La principal característica de este género narrativo
es la brevedad, el autor tiene que expresar en unas cuantas líneas todo aquello
cuanto desea y dejar al lector emocionado, pensativo o simplemente con la
sensación de haber leído algo bueno a la par que breve. “Lo bueno, si breve,
dos veces bueno”.
Se necesita de mucha técnica y tiempo de dedicación
porque es muy difícil transmitir una pequeña historia o secuencia, en
pocas líneas. En el microrrelato iríamos al punto clave o clímax de
nuestra narración, en el que se produciría un giro inesperado que sorprenda al
lector. Mientras que con la novela o los relatos disponemos de infinitas
páginas para ir caracterizando a un personaje o a varios, para ir creando
ambiente, para ir desarrollando la historia en sí.
De esta manera, nos tendremos que olvidar por
supuesto de describir en exceso. Esta forma de escribir nos ayudará a buscar la
palabra adecuada, en este caso los adjetivos descriptivos idóneos, para decir
mucho con poco.
Volvemos a tener el honor de poder contaros que dos microrelatos de nuestros integrantes han sido publicados en el
Diario Sur.
Las palabras están todas inventadas, todas llenas de
letras, y con sus significados ya preestablecidos, lo interesante es poder
darles vida, hacerlas música o que te atraviesen la piel mientras esbozas una
sonrisa, esto es lo que hacen nuestras compañeras al ponerse a escribir. En la
pequeña prisión, que es un microrrelato, son capaces de crear historias llenas
de vida, sí, historias de esas que dicen tanto en tan poco.
Por eso hoy estamos felices de poder dejaros estos dos microrrelatos que con tanta maestría han pasado de manos creativas a papel
de periódico.
Rafa Núñez Rodríguez - (08/05/2020)
Sin título
Cada día la veía asomada tras la ventana, sola en su universo, con pinceladas otoñales en su rostro, la llamaban loca porque con la mirada pintaba los paisajes de colores imposibles, porque la tierra que nacía de sus uñas olía a romero, porque le cantaba a los pájaros que dibujaba en los cristales polvorientos, y de sus manos brotaban pequeñas ramas para darles cobijo. Flores melancólicas enredaban su cuerpo, y su imagen seguía allí, perenne junto a la ventana.
Y yo comencé a capturar estrellas que dejaba junto a su mundo, y poco a poco me fui perdiendo en ella.
M. Carmen Jiménez Aragón - (08/05/2020)
Vida de perros
Las cosas en casa han cambiado. Mamá dice que no estoy castigada, que los demás niños tampoco pueden salir, pero siento que ya no soy la princesa de la casa. Papá y mamá pasan todo el día conmigo jugando, cocinando, dibujando... Y todos los terminados en ando más divertidos, menos uno: el ando de paseando. Eso solo lo hacen con Chispa, mi perrita. Y por más que les ruego y que les prometo que en diez minutos nos subimos, no me llevan con ellos. Creo que no se fían de mí. Incluso he pensado que me pueden poner la correa como a ella, y si me apuran soy capaz hasta de hacer pis en la esquina del portal. Yo solo quiero salir a la calle y correr por la acera hasta quedarme sin aliento. Quiero tener una vida de perros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario