. En esto iba pensando cuando vio una persona a lo lejos junto al camino. “Por fin alguien, ya me estaba inquietando”. Primero le pareció que hacía estiramientos apoyado en una gran roca, pero después se dio cuenta de que solo estaba sentado sobre la misma observando el paisaje. Ya muy cerca se percató de que tenía una mirada muy triste y perdida. Al pasar a la altura del chico, Alicia, lo miró directamente a la cara esperando el mismo gesto para saludar cortésmente, pero él no se inmutó, sus pupilas no se movieron ni un milímetro. Alicia giró la cabeza hacia delante y siguió corriendo como si nada. “Que poco sentido de la buena educación”, se dijo. Corrió veinte minutos más hasta donde lo hacía siempre y se dispuso a dar la vuelta. En ese punto tenía como referencia del nivel de agua acumulaba en el pantano la salida abovedada que traía parte del caudal del río La Cueva hasta el embalse. En los últimos años casi no había llovido, pero en lo que llevaban de mes el descenso del nivel era alarmante.
     Cuando se disponía a cruzar por delante del muchacho de nuevo, se dijo: “Debe tener unos veinticinco años. Esta vez le saludaré como es debido, así le haré ver que aquí nos sobra educación y cortesía”. Fijó la vista en sus ojos y soltó un “buenos días” bien sonoro. El chico no le contestó. No la miró. No movió un pelo. “Pues lo que te dejas te llevas, guapo”, pensó, y siguió corriendo hasta llegar a casa.
     A la mañana siguiente, Alicia, se propuso que haría del martes un día diferente. Se levantó pensando que quizá aquel muchacho necesitaba amigos y alguien que le diera algo de confianza si no conocía a nadie en el pueblo, así que si se lo volvía a encontrar en su recorrido intentaría entablar con él un poco de conversación. Pararse para apretar los cordones de las deportivas era el gesto infalible para no parecer demasiado atrevida. Lo hizo justo delante de él y le dijo: “Buenos días”. El chico giró lentamente la cabeza hacia ella, pero no articuló palabra. Alicia se irguió y siguió corriendo desconcertada. Vuelta en el túnel y regreso. Buscaba mentalmente posibles explicaciones para aquel comportamiento tan seco del desconocido: Puede que no entendiera el idioma; Puede que odiara hablar con gente nueva; Puede que fuera un psicópata; O que hubiera sufrido un episodio de amnesia… Mil cosas. Pero en ese momento, que volvía a cruzarse con él, notó como giraba levemente la cabeza para mirarla mientras se alejaba. Bueno, ya había un pequeño avance.
     Los dos días siguientes todo transcurrió con increíble monotonía, y no solo su hora y media de footing matutino, sino el día entero. El viernes, Alicia, dejó junto a la almohada sus miedos, sus reparos, sus prejuicios y la poca timidez que tenía y cuando llegó a la altura de la roca en la que el muchacho estaba sentado, como cada mañana, se acercó a él diciéndole: “Buenos días”. El chico la miró. Sus ojos eran muy profundos y tenían un brillo cautivador, enigmático.  Ahora, de cerca, observaba que no llevaba ropa deportiva, sino unas botas y pantalón tejano. Parecía querer decirle algo con la mirada y ella se mostraba expectante. “¿Cómo sonaría su voz? Pero de pronto él se echó mano a la garganta y entreabrió los labios dejando escapar un leve sonido. ” Ay, Dios mío. ¿Pero cómo he podido ser tan tonta? ¿Cómo no me he dado cuenta antes? Es sordomudo”, pensó. Muerta de vergüenza hizo un gesto con la mano de despedida y con la cabeza gacha siguió corriendo. Mientras iba hasta el final de su recorrido y volvía no paraba de pensar que se había comportado como una estúpida y buscaba la manera de volver a acercarse a él y hacerle entender que podían ser amigos. Ya lo tenía a cien metros y empezó a aflojar el ritmo. Le asombraba verlo siempre tan melancólico, tan paciente, como quien espera algo sin tener prisa. Los chicos de su edad no suelen dar esa impresión. ¿Habría sufrido mucho a lo largo de su vida y por eso tenía ese comportamiento tan esquivo con la gente? Sin dudarlo se acercó a él, que la observaba desde antes de llegar a la roca, y poniéndose la mano en el pecho, le dijo: “Me llamo Alicia.  ¿Y tú?” Él la miraba fijamente y sin decir palabra giró la cabeza hacia el lado de la roca que no ocupaba, como diciéndole que se sentara a su lado. Alicia tomó asiento mientras pensaba que les costaría mucho trabajo entenderse. De todos modos sentía que algo no cuadraba. ¿Por qué él no intentaba comunicarse con gestos? Con su cuerpo podía expresarse también, sin embargo ni su cara ni sus manos emitían ninguna expresión que ella pudiera traducir para poder entenderle. Solo sus ojos. Sus ojos mostraban tristeza, desesperanza y mucho vacío. Alicia, tratando de animarlo y darle un poco de confianza empezó a hablarle de… cosas, lo primero que se le vino a la cabeza, sabiendo de antemano que él no podría escucharla. “¿Sabes? Hace unos años sí que estaba bonito el embalse. Estaba de agua hasta el máximo. La orilla llegaba a tres metros de donde están nuestros pies. En un día de cielo despejado y sin brisa que moviera el agua el espectáculo era majestuoso. Pero con lo poco que ha llovido últimamente y los trasvases de agua que se hacen está el pobre en las últimas. Yo he llegado a pensar que algo raro está pasando porque no es normal a la velocidad que el nivel va bajando”. El chico seguía con la mirada perdida en el horizonte sin darle muestras de nada. Apenada, Alicia se levantó y le dio dos besos despidiéndose de él hasta el día siguiente.
     Deseando comenzar el sábado y poder ver a su nuevo amigo salió corriendo en dirección al pantano y, como toda la semana, allí lo encontró. Tenía decidido que ese día no haría el recorrido. Se sentó junto a él y trató de comunicarle su apoyo y su cercanía. Le habló de los animales que habían migrado a la zona gracias al pantano. Le habló también de comidas, de su familia, de sueños de futuro. Pero nada que ella hiciera hacía cambiar la expresión triste y vacía del muchacho. Entonces tomó sus manos entre las suyas y las acarició, sin saber muy bien por qué. Le dio dos besos y se marchó.
     Fue la última vez que vio al chico. Después de esa semana no volvió a verlo más junto a la roca. Desapareció como por arte de magia y nadie sabía darle información sobre él. Todo volvió a ser como antes. Ahora que corría con su compañera, el camino del pantano siempre estaba lleno de gente que hacía deporte, o paseaba al perro o tomaba el sol,…
     Pocas mañanas después, al encender su ordenador, la sorprendió una noticia local: “Hallado el cadáver momificado de un hombre que, posiblemente, desapareciera hace 32 años. Los restos se han encontrado en las inmediaciones del pantano de La Viñuela. A la espera del informe forense oficial, todo apunta a que la causa de la muerte fue atragantamiento con objeto punzante, presentando también fractura craneal. Personas ancianas de la localidad afirman que hace muchos años, antes de construirse el embalse, desapareció un carpintero que se dedicaba a la construcción de pozos y aljibes en los cortijos rurales con plantación de regadío, y que jamás dieron con él. Por esto y por los indicios encontrados hasta el momento, entre las hipótesis más probables, la policía cree que el individuo murió atragantado con un clavo que seguramente sostenía entre sus labios mientras trabajaba y que el cuerpo ha permanecido semisepultado en el fondo de un aljibe al que acaban de verter cemento en su base. Tras meses de búsqueda infructuosa el caso se fue enfriando. Después vinieron los desalojos y expropiaciones y en pocos años el embalse era un hecho. La policía piensa que no ha sido hasta ahora, cuando el nivel de agua ha bajado tanto, que el cuerpo del hombre haya quedado parcialmente al descubierto.” Junto a esta noticia aparecía una foto de la época del presunto desaparecido. Alicia lo había conocido hacía unos días. ¿Cómo podía ser? Era imposible. Sin pensarlo salió corriendo de casa en dirección al pantano. Al llegar a la roca no podía salir de su asombro. Alargó la mano y recogió un puñado de clavos que había sobre ella, y fue entonces cuando pudo leer la palabras escritas sobre la piedra: ”Buenos días. Gracias.”

PREMIO DE FOTOGRAFÍA 2019 LA VIÑUELA


Aprovechando la ocasión que me brinda este espacio, recordar que nuestra compañera Cande Molina Mostazo fue la ganadora del premio de fotografía. Las bases del concurso proponían las dos temáticas siguientes: HISTORIAS DEL EMBALSE Y SABOREA LA VIÑUELA SALUDABLE.
Os mostramos la imagen ganadora a continuación.


No hay comentarios:

Publicar un comentario